La ficción del consentimiento sexual (Catarata, 2024) el último libro de Rosa Cobo Bedia, socióloga, escritora, profesora e investigadora, arroja luz sobre las trampas en el debate sobre la prostitución o los límites de lo que se reconoce como violencia sexual. También analiza la importancia que ha tenido hasta ahora en las sociedades patriarcales el consentimiento como sometimiento o que no puede haber consentimiento sin libertad ni igualdad.
La autora está en permanente movimiento, ocupa un lugar destacado en el pensamiento feminista español y alterna la escritura de ensayos con la investigación académica, la docencia y las conferencias que imparte en distintos ámbitos (no sólo el feminista). Ahora tiene un entusiasmo especial por un nuevo proyecto que comenzará a materializarse el 30 de septiembre próximo, el máster en violencia sexual de la Universidad Ramon Llull.
Rosa Cobo en las primeras páginas de su libro advierte: “Hoy, la discusión sobre el consentimiento sexual es un espacio de disputa entre aquellos sectores que proponen este mecanismo político para legitimar sus espacios de poder y aquellos otros, los sectores feministas, que argumentan que este concepto debe ser politizado y resignificado para dotar de autonomía y credibilidad a las mujeres”.
– ¿De qué manera podemos resignificar el consentimiento sexual desde el marco feminista?
– El consentimiento sexual nos remite de una forma inmediata al universo de la sexualidad: el debate sobre la prostitución y pornografía no se pueden dejar de analizar sin tener en cuenta el consentimiento sexual. Estas cuestiones nos remiten a la sexualidad y la sexualidad es el núcleo fundamental sobre el que se sostiene y asienta el sistema patriarcal. Desde la teoría feminista, hablar de consentimiento sexual es hablar de sexualidad y hablar de sexualidad es hablar del corazón del sistema patriarcal.
– En tu libro haces referencia a la importancia que tuvo la revolución sexual en la cuestión del consentimiento sexual.
– La sexualidad se coloca en el debate público fundamentalmente a comienzos del siglo XX, con el psicoanálisis. Luego, la sexualidad se va a introducir en la agenda cultural y en la agenda política con la revolución sexual y Mayo del 68. Al principio, dice Eva Illouz(socióloga y escritora francesa), que la revolución sexual no tiene sexo. Es decir, la revolución sexual fue reivindicada por los hombres y por las mujeres; la prueba es la influencia enorme que tuvo en el feminismo radical. Pero poco a poco, a medida que la revolución sexual se va desarrollando, es reapropiada por los varones; traducido en clave feminista: la revolución sexual se convierte en la disponibilidad sexual de las mujeres para el acceso de los varones. Cuando la revolución sexual comienza a desarrollarse, muy poco tiempo después aparecen las políticas económicas neoliberales que serán un extraordinario filón en esa sexualidad volcada a construir un mercado de consumo.
“A medida que la revolución sexual se va desarrollando, es reapropiada por los varones”
– ¿Entonces ahora estaríamos en ese estatus en el que la sexualidad es una mercancía más del capitalismo?
– Ahora mismo, el mercado de consumo no hace más que ensancharse y ha aparecido una categoría nueva dentro de ese imaginario de la sexualidad, la del consentimiento sexual, transformada en una instancia fundamental de legitimación de todos los procesos de articulación de las mujeres como mercancías. El consentimiento sexual aparecerá estrechamente vinculado a la exaltación de un individualismo extremo y, en ese proceso de mercantilización que representan la prostitución y la pornografía, las propias mujeres se van a poner al servicio de la aceptación del dominio patriarcal.
– El contrato sexual al que se refiere Carole Pateman, un pacto entre hombres para distribuirse el acceso a las mujeres a través del matrimonio y de la prostitución: ¿consideras que sigue vigente en el siglo XXI?
– El matrimonio se sigue manteniendo como el eje de la vida entre hombres y mujeres y la prostitución lo único que hace es ampliarse cada vez más. De modo que yo creo que el contrato sexual sigue articulando el sistema patriarcal en el siglo XXI. Ahora bien, también creo que hay intentos por romper el contrato sexual y esos intentos vienen, por una parte, del feminismo; el feminismo no acepta esa política de reparto de mujeres que significa el contrato sexual, ni acepta que las mujeres seamos objetos sexuales. O sea que, para el feminismo las mujeres no somos objetos sexuales ni mercancías. El feminismo quiere desactivar el contrato sexual; por otra parte, hay otros grupos que también están interesados en desactivar el contrato sexual.
– ¿A qué grupos te refieres?
– Según Celia Amorós, a todos aquellos que se sitúan en el paradigma del imaginario libertino. Es decir, aquellos que sostienen que todas las mujeres son para todos. Dentro de ese imaginario entran los puteros y los proxenetas, entra toda esa cadena de mercenarios que sostienen el sistema patriarcal. Entran los feminicidas de Ciudad Juárez y de todos los sitios.
“El feminismo no acepta esa política de reparto de mujeres que significa el contrato sexual”
– Con esto que dices, se me viene a la cabeza el reciente caso de Gisèle Pelicot, en Francia, la mujer a la que su marido drogaba para que fuera violada por decenas de hombres.
– Efectivamente, el caso de Francia es muy extremo, pero al mismo tiempo muy paradigmático, en el que vemos los pequeñísimos límites que pone el sistema patriarcal al poder masculino y que se concretan en el contrato sexual.
– Enlazando a Carole Pateman con Catharine MacKinnon, ¿el consentimiento en el contrato sexual es una trampa para las mujeres?
– MacKinnon publicó el año pasado un libro en Francia, que traducido al castellano se llamaría “La violación redefinida: contra el consentimiento sexual. A favor de la igualdad”. Sostiene que el consentimiento sexual es inviable entre redes patriarcales y también que llevar el consentimiento sexual al código penal es una operación que se volverá contra nosotras. Yo no sé si eso va a ser así y quiero pensar que no.
– Una jurista te diría que hay que matizar esa idea de MacKinnon.
– Ya me lo han dicho, pero como yo no soy jurista, no quiero entrar en esto sino en la otra parte. Después de tres siglos de luchas políticas feministas, no creo que se pueda seguir manteniendo la absoluta y radical inviabilidad del consentimiento sexual. Primero: las mujeres están reclamando tener intercambios sexuales que sean gratificantes y consentidos por su parte; ellos consienten, claro, el consentimiento está de parte de los varones. En segundo lugar, estos tres siglos de historia de lucha feminista han modificado la vida de las mujeres, de todas, pero de algunas más que de otras y hay mujeres que tienen la posibilidad de consentir mucho más que otras. Y esto está relacionado con que han aparecido espacios de igualdad para las mujeres y se han concretado políticamente derechos. Yo creo que esto hace que no podamos seguir afirmando de una forma rotunda que el consentimiento sexual es inviable para todas las mujeres. En el consentimiento sexual hay grados, hay mujeres que no pueden consentir cuando son adolescentes, pero sí cuando son maduras; hay sociedades con unos niveles mucho más significativos de igualdad, donde el consentimiento sexual tiene una densidad mayor que en otras sociedades, en las que simplemente es inexistente. Entonces, el consentimiento sexual es una ficción para la mayoría de las mujeres del mundo, sin embargo, hay pequeños grupos de mujeres que se acercan a grados mucho mayores de consentimiento sexual. Esto está relacionado con el título del libro, al que he llamado La ficción del consentimiento sexualporque es una ficción política como lo es la democracia, o la categoría de ciudadanía. El consentimiento sexual es esa categoría, ese valor ético-político al que las mujeres queremos llegar.
– Entonces, ¿podemos concluir que hay un lugar para el consentimiento sexual en la evolución de los derechos de las mujeres?
– ¡Tiene que haber un lugar para el consentimiento sexual! Ese es el asunto. Las mujeres estamos reclamando intercambios sexuales gratificantes y consentidos, y eso es algo de lo que la agenda feminista se está haciendo cargo, ¿no? Las mujeres queremos relaciones sexuales que sean consentidas y que nos gusten, sobre eso no hay ninguna duda, porque eso ha sido lo que ha hecho que salgan millones de mujeres a la calle en el 2017 y en el 2018 con la cuarta ola feminista, articulada alrededor de la lucha contra la violencia sexual y a favor del consentimiento sexual. Esto no excluye que el consentimiento sexual sea un camino extraordinariamente difícil de recorrer para las mujeres.
“Tiene que haber un lugar para el consentimiento sexual”
– También explicas con claridad en qué se diferencia el feminismo de otros movimientos que se consideran feministas y no lo son.
– Hay sectores de la izquierda entre los que está la nueva izquierda (aunque también sectores de la vieja izquierda), que han reeditado aquella famosísima tesis de que la contradicción principal es la contradicción de clase y la contradicción secundaria es la contradicción patriarcal. Es el caso de Nancy Fraser y los postulados que defiende el feminismo para el 99%. Cuando esta izquierda contempla el mundo, lo que ve es que el capitalismo neoliberal es el monstruo principal, todos los movimientos sociales tienen que colaborar en la destrucción de este monstruo y someterse a esa lucha de clases. En cambio el feminismo sostiene que el capitalismo neoliberal es una fuente inagotable de desigualdad y violencia contra las mujeres, pero que ese capitalismo neoliberal -utilizando la terminología o el concepto de Kate Millett– tiene una política sexual, y la obligación y la tarea histórica del feminismo es luchar contra la política sexual del capitalismo neoliberal. Mientras que la izquierda tiene la obligación de luchar contra el capitalismo neoliberal, nosotras tenemos que centrarnos y focalizar la lucha política en los efectos y el impacto que el capitalismo neoliberal tiene sobre las mujeres. Esto es lo que no está presente en el feminismo para el 99%, profundamente impregnado a su pesar, por toda la ideología del individualismo y capitalismo neoliberal. Consideran que la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía son aceptables porque salen de la decisión de las mujeres. Entonces, en primer lugar, ese análisis es confuso; y en segundo lugar, no es feminista.
El feminismo tiene que “focalizar la lucha política en los efectos y el impacto que el capitalismo neoliberal tiene sobre las mujeres”
– Este análisis que haces incluye al movimiento queer y al libertarismo sexual, ¿verdad?
– A ver: me gustaría que se entendieran dos matices que expongo en mi libro sobre esta cuestión. Primero, el marxismo no es feminista porque su sujeto político es la clase trabajadora. La teoría queer no es una teoría feminista porque su sujeto político no son las mujeres, sino todos aquellos individuos, hombres y mujeres, que están sometidos a procesos de persecución sexual.
Con respecto al segundo matiz, la teoría queer persigue un objetivo y es debilitar los códigos que tienen que ver con la sexualidad. La sexualidad también es un objeto de lucha política para las feministas, sin embargo, el feminismo no puede centrar su agenda política en la libertad sexual. El feminismo tiene que articular su agenda política contra la violencia sexual porque las feministas estimamos que la reducción y la desactivación de la violencia sexual va a tener como consecuencia y como efecto el aumento de la libertad sexual. El libertarismo sexual se mueve en el ámbito de la libertad sexual y el feminismo se mueve en el ámbito de la lucha contra la violencia sexual, que es la gran epidemia del siglo XXI.
– ¿Qué importancia tiene el consentimiento sexual en la agenda política feminista?
– El consentimiento sexual está en el propio corazón de la agenda política del feminismo. Para el libertarismo sexual el consentimiento se concreta en la voluntad, mientras que para el feminismo el consentimiento se concreta en el deseo y en la igualdad, es en este punto donde se diferencian. ¿Por qué el libertarismo sexual dice que cuando una mujer dice “sí” o asiente de cualquier manera, hay consentimiento? Por una razón estratégica: para el libertarismo sexual la definición de violencia sexual está restringida, de modo que el impacto en el derecho penal es menor (representado en el antipunitivismo). La visión que tiene el libertarismo sexual sobre el consentimiento sexual es muy limitada. La lucha por el consentimiento sexual que reivindica el feminismo es la lucha contra la violencia sexual y a favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
“El feminismo se mueve en el ámbito de la lucha contra la violencia sexual, que es la gran epidemia del siglo XXI”
– En el capítulo 4, De “las otras” al “nosotras”, profundizas sobre las mujeres como sexo, el “nosotras” es un genérico para la emancipación de las mujeres. Señalas a Mary Wollstonecraft como una de las autoras feministas que puso la primera piedra sobre este concepto. ¿Puedes ampliar esta idea?
– Mary Wollstonecraft en Vindicación de los derechos de la mujer explica que no habla en su nombre sino en nombre de su sexo. ¿Por qué habla de las mujeres como un genérico? Las mujeres estamos sometidas a opresión, discriminación y procesos intensísimos de desigualdad. También ella habla de cómo los hombres han construido una segunda naturaleza para las mujeres que el feminismo ha categorizado como gender (género). Esto significa que el sistema patriarcal ha construido unas estructuras materiales y simbólicas, y un conjunto de valores para que las mujeres nos construyamos -como diría Simone de Beauvoir-, como el segundo sexo. La opresión y la explotación de las mujeres se origina, a juicio del feminismo radical, en nuestras capacidades sexuales y reproductivas. Por lo tanto, no se pueden entender la prostitución y la pornografía sin el sexo. Tampoco se pueden entender el trabajo doméstico y la feminización de la pobreza sin la categoría sexo. El feminismo tiene que recuperar la categoría de sexo y también la categoría de género, entendido este último como esa segunda naturaleza de la que hablaba Mary Wollstonecraft, un conjunto de estereotipos que nos colocan en una posición de subordinación.
– ¿Qué pasa con los hombres, Rosa? ¿Por qué el genérico masculino calla ante la cultura de la violación y no debate sobre estos temas ni problematiza el consentimiento sexual?
– Creo varias cosas. La primera es que la línea de investigación académica feminista es una línea de investigación de segunda categoría y los varones no quieren trabajar líneas de investigación que no sean hegemónicas ni dominantes. Desde un punto de vista más explícitamente político, tenemos que pensar que existen dos cuestiones: por una parte, existe el sistema patriarcal y por otra parte existen los varones individuales. En el sistema patriarcal, los varones tienen una relación con ese sistema de dominación de la que no pueden abdicar, independientemente de que algunos de ellos quieran hacerlo. Los movimientos sociales y políticos se crean para luchar por derechos y los varones tienen que crear movimientos para abdicar de los derechos que el sistema patriarcal les ha otorgado. Es una situación compleja. Por eso es más fácil ver a los varones que se organizan para defender sus privilegios que para abolirlos.
– Eres una militante del movimiento abolicionista global. ¿Cómo ves el futuro del abolicionismo? ¿Crees que conseguiremos en España pronto la ley abolicionista del sistema prostitucional?
– El abolicionismo español es un movimiento fuerte y ha impregnado mucho a la sociedad, ya que ha disminuido el porcentaje de la opinión pública a favor de la prostitución y creo que eso lo podemos verificar en todos los sondeos de opinión que se hacen. El abolicionismo se ha colocado en el corazón del feminismo y de su agenda política. A mí me parece que esto es un elemento constitutivo del feminismo español. Ahora: ¿cómo debemos luchar las abolicionistas? En tres niveles: es necesario seguir construyendo en el espacio académico un marco de análisis que desenmascare la ficción del consentimiento sexual y el significado de la sexualidad de las mujeres en el sistema patriarcal. Después, en las organizaciones feministas tenemos que seguir situando el abolicionismo en un lugar de fortaleza, llevar nuestra lucha política a la calle y dirigir nuestras acciones políticas a la sociedad civil. En tercer lugar, tenemos que trabajar en el plano institucional: hacer alianzas con otros movimientos sociales, establecer afinidades con otros grupos que sin ser feministas son abolicionistas; y presionar al poder político para que lo introduzca en su agenda y aplique políticas abolicionistas.