La histórica reivindicación boliviana de una salida soberana al mar, fortalecida por el reconocido liderazgo del presidente Evo Morales, se ha convertido en una dura prueba para la nueva política regional de Michelle Bachelet. Morales lanzó el jueves pasado, durante una masiva concentración, una poderosa ofensiva diplomática encaminada a promover una toma de conciencia internacional, […]
La histórica reivindicación boliviana de una salida soberana al mar, fortalecida por el reconocido liderazgo del presidente Evo Morales, se ha convertido en una dura prueba para la nueva política regional de Michelle Bachelet.
Morales lanzó el jueves pasado, durante una masiva concentración, una poderosa ofensiva diplomática encaminada a promover una toma de conciencia internacional, y particularmente en Chile, sobre la necesidad de solucionar la justa demanda de su país. La fecha escogida no pudo ser más significativa: la celebración del Día Internacional del Mar y el aniversario de la caída del héroe nacional Eduardo Abaroa, muerto en combate contra la invasión chilena que cercenó las costas bolivianas en 1879. Su virtual emplazamiento a la Organización de Estados Americanos (OEA) para que se reúna a fin de tratar el tema, y su pedido de apoyo a la comunidad internacional, tuvo una enorme repercusión en América Latina, y muy especialmente en los medios locales. Morales invitó al secretario general de la OEA, el chileno Miguel Insulza, para que visite Bolivia con ese motivo, y apeló al gobierno de Santiago para que escuche la voz de su pueblo, partidario de una solución del viejo litigio.
La campaña, sin embargo, no fue bien recibida por las máximas autoridades chilenas. Bachelet, quien ha insistido en su voluntad de priorizar las relaciones con el vecindario -abandonada por gobiernos anteriores- rechazó de inmediato la convocatoria de la OEA. La mandataria dejó claro que La Moneda no ha pensado en cambiar la posición histórica de su país de que los tratados -que consagraron la ocupación territorial de sus vecinos- son intangibles y los diferendos deben ser considerados a nivel bilateral. «Nosotros hemos tenido una sola palabra desde el comienzo: Chile está dispuesto a un diálogo político, a una agenda de futuro, manteniendo la intangibilidad de los tratados», sostuvo la mandataria durante un acto en la sureña localidad de Talcahuano. La gobernante aseguró que la demanda marítima boliviana «es un asunto bilateral y, por lo tanto, los diálogos tienen que ser entre los países y con una mirada de futuro». «No hemos cambiado ni hemos pensado en cambiar nuestra postura», afirmó, descartando cualquier expectativa. En todo caso y consciente de la posición de las autoridades chilenas, Morales declaró que si bien cada país es libre de defender sus conceptos, se debe escuchar el clamor de los pueblos, que piden mar para Bolivia.
«Las necesidades de los pueblos nos obligan a cambiar políticas. Acá no se trata de una posición de los gobiernos, ya que los gobiernos, Presidentes y Estados fracasaron, ahora los pueblos piden reparar ese daño histórico», afirmó Morales. En tanto, el cónsul boliviano en Santiago, Roberto Finot, fue claro en afirmar que la proclamada voluntad chilena de dialogar sobre la base de una agenda de futuro, abierta y sin exclusiones, no logra satisfacer por si sola las expectativas de su país. Destacó que La Moneda busca priorizar un calendario que, aunque es valorable, no va al fondo del problema. «La apertura unilateral del mercado chileno a los productos bolivianos es una cosa muy interesante, pero no toca el tema de fondo», explicó. «No se trata simplemente de ponerle unas guindas en la torta para hacer ver que las cosas están marchando bien. No, de lo que se trata es de amasar todo el pan, meterlo al horno y después se le podrán meter todas las guindas que se quieran», dijo en referencia al tema del mar. Para Finot «el fondo del problema es que Bolivia necesita imperativamente para su desarrollo acceder a los mercados del Pacifico para la exportación del gas». Pero hasta ahí no parece llegar la proclamada buena voluntad de la nueva mandataria chilena.
El autor es corresponsal de Prensa Latina en Chile.