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Llegan los “derechos humanos”

¡Sálvese quien pueda!

Fuentes: Luci sulla città

Traducido del italiano por Antonia Cilla para Rebelión y Tlaxcala

Con el paso del tiempo me han ido desapareciendo las pocas convicciones de la adolescencia que desde pequeño me inculcó el ambiente moral dominante. Me he convencido de que cuanto más se elucubra sobre una cosa menos existe esa cosa. Pienso en la libertad por la que compiten en odas televisivas las lenguas de los funámbulos de la labia, o en la «democracia» multipartidista, una especie de tótem político – social alrededor del cual danzan los expertos en el arte de ganar dinero.

Me refiero a los «derechos humanos», loados a la menor oportunidad y convertidos en omnipresente ornamento de las peroratas de los amateurs de los «mundos mejores». «Que nosotros tenemos en abundancia» me dice un convencido partidario. Es más, tenemos tantos que debemos «exportarlos» si no queremos ahogarnos en ellos. Sí, de acuerdo, será neo-colonialismo pero ¿no es acaso fruto de una visión colonial paternalista la pretensión de dejar que cada pueblo se gobierne como mejor crea, y se dote de ordenamientos originales y reglas morales? No, nosotros no nos podemos considerar ciudadanos de primera que gozamos del maná de los «derechos humanos» mientras a los demás los dejamos tirados en la «barbarie». Después, también se pensará cómo ponerse de acuerdo para la «exportación de los derechos humanos» a la vez que se respetan las «diversidades», otra estrella polar nuestra (por favor ¿me dais un racista que degollar?)».

«¿Y si no los quieren?» replico yo. «Imposible, si se resisten es porque no los han experimentado nunca, y, en todo caso, con los «bombardeos humanitarios», altamente quirúrgicos porque sólo golpean a los comunistas, nacionalistas fascistas e integristas islámicos, suprimiremos las últimas bolsas de resistencia.

En resumen, basta con que lo queráis: exportar los «derechos humanos» es un imperativo moral. Lo recomienda el equipo dirigente de la Casa Blanca, y si lo dicen ellos es una garantía. Si de verdad no os fiáis de Bush y sus socios, entonces creed a la «izquierda», a las ONG, a los misioneros, a las vanguardias estudiantiles y a sus sitios de contra información. Pero ahora movámonos ¡que sino se hace tarde!»

El tipo no me ha convencido en absoluto. Cuando oigo hablar de «derechos humanos» echo mano a la pistola. No, queridos demócratas new global, no os preocupéis: ningún peligroso «nazi» quiere disparar contra vuestro santito humanitario. Porque son demasiados los que, cuando oyen que se invocan los «derechos humanos» a su costa, están alerta y con la escopeta cargada, después de haberlos conocido. Tres pueblos «elegidos al azar» de la lista de los malos más famosa del mundo: los serbios, los iraquíes y los cubanos, resistentes al asedio de los «derechos humanos», pero que, sin duda, no se les podrá definir, en bloque, como «nazis». Estos tres pueblos nunca han hablado por hablar, durante horas y horas, de los derechos humanos. Los tenían o los tienen todavía, eran vida vivida, por lo tanto no tenían por qué derrochar energía con el asunto. Instrucción gratuita desde el jardín de infancia hasta la especialidad universitaria, sanidad gratuita desde la aspirina hasta los trasplantes, derecho a tener una casa y un trabajo. Ahí es nada: conocimiento, salud, casa y trabajo. Curiosamente en todos los «países canallas» están garantizados estos «derechos», que, al final, son los que realmente trasmiten confianza en el porvenir y los que protegen el instinto de la reproducción.

Pero si creéis que alguien os va ha explicar qué son en detalle los «derechos humanos» cuando se habla de instrucción, salud, casa y trabajo, entonces no habéis entendido nada de los «derechos humanos». Los «derechos humanos», en la mente de la masa idiotizada, no son los que garantizan los derechos de una colectividad, sino que están ligados a instancias individuales, o – su degeneración – narcisistas, consonantes con la sociedad del «produce, consume, revienta». He aquí algunos: el derecho de decir lo que uno opina (incluso de cosas sobre las que se es absolutamente incompetente, sobre publicaciones cultas, folletos carísimos y listas telemáticas que leerán cuatro gatos), el derecho a «expresar» siempre, y dondequiera que sea, el «propio yo», incluidas las «preferencias sexuales» (ostentadas más allá de los límites de la decencia y de la estabilidad mental para nuestros niños), el derecho a la «libre empresa», es decir, el de ganar dinero mientras que se atragantan en el lujo y despellejan al prójimo para llegar los primeros, comprendido el derecho a llevar pistola ¡al estilo cowboy!

Estos flautistas de los «derechos humanos», con sus histéricas campañas telemáticas ampliadas, sobre todo, por los payasos de la que llaman «izquierda» (carente por completo de cultura nacional) son los aliados más falsos de los criminales planetarios que intervienen en Nicaragua y en Yugoslavia, o desde Cuba a Venezuela y desde Palestina a Iraq; los tontos útiles adulados como grandes cerebros, primero por el poder, después por su secuaces y por último colocados para dirigir a la masa manipulable que impida la formación de un bloque por la soberanía nacional, sin la cual es inútil iniciar otro discurso «social»; no es por casualidad que sus sitios estén plagados de noticias exclusivas sobre los «disidentes» cubanos, iraníes, etc., y de peticiones de todo tipo para las «mujeres oprimidas por el Islam». Si mañana, en Washington, colocan a San Marino en la lista negra, estos sonámbulos reaccionan haciendo entrevistas sensacionalistas a los «disidentes» ¡de vacaciones en Rimini! Su sueño utópico del «mundo mejor» mundial es la cara de la medalla que lleva troquelada la triada criminal que gobierna en Washington, en Londres y en Tel Aviv.

«Fuera estados, fuera naciones, fuera fronteras…»: ¿pero se dan cuenta que solo tocan una variación del tema que prefieren aquellos a los que dicen enfrentarse? O tal vez – me da por pensar mal – estos mochuelos están pagados (de modo que ni siquiera sospechen quien les paga) para anunciar la buena nueva de la «globalización de los derechos»…, que – después de lo dicho – no se entiende si se refiere al «derecho» de que las tasas universitarias pasen de las 300.000 liras que se pagaban a principios de los años noventa a las actuales cifras astronómicas, a la expropiación de las playas en nombre del mito según el cual todo es un «servicio» (y por lo tanto hay que pagarlo), a una publicidad omnipresente e invasora que quebranta nuestro panorama urbano y convierte todo en insípido y falso (desde el deporte hasta las películas), a la magnifica «libertad» de expresión de los férreos oligopolios (de hecho) de la información y de la política, a la hiperregularización de todo (carné de conducir por puntos, revisiones, etc.) dirigida, como siempre, a ordeñar el dinero de la misma gente y para favorecer a las categorías de los recomendados, a los gratificantes «trabajos de interinidad» y a los nuevos jefes de las agencias privadas…

Los hilos de los «derechos humanos» de los que penden las cabezas de los títeres, con buena o mala fe, los manejan las multinacionales, los especuladores de bolsa y los grupos de presión de todo tipo, que sin la previa reductio ad hitlerum de los gobiernos de los «países canallas» no podrían robar la soberanía y los «derechos» de pueblos enteros. Derechos que, con toda libertad, deciden, de vez en cuando, otorgarse y defender cuando son acechados por las legiones de la hipocresía.

Serbios, iraquíes, cubanos… también por estos, que algún abuso han padecido, ¿pero yo, en el fondo, de qué me quejo? Mi insignificante vanidad está satisfecha… también hoy he dado mi opinión. Y de verdad estoy «feliz» porque he alcanzado el objetivo de la vida establecido en la Constitución de los Estados Unidos de América, es decir, de la Humanidad. Por lo tanto exportemos este «derecho» también a los iraníes: ¡buena «libertad de expresión» también para vosotros!

Fuente:
«Luci sulla città»a. II – nº 5, mayo-junio 2006
Revista mensual político civil de los Comités de Pisa en la «Ciudad de los Derechos»
Asociación para la Salvaguardia y la Valorización de la ciudad de Pisa (ASVP:
[email protected])
Periódico gratuito financiado por la libre ciudadanía y distribuido en más de 42 kioscos.

Antonia Cilla es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.