A pocos días de haberse revelado cómo muchos militares, algunos acusados de crímenes de lesa humanidad, son artífices de corrupción en las Fuerzas Armadas del Estado colombiano, su superior, el ministro de Defensa de ese país, Juan Carlos Pinzón, ofrece capacitación en derechos humanos y derecho humanitario a países de UNASUR. Sucede apenas dos semanas […]
A pocos días de haberse revelado cómo muchos militares, algunos acusados de crímenes de lesa humanidad, son artífices de corrupción en las Fuerzas Armadas del Estado colombiano, su superior, el ministro de Defensa de ese país, Juan Carlos Pinzón, ofrece capacitación en derechos humanos y derecho humanitario a países de UNASUR. Sucede apenas dos semanas después de descubrirse un nuevo y grave complot con el uso paramilitar de la inteligencia militar, para espiar ilegítima e ilícitamente no sólo a opositores políticos sino incluso a delegados oficiales del gobierno del presidente Santos en los diálogos de paz con las Farc-Ep, que se llevan a cabo en Cuba.
Por supuesto no es una broma lo dicho hace unas horas por Pinzón en Paramaribo, capital de Surinam. Está en páginas de Internet. Donde podemos hallar información abundante sobre esos casos de ratería de dineros en millonarios contratos, para lo cual un general recién retirado y no sancionado por lo que dijo, aconsejaba crear «una mafia» a fin de proceder contra esos «hijos de puta» fiscales que investigan dichos crímenes.
Además fluyen datos permanentemente de otros oscuros hechos de reciente publicación, que implican el asesinato de una joven cadete, que habría ayudado a poner al descubierto un llamado «círculo del anillo«, sucesos en los que personal de la policía denuncia la existencia de una red de favores sexuales y prostitución homosexual al interior de esa institución.
El ofrecimiento del ministro Pinzón en el marco del Consejo de Defensa Suramericano, de UNASUR, tiene por eso una triste fibra moral: la de su autor engreído que propina un simbólico puñetazo contundente en la cara de «las madres de Soacha», madres de los jóvenes que fueron presentados como guerrilleros abatidos en combate, cuando en realidad eran muchachos empobrecidos, de cuya vida y muerte se valieron para recompensas, permisos y ascensos, en unos cinco mil casos, unas fuerzas militares y de policía cuya estructura, doctrina, funcionamiento, sistema y régimen ha dicho el presidente Santos que no revisará y que no es negociable en absoluto en el contexto del proceso de paz. Fuerzas Armadas que engullen una inmensa tajada del presupuesto nacional.
El mismo día 20 de febrero de 2014, en el que el Ministro Pinzón pasea en Surinam llevando esa propuesta deleznable, las madres de Soacha, las de los llamados «falsos positivos», no sólo le solicitan al presidente Santos que retire de su cargo al ministro Pinzón, sino que repudian con razón que militares como el coronel Robinson González del Río y muchos otros, gocen de múltiples beneficios (ver carta abajo). González del Río es sobrino de un general retirado Rito Alejo del Río, altamente estimado en las fuerzas militares y ensalzado como pacificador hace tres lustros por Álvaro Uribe Vélez, quien lo calificó de «un buen ejemplo para los soldados y policías de Colombia«. Dicho general, ya sentenciado, en uno de los pocos casos esclarecidos en décadas, fue uno de los responsables de haber creado grupos paramilitares, como el ensalzador Uribe, y de desarrollar acciones de terror contra la población civil, en hechos que registran cómo fue decapitado el campesino Marino López, con cuya cabeza jugaron fútbol las tropas combinadas en el marco de la denominada Operación Génesis, ahora hace 17 años (del 24 a 28 de febrero de 1997).
Así, sin saneamiento o supresión respetable, sin examinarse, sin verse en el pozo de verdaderas cloacas, en nombre de Colombia en un sistema esperanzador como UNASUR que apenas nace, se ofrece capacitación permanente en materias tan serias como Derechos Humanos y Derecho Humanitario, a los países de esa Unión de Naciones Suramericanas. Algún militar o diplomático decente de otro país, alguien culto y con escrúpulos, lo tomará seguro como un insulto.
Al respecto se lee con indignación lo expresado por el ministro: «Colombia está liderando dos temas bastante importantes, no solo para el país sino para toda la región. Primero, Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, un asunto del mayor interés en el que Colombia, por el tipo de situaciones que han enfrentado las Fuerzas Armadas, ha desarrollado una gran capacidad» (http://www.mindefensa.gov.co/irj/portal/Mindefensa).
A estas alturas es lógico preguntarse si el presidente Santos concluye por convicción, por conveniencia, por connivencia o por cuidado de sí, que es mejor no sobresaltar en lo más mínimo a unas fuerzas armadas de inmenso poder (des)estabilizador.
Es insostenible un proceso de paz sin cambios o reformas en los brazos armados del Estado. Esa tarea compleja y ciertamente delicada, comienza con algo más que con la nada decorosa salida de unos cuantos altos oficiales, que deberían ya estar en la cárcel. Ni siquiera acceder a la renuncia del ministro Pinzón sería sustancial. Pero podría en esta coyuntura contribuir, sin duda, pues retirar a un ministro desmadrado sirve a ese auto-análisis depurativo, para cristalizar por elemental coherencia un mensaje más de puertas adentro que hacia afuera. Sobre quién manda. Puede ser que pese más ahora el miedo del presidente Santos y su táctica en período de elecciones, que el anhelado control proclamado de una estrategia que tiene como columna vertebral la acción bélica para cercar pírricamente y llevar a una derrota irreversible a la insurgencia.
¡Ya está bien de tanta sandez! Hace falta no sólo desde ya que otras personas con cierta compostura, coraje y preparación, incluso en los propios cánones de un rumbo que se dice tan corrector como dominante, expresen eventuales giros de políticas que frenen la descomposición indiscutible de una parte. Pero más, hacen falta tránsitos verificables en esas políticas, para que el papel de Colombia no sea denigrante en la región, para que no la contamine de inmundicia, como lo es ofrecer, con las manos manchadas de sangre, capacitaciones a instituciones que deseamos progresistas en el marco de UNASUR.
Por la más básica moderación, y no por vergüenza o pudor que no se tiene, a UNASUR hay que ir no a brindar de lo que se carece, sino a recabar qué papel puede jugar esta importante Unión de Naciones Suramericanas o la CELAC en la remoción de factores del conflicto social, político y armado, bien sea solicitando misiones de verificación en derechos humanos y derecho humanitario, en planes urgentes de contención de la indigencia, en cooperación dirigida a la niñez desnutrida, asistencia para sacar el sistema judicial de su podredumbre, para abordar el sedimento de una lógica clientelar patente en estas hueras elecciones que se avecinan, para orientar programas sociales de democratización de los medios de comunicación, en cómo superar la impunidad y la corrupción, cómo esclarecer responsabilidades y juzgar a los determinadores de crímenes de lesa humanidad, etc.
Presidente Santos, ¿por qué no invitar a UNASUR a que integre la Comisión propuesta en el punto 4º de la carta de las madres de Soacha?
A continuación, la carta de las madres de los jóvenes de Soacha:
Bogotá, febrero 20 de 2014
Señor Juan Manuel Santos Presidente de la República de Colombia Cordial saludo.
Una vez más la indignación y el desaire nos invade, toca con fuerza nuestras puertas y corazones; nosotras las MADRES DE SOACHA, a las que nos arrancaron nuestros hijos, secuestrándoles y desapareciéndoles, luego de ofrecerles trabajo, para posteriormente masacrarles a sangre fría, en hechos que se presentaron por millares a lo largo y ancho del país, en episodios de barbarie mal llamados «falsos positivos», cometidos por militares contra hombres, mujeres y niños empobrecidos de campos y ciudades; hoy levantamos nuestra voz de protesta frente a las cadenas de corrupción que involucran al alto mando militar para comprar el silencio de los asesinos de nuestros hijos.
Nosotras hemos venido luchando por más de seis años, para conocer la verdad y lograr justicia frente a todos los responsables de los crímenes de nuestros hijos, barbarie que es sufrida por los familiares de más de 5000 víctimas de estos asesinatos en nuestro país, y que ha constituido un vergonzoso ataque a nuestro pueblo por parte de quienes tienen la obligación de velar por nuestros derechos. La respuesta a nuestra lucha ha sido la persecución y las amenazas en contra nuestra que no han cesado, aún así hemos decidido por amor a nuestros hijos no escondernos, ni silenciarnos hasta alcanzar la justicia y la reivindicación del buen nombre de nuestros hijos.
Esta lucha no ha tenido muchos resultados pues la impunidad sigue reinando para proteger a los victimarios, y para silenciar a las víctimas, situación que queda demostrada en las grabaciones reveladas por Semana, en donde algunos de los asesinos siguen delinquiendo desde las cárceles, recibiendo salarios, celebrando contratos, saliendo de vacaciones, realizando fiestas y fraguando con sus superiores sabotajes a las investigaciones de la Fiscalía.
Frente a estas graves revelaciones, Ud. Sr. Presidente y su Ministro de Defensa determinaron una serie de cambios al interior de la institución, relevando entre otros, de su cargo al Comandante de la Fuerzas Militares, General Leonardo Barrero, «no sale por ningún hecho de corrupción. Sale por sus expresiones irrespetuosas», al haber dicho: «No dejarse joder de esos hp fiscales» que investigan los casos de ejecuciones extrajudiciales, en conversación con el Coronel Robinson González del Río quien está implicado en varios casos de estos, al tiempo que lo invitó a «armar una mafia para denunciarlos» y así detener la acción de la justicia.
Señor presidente: estas afirmaciones no son irrespetuosas, como usted lo dice, son la clara evidencia de que al interior de la cúpula militar, la corrupción hace parte de un complot para impedir el avance de las investigaciones y dejar en la impunidad a los más altos responsables de las muertes de nuestros seres queridos.
Por lo expuesto, Sr. Presidente, le exigimos a usted y demás autoridades:
1. Que destituya de inmediato al Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón por su evidente negligencia o complicidad manifiesta con los actos irregulares relacionados con los crímenes de nuestros hijos, tanto por los privilegios de los que han gozado en las instalaciones militares, como por su afán vergonzoso de minimizar los crímenes.
2. El reconocimiento público de la gravedad que conllevan las afirmaciones del saliente Comandante de las Fuerzas Militares, porque aunque usted lo exculpó de hechos de corrupción, lo que evidencia es la gran responsabilidad del alto mando militar de los crímenes de nuestros hijos.
3. Ordenar que todos los militares recluidos en instalaciones del Ejército por graves crímenes sean trasladados de inmediato a cárceles ordinarias y revocar las leyes y decretos que les privilegian.
4. Crear una comisión de expertos independientes nacionales e internacionales que investiguen a fondo todo el cúmulo de irregularidades y crímenes cometidos por integrantes de las Fuerzas Armadas cuyas recomendaciones permita condenar disciplinaria y penalmente a los responsables.
5. Sacar del Ejército a todos los responsables de esta estructura criminal que nos amenaza, que amenaza fiscales, jueces y testigos, que atentan no solamente contra los derechos humanos sino la paz de Colombia.
6. Al Fiscal General celeridad en las investigaciones por los miles de casos de asesinatos de nuestros hijos presentados como guerrilleros, identificando y pidiendo la sanción de los máximos responsables.
7. A la opinión pública nacional en internacional, a los periodistas, que no nos dejen solas en esta lucha, que no se resignen a medidas que en lugar de esclarecer la verdad y aportar a la justicia, se suman a las estrategias de impunidad desplegadas desde altas instancias del Estado.
8. A la Fiscalía de la Corte Penal Internacional que abra una pronta investigación sobre los altos responsables de los crímenes de nuestros hijos.
Señor Presidente si hemos de entregar nuestras vidas por buscar lo que el Estado nos tiene que garantizar, estamos dispuestas a aceptar el sacrificio, porque nuestro amor por nuestros hijos vence al terror y, porque no aceptaremos más humillaciones de su gobierno encubriendo o recompensando a los asesinos de nuestros seres queridos.
¡Por la justicia y contra la impunidad, ni un paso atrás!
Madres de Soacha
Fuente de la carta: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/piden-traslado-de-militares-procesados-falsos-positivos-articulo-476266
Carlos Alberto Ruiz Socha es Doctor en Derecho. Autor de «La rebelión de los límites» (Edit. Desde abajo, Bogotá, 2008). Fue asesor de la Comisión Gubernamental para la Humanización del Conflicto Armado en Colombia.
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