FOTO: ANDRÉS VALENCIA/ Bloqueo de la vía Medellín – Pereira por mineros a la altura de Irra, 17 de Julio. ¿Cuántos cadáveres necesita ver el Doctor Santos Positivo para entregar a los campesinos unos beneficios que están consignados en la ley? Si vacila mucho el próximo cadáver será su propia figura política, arruinada igual que […]
FOTO: ANDRÉS VALENCIA/ Bloqueo de la vía Medellín – Pereira por mineros a la altura de Irra, 17 de Julio.
¿Cuántos cadáveres necesita ver el Doctor Santos Positivo para entregar a los campesinos unos beneficios que están consignados en la ley? Si vacila mucho el próximo cadáver será su propia figura política, arruinada igual que la de Andrés Pastrana bajo la presión de la derecha de ultra tumba (osea casi toda). Ojalá Santos vea, no la basura acerca del Catatumbo que producen los noticieros por toneladas, sino los informes de inteligencia, preparados a su medida, que lo tienen bien informado del reguero de gasolina a punto de arder por todo el país. Reguero con dos chorros: sus políticas embusteras de camaleón pokerista y el holocausto del gobierno anterior de la mano de plomo. Santos no es un pirómano, por eso urge que comprenda: un incendio le quemará todo, hasta las ojeras de Chuky repugnante. Maquiavelo bogotano que vendería la mamá para obtener sus mezquinos intereses.
Sin ninguna duda Santos es un tipo artero e inteligente. Otra cosa es el cachorrito de gorila que ladra en su Ministerio de Defensa, marioneta que repite cuanta tontería y montaje burdo se les ocurre a los generales. Pinzón, ¿o es tonto o de verdad cree que los supertucanos se caen del aire solos y los «terroristas» se rinden en masa, limpios e impecables con uniformes nuevos de las FF.AA.? Pinzón sólo sabe ganar la guerra en la pantalla de RCN [1] . Este cretino con aspiraciones de Clausewitz boyaco, estratega de borracheras en el Club Militar, que tuvo un ancestro en su familia de militares al que los bandoleros le quitaban los calzones sin echar un tiro [2] , nació en una tribu de gorilas pírricos, héroes hinchados de vergüenza. Uno condecorado por la guerra -perdida- con el Perú. Otro que fue militar de oficina, soldadito de escritorio. Y éste, mascota de los generales, pichón de víbora, bufón mortífero que anhela con toda su aversión la prolongación de nuestra catástrofe nacional. Drogadictos de la sangre y la carne quemada.
El Santos que salió esta semana dando gritos, con la cantaleta que no le iban a imponer zonas de reserva campesina a la fuerza, se parece macondianamente al que en 2011 nos dijo a los universitarios que tendríamos que pasar «sobre su cabeza» para tumbar la reforma educativa. Y la tumbamos. La soledad del poder es hermosa y absoluta.
Ese Santos aunque astuto, aprende a los totazos. Tuvo que ser humillado por la insurgencia en Toribío, dónde los guerrilleros afuera del pueblo tapaban la carretera y sonreían a las cámaras «díganle al Presidente que para llegar dónde él tuvieron que pasar por un retén de las FARC». Después que el avión de combate Supertucano se cayó solito del cielo -otra escena macondiana- Santos entendió, a los totazos, que era urgente sentarse a negociar en la Habana. Había perdido dos valiosos años y se colgó al cuello una bomba contrarreloj que está a punto de explotar con la futura campaña presidencial.
Santos fue incapaz de derrotar el paro cafetero, el de los obreros de la palma, el de los petroleros y aun antes el de los transportadores. Aunque asumió pose de hombre de hierro, de montañero imbatible igual que su antecesor, terminó tomándose el tinto amargo y comiéndose la pasilla. Más totazos. Ha sido incapaz de frenar la oleada paramilitar de asesinatos a líderes agrarios, así como de intervenir seriamente los latifundios para aliviar la situación de las víctimas que piden tierra desesperadamente. Al momento de escribir estas líneas empiezan las concentraciones de mineros en la vía Medellín – Bogotá, en el Chocó, en Caucasia, Irra, Marmato y otro sitios. Más paros. Los cafeteros volverán a bloquear vías. Los arroceros y camioneros también, mientras la situación en el Catatumbo está lejos de solucionarse, extendiéndose la inconformidad del país rural olvidado, que exige a gritos solución a sus problemas. Todas estas protestas están, como informaron los medios, infiltradas por extremismos.
Reconocidos extremismos: infiltradas por el hambre extrema y la necesidad apremiante. Infiltradas y dirigidas por esas fuerzas tan oscuras que son el deseo de libertad, equidad y justicia. Dominadas por esa amenaza terrorista al establecimiento colombiano que es la democracia y el deseo de paz.
El Presidente no es tan cretino ni tan estúpido como el Ministro de Defensa. ¿Será que no entendió la indirecta tan directa que le mandó con Alfredo Molano uno de los guerrilleros en La Habana? las palabras de Jorge Torres Victoria son cristalinas:
» lo digo para que se oiga: A Santos le falta gobernabilidad. No se puede negar. Necesita una mayoría fuerte para poder firmar la paz y nosotros estamos dispuestos a ayudar a construirla siempre y cuando tenga ese único objetivo: la paz, la reconciliación política definitiva entre colombianos. « [3]
Lo contrario ya se conoce. El fracaso rotundo de los diálogos, el país que arderá como leña seca, la muerte política del ambicioso Santos y el regreso de las motosierras. Estamos en un punto grave de inflexión. Lo que viene da miedo.
Finalmente, por hacer un poco de justicia con la cantidad de mentiras que los medios escupen sobre la situación en el Catatumbo, quisiera recordar que en esa región los paramilitares de Salvatore Mancuso asesinaron alrededor de 10.000 campesinos, incinerados en hornos crematorios, otros picados a machetazos y muchos que bajaron flotando por el río. Después llegaron honrados inversionistas a comprar tierras regaladas que nunca pagaron. No hubo ausencia del Estado, hubo presencia en su forma macabra, lo dice la revista Semana con la naturalidad más espantosa del mundo «el ejército abrió el Catatumbo a los paras« [4] . Salvatore Mancuso era el ilustre ganadero de Córdoba que tenía una gran hacienda colindante a la del señor Álvaro Uribe.
Ni con diez mil muertos pudieron enterrar la rebeldía de los campesinos que hoy se levantan otra vez. Diez mil campesinos asesinados en seis años –sólo- en el Catatumbo. Me viene al recuerdo la frase que escuché a una señora cualquiera en un barrio cualquiera de Bogotá: y así quieren que no haya guerra, por Dios, y así quieren que no haya guerra…
NOTAS:
[1] Revista Semana, 16 de julio de 2013.
[2] Pedro Claver Téllez, Crónicas de la vida bandolera, Planeta, Bogotá.
[3] Alfredo Molano, El Espectador 18 de mayo 2013.
[4] Revista Semana, 5 de Julio de 2009.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.