A Juan Manuel Santos le va a crecer la nariz. Igualitico que a Pinocho. Pasará a la historia como uno de los presidentes más mentirosos que ha habido. Todo lo que hace es una farsa. Su ley de víctimas, su ley de tierras, sus rimbombantes acuerdos agrarios, todo. Usa las negociaciones con los campesinos, con […]
A Juan Manuel Santos le va a crecer la nariz. Igualitico que a Pinocho. Pasará a la historia como uno de los presidentes más mentirosos que ha habido. Todo lo que hace es una farsa. Su ley de víctimas, su ley de tierras, sus rimbombantes acuerdos agrarios, todo. Usa las negociaciones con los campesinos, con los pobres, con los burlados de siempre, como mecanismo para ir aflojando las tensiones por aquí y por allá. Los engaña, hace promesas que no cumple, y luego no es que todo siga igual, sino que hace lo contrario a lo pactado y con más ganas que antes. Ojalá que el proceso de paz, el gran proyecto de su gobierno (y su carta para la reelección), no termine siendo otra más de sus farsas. Porque hasta el momento, su actitud, ante lo que se ha avanzado en las negociaciones parece una pura mamadera de gallo. Veamos.
Se discute el tema de la tierra, primer punto de la agenda en las negociaciones; se anuncia un acuerdo provisional agrario, y ni siquiera se implementa tímidamente la cacareada restitución contenida en la timorata ley de tierras; se profundizan los Tratados de Libre Comercio que han arruinado al campesinado, ahora que negocian uno con la Unión Europea; se garantiza, no el acceso a la tierra a los pequeños campesinos, sino que la gran propiedad no será tocada; y se responde con plomo ventiado a las demandas campesinas durante las protestas del 2013. Aparte de eso, se inicia una guerra de baja intensidad, militar, jurídica y política, contra las Zonas de Reserva Campesina. En gira reciente por España, el presidente sale con la perla de que en realidad con el proceso de paz nada va a cambiar. ¿No es todo esto una mamadera de gallo?
Luego se discute el tema de la participación política, segundo tema en la agenda, mientras se pone en práctica la terrorista ley de seguridad ciudadana en contra de los que protestan. Aumentan exponencialmente las amenazas y agresiones en contra de dirigentes sociales y líderes de la oposición, incluido el arresto de un nuevo miembro de la dirección de la Marcha Patriótica, el asalto a la sede el Partido Comunista en Bogotá, el asesinato a mansalva de dirigentes campesinos y sindicales, con la Marcha Patriótica ya sumando 30 muertos, centenares de detenidos y varios desaparecidos. Como guinda de la torta, asesinan a un concejal del Polo Democrático en el Cauca y se destituye al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. ¿Garantías políticas para la oposición y derecho al ejercicio de los derechos democráticos básicos? Otra mamadera de gallo.
Ahora, en medio del tercer punto de la agenda, la discusión en torno al problema de las drogas (ante el cual, dicho sea de paso, las únicas propuestas sustantivas sobre el tema han venido, al igual que en los dos puntos anteriores, de la insurgencia), se anuncia con bombos y platillos que el Estado colombiano (por órdenes de EEUU) reiniciará las aspersiones de glifosato sobre el campo colombiano para el 15 de Febrero. Vuelta a envenenar a los campesinos, a destruir sus medios de vida, empujando a miles al desplazamiento forzado y a destruir uno de los ecosistemas más ricos y diversos del mundo. Un crimen contra la humanidad y contra el medio ambiente. Un atentado contra la vida. Y otra mamadera de gallo.
A la vez, han vuelto a reiniciar, con redoblado ahínco, las erradicaciones manuales forzosas desde el fin de semana. Es decir, quitar el pan de la boca, sin darles ninguna alternativa a cambio, a personas que ya han sido empujadas a los márgenes de la subsistencia por el salvajismo del capitalismo colombiano. O sea, ¿para qué los muertos de las protestas del Catatumbo? ¿Para qué los meses de negociaciones donde se ha hablado de programas de sustitución de cultivos ilícitos que garanticen alternativas sostenibles para los campesinos? ¿Para qué tanta propuesta de los de abajo si los de arriba hacen lo que se les da la gana? ¿Para qué tanta mamadera de gallo?
Así las cosas, no quiero pensar en las mamaderas de gallo cuando entremos al punto siguiente de la agenda en La Habana, el tema de víctimas. ¿Volveremos en ese momento a la retórica uribista contra las «ratas» que utilizan los derechos humanos para defender supuestamente al terrorismo? ¿Veremos una escalada de agresiones contra las organizaciones que valientemente defienden a las víctimas de crímenes de Estado o que acompañan a los presos políticos? ¿Veremos la aprobación definitiva de la fraudulenta expansión del fuero militar, que blinda al Ejército en los crímenes cometidos contra la población civil? ¿O veremos algún nuevo mecanismo para garantizar la impunidad del estamento militar ante sus crímenes de lesa humanidad? ¿Con qué saldrán en esa ocasión para mamarle gallo al pueblo?
Santos no parece interesado en lograr la paz sino en utilizar las negociaciones para mejorar su deteriorada imagen con fines reeleccionistas. En la práctica, parece que su política es de manera deliberada ir de provocación en provocación. ¿Qué pretende con tanta provocación, con tanta mamadera de gallo? ¿Tantear los límites de la paciencia del pueblo colombiano? ¿Exasperar a la insurgencia? ¿O es sencillamente un mentiroso compulsivo, incapaz de cumplir sus espurias promesas porque todas estas decisiones, en realidad, se toman en otro país -más al norte- que gobierna a Colombia a control remoto?
Si la tendencia se mantiene, tendremos un acuerdo de paz bellísimo en el papel, pero la realidad en el terreno será totalmente lo opuesto. Y al ritmo que van asesinando líderes sociales, no quedaran voces para exigir que se cumpla lo acordado. Un conocido refrán colombiano dice que la ley se obedece pero no se cumple. Ese refrán ha sido actualizado por nada menos que el presidente Santos (la primera persona que debería demostrar respeto por la legalidad) cuando dijo, con motivo del fallo de La Haya sobre las islas de San Andrés y Providencia que «el fallo se acata pero no se aplica«. Expresión más propia de un capo de la mafia que de un estadista, aunque sociólogos como Charles Tilly han demostrado que el «arte del gobierno» no es muy distinto a la lógica del crimen organizado. Pura fuerza: legitima o ilegitima, pero ante todo fuerza. Con todos estos antecedentes vale la pena preguntarse: ¿El acuerdo de paz que se logre será acatado pero no aplicado? ¿Todo lo que se está haciendo en Cuba es otra mamadera de gallo? Si Santos realmente quiere pasar a la historia como el presidente que hizo un avance sustancial por superar el conflicto armado en Colombia, es hora de que se ponga serio.
NOTA:
(*) «Mamar gallo»: locución que en Colombia, Venezuela y Ecuador se utiliza con el significado de tomar el pelo, burlarse de alguien.
(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net. Autor de «Problemas e Possibilidades do Anarquismo» (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro «Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América Latina» (Quimantú ed. 2010).
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