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Santos nuevos, manipulaciones y el poder de la fe

Fuentes: Rebelión

En una publicación gráfica humorística se leía la siguiente frase: «la realidad no es lo que crees… sino lo que yo te digo que es.» Refiriéndose a que los medios de comunicación modernos, manejados por poderosos intereses económicos y políticos, nos señalan cómo deben interpretarse las realidades, los fenómenos, las actuaciones e incluso las interpretaciones […]

En una publicación gráfica humorística se leía la siguiente frase: «la realidad no es lo que crees… sino lo que yo te digo que es.» Refiriéndose a que los medios de comunicación modernos, manejados por poderosos intereses económicos y políticos, nos señalan cómo deben interpretarse las realidades, los fenómenos, las actuaciones e incluso las interpretaciones intelectuales de los hechos.

Esto de la manipulación de la interpretación de la realidad no es fenómeno nuevo. Veinte siglos de historia occidental nos muestran cómo, por ejemplo, la Iglesia Católica ha manipulado burdamente, hasta el nivel de la vulgaridad, las realidades y fenómenos naturales, sociales y culturales, con el fin de acomodarlos a lo que ella interpreta es la «verdad revelada» dentro de un libro que narra la historia de un pueblo obsesionado con su Dios hasta el punto de la paranoia. Siempre y cuando, eso sí, le proporcione réditos materiales o de influencia sobre la sociedad y sus gobernantes.

Sin embargo, nos hacen creer los libros de historia, que esto de la manipulación de la realidad es un producto del nacional-socialismo alemán, concebido por el ministro de propaganda de Hitler, copiado luego por los imperios actuales (que son varios y de varios tipos) para traer agua a sus molinos.

Nos señala Raúl Soriano (en Condición Sine Qua Non) que la mentira o la media verdad es un elemento muy utilizado en los distintos ámbitos de nuestra vida. Medios de comunicación, clase política, parejas de enamorados, un padre a su hijo…, mentimos, es un hecho incontrovertible. Pero como casi todo, estas mentiras tienen sus distintas aristas, visiones y, lo esencial, camuflan grandes intereses.

Esta semana, tan llena de noticias manipuladas, parece propicia para abordar y analizar este elemento dialéctico, tan útil como peligroso. Aunque este peligro para los poderosos quizás no lo es tanto y, este debe ser nuestro objetivo, que mentir les resulte peligroso, arriesgado.

Para que realmente la constante utilización de la mentira y la manipulación fuesen peligrosas para quienes la emplean debería haber una reflexión y un análisis acerca de toda aquella (des)información que recibimos, análisis y reflexión que considero no existen en nuestro país. Todo ocurre muy deprisa y con una afluencia masiva, de ahí que no pueda procesarse.

Ellos, sí, existe un ellos, están encantados de esta ausencia de reflexión. Los sofistas de nuestros días que causan el agobio, el desasosiego en el pueblo, esos titiriteros son grandes estrategas que se valen de la mentira para alcanzar sus objetivos. Les llamo estrategas y no brillantes. A mi entender, creo que es necesario dotar a la brillantez de un sentido positivo, que esté basada en la verdad, en la lucha por el progreso y el despertar de las conciencias de los aplastados por el sistema, los vilipendiados, olvidados, los silenciados.

Especial atención he prestado al hecho de la «canonización» de Juan Pablo II, personaje de inmensa popularidad a nivel mundial, pero sobre el que penden serias dudas acerca de sus actuaciones sobre temas realmente importantes (no la lucha contra el comunismo soviético) como fueron la persecución de los curas, obispos y cardenales pederastas, la represión de los movimientos americanos de la teología de la liberación, y sus vínculos con las dos fuerzas más negras del catolicismo: el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.

E legido como el Papa Juan Pablo II, primero no italiano en siglos, no hizo absolutamente nada para aclarar la muerte de su antecesor y acabar con los negocios turbios de los que se sabían incluso en la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, sino que protegió al arzobispo Marcinkus y sus colegas del que denominaban el Banco del Vaticano: Mennini y Strobel, a pesar de la pruebas de los magistrados de Milán contra ellos por bancarrota fraudulenta, sino más bien, invocando una cláusula especial del Tratado de Letrán, consiguió del gobierno italiano -mediante fuertes presiones- que le acordaran al triste arzobispo una inmunidad que lo protegería de ser arrestado y juzgado, sacándolo luego apresuradamente del Vaticano y trasladándolo a Phoenix, Arizona, en los Estados Unidos, en donde murió.

El sucesor alemán del Papa polaco demostró un gran entusiasmo por beatificarlo, mientras hay una profunda resistencia a hacer lo mismo con Albino Luciani. Sería entonces el primer santo en la historia de la iglesia católica elevado a los altares no por sus méritos evangélicos y milagros (¿?) comprobados, sino por el poder de los medios de comunicación a favor de una figura pública, el mercadeo religioso, la campaña publicitaria que siempre lo rodeaba y la satisfacción y agradecimiento del capitalismo por sus servicios en la caída del poder soviético.

¡Gracias a Dios que el mensaje del carpintero de Galilea está por encima de las miserias humanas, y por ello la fe de quienes le siguen no para mientes en cosas como las anteriormente descritas! Sabemos de sobra que una de las miserias humanas más tristes es la hipocresía que tiñe muchas de las actuaciones de los poderosos. Sobre todo cuando se enaltece la pobreza con una retórica vacua y se vive como príncipes.

La historia de la hipocresía humana cubre todas las actuaciones posibles imaginables. Por ejemplo: hemos creado y fomentado una sociedad donde el sexo desenfrenado, la violencia, el poder, la humillación del otro son lo que vemos cada día. Nuestros programas de radio cuanto más soeces y vulgares son, más audiencia tienen. Nuestra televisión la principal oferta que tiene es la de programas banales, faltos de contenido y educación, degradantes de la persona humana. Muchos de ellos son un atentado a la inteligencia. Las videoconsolas de nuestros niños están llenas de programas violentos. El héroe es el que da las bofetadas más fuertes y asesina más personas. Y mientras tanto creemos que podremos silenciar nuestras conciencias a través de la creación de imágenes religiosas cercanas a nosotros, como sería la beatificación de un papa inmensamente popular, aunque indiferente ante el dolor humano expresado en la enorme pobreza de millones de seres en todo el planeta, mientras su iglesia continuaba acumulando riquezas inmensas.

Y como lo que es bueno para el ganso es bueno para la gansa, encontramos que de hecho, las riquezas de la Iglesia Católica Apostólica y Romana en Costa Rica, como ya se ha comprobado pero que los medios de comunicación colectiva tratan extrañamente de ocultar, son enormes en proporción al país. Sus inversiones en la Florida Ice and Farm Co, (dueña de la fábrica de cervezas), y sus inversiones líquidas en bolsa de valores a través de Sama, la agencia de corredores de bolsa de la que son principales accionistas, superan los miles de millones de colones según los informes periodísticos.

Cada quien tiene derecho a creer en lo que le parezca mejor, de ello no hay duda ni es motivo de discusión excepto para los tontos, pero lo que no podemos aceptar es la hipocresía de asumir y una postura de defensa de los más pobres y más necesitados mientras se acumulan enormes riquezas que bien podrían utilizarse, como planeaba hacer Albino Luciani -Juan Pablo I- , a favor de los pobres del mundo.

El actual Papa argentino, Francisco, en cierta forma se contradice al impulsar la canonización de un personaje tan cuestionado, que demostró actitudes ambivalentes, por decir lo menos, ante vicios y pecados eclesiásticos de enorme gravedad, a la par de una adhesión absoluta a los intereses económicos capitalistas, sin que por ello lo dejara de denominar como «salvaje» cuando se refería a su versión neoliberal.

Pero se aplica lo que se conoce desde la época del Imperio Romano: da populus panem et circensem, que quiere decir: da al pueblo pan y circo. Y así lo mantendrás tranquilo. Es indispensable para la curia romana, en momentos tan difíciles como los que está atravesando, por la lucha frontal entre los seguidores de Francisco y la burocracia eclesiástica vaticana, ofrecer un distractor «circensem» que entusiasme a las masas y los distraiga de los temas verdaderamente importantes para los miembros todos de la especie humana, cristianos o no.

Si con ello se logra algo bueno, pues ¡adelante!, al fin y al cabo la denominación de santo cubre ejemplos tan dispares como la Madre Teresa de Calcuta hasta Juan Pablo II, y la fe de los creyentes está por encima de las realidades todas, y es oportuna cuando se trata de aceptar las vicisitudes terrenales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.