El paro nacional agrario ha dejado una serie de conclusiones y posiciones encontradas: La soberbia del gobierno, la fragmentación de los sectores partícipes de las manifestaciones, la brutalidad de la fuerza pública para controlar la los marchantes, el oportunismo político así como los primeros síntomas de una problemática que afecta la soberanía alimentaria nacional debido […]
El paro nacional agrario ha dejado una serie de conclusiones y posiciones encontradas: La soberbia del gobierno, la fragmentación de los sectores partícipes de las manifestaciones, la brutalidad de la fuerza pública para controlar la los marchantes, el oportunismo político así como los primeros síntomas de una problemática que afecta la soberanía alimentaria nacional debido al incremento desmedido de alimentos importados han sido los sucesos más relevantes en un Paro que parece no tener solución a la vista. Las propuestas de la Casa de Nariño lanzadas a la carrera, como aquella de destinar 1,3 billones de pesos para solucionar la crisis del agro no coinciden con otras que cursan en el Congreso encaminadas a reducir el presupuesto para el sector en un 30% para el 2014.
«La Revolución de las Ruanas«
La «Revolución de las Ruanas» ha logrado poner en el centro del debate el modelo económico y social actual en el radar de la ciudadanía con más eco que la propuesta presentada por la guerrilla de las FARC en la mesa de diálogos de La Habana. La hermética negociación entre cúpulas llevada entre ambas partes condujo sin proponérselo a la sociedad civil a pronunciarse al respecto acompañando al paro agrario y sus actores principales. Los oídos sordos y la arrogancia gubernamental manifestados en las múltiples declaraciones del actual mandatario nacional terminaron por abrirle paso a la espontanea iniciativa urbana a favor de la reivindicación campesina. El uso excesivo de la fuerza pública y la divulgación vía redes sociales de los atropellos volcaron la actitud pasiva de millares de personas hacia la manifestación activa, creativa.
Paro: ausencia de liderazgo único, fragmentación de los manifestantes
El paro ha dejado en evidencia el notorio fraccionamiento de los diversos actores, la pluralidad de reclamos han carecido de un liderazgo político único capaz de canalizar las peticiones de cacaoteros, mineros, cafeteros, paperos, camioneros, cebolleros, lecheros unificando el descontento reinante en torno a una mesa única de negociación ante el Gobierno nacional.
La despolitización que reina al interior de muchos de los sectores lleva a concluir que es probable que esta efímera «Revolución de las Ruanas« sin un objetivo de largo alcance termine por ser otra transitoria sublevación que se amaine en el corto plazo, tal como sucedió en «El Bogotazo» del 48 y en el paro nacional del 77, estas dos últimas con un carácter más político que la que se desarrolla en el contexto actual. Existe en tiempo presente un malestar social que es probable que no termine incubando algún movimiento social que logre transformaciones políticas más allá de la conquista de ciertas reformas gremiales que probablemente no toquen los problemas estructurales de fondo.
La vista gorda del Gobierno
La minimización oficialista de las causas de las protestas en Boyacá, Nariño, Cundinamarca, Santander y el Eje Cafetero -regiones de raigambre conservadora históricamente- que simplifican las soluciones transversales al aumento o reducción de aranceles, la lucha contra el contrabando o la refinanciación de las deudas del sector agrario no dejan de ser por parte del nivel central paliativos, cortinas de humo lanzadas a la opinión pública con el fin de eludir temas de más alto calado que ponen al modelo como eje fundamental de la discusión: Los estragos de los Tratados de Libre Comercio en los sectores productivos, la competencia desleal, la desfinanciación del agro, la brecha entre lo que perciben intermediarios y cultivadores y su efecto en los precios iniciales y finales de los alimentos, el riesgo de la soberanía alimentaria nacional, las economías campesinas así como la ausencia de asistencia técnica para aumentar la productividad de las áreas cultivadas son algunos de los tópicos que por ahora parece omitir el gobierno de las «Locomotoras» en la etapa preliminar de la mesa de dialogo.
Los efectos del tratado con Estados Unidos son a la luz de los hechos una nociva radiografía que no reviste objeciones para los sectores productivos nacionales: Según cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, las ventas de alimentos a Colombia durante el primer semestre de 2013 aumentaron un 81% con respecto al mismo periodo de 2012 en productos tales como carnes, Ttigo, arroz, leche y vegetales muchos de estos sectores presentes en el paro.
«Ley Urrutia« a espaldas de los colombianos
No deja de ser paradójico que en momentos en los cuales se lleva a cabo este paro nacional agrario el Congreso discuta sigilosamente cómo sacar adelante una nueva contrarreforma agraria a favor de las transnacionales y los grandes conglomerados nacionales a través de la denominada «Ley Urrutia« que tiene por objetivo eliminar el número de unidades agrícolas familiares de que puede disponer un mismo propietario, sin importar si son baldíos para legalizar las acumulaciones indebidas de tierras y las compras de baldíos por intermedio de terceros.
Haber develado la participación del ahora exembajador de Estados Unidos en ese tipo de operaciones fraudulentas ha terminado por alertar a los sectores de poder para votar en tiempo record una ley que legalice el despojo. En un país con 4 millones de desplazados se busca adjudicar a los poderosos la nueva frontera productiva de 4,5 millones de hectáreas localizada en los departamentos de Vichada y Vaupés. Una afrenta que se suma a la ya interminable lista de agravios.
«Aquí no hay ningún paro«
La frase «Aquí no hay ningún paro« y la inesperada acogida de las marchas por parte de sectores urbanos de capas medias (donde se concentra el grupo electoral objetivo de la campaña reeleccionista) que han acompañado la lucha campesina con «cacerolazos» en grandes ciudades hicieron cambiar la estrategia inicial del Gobierno, el cual encamina de ahora en adelante sus esfuerzos hacia el desgaste de los manifestantes, dejando que transcurra el tiempo, atizando la actual fragmentación, para finalmente negociar en otras»condiciones» sector por sector. Para lograrlo se han valido de la experticia de los antiguos líderes sindicales Angelino y Lucho Garzón hábiles en el arte de consumar ladinas componendas. La ruptura de las negociaciones con paperos y lecheros por parte del oficialismo el pasado 29 de agosto es un primer síntoma de la táctica dilatadora «santista».
De otro lado el menosprecio de Juan Manuel Santos a la inteligencia de los colombianos arropándose bajo un manto de ingenuidad que pocos creen, lanzando frases desconcertantes y cínicas como: «No se por qué es el paro» «El paro es el resultado de décadas de abandono» «Estamos atravesando por una tormenta« demuestra su abierto desprecio y su afán de intentar a toda costa lavar sus manos frente a la situación actual eximiéndose de toda culpa de los efectos de un modelo económico y social excluyente del cual ha sido juez y parte al haber participado en todos los gobiernos (a excepción del Gobierno de Samper) que ininterrumpidamente socavaron los intereses del agro desde 1990 como ministro en diferentes carteras.
Los que pescan en río revuelto
Si unos niegan mil veces todo para lograr el efecto «Goebbels» otros acuden al siempre útil «pracaidismo» preelectoral sin ruborizarse siquiera un poco como lo han venido haciendo los actuales representantes a la Cámara por Boyacá y algunos rpresentantes por Bogotá para pescar en río revuelto mostrándose como los abanderados de las manifestaciones campesinas, como los adalides de la inconformidad rural haciendo uso hasta de discursos marxistas para engañar a más de un desprevenido desde la orilla liberal-conservadora, la cuál votó unánimemente el TLC con Estados Unidos sin regañadientes. Aprovechar la confusión para hacerse elegir de nuevo parece ser la consigna preferida en estos días turbulentos. Lo que parecía ser el escenario perfecto para que el Uribismo canalizara la desazón reinante se convirtió en una oportunidad perfecta para catapultar el reeleccionismo parlamentario.
La anesia de Uribe
Si Santos juega con el doble filo del cinismo, Uribe parece haber olvidado su antiguo estilo pendenciero para adaptarse de manera camaleónica a la nueva realidad. De aquel hombre que imploraba al congreso de EE.UU la ratificación del TLC, de ese ejemplar privatizador de un porcentaje de Ecopetrol, de la totalidad de Telecom, decenas de electrificadoras y Ecogas; del 20% de Isagén no queda nada; ahora sus trinos de manera descarada se encaminan a tildar de «vendepatria» a su exministro estrella en una acomodada carrera entre neoliberales que compiten en diferente carril a favor de los mismos dueños.
Colombia ha pasado de la «encrucijada del alma» de Uribe a la «política del Black Jack» aplicada por Santos quien ha querido jugar, contar con varias cartas al mismo tiempo, agudizando la contradicción de tener que resolver adportas de las elecciones de marzo de 2014 todas en simultáneo sin quemarse en el intento. Un país en manos de un jugador de poker no deja de ser igual de improvisado que otro conducido por un hacendado beligerante venido a más. La suerte del Agro por ahora pende del hilo de un avezado apostador en carrera libre hacia una cada vez más enredada reelección.
Fuente: http://democraciaenlared.wordpress.com/2013/09/01/santos-paro-agrario-mentiras-y-reeleccionismo/
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rCR