Como todo buen colombiano que conoce lo terrible que es la guerra, porque la he vivido por más de 30 años, deseo vivir tranquilo y en paz. Como cualquier colombiano desprevenido, que ha vivido en medio de la demagogia politiquera de los gobernantes de turno, tengo mis serias sospechas de la vocación de paz del […]
Como todo buen colombiano que conoce lo terrible que es la guerra, porque la he vivido por más de 30 años, deseo vivir tranquilo y en paz. Como cualquier colombiano desprevenido, que ha vivido en medio de la demagogia politiquera de los gobernantes de turno, tengo mis serias sospechas de la vocación de paz del recién reelegido Presidente.
Al lograr su reelección con la esperanza de paz de las mayorías, el Presidente ya debería haber anunciado un Cese Bilateral del Fuego, tanto para lograr la confianza de los colombianos, como para evitar más muertes innecesarias mientras se dialoga y llega a acuerdos. Claro que para decretar el Cese el Fuego se necesita tener aprecio por la vida de los ciudadanos, pero ese sentimiento nunca se va a encontrar en los gobernantes que representan a la oligarquía. No les importa la vida de los que caen, al fin al cabo solo son pobres, pobres que se matan entre sí, mientras los ricos disfrutan de sus riquezas y privilegios. Soldados, hijos de pobres; guerrilleros, hijos de pobres; civiles, los que más caen, hijos de pobres.
Creeré que el Presidente desea la paz, cuando le dé vía libre a la creación de la Comisión de la Verdad, que investigue imparcialmente y dé a conocer quiénes son los reales responsables de la violencia en Colombia, desde la masacre de las bananeras hasta nuestros días. Esto está bastante lejos de ser aceptado porque ahí va a aparecer que desde Abadía Méndez, pasando por el propio abuelo de Santos, todos los Presidentes, generales y ministros de los gobiernos de estos casi 100 años, toda la oligarquía que utilizando métodos brutales ha detentado el poder, hasta el propio presidente Santos, tienen la responsabilidad directa en la violencia, la miseria y la destrucción de nuestro pueblo.
Le creeré a Santos si en vez de modernizar y fortalecer las fuerzas militares, decide cambiar la doctrina militar para que se acaben los falsos positivos, el asesinato de líderes populares y reclamantes de tierra, las desapariciones, las fosas comunes, la represión a las manifestaciones, etc. Me temo que tampoco será posible porque este Presidente está comprometido con los planes guerreristas del imperio. Le creeré al ex-ministro de guerra que invadió a Ecuador, cuando entregue de verdad la tierra a los campesinos que la necesitan para trabajar, cuando renegocie los telecés leoninos y alivie la situación de los agricultores colombianos que se baten en incertidumbre. Cuando detenga el saqueo de los recursos naturales, como el carbón de El Cerrejón, el níquel de Cerromatoso, la contaminación que lidera la Drummond, y detenga los planes de explotación minera que amenazan con destruir el páramo de Santurbán y la Sierra Nevada de Santa Marta. Lo veo difícil, pues parece vendido a las transnacionales.
Le creeré al ex ministro estrella de Álvaro Uribe, quien a propósito, anda libre y legislando a pesar de tantas denuncias, si genera una transformación social para que 12 millones de colombianos que viven en la absoluta miseria, en casas de cartón, bajo los puentes y rebuscándose la comida en los basureros, tengan por fin oportunidades de vivienda digna, educación, salud, servicios públicos y empleo.
Como está el panorama, sólo puede imponer la paz con justicia social y trasformaciones reales en beneficio de los colombianos, la lucha decidida y mancomunada de todo el pueblo, que viene levantándose como una sola voz, exigiendo que se pacten acuerdos profundos y que la oligarquía deje de amenazar con darle una patada a la mesa de diálogos. Reelegido Santos se comienza a hacer evidente que la Mesa de Conversaciones de La Habana quedó parada en tres patas.
Montañas de Colombia, 2 de agosto de 2014.
(*) Nolberto Padilla es Miembro del Estado Mayor del 59 Frente
Fuente: http://farc-ep.co/?p=3599