El Presidente de Colombia afirmó recientemente que la «victoria es la paz». Navas, el militar de mayor jerarquía en las Fuerzas Armadas, insiste en la derrota, rendición y exterminio del enemigo guerrillero revolucionario. No coinciden. Navegan en dirección contraria dentro del mismo gobierno. El tema de la paz ha cobrado relieve en el reciente debate […]
El Presidente de Colombia afirmó recientemente que la «victoria es la paz». Navas, el militar de mayor jerarquía en las Fuerzas Armadas, insiste en la derrota, rendición y exterminio del enemigo guerrillero revolucionario. No coinciden. Navegan en dirección contraria dentro del mismo gobierno.
El tema de la paz ha cobrado relieve en el reciente debate público nacional. Las noticias indican que importantes funcionarios gubernamentales, incluidos militares de alto nivel, han sostenido reuniones y encuentros con destacados lideres de las FARC en territorio de otro Estado cuyo gobierno ha facilitado la distensión entre los contendientes de la guerra civil nacional. El episodio parece ser la parte de mayor reserva y discreción que requiere un proceso de estos tan complejo toda vez que someterlo a una excesiva deliberación pública inicial es arriesgar cualquier eventual acuerdo porque los opositores de la conciliación tendrían servido en bandeja de plata el pretexto para el torpedo mediante la manipulación de la sensible opinión ciudadana con el uso/abuso de los medios plutocráticos de comunicación.
Ya tenemos aprobado el Marco legal para la paz, después se hará su reglamentación con el fin de dar cobertura legal y legitimidad a los acuerdos y desarrollos que ocurran para que el escenario de la paz y la concordia sea un hecho histórico en esta nación hastiada de la guerra y muerte.
El puzzle de la paz se extiende a otros campos. Hay una crisis en el gabinete ministerial y los síntomas de la recomposición muestran tendencias que derivan en la estrategia del diálogo y la negociación con los movimientos guerrilleros. Todos los partidos, excepción de la derecha fascista (uribista), aplauden los pasos ocurridos. Los dirigentes de las agencias partidistas apoyan sin vacilación al señor Santos en todos los actos que lo coloquen en una mesa de conversaciones para resolver definitivamente la prolongada guerra de guerrillas de los combatientes campesinos y revolucionarios.
Lo interesante de la coyuntura es que el dialogo perfilado ocurre en circunstancias de deterioro de la economía y la caida del recaudo fiscal porque ya nos llegó la crisis financiera global con todo su daño. El Ejercito colombiano esta sobredimensionado mostrando su incapacidad para aplastar el movimiento partisano, al tiempo los gringos se corrieron de seguir dando su apoyo financiero al Plan Patriota debido a la crisis fiscal de su Estado. Es lo que explica que el primer Ministro designado sea el de Hacienda para hacer frente a la crisis financiera internacional y la revaluación que destruye la industria y la agricultura.
Un escenario así lo vimos en los tiempos de los diálogos de San Vicente del Caguan cuando la élite dominante, ante la formidable crisis económica de finales de siglo, simuló un dialogo y una negociación que frustró después de haber comprometido descomunales partidas desde los Estados Unidos y canalizados con el Plan Colombia para expandir el aparato militar y paramilitar. El resto de la historia la sabemos. Para que repetirla.
Hago esta observación para que aprendamos la lección y no se proyecten ilusiones absurdas.
Si vamos a unos diálogos y negociaciones estos deben ocurrir en términos de franqueza y sinceridad para con todo el país.
Sobre el primado de la política parece existir una real decisión que favorece el camino de la paz. La paz es la victoria ha dicho Santos. La paz es la ruta, agregan los príncipes de la Iglesia católica que aportan su sabiduría centenaria inclinada por el pacifismo.
Es lo que no entienden los militares objeto de una burda manipulación por la extrema derecha delirante y delincuencial.
Navas, el más alto jerarca de los militares colombianos ya salió a deliberar y «tirar línea» a la tropa. Sus declaraciones de ayer van en otra dirección. En una dirección contraria, anclada en el pasado de los últimos 8 años. Ha dicho que su mira es la derrota y rendición de los combatientes revolucionarios. Cosa que no hemos visto en los últimos años no obstante haberse anunciado por otro general idiota, coterraneo de Navas, que estábamos en el fin del fin del exterminio de las Farc.
La posición de los «militares politizados en la fantasía derechista», a los que parece abandonar rápidamente el Ministro Pinzón de la Defensa en sus recientes discursos, no es una buena cosa para lo que quiere Santos. Es un escollo que él debe resolver prontamente. Seguramente lo logrará cuando explique al Alto mando las cifras de la economía que no dan más para seguir con el guerreo y toda su parafernalia de despilfarro y gasto improductivo. A los militares los aterrizara la cruel realidad de la economía que presiona el declive del gasto público en un momentos de enormes compromisos con la Ley de Victimas y los programas sociales de la Presidencia de la República para apuntalar la reelección de Santos por otros cuatro años. Y esas son palabras mayores de la política que sobredetermina el resto del universo social, incluidos los uniformados del Ejército.
Esperemos que Santos aproveche la crisis ministerial para desalojar de su alta gerencia a los promotores militares del sabotaje a la paz, que no son más que fichas de la extrema derecha uribista en el campo militar oficialista.
Santos debe saber que la llave de la paz no le funcionará si permite la continuación de la presión de Navas y los generales que le hacen el coro.
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