¿La novela como fuente de conocimiento? En los orígenes de la ciencia moderna se extendió el concepto de «experimentum mentis». Los creadores de la gran revolución científica no pretendían sólo observar la naturaleza y recrearla en el laboratorio, sino imaginar su funcionamiento mediante modelos ideales. Entonces la capacidad imaginativa del ser humano se adelanta a […]
¿La novela como fuente de conocimiento? En los orígenes de la ciencia moderna se extendió el concepto de «experimentum mentis». Los creadores de la gran revolución científica no pretendían sólo observar la naturaleza y recrearla en el laboratorio, sino imaginar su funcionamiento mediante modelos ideales. Entonces la capacidad imaginativa del ser humano se adelanta a la observación y abre el horizonte en que la práctica experimental va a situarse. El esfuerzo íntimo, interior y solitario sueña caminos. El control del laboratorio decidirá en las ciencias de la naturaleza. Más lejos, la fantasía matemática en su juego libre supera la realidad misma y crea mundos, que transcienden nuestra visión perceptiva de la realidad y sorprendentemente se revelan los instrumentos adecuados para conocerla.
La novelística de José Saramago en alguna de sus obras más señaladas lleva este recurso del descubrimiento, a través del viaje de la fantasía, al mundo humano. Y lo hace en la forma más libre, como el pensamiento matemático. Toda novela es obra de la imaginación, pero en su intención y su realización guarda relaciones muy distintas con el mundo empírico, con la experiencia cotidiana, desde el realismo hasta la navegación kafkiana hacia lo enigmático. O el desafío a la realidad que supone la aparición de un caballero andante y libertario en el mundo del XVII en que amanece la modernidad. En José Saramago el viaje imaginario recurre a un procedimiento creativamente original: levanta un escenario en que lo nuevo, lo insólito, irrumpe repentinamente, dinamitando la rutina del conformista y conformado vivir. Aquel en que el poder quiere instalarnos.
Y la fantasía exploradora de Saramago se interna, audaz, en el mismo mundo del disparate. Un recurso que he ponderado en mi libro sobre «Fantasía y Razón Moderna», diferenciando el disparate creador y el dislate. Es la brusca, misteriosa, extensión de una epidemia de ceguera «blanca», desconocida por los saberes médicos, que azota repentinamente a toda una población. La repetición de la identidad humana, no por clonación, sino por un caprichoso azar de la naturaleza. Y recientemente, en la, por ahora, última novela de Saramago, la explosión de una reacción electoral en que los votantes en lugar de pronunciarse por un Partido ¬o quedarse tranquilamente en casa¬ arrojan un número aplastante de paletas en blanco. Se temía en un día de tiempo infernal el abstencionismo. De repente ¬la repentina movilización añade intensidad a lo insólito¬ los votantes aparecen multitudinariamente, como si hubieran sido impulsados por una arcana fuerza, y la sorpresa , lo increíble, se revela aún con mas intensidad en el recuento con una aplastante mayoría de votos en blanco. Además el fabuloso episodio sucede en la misma población que había padecido la epidemia de ceguera, como un colectivo destinado a protagonizar lo imprevisible.
Acaban de producirse las elecciones al Parlamento de la Unión Europa. La abstención ha adquirido caracteres extraordinarios. Era muy predecible dada la lejanía de los ciudadanos y ciudadanas, de sus problemas más cotidianos y apremiantes, con que la construcción europea se está realizando. Pero, evidentemente, la abstención materializa una actitud muy distinta de la que representa el voto en blanco. La primera, aunque no siempre tenga tal carácter ¬recordemos la abstención de la CNT en los comicios españoles de 1933¬ puede interpretarse como mero desinterés, indiferencia pasiva. Pero en la segunda, en el voto en blanco, el elector no se queda en casa, deposita en la urna una papeleta que manifiesta su rechazo del sistema. Es una repulsa activa. Y, por ello, ante la insatisfacción producida por las deficiencias de la manipulada democracia actual, no deja de tener sus defensores.
Algunos lectores de la obra de Saramago han pensado que su novela constituía un alegato en tal sentido. Y le han tachado de incoherente, en la medida en que su ilustre nombre aparecía en la candidatura del Partido Comunista Portugués. Pero la novela de Saramago, lo ha declarado su mismo autor, no representa tal alegato. Abre imaginativamente el rechazo que la política actual, sometida a los poderes económicos del capitalismo, podría generar, pero como un experimento ideal, un «experimentum mentis». Y en este sentido responde al mejor espíritu que debe animar a la izquierda, a su afán de romper los moldes establecidos, y avizorar posibilidades.¿Que ocurriría si tal acaecer, la masiva acumulación del voto en blanco, se produjera? En la novela de Saramago, en que la derecha está en el poder, recurre ésta, incapaz de afrontar la realidad, a la teoría de la conspiración. Bien conocida por los que hemos padecido la dictadura de la derecha. Teoría que se completa con la represión, aunque sea dando palos de ciego. Porque la ceguera blanca de la población es ahora sustituida por una ceguera mucho más vieja y conocida: la que el espíritu y los intereses conservadores padecen para reconocer la hostil realidad. Y las víctimas serán los inocentes llenos de buena voluntad, una vez más inmolados.