La tozudez del régimen no deja espacios mínimos de acción a la oposición y los sectores alternativos. La intransigencia neoliberal y guerrerista pone en peligro el logro de la paz. Por este camino de ambigüedades y actitudes erráticas, se colma la paciencia del movimiento popular y de la izquierda. Son por lo menos tres los […]
La tozudez del régimen no deja espacios mínimos de acción a la oposición y los sectores alternativos. La intransigencia neoliberal y guerrerista pone en peligro el logro de la paz. Por este camino de ambigüedades y actitudes erráticas, se colma la paciencia del movimiento popular y de la izquierda. Son por lo menos tres los procesos y decisiones que indican que el gobierno nacional está llevando a su máximo nivel la capacidad de confrontación social y política al modelo y al régimen.
En primer lugar, los acuerdos firmados en el marco del paro nacional agrario no están siendo cumplidos. Las mesas de trabajo de Tunja, Huila y MIA están en crisis y las soluciones que llevan los funcionarios sin capacidad de decisión a estas mesas no son más que distractores y migajas formales que nada tienen que ver con los problemas estructurales agrarios y sociales.
En segundo lugar, la idea del gobierno nacional de hacer «un receso» en los diálogos de La Habana, aunado a un lenguaje guerrerista liderado por el presidente y el ministro de Defensa, quienes mantienen una ofensiva militar a los territorios y comunidades de incidencia del grupo insurgente, muestra una tendencia clara a bajarse del bus de la paz y arreciar la guerra contra el pueblo y sus movilizaciones. La ley de criminalización de la protesta social presentada por el ministro de Defensa en el Congreso es un indicador muy preciso de que el gobierno no está por la paz sino por la guerra.
En tercer lugar, el régimen cierra aun más el restringido espacio de participación electoral a las minorías y sectores alternativos. El aumento del umbral del 2% al 3% del total de la votación para Senado de la República beneficia es a las grandes maquinarias electorales como la Unidad Nacional liderada por el Partido de la U, el Partido Liberal y la maquinaria uribista. Unido a esto, una tercería conformada por verdes y progresistas que le hace el juego a la reelección santista, queriendo aislar a la izquierda revolucionaria.
El gobierno nacional de Santos pone a prueba la capacidad de aguante del pueblo, colma la paciencia, la dignidad y la actitud pacífica de las masas excluidas. El Establecimiento no se percata de las lecciones y las tendencias en la lucha política y social en el país que han mostrado las más recientes movilizaciones y procesos de unidad del movimiento popular. Todo ello lo que hace es alimentar aun más la necesidad de lograr los cambios políticos y sociales hacia la democracia que necesita el país.
En un contexto como el que se describe, cobra mayor vigencia la unión de las rebeldías, retomar la movilización, profundizar los niveles organizativos y de formación política e ideológica de los movimientos, procesos sociales y populares de base y volver a la calle.