Entre el 16 y el 21 de febrero del año 2000 el corregimiento de El Salado fue víctima de una de las masacres más violentas perpetrada por paramilitares. Allí sólo eran posibles dos papeles, ser testigos forzados o ser las víctimas de la danza paramilitar que termino con la vida de más de 80 campesinos de una manera cruenta.
Por testimonios de los sobrevivientes sabemos lo que sucedió. Paramilitares que sin la mínima muestra de arrepentimiento o culpabilidad, narran apartes de lo sucedido, como en la versión libre del paramilitar “Juancho Dique”, quien afirmó que “A algunas de las víctimas de la masacre de El Salado las guindaron con cáñamos en los árboles, y las mataron con bayoneta. Fusiles que tenían bayonetas, y eran degolladas. Eso fue delante de la gente. Mientras mataban, los otros, de puro ocio, tocaban gaitas, tamboras y violines.
Mientras los paramilitares continuaban con sus ejecuciones, un helicóptero sobrevolaba el caserío disparando contra las viviendas, en una de ellas murió el campesino Libardo Trejos, quien se escondía con otro grupo de campesinos. Las víctimas no eran escogidas solo por ser señaladas por los desertores, también eran escogidas al azar como fue el caso de Francisca Cabrera, o Ever Ureta que sufría un retraso mental y fue torturado para que confesara que pertenecía a la guerrilla.
Las muertes se produjeron cada media hora mientras los pobladores estaban reunidos en la plaza bajo el sol y veían como la plaza se llenaba de cadáveres mientras los paramilitares festejaban.
Ni las tropas del Batallón de Fusileros de Infantería de Marina No. 5, al mando del coronel Harold Mantilla Serrano; ni las del Batallón de Contraguerrilla No. 31, al mando del Teniente Coronel Jorge Castañeda; ambas adscritas a la Brigada No. 1 de Infantería de Marina, al mando del General Rodrigo Quiñones; ni la Policía del Departamento de Bolívar o Sucre, hicieron algo para prevenir la incursión armada, mucho menos para detener la masacre. Su aquiescencia y complicidad con estructuras paramilitares fue mimetizada a través de los medios de información.
La sevicia paramilitar estuvo dirigida a causar el mayor dolor físico y mental para las víctimas y familiares quienes fueron reunidas en la cancha central del pueblo para «ser testigos» de ese acto de crueldad.
En su declaración, Juan Vicente Gamboa, conocido como “Pantera”, señaló a los militares como los autores intelectuales de la masacre; el paramilitar Gamboa, quien fue Infante de Marina entre 1992 a 2000, afirmó en el marco de la Ley 975 para la desmovilización paramilitar, que: “el general Rodrigo Quiñonez, comandante de la Primera Brigada de Infantería de Marina; los coroneles Diazgranados Mantilla y Bautista Carcamo; el coronel Harold Mantilla Serrano, comandante del Batallón Quinto Fusileros de Marina, y el capitán Becerra Durán, se reunieron en el Batallón de Infantería de Marina con él y planearon la ejecución de la masacre de El Salado, ocurrida entre el 16 y 19 de febrero de 2000 en el corregimiento de El Carmen de Bolívar”, y aseguró que los oficiales le entregaron una lista con varios nombres y que ofrecieron poner a su disposición un grupo de 25 infantes de marina. En este hecho fueron asesinadas 100 personas por hombres del bloque norte de las Autodefensas, comandado por Salvatore Mancuso.
En enero del año 2006 la Asociación de Desplazados del Salado Bolívar (ASODESBOL) y la Asociación Nacional de Ayuda Solidaria (ANDAS) elevaron petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la Masacre y desplazamiento forzado de los Montes de María. Petición que fue admitida por la Comisión.
De la mano de ANDAS y con su presidenta Gloria Mansilla, una delegación asturiana visitaba el Salado, 21 meses después de la masacre. El corregimiento, obligado a la diáspora de sus habitantes, se había llenado de maleza en todas sus calles..
En el año de la masacre de El Salado el Plan Colombia, que suponía un aumento masivo de la ayuda estadounidense a los militares colombianos, estaba comenzando.
Documentos estadounidenses desclasificados sobre la época revelan que las exigencias a los militares colombianos eran mínimas. La Embajada de EEUU caracterizó como “una orgía indiscriminada de violencia ebria”, en su primer informe sobre El Salado.
De los 450 paramilitares que participaron en la orgía de sangre solamente 15 fueron condenados.
Sólo un capitán de la marina recibió sentencia de 13 años.
Sin embargo la Corte Suprema de Justicia determina que todos los delitos que están relacionados con la masacre El Salado, deberán ser declarados de Lesa Humanidad.
Otra sentencia, determinaba responsabilidades en el Ministerio de Defensa, la Armada y Policía por dejar en estado de indefensión a los pobladores de El Salado, también ordenaba al Centro Nacional de Memoria Histórica que realice un documental en el que difunda la realidad de lo ocurrido en la masacre de El Salado.
Fuente original: 22 años de la masacre de El Salado – Soldepaz Pachakuti