El 27 de enero de 2021, a las 10:30 a.m. murió Bertulfo (Nombre propio: Juan Hermilo Cabrera Díaz) quien nació en Prado-Tolima. Murió en medio de sus afectos: hija, compañera y sus antiguos hermanos de armas, en el ETCR «Amaury Rodríguez», Pondores, corregimiento de Fonseca-Guajira, como resultado de un agresivo cáncer gástrico que le hizo metástasis e hizo imposible arrebatárselo a la muerte.
Bertulfo nació en el seno de una humilde familia y desde muy temprano optó por dedicar su vida a lo único que justifica el sacrificio de las vidas humanas, como es la lucha por la liberación y el bienestar del pueblo, ganándose según Bertolt Brech, el honroso título de: imprescindible, porque Bertulfo no luchó un día, ni una semana, ni un mes, ni un año. Bertulfo luchó toda su vida.
Bertulfo fue un dialéctico por naturaleza. Nunca le escuchamos hablar de Marx, de Engels o de Lenin. Pero tampoco le observamos una equivocación en un análisis de clases. Sabía que esta lucha era algo objetivo, que no estaba supeditada ni a los buenos deseos, ni a los sentimientos de unos o de otros; que la lucha de clases descubierta por los ideólogos burgueses Agustín Thierry, Francisco Mignet y Francisco Guizot es el motor de la revolución de la sociedad moderna, y que entre las principales clases enfrentadas existen contradicciones irreconciliables.
Con frecuencia decía, que cuando un revolucionario es objeto de aplausos y reconocimientos por sus adversarios políticos, es porque ha actuado equivocadamente lesionando los intereses de su propia clase.
Se reía de algunos «estudiosos del Marxismo-Leninismo» que utilizan el discurso revolucionario, y a diario citan de memoria a los clásicos, sólo para encubrir sus verdaderas intenciones al igual que en la guerra se utilizan las bombas de humo para encubrir el movimiento del enemigo.
Valoró en su justo significado el sacrificio y abnegación de los muchachos que compitiendo con los mandos medios abonaban la tierra con su sangre tierna y de futuro, cumpliendo estrictamente las órdenes impartidas por los superiores y enriquecidas por sus propias convicciones ideológicas.
No concebía la vida lejos de los excombatientes. Solía repetir que un General sin soldados es igual a un Cacique sin indios. Si hubiera querido, según él, hubiera sucumbido ante las diversas y halagadoras ofertas de irse a vivir más cómodo, y lógico, en mejores condiciones, pero moralmente no pudo. Decía que no era capaz de abandonar a los muchachos, porque en él no cabía la ingratitud, la que, según Bolívar, es el peor de los crímenes a que pueden los hombres atreverse a cometer.
Era disciplinado y subordinado al mismo tiempo. Cuando las conversaciones y firma del Acuerdo en La Habana (Cuba) dijo más por instinto guerrillero que por experiencia, que sería muy poco lo que el Estado colombiano cumpliría, más esto no fue obstáculo para que se pusiera al frente del Proyecto de Vivienda, la que impulsó y lideró hasta que el soplo vital se lo permitió.
Bertulfo murió sin traicionar el legado histórico que nos dejaron Manuel, Jacobo y Alfonso. Nunca dudó del Marxismo-Leninismo, la que, en palabras de Fidel Castro, es la única ciencia social verdadera, que da una explicación científica de la sociedad, el pensamiento y la naturaleza.
Bertulfo nunca se dejó endulzar el oído «por cantos de sirena» sobre las supuestas bondades del Capitalismo como Sistema, sabía, porque lo había vivido en el cuerpo y en el alma, que el Capitalismo no es más que el corazón de una sociedad sin corazón; sabía que el Capitalismo es la ideología de la clase política y económicamente dominante, donde los capitalistas andan con el corazón en el bolsillo.
Bertulfo sabía muy bien que, así como en Filosofía hay sólo dos corrientes: La Idealista y la Materialista, en la actual sociedad Moderna solamente existen el Capitalismo y el Socialismo, y que entre ellas no hay término medio: O se está en un lado o se está en el otro.
Por lo anterior, nunca compartió las ambigüedades ideológicas y en todos sus actos quedó estampado el sello de clase a la cual él en vida perteneció. Fue un enemigo acérrimo de todas las expresiones de oportunismo, de la conciliación de clases y del acomodamiento en nombre de la revolución.
Bertulfo fue un hombre humilde, sencillo, nunca se consideró superior a un guerrillero de base, quizás por esto era tan accesible a todos. Por mucho tiempo estuvo viviendo en este lugar teniendo por techo una carpa, cuando ya la mayoría de los muchachos estaban viviendo en las casas que les habían asignado. Tal vez se sentía prisionero por la nostalgia del pasado.
Bertulfo fue un eterno enamorado de la paz con justicia social, porque conoció la guerra en todas sus facetas. Fue el gran artífice para que la gente aún permanezca cohesionada en este Espacio, a pesar de los incumplimientos y de los sucesivos engaños. Sufría de manera indecible por el exterminio físico a que nos tienen sometidos y por el destino incierto de Julianita si él llegare a morir.
Esperamos que el nombre, el ejemplo inmortal de transparencia, modestia y dignidad revolucionaria no vayan a ser tomadaspara fines y propósitos muy contrarios a sus propias convicciones, las que preservó y defendió hasta el último día de su vida consciente.
Por lo demás, mientras estuvo en cama tuvo tiempo de reflexionar sobre su propia muerte, y por ello, le cabe como anillo al dedo, esta parte de La Muerte, poesía de Pablo Neruda:
«Tengo lista mi muerte, como un traje que me espera, del color que amo, de la extensión que busqué inútilmente, de la profundidad que necesito.»
i ADIOS BERTULFO, PUEDES DESCANSAR TRANQUILO QUE NUNCA TRAICIONAREMOS NUESTROS IDEALES COMUNES.
LO JURAMOS HOY ANTE EL ALTAR DE TU TUMBA.
ETCR «Amaury Rodríguez». Pondores, Fonseca-Guajira.