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Se obedece pero no se cumple

Fuentes: Rebelión

Me decía hace poco (medio en serio y medio en broma) un amigo español, que la única libertad que le importaba a los españoles actuales era la libertad sexual. -Bueno, agregué, los colombianos además hemos heredado de la España conquistadora la soberbia del señorito, quien con un caballo y una espada es un Rey. Hoy […]

Me decía hace poco (medio en serio y medio en broma) un amigo español, que la única libertad que le importaba a los españoles actuales era la libertad sexual. -Bueno, agregué, los colombianos además hemos heredado de la España conquistadora la soberbia del señorito, quien con un caballo y una espada es un Rey. Hoy (siempre hoy) se ha abierto un proceso de paz entre el Estado colombiano y la Insurgencia (por ahora) de las Farc para envainar la espada, pero ha quedado pendiente el caballo.
Decía que con el Estado y no con el gobierno o su cabeza, porque con el guirigay de 40 millones de reyes que habitamos en Colombia, cada uno planteando su propia concepción de la paz, además con la estridencia avariciosa disfrazada de «discusión democrática» que le dan los medios de comunicación para obtener más ganancias, resulta menos que improbable llegar a un acuerdo de gano / ganas, y no de gana /pierde como lo desean los señoritos de las bellas y extensas sabanas del Uribérrimo, donde pastan hobachones muchos alazanes de paso fino. Ojalá las distancias entre Bogotá y Oslo o la Habana, contribuyan a obtener un acuerdo definitivo, ese sí democrático, que incluya no solo envainar las espadas, sino la tenencia de los caballos con sus agregados. Quiero decir los aspectos sociales, económicos, culturales y político-militares contenidos dentro del llamado conflicto social armado colombiano y que nadie quiere «discutir democráticamente, pero sin su reforma (y de esto todos debemos estar convencidos) No es posible encontrar la solución definitiva buscada.

El equipo negociador de los acuerdos para «concluir» el conflicto colombiano por parte de las Farc no ha sido conformado en su totalidad, en espera de garantías y seguridades para los desplazamientos de los designados que se encuentran en zonas de guerra. Los del Estado e insisto del Estado y no del gobierno, en una buena seña se conformó rápidamente como equipo negociador. Sería parte de la algarabía y de la absurdidad, hacer análisis de sus actuaciones antes de que suceda. En Colombia (siguiendo con el símil) se dice «montar antes de traer las yeguas» , o criticarlos porque no estoy Yo con mis pequeños y reales intereses.
Y para no repetir las los errores del pasado que ya forman parte del griterío, bien vale que se tengan en cuenta, el papel jugado por los representantes s del Estado en los procesos de paz anteriores, que se insiste en presentar todavía como modelos insustituibles de acuerdos de paz, como los alcanzados con el M!9 de carro casa y beca a cambio de una entrega simbólica de armas porque combatientes eran unos cuantos; o con el EPL que si tenía combatientes y su reinserción fue un simple paso de integración con los paramilitares de los hermanos Castaño. O se mire también el papel de troyanos a la política presidencial, jugado por algunos otros durante el proceso del Caguán.

En breve, si los representantes van unificados y a nombre del Estado (que es lo que la comunidad Internacional ha entendido) o van en representación de los pequeños intereses electorales de los partidos de garaje de la Unidad Nacional en los que militan, o representan los reclamos insatisfechos de sus gremios bien sean económicos o militares, o de agencias antinarcóticos extranjeras, o la burocracia del sanedrín presidencial colombiano, o, como es lo deseable, van a tocar en armonía (sin variaciones, ni estridencias) la partitura musical que dirige el presidente vacilante con una batuta de caucho.

No es por azar que la frase «al rey se le obedece pero no se le cumple», se le atribuye a Gonzalo de Oyón, uno de esos conquistadores españoles en la Colombia del Siglo XVI, que quiso ser Rey de Popayán y cuyo recuerdo aún perdura en Colombia, embellecido poéticamente por el tratante de esclavos y negrero caucano Julio Arboleda.

(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.