Unos dos mil millones de asiáticos celebran este jueves, 11 de febrero, la Nochevieja del Año de la Rata y dan la bienvenida a la llegada del Año de la Vaca (o Buey), que comienza el día 12 y concluirá el 31 de enero de 2022. Ha llegado, pues, el tiempo de despedirse de las ratas (algunas de ellas con alas, como el murciélago) y prepararse, en mente y cuerpo, para comenzar a reparar los graves daños causados por la pandemia.
La citada festividad que marca el inicio de la primavera en gran parte del Extremo Oriente se celebra en la región que mejor ha sabido lidiar con la pandemia, a saber: China, Japón, Corea, Taiwán, Singapur, Hong Kong etc., debido a, entre otras cosas, a su milenaria cultura que bebió de las fuentes del confucionismo, budismo (…) corrientes de pensamiento que hacen hincapié en la salvación del grupo, la sociedad, la humanidad, y que chocan frontalmente con el individualismo occidental.
El Año de la Rata, que ha estado marcado por el liderazgo de Donald Trump, concluyó con un retrato penoso de las desigualdades sociales en tiempos de derrumbe ético. El roedor nos marcó con la herida de la avaricia de las multinacionales farmacéuticas que, vendidas al mejor postor, se saltaron todos los contratos que les vino en gana y priorizaron la vacunación masiva de EEUU, el Reino Unido e Israel. El Estado que abdujo Palestina, el más favorecido por el 666 de la Casa Blanca, será el primero en conseguir la inmunidad de rebaño de todo el planeta, según informó Euronews.
En España la Rata dejó a los íberos con una mano delante y otra detrás (lo que se puede extender a muchas zonas del mundo, incluyendo América Latina). Frente al heroico trabajo de los sanitarios y otros cuerpos esenciales, la pésima gestión de la Covid-19 demostró la incompetencia de un gobierno gris y cogido con alfileres que parecía más perdido que un pulpo en un garaje. El resultado fue uno de los índices de mortalidad más altos del mundo y los viajes diarios a los cementerios y crematorios.
El ritmo de vacunación en Hispania es también patético. Mientras que en EEUU ya se han vacunado 42 millones de personas, en Reino Unido, doce millones y en Israel, cinco millones sobre una población de nueve (según datos del pasado 8 de febrero) aquí apenas llegamos al millón y medio y parece que la improvisación y la Virgen de Lourdes siguen comandando la nave de la rojigualda que se empeña en estrellarse contra el acantilado de la depresión mental, social y económica.
El Año del Buey, que comienza el viernes, 12 de febrero, requerirá de todas las cualidades de ese noble animal, que simboliza el poder de la unión y la fuerza, el trabajo duro, la testarudez y el compromiso para superar las crisis a través de la entrega y el sacrificio. Tras los destrozos de las ratas, hará falta de muchos bueyes que arrimen el hombro para evitar la catástrofe que se avecina (hambrunas, desempleo, caos, revueltas, etc.)
También existe la posibilidad de que otros bueyes (como el “toro de Wall Street”[1], símbolo que concentra a los nuevos poderes económicos del mundo y que algunos denominan “el arquitecto invisible”) decidan dar la cornada definitiva a la plebe y convoquen a las hordas neonazis para que eleven aún más el muro, que ya sobrepasa en altura al Everest, que separa el olimpo de los dioses y el submundo de “los nadies”.
Este año se cancelarán los viajes para reunirse con la familia en gran parte del Extremo Oriente para evitar la propagación del Covid-19. No obstante, los cielos de esa parte del mundo se seguirán llenando de fuegos artificiales; “el sobre rojo” que se daba con aguinaldos a los pequeños y a los seres queridos, se entregará ahora de forma virtual.
También se harán limpiezas exhaustivas en las casas, junto a rituales milenarios, para expulsar a los malos espíritus y dar la bienvenida a los buenos, a los protectores, que velarán por el bienestar de la casa y el país. En las grandes ciudades se escuchará el gong de gigantescas campanas de bronce dando la bienvenida al Año del Buey de Oro y, como no, renacerá la esperanza en los corazones.
La leyenda cuenta que cuando el príncipe Sidharta Gautama (Buda) presentía que iba a morir se apoyó en un árbol de las estribaciones de los Himalayas y llámó a todos los animales del mundo para despedirse de ellos. Sentado en la posición del loto esperó con serenidad a sus amigos. El primero en llegar fue La Rata, que hizo gran parte del recorrido subido en una vaca y que, al divisar al Sakyamuni, dio un salto y le besó los pies. El segundo fue La Vaca (o el Buey) y, los demás llegaron por este orden: El Tigre, El Conejo, El Dragón, La Serpiente, El Caballo, La Cabra, El Mono, El Gallo, El Perro y El Cerdo.
En agradecimiento, Buda declaró
que a partir de ese momento los años, los meses y las horas, llevarían el
nombre de esos doce animales que representan los ciclos del año lunar y encierran,
cual tesoro irrepetible en el universo, la idiosincrasia que moldea a los seres
humanos que habitamos este planeta tan brutal como maravilloso.
[1] Es el año del buey, pero también de muchos rumiantes como la vaca, el toro, el búfalo, etc.
Blog del autor. Nilo Homérico