Se va Lou Reed. Se quedan Montoro y los antidisturbios. Y los cines caros, Wert y las clases de religión. Y las pajas que te llevan al infierno. Y también el potaje de Cuaresma y caer en la tentación, cuando lo que nos gusta en verdad es subir al pecado. Si Dios existiera el escenario […]
Se va Lou Reed. Se quedan Montoro y los antidisturbios. Y los cines caros, Wert y las clases de religión. Y las pajas que te llevan al infierno. Y también el potaje de Cuaresma y caer en la tentación, cuando lo que nos gusta en verdad es subir al pecado. Si Dios existiera el escenario sería diferente. Dios siempre ha sido de derechas, aunque este Papa ande desconcertándonos.
Se va Lou Reed y queda la promesa de continuar, con un principito pijo, la monarquía. Y como si no bastara la verguenza de la sangre azul mezclándose con las rayas blancas de la bandera estrellada de la cocaína, se quedan las estaciones vacías del AVE, el aeropuerto sin pasajeros de Castellón, dos muchachos en huelga de hambre en la Puerta del Sol y la gente mirando en los cubos de basura. Todo junto a listas de espera donde esperas y esperas hasta que ya estas muerto. Como Lou Reed, como Bob Marley, o como Juan Pablo II, que se murió en la dirección contraria y está, seguro, a la diestra de Dios. Lou está con Maquiavelo y Marx, con Buñuel y Picasso, con Oscar Wilde -que también tenía un camino salvaje- y con la otra Lou, la Salomé, la que enloqueció al idiota de Nietzsche. Todos en el infierno, que es a donde va la gente decente.
Se va Lou Reed diciendo Tuturuturutututuru y nosequé de un camino peligroso, y se queda Rajoy diciendo que la sentencia de Estrasburgo hace que se le atragante el humo del puro, y se queda la AVT diciendo que a dónde vamos a llegar desde que se murió el caudillo, y Florentino Pérez tramando un nuevo negocio que van a aplaudirle los que se esconden entre nosotros, que el ladrillo y el futbol levantan imperios y hunden reputaciones. Mientras, suena otra vez ese bajo inquietante que anuncia la canción-taaaannn-tann, taaaaann-tann, alargando la reverberación para que suene la voz rota de la Velvet acompañada de esa discreta guitarra que insiste en ese re menor que no nos cansa- y es entonce que un viejo dice en silencio que somos rehenes de jueces franquistas y se caga en el FMI y en dios frente a las costas de Lampedusa, y también en la parte de atrás de los hoteles donde tiran la comida y no dejan que nadie la coja no vaya a ser que les denuncien si les sientan mal a los pobres los macarrones, porque cagarse en dios en este siglo que va a ser muy largo es un privilegio que tienen sólo los viejos y los que se mueren porque el hígado lleva varias vidas trabajando.
Y entre tanto ruido, a mi que me parece que el tuturuturutututuru tiene mucha más inteligencia que Rajoy y que Montoro, que Wert y la Conferencia Episcopal, que el principito y los vagos que viven de que los locos de ETA asesinaran con una facilidad que nadie honesto podía celebrar. ETA, matando antes de que entendieran que hoy se hace política con ideas y votos y no con coches bomba y tiros en la nuca. Y por eso, ahora que no matan, los encarcelan los que necesitan enemigos porque no tienen política y les importa una mierda el pueblo. Porque en la canción de Lou Reed hay travestis que hacen autoestop y gente sin futuro que hace mamadas, igual que en el gobierno dicen que no se cumplen los programas porque lo mandan los mercados y la alcaldesa de Quijorna hace homenajes a Hitler, Franco y Manuel Fraga Iribarne, que para eso escribió la Constitución, y Marhuenda, que vino a Madrid en autoestop, y no tiene matrículas -que se lo preguntó Pablo Iglesias y se hizo el loco- pero está en todas las tertulias.
Y suena ese lado peligroso de la vida, con ese bajo que alarga su compás como si el tiempo fuera eterno. Y cómo va a ser eterno nada si Lou Reed se ha muerto y los de Duncan Dhu han regresado. Algo va al revés, pero aún no lo entiendo. El saxo como que viene a redimirnos de tanta mierda. Take a walk on the wild side. Tuturuturuturutururutururu….