Aunque lo parezca no es un filme de acción al estilo hollywoodense, pero si tiene mucho de violencia y lenguaje de adultos. El secuestro en la capital venezolana de Rodrigo Granda, considerado el Canciller de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ha levantado una considerable polvareda y amenaza con enturbiar las relaciones entre los […]
Aunque lo parezca no es un filme de acción al estilo hollywoodense, pero si tiene mucho de violencia y lenguaje de adultos. El secuestro en la capital venezolana de Rodrigo Granda, considerado el Canciller de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ha levantado una considerable polvareda y amenaza con enturbiar las relaciones entre los gobiernos de Venezuela y Colombia.
Aún cuando el también conocido como Ricardo González, fue aprendido en le 13 de diciembre pasado, las repercusiones del hecho se mantienen; más si se tiene en cuenta que las circunstancias en las cuales fue apresado, primero y luego sacado de Venezuela no están del todo claras.
Tanto medios derechistas de Colombia, El diario El Tiempo por ejemplo, como la izquierda, ejemplificada en el semanario VOZ, demostraron con creces que la captura de Granda se produjo en el Cafetín de la Clínica Razzeti, a media cuadra del Metro Bellas Artes, en pleno Caracas; y no en el departamento colombiano de Cúcuta, como se empeñó en afirmar el General Jorge Daniel Castro, director de la Policía colombiana.
Las reacciones ha sido múltiples, empezando por la propia FARC, quien en un comunicado oficial señaló «El secuestro de Ricardo en el centro de Caracas, Venezuela el pasado 13 de diciembre, por los servicios de inteligencia colombianos y su inmediata deportación a nuestra patria contó con la asesoría gringa y el apoyo cómplice de los sectores corruptos de la policía venezolana. El camarada Ricardo cumplía tareas de la Comisión Internacional encaminadas a buscar relaciones político-diplomáticas con gobiernos amigos y organizaciones políticas y populares interesadas en contribuir con la reconciliación y la paz definitiva entre los colombianos».
En Venezuela el revuelo ha subido de tono ante las evidencias de que Granda poseía cédula de identidad venezolana y era por tanto ciudadano de ese país. Cuestión aprovechada por la prensa oposicionista para vincular al gobierno de Hugo Chávez con la guerrilla colombiana. No obstante el gobierno ha sido bien explícito mediante su Ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, quien en un comunicado oficial aclaró: «El Gobierno Nacional en ningún momento ha extendido invitación al mencionado ciudadano para actividad alguna en Venezuela o fuera de ella. De manera que la pretensión de presentar a este Gobierno como responsable de una invitación que no cursó y de la protección de un ciudadano que ingresó clandestinamente al país, resulta irresponsable a la vez de completamente absurda».
Este episodio hace pensar a muchos en el regreso de los tiempos de la Operación Cóndor, o si se quiere, en la internacionalización del Plan Colombia. Únasele al «Caso Granda», el reciente arresto de Simón Trinidad, otro importante cuadro de las FARC en Quito, Ecuador, y su posterior extradición a Estados Unidos bajo supuestos cargos de narcotráfico. A todas luces se aprecia un absoluto desprecio de la soberanía nacional por parte de gobierno de Álvaro Uribe.
Del lado venezolano, la diputada bolivariana Iris Varela, al frente de la comisión del Parlamento a cargo de investigar este secuestro Internacional, con toda razón se pregunta: «¿Que pasaría internacionalmente; si Venezuela infiltra unos agentes secretos en Colombia para secuestrar y traer a Caracas, al protegido del presidente Uribe Vélez, al Fascista y golpista Pedro Carmona, quien está acusado de Terrorismo por el Gobierno Bolivariano de Venezuela?»
A juicio del diputado a la Asamblea Nacional por el Movimiento V República (MVR) Zulia, Edis Ríos, grupos desestabilizadores utilizan el caso de la captura del líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Granda, para enrarecer las relaciones entre Colombia y Venezuela.
Desde fuera del continente, la diputada por Izquierda Unida en el Parlamento español Isaura Navarro, es enfática: «Estamos ante una violación de la legislación internacional, del derecho internacional humanitario y de la soberanía nacional y territorial que cuenta la complicidad y el silencio de los países latinoamericanos y de la Unión Europea».
Mediante una carta abierta al presidente Hugo Chávez, varias personalidades como el sociólogo norteamericano James Petras, el escritor y periodista colombiano, Hernando Calvo Ospina, el destacado politólogo estadounidense Noam Chomsky, y el periodistas español, Pascual Serrano, solicitaron al presidente Chávez «que continúe tomando todas las medidas necesarias para limpiar a las fuerzas de seguridad venezolanas de aquellas personas que ayudan a violar la soberanía de su nación. De esos que buscan aislar a la Revolución Bolivariana del apoyo de los movimientos populares y sociales en Colombia y en el resto del mundo.»
Esta aventura del gobierno colombiano, junto con los dos millones de dólares invertidos han muerto la verdad y el mero respeto a la soberanía de los estados. Así las cosas ¿qué quedará de la decencia en las relaciones internacionales en América Latina?