La orden de captura de tres nuevos parlamentarios, por presuntas vinculaciones con la ‘parapolítica’, impartida por la Corte Suprema de Justicia, rebosó la copa. Hasta personajes uribistas pura sangre como la senadora Gina Parodi exigieron adelantar las elecciones de la corporación para el 2010. Cesar Gaviria, jefe del partido liberal, ex Presidente de la república […]
La orden de captura de tres nuevos parlamentarios, por presuntas vinculaciones con la ‘parapolítica’, impartida por la Corte Suprema de Justicia, rebosó la copa. Hasta personajes uribistas pura sangre como la senadora Gina Parodi exigieron adelantar las elecciones de la corporación para el 2010.
Cesar Gaviria, jefe del partido liberal, ex Presidente de la república y ex Secretario General de la OEA, expresó: «Si se quiere anticipar todas las elecciones estamos listos» y agregó que «no se puede hacer política desde las cárceles» (El Tiempo, 01-04-08), haciendo alusión a la descarada intromisión en política de los ‘parapolíticos’ y ‘narcoparamilitares’ confinados en las cárceles de «alta seguridad» de La Picota e Itagüí. Congresistas del Polo Democrático fueron más allá y exigieron adelantar también las elecciones para Presidente. Todo lo anterior con tal de recuperar la legitimidad del Estado.
Con estas tres detenciones llegan a 28 los congresistas encarcelados y a 48 los que se encuentran en diferentes etapas de investigación, de los cuales 18 han renunciado a su fuero para no ser juzgados por la Corte Suprema de Justicia (se sienten más cómodos con el Fiscal Iguarán ex subalterno de Uribe). Es decir, 76 parlamentarios de los 268 escaños con que cuentan las dos cámaras. Según la investigadora y periodista Claudia López, la que más ha escudriñado en esta materia, 1.2 millones de votos logrados para el Senado son de los congresistas presos, prácticamente el 50% del total. Afirma que al Congreso entraron diez partidos, ocho de los cuales fueron infiltrados por la parapolítica y de éstos, siete uribistas. Los parlamentarios comprometidos representan aproximadamente el 30% de los miembros del Congreso, el mismo porcentaje que hace unos años anunció Mancuso, el tenebroso ex jefe de las bandas paramilitares conocidas como las AUC. Pero es indiscutible que hay más, según serios indicios surgidos de los procesos que adelanta la justicia, sin contar mandatarios regionales y locales.
La ‘parapolítica’ logró consolidar el poder mafioso en las regiones y luego la toma de gran parte del poder central a través de la intimidación y el soborno. Circularon ríos de narcodólares. El ‘Tuerto’ Gil, un senador, hoy preso, cargaba todos los días una mochila amarilla repleta de dinero que iba repartiendo a sus prosélitos. La Fiscalía estimó para el 2005 una cifra aproximada a los diez mil millones de narcodólares que ingresaron irregularmente al país y se cree que la cifra ha continuado creciendo desmesuradamente, al punto de ser un factor real de la revaluación del peso y de haber disparado las reservas internacionales, en tanto lograba comprometer a una buena porción del ‘establecimiento’. Paralelamente, el terror absoluto se apoderaba de la provincia: descuartizamientos de seres vivos, canibalismo y vampirismo para darse coraje, masacres a granel. A las comunidades se las «exhortaba» a votar por ciertos candidatos o quedaban condenadas a «chupar gladiolo» para siempre, en la jerga macabra de los ‘paracos’.
Así, lograron, según estudios serios, sumar en las elecciones para Presidente en el 2002, más de dos millones de votos espurios, cuya ausencia hubiera podido llevar a una segunda vuelta y a otro destino menos siniestro para la nación.
Es decir, el «Pacto de Ralito» que Mancuso y los ‘parapolíticos’ firmaron años atrás para «refundar la patria», se cumplió en gran medida. El pacto era simplemente la configuración de un Estado fallido o patria segura para el crimen organizado.
Ahora, ¿cómo es posible que un régimen de esta naturaleza no se haya podido desmontar o al menos debilitar, a pesar del esfuerzo encomiable de ciertos sectores de la justicia y de las fuerzas democráticas y de izquierda que no cesan de luchar y denunciar con la lápida colgada al cuello? Una clase dirigente que apenas hace una década se escandalizó porque Ernesto Samper, su Presidente, recibió dineros del narcotráfico para su campaña -algo que ahora parecería un juego de niños- y que repudió y combatió su gobierno, ahora no sólo ha sido complaciente con el actual mandatario sino que incluso lo ha hecho suyo y lo ha exaltado a la categoría de mesías a despecho de su turbio pasado. En aquella época hasta Washington se indignó. Clinton declaró paria a Colombia y le retiró la visa a Samper.
Pero lo tiempos van cambiando. En estos momentos, esa misma Colombia, aún más degradada por el narcotráfico, los ejércitos mercenarios, el terrorismo de Estado y el 60% de la población en la pobreza, es puesta como paradigma de naciones, como modelo de democracia, progreso y libertad. Es el aliado incondicional del imperio, es la Israel de América Latina. Podría afirmarse que Bush acabó de pervertir y pudrir a esta sufrida nación.
Los halcones se aferran a un país que como Irak está «maldito». El uno por el petróleo y el otro por su posición geoestratégica. Colombia limita con Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador, Panamá. Posee dos océanos, es una potencia ambiental y cuenta con una burguesía secularmente tan voraz y brutal como sumisa al imperio.
La estrategia que ha usado el imperio en los últimos años es la misma que usó en Kosovo: el apoyo incondicional a la mafia. La ha alentado a usar el fraude electoral como lo hizo dos veces Bush. Le ha creado a Uribe una imagen mesiánica e irrepetible con el concurso de la prestidigitación mediática y las encuestas amañadas que no lo bajan del 80% y que ya no saben que hacer cuando lleguen al 100%;ha demonizado hasta extremos inverosímiles a las FARC, a tal punto que los ‘paracos’ se consideran, por un amplio sector de la población alienada por la manipulación mediática, como próceres de la república y han establecido inequívocamente que sólo Uribe podrá derrotarlas, en un contexto de guerra permanente, para lo cual es necesario que se eternice en el poder. En esta óptica avanza el Plan Colombia II con inversiones que superan los 43 mil millones de dólares a fin de desestabilizar una región que se ha revelado contra el imperio y a la cual es necesario reencauzar, por las buenas o por las malas.
Por eso el estupor de Uribe ante la propuesta de su «discípula» amada, la senadora Gina Parodi, de adelantar las elecciones. De inmediato dijo: «Son saltos que conducen al vacío. O fortalecemos la institucionalidad del Congreso, independientemente de sus integrantes, o impulsamos un salto al vacío. Esto último debilita la confianza de los inversionistas» (El Tiempo, 01-04-08).
¿Un salto al vacío la búsqueda de la legitimidad institucional que brilla por su ausencia? ¿Cómo se puede fortalecer la institucionalidad de un poder público al margen de sus integrantes comprometidos en delitos que no bajan de concierto para delinquir? De hecho está en vilo la legitimidad de las normas legisladas a lo largo de los últimos cinco años y la elección y reelección del Presidente que se nutrió de los mismos votos espurios que llevaron a los ‘parapolíticos’ al Congreso. Éste sí sería el salto al vacío, el posible derrumbe de una estrategia trazada a largo plazo por el imperio. Un Congreso cuestionado y en la interinidad por una revocatoria del mismo que obligaría a adelantar las elecciones no le caminaría, a pesar de la amplia mayoría uribista, a otra reforma constitucional para una segunda reelección de Uribe, que es lo que buscan.
El rechazo unánime del régimen (Gobierno, El Tiempo, etc.) a una revocatoria del Congreso debe llevar a la reflexión. Lo que es un «salto al vacío» para el ‘establecimiento’ debe ser un «asalto al cielo» para el pueblo. Pero la revocatoria y la reforma política deberán adelantarse por la vía del referendo. No se puede ingenuamente caer en la trampa de pensar que el actual Congreso, de mayoría uribista, se va a revocar a sí mismo o adelantar reformas que les impida acceder en el futuro a la Corporación. Es necesario, entonces, actuar. Recolectar firmas que obliguen a una «restauración moral de la República«, como decía Gaitán No hacerlo, no asumir este riesgo, es permitir estoicamente la perpetuación del Estado mafioso.