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Sequía y hambre en el declive neoliberal en Guatemala

Fuentes: Rebelión

Recientemente se ha publicado en la prensa televisada y escrita guatemalteca, las condiciones famélicas que padecen principalmente los niños de la región oriental del país, en los municipios de Camotán y Jocotán del departamento de Chiquimula. Pero el supuesto gobierno socialdemócrata de Álvaro Colom hizo destituir al Médico Pediatra encargada del área de pediatría del […]

Recientemente se ha publicado en la prensa televisada y escrita guatemalteca, las condiciones famélicas que padecen principalmente los niños de la región oriental del país, en los municipios de Camotán y Jocotán del departamento de Chiquimula. Pero el supuesto gobierno socialdemócrata de Álvaro Colom hizo destituir al Médico Pediatra encargada del área de pediatría del hospital nacional del Departamento de Jalapa. Las razones por las cuales se le despedía, argumentaron quienes ejecutaron la orden, fue porque el pediatra estaba dando demasiadas declaraciones a la prensa que podían afectar la credibilidad de este gobierno ante la opinión pública.

El médico destituido indicaba que en el área infantil del hospital habían ingresado más de cuarenta niños con señales avanzadas de desnutrición, algunos de ellos en estado crónico. El área ya no se daba abasto para atender a los infantes. Por su parte el Ministro de Salud como el Secretario de Seguridad alimentaría, señalaban como exagerada la nota y el número de pacientes infantiles, al mismo tiempo que el primero de estos funcionarios indicaba que no había más de 12 niños desnutridos en aquel hospital. No es la primera vez que funcionarios públicos actúan de forma cínica escondiendo la realidad en que se debate la población más vulnerable, esa ha sido una constante desde la formación del Estado republicano guatemalteco, manifestando una indiferencia hacia los problemas sociales de forma permanente.

El cinturón seco como se le conoce al área geográfica alrededor de la cuenca del Río Motagua, se ubica en medio de dos cadenas montañosas: la Sierra de la Minas y la Sierra Madre, ambas cadenas impiden el paso de vientos húmedos provenientes del Océano Atlántico y Océano Pacífico a los departamentos de El Progreso, Zacapa, Chiquimula, Jalapa y Jutiapa. Esta región se ha visto afectada por la sequía que el país en su conjunto está sufriendo en la época lluviosa de este año. Para funcionarios públicos, para la prensa, así como para los terratenientes las consecuencias de la sequía se están observando en la malnutrición que padece una parte de la población de esa región. No obstante, debe indicarse que no es solamente esta área del país la afectada en ese sentido y que una sequía no provoca consecuencias sociales inmediatas, principalmente como la desnutrición y el abandono que esta población padece como parte del abandono económico y político.

En 2001, durante la administración del gobierno de Alfonso Portillo, ya se sufrieron las mismas consecuencias en los referidos municipios. Niños y mujeres sucumbieron ante la falta de alimentación y complementos vitamínicos que evitaran la desnutrición que padecieron. No es la sequía la responsable, esto es el resultado de siglos de exclusión y marginación sufridas por la gran mayoría de guatemaltecos, que en última instancia, la falta de alimentación y desnutrición que padece esta parte de la población obedece al fracaso histórico de la estructura agraria del país. Es decir, la relación latifundio-minifundio existente en el territorio nacional desde su conversión en agro-exportador ha caducado. Las sierras, la parte alta de las montañas fueron el espacio en donde terminaron los caminos para la búsqueda de tierra y el avance de la frontera agrícola, ahora solo queda el precipicio al que se ha llevado a miles de campesinos guatemaltecos.

La economía nacional sigue dependiendo principalmente de la agricultura, la cual se fundamenta en el trabajo no especializado de la masa campesina que habita principalmente en el área rural. La agricultura sigue siendo la esfera del aparato productivo que absorbe la mayor cantidad de fuerza de trabajo, contratada aún, dentro de condiciones de carácter feudal. Un campesino que solo depende de un pequeño espacio para cultivar maíz y fríjol para supervivir, debe desplazarse hacia las fincas productoras de la agro-exportación. Pero los campesinos de los municipios que venimos señalando, recurren a las fincas de café en donde perciben un salario por mes no superior a los $40.00, ni siquiera el salario mínimo establecido que oscila en los $5.00 diarios. Salarios de miseria que condenan a la población a sufrir el hambre en un ambiente de indiferencia hacia los problemas de carácter nacional, por parte del Ejecutivo y el Legislativo.

El padecimiento de desnutrición de los niños y adultos de las áreas nacionales afectadas, dan muestra de la depauperación experimentada por los asalariados agrícolas guatemaltecos que perciben ese tipo de salarios en el campo. Es una depauperación profundizada con las políticas macroeconómicas recomendadas por el Consenso de Washington, cuando se exigía la no intervención del Estado en asuntos que solo corresponden al mercado. Con esas estrategias neoliberales se eliminó el abastecimiento de granos que el Estado realizaba en el mercado nacional, cuando correspondía a este aparato cubrir los saldos que las técnicas de acumulación privadas acaparaban los productos y marginaba a los más necesitados.

Ahora se responsabiliza al Estado de no haber cubierto la seguridad alimentaría en esas áreas, cierto, pero la economía de «libre» mercado tiene una alta cuota de responsabilidad. Para los neoliberales cuando echaron a andar su maquinaria libre-cambista la porción de la sociedad que no tenía capacidad de consumo era una población flotante, era prácticamente una población que no contaba en las estadísticas de ganancia mercantil. ¿Qué importancia puede tener un campesino que habita en las laderas y, cuya actividad económica poco rentable, no le hace ser un potencial consumidor en el mercado? Ese era el tipo de preguntas que se hacían los neoliberales cuando presentaban sus estrategias económicas como las salvadoras de nuestras economías. Esos campesinos no contaban para el libre mercado, pero si han sido importantes para generar plusvalía con una bajísima remuneración, que, como está demostrado, muy poco les permite satisfacer sus necesidades materiales de existencia.

Además, los neoliberales se oponen a pagar impuestos, pero satanizan las políticas laborales cuando se pretende incrementar el salario mínimo. No pagan impuestos y no incrementan salarios, dos aspectos fundamentales que los evidencian como enemigos del desarrollo, si se elevara el salario mínimo y los terratenientes lo pagaran los campesinos contarían con los medios necesarios para cubrir la alimentación familiar. Y si las corporaciones privadas pagaran impuestos, si fueran solidarias con el desarrollo del país, el Estado contaría con los medios para brindar una seguridad alimentaría que evitara este tipo de padecimientos en la población infantil. Solamente una sociedad con pensamiento antediluviano no invierte en su futuro, por eso poco le importa atender a su niñez.

Por todas partes el neoliberalismo ha fracasado. Un modelo económico que reproduce a gran escala la marginación, la exclusión, la pobreza y la miseria es un modelo que no funciona. La sociedad guatemalteca en estas tres décadas de libre mercado ha visto incrementarse la pobreza en 20 puntos, siendo afectada principalmente la población que depende de actividades agrícolas. Pero no es con un asistencialismo dadivoso que se solucionan estos problemas, se requiere de políticas en las cuales el Estado se involucre para brindarle asesoría técnica a pequeños propietarios y sean ellos quienes busquen las medidas alternativas que solucionen su situación. El país promotor del libre mercado, Estados Unidos, subsidia a sus granjeros, el Estado guatemalteco también debería subsidiar a quienes más lo necesitan.