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Ser diputado y senador en Chile

Fuentes: Rebelión

Ser diputado y senador en Chile permite al titular del cargo, además de recibir un suculento sueldo, privilegios y asignaciones varias, conquistar un estatus social que lo distingue del resto de los trabajadores. Esto a pesar del rechazo que según las encuestas provoca la clase política en la ciudadanía. Para que alguien tenga estatus social […]

Ser diputado y senador en Chile permite al titular del cargo, además de recibir un suculento sueldo, privilegios y asignaciones varias, conquistar un estatus social que lo distingue del resto de los trabajadores. Esto a pesar del rechazo que según las encuestas provoca la clase política en la ciudadanía. Para que alguien tenga estatus social se necesitan cortesanos, calcetineras u otros especimenes de ese tipo. Existe una contradicción entre las encuestas y la actitud ciudadana en los hechos concretos. La mayoría de los chilenos dicen cuestionar la farándula, pero cuando ven a uno de sus adalides comienzan a mover sus colitas como un perrito poodle y manifiestan admiración. Lo mismo sucede cuando ven a un diputado o senador, señoronas y señorones que además no tienen pudor alguno en autocalificarse de «honorables». Ante esto, me pregunto ¿Por qué no llamar entonces a todos los trabajadores honorables? Honorable zapatero, honorable mecánico, honorable verdulero, etcétera. Los parlamentarios pasan más preocupados de las formalidades que de materias de fondo.

Tenemos claro que el país debe regirse por leyes y funcionar con presidente y legisladores, pero eso no significa que el presidente y los legisladores gobiernen y legislen para un sector exclusivo de la población; es decir, para el gran empresariado y las transnacionales, dejando las sobras para el resto, como sucede hoy en día. Las leyes generadas en el Parlamento deben ir en beneficio de todo el pueblo, asegurando la industrialización y autoabastecimiento alimenticio, fuentes de trabajo y el derecho constitucional e inajenable a la salud, educación, vivienda, jubilación, comunicaciones, transporte, suministro eléctrico y de agua potable. El Estado no puede permitir más la acumulación capitalista ni la especulación bursátil, pues es esa situación la que provoca la desigualdad en Chile. Entonces bien, el deber de los diputados y senadores es dictar leyes y velar porque esto no ocurra nunca más. Por lo tanto, deben dejar de legislar para la oligarquía plutócrata. El pueblo no puede seguir financiando (al ser explotado y despojado) a quienes con malas artes, desde la época del mercachifle Diego Portales a la fecha, se han ido apoderando de las riquezas del país. Apropiación de la que en los últimos cuarenta años han sido cómplices el dictador Augusto Pinochet y los presidentes Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera.

Este año (el 11 de marzo) asume un «nuevo» Parlamento en Chile, el cual incluye a cuatro ex dirigentes estudiantiles «emblemáticos» del movimiento de 2011 y a un dirigente social que fueron electos como diputados. Además las fuerzas de la Nueva Mayoría (Concertación más Partido Comunista) alcanzaron mayoría en ambas cámaras -de diputados y de senadores-, razón por la que existen amplias expectativas (sobre todo entre los ingenuos) de que la Nueva Mayoría practique lo que predica y se realicen cambios estructurales de fondo, comenzando por una nueva Constitución elaborada a través de una Asamblea Constituyente con real participación del pueblo. Los diputados y senadores deben buscar todas fórmulas para llevar a cabo una AC. No basta que los legisladores digan que llevan la voz del pueblo al Parlamento sino que deben actuar en consecuencia, dictando leyes que beneficien al pueblo y no que lo perjudiquen; ellos deben solucionar los problemas del pueblo y no darle más problemas al pueblo. Senadores y diputados deben entender de una vez por todas que no fueron electos para hacer lo que les venga en gana y menos para realizar chanchullos. Deben legislar para darle poder al pueblo en las decisiones del país. En Chile se debe instaurar el plebiscito para que el pueblo siempre tenga la opción de decidir y el Parlamento debe ser unicameral. En él deben estar representados, además de los partidos políticos, las organizaciones sociales, los sindicatos, estudiantes, juntas de vecinos, colegios profesionales, etcétera. Eso es democracia de verdad, no lo que tenemos hoy.

Los diputados y senadores deben trabajar para resolver los problemas sociales de fondo, que son los que provocan la inmensa diferencia entre privilegiados y perjudicados. No es posible, por ejemplo, que al empresariado que delinque se le apliquen penas mínimas y a otros se le condonen deudas tributarias mientras a los trabajadores, que deben contribuciones por no tener trabajo o ganar el sueldo mínimo, les rematen sus casas ¿Qué hacen los legisladores respecto a esta situación? No puede ser que los empresarios y choferes del Transantiago se sigan burlando de los usuarios incumpliendo las frecuencias y dejando botados a los pasajeros mientras pasan una tras otra micros «en transito» o no respetan los paraderos ¿Qué medidas tomaran los parlamentarios sobre esta situación putrefacta? ¿Acabarán los diputados y senadores con las AFP e Isapres que esquilman a los chilenos sin vergüenza alguna? Una AFP estatal no es la solución, las manzanas podridas deben ser arrojadas a la basura. ¿Qué solución propondrán los diputados y senadores para recuperar las empresas del Estado saqueadas durante la dictadura militar? ¿Habrá una nueva ley laboral contraria a la que existe hoy y que sólo favorece a los empresarios? Otra tarea pendiente es que se degrade a los militares condenados por violaciones a los derechos humanos y se democraticen las escuelas militares. Podríamos hacer un sin fin de planteamientos más a los «honorables», pero basta un botón de muestra. El país debe ser por fin democratizado de verdad, no podemos esperar otros dos siglos.

Pero lo primero es que los diputados y senadores que asumirán este año, en el inicio de un nuevo período, comiencen por cambiar su modo de ser parlamentarios y den paso a un nuevo tipo de legislador, uno que se relacione directamente con el pueblo y legisle en pro de una democracia verdadera. Los diputados y senadores deben dar cuenta pública de su trabajo, mes a mes, en plazas, sindicatos, juntas de vecinos, etcétera. Los parlamentarios y los partidos políticos deben entender que ya no estamos viviendo la república oligárquica de principio del siglo XX. Ya basta de eso. Los gobiernos de la Concertación y de Piñera fueron una adaptación moderna de aquella época. Cuando en el período pasado asumieron tres diputados comunistas por primera vez desde 1973 jamás los vi dando conferencias de prensa para dar cuentas mensuales de su gestión y proyectos presentados o para denunciar los contubernios al interior del Parlamento. El afamado diputado obrero René Alinco fue un fiasco. Es indispensable que la nueva Constitución incluya el plebiscito revocatorio. Además los diputados electos por tal o cuál distrito deben vivir permanentemente en la zona por la que son electos y haber nacido en ella. Es la única manera de descentralizar el país, las autoridades de las regiones deben ser absolutamente locales. Basta de afuerinos como autoridades regionales. Por otro lado, diputados y senadores deben tener la obligación de asistir a su trabajo todos los días como cualquier otro trabajador chileno, y si no lo hacen ser sancionados. Tampoco debe existir el fuero parlamentario, es aberrante. Chile no puede seguir viviendo bajo la fórmula: crédito, usura, deuda, embargo. ¿Y quiénes pueden evitar eso?

Pues los legisladores ¿Lo harán alguna vez, dictando leyes justas…?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.