Uno de los grandes problemas de este tiempo, es sin duda, el deterioro de la capacidad de análisis y comprensión de textos; en ocasiones debido a que la «modernidad» los hace dependientes de textos que reflejan el absolutismo de sus autores y no dan lugar ni a la duda ni a la reflexión. En otras, […]
Uno de los grandes problemas de este tiempo, es sin duda, el deterioro de la capacidad de análisis y comprensión de textos; en ocasiones debido a que la «modernidad» los hace dependientes de textos que reflejan el absolutismo de sus autores y no dan lugar ni a la duda ni a la reflexión. En otras, debido a que sumarse a la «posición de la mayoría», es visto como «social y políticamente correcto». Y en el plano «electoral», porque resulta más rentable, hacer confianza ciega a los grupos de poder, dando cuenta de una suerte de fatiga constructora. En países como Chile, es bien visto, escribir dejando los mensajes importantes entre líneas, es bueno redactar «retirando» la mano de la autoría y dejando espacio para que sea opinable lo que se debiera decir franca y derechamente.
En las elecciones en Chile, el país laboratorio del neoliberalismo, los mensajes publicitarios, la propaganda, han ocupado los espacios de los argumentos, de la historia, de las propuestas y visiones de futuro. Conceptos como capitalismo, fisiocracia, mercantilismo, liberalismo, comunismo, socialismo, neoliberalismo, no forman parte del debate, y por ello, el factor de mayor dificultad para los «actores políticos» es la tarea de diferenciarse o peor aún, de establecer su identidad. Elementos como el origen y la trayectoria publica, ya no resultan suficientes como elementos caracterizantes, siendo perfectamente posible, si es que las necesidades no alcanzan madurez social, que podamos pasar de un gobierno como el de Lagos, a uno de Piñera y volver a otro periodo de Lagos para celebrar el Bicentenario.
Las propuestas y denuncias de la «izquierda extraparlamentaria», han facilitado un nuevo interés por los roles del Estado y de las organizaciones ciudadanas, pero no han servido como «certificado» de la existencia de otra izquierda, al punto que ese sector, es decir la Concertación prefiere llamarse «progresista». Ciertamente no hay una sola realidad ni hay una forma «oficial de verla», si en las elecciones chilenas se avanza en esa dirección y se logra construir un «nuevo darse cuenta», se habrá logrado superar la barrera comunicacional que nos impide ver la historia, la realidad social y sus proyecciones, es decir habremos recuperado una mejor capacidad de «comprensión de lectura».