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¿Será posible?

Fuentes: Rebelión

 Jamás, en mis 81 años de vida, había oído y visto tantas tonter­ías “institucionales” a propósito de esta real o supuesta pande­mia. Jamás me habían sorprendido tantas contradicciones juntas y seguidas. Nunca había presenciado teorías y pautas tan controvertidas entre los propios especialistas y tan carentes de sentido los pronun­ciamientos acerca de todo lo que rodea a lo que más hubiera valido que se quedase en epidemia en cada país, como siempre ha sido cada año la gripe común. De ese modo cada palo hubiese aguan­tado mejor su vela. Sin la interferencia de una Organización Mun­dial de la Salud que cada vez da más muestras de incompetencia y más motivos para la sospecha al estar prácticamente en manos, en un 75 por ciento, de capital privado. Pues tantas majaderías con supuesta base científica no sólo desconciertan, es que infunden más desconfianza y más desprecio hacia quienes están a su frente.

Ahora resulta que 1 metro y medio es la distancia idónea que suple a los dos metros implacables hasta ayer. En lugar de decir y reconocer que no se tienen fundamentos todavía sobre el modo de comportarse este virus y admitir que se están ensayando me­didas profilácticas contra él, no hay empacho en decir y desdecirse a cada momento. Y esto no sólo no concierne al gobierno español de cuyos titubeos y contradicciones están sacando partido los partidos de la derecha y de la ultraderecha. Esto es culpa, por encima de todos, de la propia OMS. De ella salió la dramática proclama de pandemia. Las veces que ha di­cho una cosa y no mucho después otra o la contraria, la ponen de tal modo en evidencia que más vale que se mantenga en silencio.

Pero ¿alguien que no haya perdido el juicio puede entender que medio metro o setenta y cinco centímetros de distancia pueda ser tan concluyente como para modificar las normas de comportamiento que en tantos aspectos alcanza al modo de estar individual y a la organización de la sociedad?

Y es que estamos gobernados por necios en todas partes, a to­dos los niveles y en todas las materias. No lo digo porque esté yo, repito, en contra de este gobierno. Las estupideces, aunque solo sea por las contradicciones y lo controvertido de tantos pa­receres entre especialistas, son a escala planetaria y de la dimen­sión de otra pan­demia.

Todo esto parece un juego de disparates,  un juego infantil o un juego de auténticos descerebrados. Quien no se percate de esto que acabo de decir, no tiene más que leer, aunque solo sea por encima, «Elogio de la estulticia», de Erasmo de Rotterdam, obra escrita en 1511. Desde entonces hasta hoy no ha cambiado absolutamente nada acerca de la condición humana y de la naturaleza del poder; del poder de seres que se conciertan para decirnos a cada momento lo verdadero y lo falso, lo acertado y lo erróneo. Así ha funcionado la humanidad durante siglos, cuando el Vaticano no gobernaba pero reinaba en el mundo. Ahora la OMS y quienes están detrás de ella con toda su riqueza y sus debilidades a cuestas, mucho me temo van a convertirse en la Inquisición del siglo XXI en materia de salud pública, y todo tendrá que pasar por su visto bueno y su permiso, que es el de sus dueños para incrementar con vacunas sus ganancias o por simples ansias de poder…

Jaime Richart, Antropólogo y jurista