Glauber Rocha, el gran cineasta brasilero, decía que para hacer una película se necesitaba una cámara en la mano y una idea en la cabeza. Él, como otros cineastas de su época pensaban que la realidad era tan urgente que abundaban las razones para registrarla. Muchos de estos realizadores miraron y construyeron esa realidad con […]
Glauber Rocha, el gran cineasta brasilero, decía que para hacer una película se necesitaba una cámara en la mano y una idea en la cabeza. Él, como otros cineastas de su época pensaban que la realidad era tan urgente que abundaban las razones para registrarla. Muchos de estos realizadores miraron y construyeron esa realidad con ojos colectivos. No podía ser de otra manera. Era el pueblo como colectivo el que construía la realidad proyectada a ese futuro por tantas generaciones soñado. Fuera en documentales, como los del Cine de Base o los del Cine Liberación, o en ficción realista, como las realizaciones del Grupo Ukamau o las del Cine Experimental de la Universidad de Chile; el cine debía denunciar, proponer lenguajes y sobre todo acompañar los procesos de transformación de las sociedades latinoamericanas.
Cuando en el frío invierno de 2009, con un grupo de compañeros nos dimos a la tarea de realizar un documental sobre el cobre; consciente o inconscientemente la memoria del Nuevo Cine Latinoamericano nos abrigaba. Consciente, porque no contábamos con más recursos que una cámara prestada y una idea (confusa aún) en la cabeza. Inconsciente, porque pese a la importancia que tenía para nosotros trabajar sobre la principal riqueza de Chile, no visualizábamos el gran número de personas y organizaciones que desde ya hacía mucho tiempo venían reflexionando y tratando de concientizar sobre la importancia de recuperar la dignidad nacional, que encarna el metal rojo.
Así comenzamos un proyecto que buscaba reconstruir la historia política y económica del cobre en Chile, desde los comienzos de su explotación y las luchas por su nacionalización, hasta la actual entrega casi total del recurso. Ya con los primeros registros y lecturas observábamos que para entender la historia de Chile, por lo menos la de los últimos 120 años, era vital entender la historia minera, la del salitre y muy especialmente la del cobre. Así también, que esa historia no podía entenderse sino desde las luchas de los trabajadores, la construcción de alianzas políticas, la intervención imperialista y la coaptación de parte importante de los sectores políticos dirigentes que tempranamente concertaron con el capital norteamericano para impedir el avance de la nacionalización.
Por ello no podíamos reproducir la tesis de la unidad nacional en torno al cobre, aquella teoría del empate que inunda los pasajes de la historia nacional reciente (todos hicieron algo bueno y algo malo) y que intenta explicar por ejemplo el proceso que llevó al Golpe de Estado o el aparente continuo de la historia de la nacionalización desde Frei hasta Allende (donde incluso algunos incluyen a Ibáñez). El 11 de Julio de 1971, el Congreso Nacional aprobó en pleno la nacionalización del cobre y la gran mineria, se dice, pero se omiten todas las luchas y el trabajo de las organizaciones de trabajadores, de los partidos y movimientos de izquierda (y de sectores de la DC que representaban el ala progresista de ese conglomerado) que llevaron a establecer el consenso nacional que obligó a los sectores más conservadores del país a asumir la nacionalización del cobre como la mejor alternativa.
En 2011 ya casi concluíamos el trabajo y el movimiento por la educación volvía a poner al cobre en la discusión nacional. En las calles, en las murallas, en panfletos y en los discursos, se sintetizaban las conclusiones de economistas críticos que por años se han dedicado a estudiar la cuestión del cobre y a denunciar la pésima política nacional respecto de esta riqueza. En esos momentos, mientras registrábamos las masivas marchas en Santiago, sentíamos que cobraba más sentido aún concluir nuestro proyecto y entregarlo a todos los que lo quieran como un aporte para la construcción de la realidad que queremos, como un material que entregue más elementos para fundamentar las actuales luchas y proyectos de parte importante del pueblo chileno.
Hace pocas semanas hemos liberado en la red el resultado final de nuestro trabajo, el documental SEREC. Paradójicamente por esos mismos días el gobierno de Chile decidía entregar el litio a manos privadas, negándose con ello a una política soberana respecto de ese recurso tan estratégico en la actualidad. Tal y como hizo la Concertación con el cobre, hoy lo hace la derecha con el litio.
No podremos tener una política soberana sobre los recursos, una explotación razonable y medioambientalmente responsable de éstos, mientras no logremos instalar nuevamente que el cobre y todos los recursos naturales deben ser del pueblo de Chile y que un Estado que represente los intereses de ese pueblo debe administrarlos, para que las riquezas del territorio sean sinónimo de la riqueza de sus habitantes.
SEREC es nuestro aporte colectivo… para avanzar en esa tarea colectiva.
http://www.youtube.com/watch?
Por: Raúl H. Contreras Román
Rodrigo Salinas Muñoz
Pía Argagnon Ocampo
miembros del Colectivo Obreros Visuales