Paqui Perona, presidenta de Veus Gitanes, lleva más de 20 años promoviendo los derechos de las mujeres gitanas en el barrio de la Mina de Barcelona. Critica que los recursos de inclusión social responsabilicen a las mujeres gitanas de su situación, en vez de poner el foco en el antigitanismo institucional de género.
Paqui Perona es una figura reconocida por su activismo en el barrio de la Mina en Barcelona. Es mediadora intercultural y presidenta de Veus Gitanes/Voces gitanas, una asociación de mujeres gitanas con trayectoria profesional en la intervención social y en la promoción de la cultura gitana con perspectiva de género. Hemos conversado con ella para conocer la evolución de la situación de las mujeres gitanas en el mercado laboral y su discurso desde un feminismo comunitario.

Trabajas desde hace más de 20 años ayudando a las mujeres gitanas a acceder en el mercado laboral. ¿Cuál ha sido tu mayor reto en esta lucha?
Miro hacia atrás y me siento feliz y orgullosa de haber contribuido a ello. Cuando empezamos, atendíamos a mujeres del barrio de la Mina que llevaban décadas segregadas, con infinidad de barreras arquitectónicas y sociales. Y las consecuencias de estos procesos forzados de antigitanismo institucional las hacía vivir recluidas en sus zonas de confort; no solían salir solas de sus entornos familiares y comunitarios a otros espacios de la ciudad. Recuerdo cuando les ayudábamos a hacer el currículum y les preguntábamos en qué trabajos tenían experiencia; nos decían que en nada. Lo primero que tuvimos que trabajar fue la autoestima, que tomaran conciencia de todas las competencias que tenían y habían adquirido a lo largo de su vida como mujeres, en sus casas, en el cuidado de sus hijos, en el mercadillo.
Era tan simple como que ellas fueran capaces de transferirlas al mercado laboral formal, pues la mayoría de mujeres gitanas de la Mina llevaban vendiendo toda la vida y, sin embargo, no le daban valor, ni siquiera lo consideraban como trabajo. Muchas no estaban acostumbradas a coger el metro solas, no sabían moverse lejos de sus barrios. Hoy atendemos a las hijas o incluso a sus nietas y se nota todo lo que se ha avanzado. Sus madres, tías y abuelas son las que les han abierto puertas en infinidad de empresas a muchas jóvenes, y aunque sigue habiendo un antigitanismo brutal en el mercado laboral, muchas mujeres gitanas de la Mina están muy empoderadas laboralmente. Muchas han heredado habilidades culturales para defenderse del antigitanismo. Hay que decir que existen empresas que han cambiado y valoran tener gitanas en muchos puestos, valoran sus competencias.
Aparte del acceso al empleo, ¿cuáles son las principales luchas de las mujeres gitanas por la igualdad?
El antigitanismo institucional de género que sufrimos y que recae en todos los ámbitos. También, al igual que todas las mujeres de todas las culturas del planeta Tierra, para conseguir la igualdad tenemos doble lucha, fuera y dentro de nuestras propias culturas.
La asociación Gitanas Feministas por la Diversidad denuncia en el documental Carmen, sin miedo a la libertad la falta de acción directa para ayudar en el acceso al empleo de las mujeres gitanas y la ineficacia de los cursos de desarrollo y formación. ¿Qué opinas al respecto?
Estoy de acuerdo con ellas, la mayoría de circuitos laborales y cursos para la población gitana son recursos pensados desde una lógica individualista, poniendo el foco en las mujeres gitanas como si solo dependiera de ellas estar fuera del mercado laboral estructural. En el fondo, se culpabiliza a la cultura gitana de la exclusión que padecen la mayoría de gitanas y gitanos, y no es así. El mercado laboral está creado desde una necesidad neoliberal, desde que nacemos nos inculcan socialmente que el éxito en nuestras vidas depende del proyecto profesional y que los proyectos vitales deben ser secundarios. Y seamos realistas, la cultura gitana está sostenida desde una estructura familiar y comunitaria donde el proyecto vital está por encima de todo.
Está claro que como cultura no tenemos poder para cambiar este sistema individualista. En contraposición, la formación es la clave para optar a puestos de trabajo remunerados de calidad. Porque estar fuera del sistema mercantil nos lleva a la exclusión social. Desde que entramos en Europa los estados han hecho hincapié para que las personas gitanas accedamos a los puestos más precarios, como mano de obra barata… Esto sigue manteniéndose con políticas, es una forma de ejercer el control, también porque alguien tiene que hacer este tipo de trabajo.
Cuando se habla de machismo se tiende a dividir los patriarcados: el musulmán, el gitano… ¿Cómo explicarías a las payas que esta división es racista?
El patriarcado es una forma de organización mundial y las personas gitanas formamos parte de este mundo, no somos alienígenas. El feminismo hegemónico blanco, antes de juzgar, debe analizar cómo sus luchas están impregnadas y contaminadas de las necesidades de Occidente de incluir a las mujeres en el mercado por una necesidad de crecimiento en producción. El acceso de las mujeres al mercado de trabajo se produjo dentro de una estructura neoliberal, individualista, mercantil y machista: les hicieron creer que salir al ámbito público y trabajar las liberaría, sin tocar la estructura.
Esto acabó cargando de más responsabilidades a las mujeres fuera y dentro del ámbito familiar. Ahora a toda la clase obrera en Occidente y al movimiento feminista blanco les toca revisar qué impacto tuvo todo esto en una sociedad empujada al individualismo con un orden social competitivo. Analizar lo que hemos perdido en el camino en un sistema que no se ha preocupado en valorar el tiempo para la conciliación familiar y los cuidados de las personas más vulnerables. Hay que empezar a tener en cuenta todos los valores positivos que hemos dejado atrás, como el sentimiento de pertenencia comunitaria. Y aquí, nosotras, las personas gitanas, tenemos mucho que enseñar. Tienen que empezar a dejar de imponer y aprender un poco de los valores de otras culturas, y valorar a las mujeres gitanas por el coste que hemos tenido que pagar por negarnos a perder nuestra identidad.
¿Cuáles son los logros y las dificultades que atraviesa actualmente el feminismo gitano?
Hay feministas gitanas, yo entre ellas, pero, ¿estamos organizadas como movimiento? No creo que exista un movimiento feminista gitano. Ninguna feminista gitana de forma individual está legitimada para poner las bases y decidir por ella misma que es el feminismo romaní. Casi todas las feministas gitanas pertenecemos al mundo asociativo, o somos mujeres que llevamos luchando por nuestros derechos desde hace décadas.
Otras suelen ser mujeres licenciadas privilegiadas que viven fuera de las comunidades, fuera de barrios gitanos, que se dedican a dar grandes discursos solo en espacios feministas blancos; no militan ni hacen incidencia en las bases gitanas. La mayoría de gitanas vivimos concentradas en barrios estigmatizados con presiones sociales y antigitanismo naturalizado en todos los ámbitos, apoyadas y sostenidas en valores de vida en comunidad, que es lo que nos identifica identitariamente como personas gitanas.
Los gitanos y gitanas que vivimos agrupadas somos quienes mantenemos nuestros valores milenarios y velamos por ellos, pagando un precio por mantener la identidad comunitaria gitana. Como todas las comunidades, los procesos de las personas se entrelazan y comparten. Me refiero a una identidad compartida en la que el reconocimiento como tal debe ser de reconocimiento mutuo. En el momento que las personas gitanas abandonemos esta identidad de vida comunitaria compartida, acabaremos absorbidas por el sistema individualista, y se acabará la identidad gitana.
Por nuestra supervivencia como Pueblo es contraproducente crear un movimiento feminista consensuado desde arriba hacia abajo y no al revés. El feminismo blanco hegemónico nos debe servir para no caer en los mismos errores. Al feminismo hegemónico le debemos muchos logros pero, por otra parte, en muchas cosas no nos sirve el modelo de las blancas, ni de las gitanas que viven fuera de la cultura, ya que la mayoría de las que no viven en las comunidades son muchas veces las que el sistema legitima. Eso sí, quiero dejar claro que ellas no son culpables y que sus luchas también suman y son necesarias para todas.
¿En qué se basan las iniciativas de cooperativismo que habéis impulsado desde la asociación Veus Gitanes?
Nuestro objetivo principal es dar voz a las gitanas, promoviendo acciones que contribuyan a combatir los prejuicios y estereotipos de nuestra cultura desde una perspectiva de género e interseccional, y que van dirigidas a los medios de comunicación y a la sociedad. Luchamos para modificar la escasa y estereotipada representación de las gitanas, incidiendo en todos los ámbitos de la sociedad. Contribuyendo a la lucha de las mujeres en general para conseguir la igualdad.
Surge desde la conciencia de que, para construir un feminismo propio, lo primero es deconstruir todos los estereotipos de género que han marcado nuestro pasado, lo que nos perjudica en el presente e incluso nos afecta en nuestras propias identidades culturales. Empezamos a trabajar desde la memoria histórica y la creación de documentales audiovisuales. También hemos hecho diferentes investigaciones y recomendaciones, como Diagnóstico desde una perspectiva interseccional, basado en cómo se atiende a las mujeres gitanas en los circuitos de violencia de género que hay en Cataluña. A partir de aquí hemos hecho un recorrido, creando alianzas con otras activistas gitanas y profesionales, gitanas y no gitanas, con el objetivo de crear entre todas propuestas para la mejora de estos recursos. Porque es prioritario que todas las mujeres que están sufriendo situaciones de violencia, reciban una atención de calidad desde una perspectiva interseccional.
¿Qué iniciativas habéis impulsado este último año?
En 2024 hemos organizado en Barcelona el Segundo Congreso de Antigitanismo de Género reuniendo a gitanas activistas de toda Europa para crear alianzas. Ahora estamos en un proceso de debate y participación entre diferentes gitanas activistas de Cataluña para modificar la ley de violencia machista en Catalunya, me refiero al artículo 73 que está redactado de forma racista porque culpabiliza a la cultura gitana del patriarcado y describe a las Kalis como mujeres pasivas. También estamos presentes en diferentes espacios feministas y formamos parte de diferentes órganos, como el Consell municipal y el Plan Integral del Pueblo Gitano. Tenemos varios proyectos de intervención social y empoderamiento en distintos barrios segregados de Barcelona. Trabajamos por la promoción de la salud, el empoderamiento económico y, lo más importante, el empoderamiento cultural y la igualdad de género.
¿Cómo se organizan las mujeres gitanas que trabajan en el mercadillo? ¿Qué reivindicaciones surgen desde este espacio?
El mercadillo es una respuesta de resistencia hacia una legislación cuyo principal fin durante siglos ha sido, y sigue siendo, mercantilizar precariamente a los gitanos en una estructura de mercado patriarcal, individualista y racista, donde a nosotras siempre se nos ha expulsado. Los mercadillos son una respuesta en positivo, son una forma de resistencia laboral desde una estructura familiar, de economía comunitaria, y además cotizan y pagan sus impuestos. También de conciliación, donde las mujeres siempre han tenido un liderazgo y se les ha permitido estar desde siempre empoderadas económicamente y, lo más importante, poder escapar de los intentos de control institucional. Pero ahora es insostenible porque en los barrios segregados las respuestas de resistencia de las mujeres están cambiando.
Sin embargo, muchas siguen en la venta porque es lo que mejor saben hacer y no les queda otra salida que vender en la calle con sus carritos o a través del Whatsapp, que es como las jóvenes se están adaptando a los nuevos tiempos. En los barrios segregados y en las redes sociales se crean formas naturales de sostenibilidad económica entre las comunidades gitanas: yo compro a mi prima unas zapatillas y ella me compra pijamas para los niños. Esto es trueque, y a esto se le podría calificar como economía comunitaria feminista, pero para nosotras son estrategias de conciliación y resistencia. Es una forma de dar respuesta a las políticas de control y asimilación.
Hay varios oficios que han pertenecido a la cultura gitana como la herrería o la cestería. ¿Se conservan en la actualidad? ¿Se ha trabajado en su recuperación?
Durante los años 70 y 80 y parte de los 90, muchas entidades intentaron crear proyectos para mantener estos oficios tan gitanos y milenarios, pero lo hicieron con un coste personal y sin apoyo de las administraciones, hasta que llegó el momento en que fueron insostenibles. Incluso muchas entidades y activistas gitanas ridiculizaban los espacios donde se defendía la recuperación de estos oficios diciendo: “Otra vez los resquicios de Carlos III asomando la cabeza”. Al sistema y los poderes públicos solo les interesaba el absentismo escolar y proyectos de empleo en escuelas segregadas y en trabajos precarizados. Todo para asegurarnos estar dentro del último escalón de la sociedad.
No obstante, sí que ha habido algunas entidades que se han dedicado a fortalecer nuestros legados musicales y oficios gitanos. También hay muchos gitanos y gitanas que, de forma altruista y a través de las redes sociales, están realizando un trabajo espléndido recuperando memoria, relatos olvidados y saberes antiguos. Culturizándonos sobre nuestros legados y oficios.
¿Qué otras luchas vecinales se enfrentan en el barrio de la Mina? ¿Hay alianzas entre la lucha de las mujeres gitanas con otras luchas?
Yo no estoy involucrada en las luchas organizadas de la Mina, pero me consta que las hay. Me quedo con las luchas que surgen por la sociedad, en los barrios, de forma natural. Las respuestas que se dan desde los márgenes, desde mi realidad, porque cuando una lucha se organiza siempre la acaban monopolizando los poderes públicos. Desde Veus Gitanes estamos aliadas con grupos de mujeres gitanas y no gitanas, creemos que es crucial crear alianzas y redes con otros movimientos feministas y encontrar puntos de lucha en común para conseguir la igualdad de todas.