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Conferencia de Orlando Borrego en la Cátedra de Formación Política Ernesto Che Guevara

Si tenemos que arrodillarnos para vivir en paz, nos tendrán que matar antes

Fuentes:

El compañero del Che Guevara analiza la proclama de Fidel a Bush

Queridos hermanos y hermanas de Argentina:

Compañeros cubanos:

Recientemente leí un artículo en el periódico Página 12, escrito por un psicólogo profesor de la Universidad de Buenos Aires llamado José Topf, donde en una de sus partes expresa la importancia del recordar, y del recordar con otros. Y sobre esa afirmación, nos dice que:

¨Nos devuelve lo esencial de nuestra condición humana y de nuestra salud mental, que es la posibilidad de dolerse, la posibilidad de la ira, del llanto, y luego también, la posibilidad del alivio, de imaginar un futuro, seguir viviendo; la posibilidad de seguir amando y trabajando»

Además del contenido científico que puede encerrar esa afirmación me pareció de gran belleza como terapia estimulante para los que somos optimistas con el futuro de la humanidad.

Recordando juntos quiero volver sobre mi última conferencia en esta Universidad, en junio del año pasado [2003], con motivo del 75 Aniversario del nacimiento del Che.

Precisamente en aquella oportunidad todos nos sentíamos en un ambiente de alivio y optimismo por los cambios producidos en la Argentina con la toma de posesión de su nuevo presidente el doctor Néstor Kirchner, la asistencia de Fidel a la misma y su histórico discurso en la Escuela de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

También éramos presa de la ira al analizar los 29 actos de terrorismo que recién tenía organizado el Fürher de la Casa Negra contra Cuba y de los cuales sólo pudo ejecutar tres en aquella oportunidad. Un cuarto secuestro de avión fue neutralizado y no pudieron realizarlo.

La justicia revolucionaria pudo detener entonces las acciones terroristas estimuladas y dirigidas por el Representante de la Oficina de Intereses de la bestia imperialista en la Habana. Simultáneamente Cuba tuvo que enfrentarse a una de las campañas mediáticas más agresivas de los últimos años, ya que algunos, que hasta entonces considerábamos nuestros amigos fueron víctima del síndrome de las piernas flojas y se volvieron contra nuestra revolución haciendo de plañideras, pidiendo clemencia para los secuestradores de aviones y otros asesinos, a los que llamaban disidentes.

La razón y la verdad se hicieron patentes y la solidaridad internacional se impuso por encima de la cobardía y la falta de principios. Los cubanos éramos conscientes de que sólo disponíamos de una escasa tregua dentro de la gran batalla contra el imperio. Mientras tanto, la guerra de Irak seguía su curso ante el espanto general de los habitantes medianamente informados del planeta. Ciertos pueblos no alcanzaban ese porcentaje, entre ellos el propio pueblo norteamericano.

Llegado un momento fuimos testigos de una de las más inauditas payasadas del Fürher; se presentó ante el mundo ataviado con ridículo traje de camuflaje recién estrenado, anunciando el fin de la guerra en Irak. Más adelante se anotó un tanto, porque no podemos decir un gol, en su agenda política: la captura de Sadam Hussein, presentándolo bien despeinado y sometido a una limpieza de piojos por uno de sus captores.

A partir de entonces el ¨desertor de Vietnam¨ casi no hablaba de las armas de destrucción masiva, que había sido la única justificación para su brutal agresión al pueblo irakí.

La euforia duraría menos que un merengue en la puerta de un colegio, como se dice en Cuba; la resistencia del pueblo se haría sentir en Irak, de manera creciente y sin tregua. Cientos de soldados norteamericanos muertos comenzaron a llegar a territorio norteamericano, para ser expuestos ante sus familias en funerales prácticamente clandestinos. Por estos corredores de la muerte continuarían los vuelos ininterrumpidos de los aviones yanquis cargados de cadáveres.

La fecha de las elecciones se acercaba y se comenzó a conocer parte de la realidad. Empezaron a producirse grietas en la gran plataforma mediática, ya no era solo Al Jazeera sino la Televisión Norteamérica y de otros países, el New York Times y otros periódicos, los que tuvieron que rebelar algunas de las horrorosas escenas de la guerra. El obeso Michael Moore se las arregló para que se conociera su libro Estúpidos hombres blancos así como sus películas y documentales, que desenmascaraban no sólo al Fürher sino al gorila Rumsfeld, a Dick Cheney, a la Condolessa y los demás miembros de la camarilla siniestra del imperio.

Luego el excéntrico escritor y cineasta subiría la parada con nuevas denuncias contra el anacrónico sistema, con su nueva película Fahrenheit 9/11 premiada en el Festival de Cannes.

Si seguimos recordando juntos, no olvidemos que el Che, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en 1964, unos meses antes de partir de Cuba a ofrecer sus modestos esfuerzos en otras tierras del mundo, calificó a los gobernantes del imperio yanqui como hienas y chacales.

Ahora hay que agregar a esas fieras depredadoras otras especies más débiles pero no menos dañinas; los José María Aznar y los Tony Blair.

Al primero Fidel lo ha bautizado como La Celestina y Hugo Chávez como Polvo Cósmico.

Al segundo podríamos bautizarlo aquí en Buenos Aires, si ustedes están de acuerdo conmigo, como la meretriz de la City.

Hoy por hoy el gobierno de Bush se desmorona y como todavía existen algunos norteamericanos que no han perdido la facultad de recordar, el senador Edward Kennedy acaba de manifestar que ¨Irak es el Vietnam de George Bush¨ y el arrugado Pat Buchanan dice ¨que los ataques de Falujja y de los chiitas nos dicen que el fracaso ahora si es una opción¨.

Las fieras más fuertes se revuelcan en el pantano en que han caído, la meretriz de la city tiembla asustada, mientras que el gorila Rumsfeld lanza sus últimos alaridos, diciendo que la guerra contra el terrorismo a penas a comenzado, que ya se han liberado dos países con más de 53 millones de habitantes entre los dos y que los resultados son favorables a los Estados Unidos. Luego Bush diría lo mismo.

A sólo 90 millas del gran pantano, tan cerca que a veces tratan de salpicarnos con sus excrecencias, los cubanos observamos a las fieras heridas desde nuestro mirador convertido en fortaleza inexpugnable.

No somos ingenuos, sabemos que esas fieras heridas aún tienen fuerzas en sus garras como para tirar zarpazos contra nuestra pequeña isla a cambio de ganar las elecciones en la Florida, precisamente en la parte del pantano más pestilente y más cercano geográficamente a nosotros, donde pululan otras alimañas terroristas y vende patrias.

Esa realidad nos hace recordar de nuevo al Che en su última visita a Estados Unidos, cuando en el Programa ante la Nación y en respuesta a la pregunta de un periodista provocador, le contestaba el 14 de diciembre de 1964 lo siguiente:

«….no nos gusta ser pretenciosos. Sabemos del poderío de los Estados Unidos. No nos engañamos respecto a ese poderío. Nosotros decimos que el gobierno de los Estados Unidos quiere que paguemos un precio muy alto por esta coexistencia no pacífica que gozamos hoy, y el precio que estamos en condiciones de pagar llega solo hasta las fronteras de la dignidad, no más allá».

Los zarpazos preelectorales de Bush acaban de producirse en forma de un nuevo conjunto de medidas contra Cuba, como parte de lo que llama el tránsito de nuestro sistema a su podrida y asesina democracia.

Al igual que el Che, Fidel reconoce en su proclama del 14 de mayo que Bush:

«… ostenta el poder suficiente para destruir la humanidad y con él intenta imponer una tiranía mundial, ignorando y destruyendo la Organización de las Naciones Unidas…»

«… pero no tiene derecho alguno para hablar de libertad, democracia y derechos humanos».

El Che habló en 1964 en la Asamblea General de las Naciones Unidas, siguiendo la línea de principios de la Revolución Cubana y como un hijo más de nuestra patria. Ahora Fidel, su compañero y hermano de múltiples batallas, le contesta a Bush con el mismo lenguaje, diciéndole:

«Usted no tiene derecho alguno, que no sea el de la fuerza bruta, a intervenir en los asuntos de Cuba y proclamar a su antojo el tránsito de un sistema a otro, y adoptar medidas para llevarlo a cabo.

Este pueblo puede ser exterminado -bien vale la pena que lo sepa-, barrido de la faz de la tierra, pero no sojuzgado ni sometido de nuevo a la condición humillante de neocolonia de los Estados Unidos».

Queridos compañeros y compañeras, quisiera compartir con ustedes algunas impresiones personales acerca de la colosal marcha encabezada por Fidel el día 14 de mayo en el malecón habanero.

El pasado año expresamos aquí nuestras impresiones acerca del discurso de Fidel en la facultad de derecho de UBA, ahora les hablo de nuestra marcha histórica y de la Proclama de un adversario al gobierno de Estados Unidos, leída por él ese día.

Nosotros los cubanos estamos acostumbrados a las grandes manifestaciones de apoyo a nuestra revolución. También hemos aprendido a hacer cálculos de la cantidad de pueblo que se congrega en la Plaza de la Revolución en la Habana, ya sea para celebrar un aniversario más del triunfo de la Revolución, un Primero de Mayo por la fiesta de los trabajadores o para expresar nuestra protesta por las agresiones reiteradas del imperio que tenemos de vecino.

Catorce días antes de esta marcha nos encontrábamos en la Plaza celebrando el 1 de mayo, acompañando a unos jóvenes argentinos de Córdoba a los cuales les había prometido compartir con ellos la participación en aquella concentración de pueblo. Era la primera vez que visitaban nuestro país y querían acercarse a la tribuna para ver bien a Fidel y tirar algunas fotos.

Todos pensábamos que Fidel hablaría 40 minutos, pero se tomó dos horas. Como no podíamos casi movernos del lugar donde nos encontrábamos, uno de los cordobeses comenzó a sentirse agotado y tuve que hacer un gran esfuerzo para llevarlo a un lugar más propicio para que descansara. Fijamos un punto de reencuentro para los otros dos que nos acompañaban y logramos llegar a un lateral de la plaza donde el adolorido visitante pudo sentarse a descansar unos minutos.

Al terminar el acto miraba el rostro de mis amigos argentinos y escuchaba sus comentarios. Pero si la impresión de aquellos jóvenes resultaba lógica por ser la primera vez que presenciaban una manifestación de pueblo como aquella, según decían, quiero decirle que yo estaba impactado de igual forma y pensaba para mis adentros que aquella era la mayor concentración que había presenciado en la Plaza. No se olviden que este viejito, como me dice el párvulo Néstor Kohan, lleva más de cuarenta años asistiendo a la Plaza de la Revolución. El 1 de mayo calculé que había más de un millón de personas.

Pasaron 14 días como ya dije y se produce la marcha frente a la oficina de intereses de los Estados Unidos. El viejito de marras salió de su casa a las cinco de la mañana, caminó como tres kilómetros y se detuvo en el lugar de concentración que le correspondía. Allí permanecí 2 horas, esperando que comenzara la marcha, debía caminar unos 3 o 4 kilómetros más hasta pasar por la sede yanqui. Cerca de donde estaba concentrado se habían instalado amplificadores para escuchar el discurso de Fidel, que una vez terminado, daría inicio a la gigantesca manifestación.

El Jefe de la Revolución comenzó a hablar despacio y con el máximo de concentración, el silencio era absoluto y solo se escuchaba el ruido producido por millones de banderitas de papel que flotaban en manos de la inmensa muchedumbre.

La proclama leída por Fidel iba ganando en fuerza convincente, resaltando esas verdades aplastantes a que nos tiene acostumbrados. El orador reiteraba que su objetivo no era ofender ni insultar a Bush.

Hubo momentos cumbres, como cuando Fidel expresó la ya mencionada advertencia:

«Usted no tiene moral ni derecho alguno a hablar de libertad, democracia y derechos humanos».

En ese instante, además del ruido de las banderas de papel, explotó el grito masivo de millones de gargantas pronunciando la frase: Bush fascista, no hay agresión que Cuba no resista.

Volvíamos a la calma y al silencio para escuchar las palabras de Fidel, hasta que la proclama alcanzó el pináculo con la frase:

«Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan».

En ese instante un gran conglomerado de obreros de la construcción que se encontraba frente a nosotros estalló en gritos de Viva Fidel, Viva Fidel. Avancé hacia ellos y todos nos abrazamos, sin conocernos, como por acción refleja. Miré a mi alrededor y vi hombres, mujeres y jóvenes, muy jóvenes con lágrimas en los ojos. El Che Guevara volvió a nuestra memoria, esta vez en lo expresado en su carta de despedida cuando se marchó de Cuba para ir a combatir en el Congo, refiriéndose a la actitud asumida por Fidel cuando la crisis de octubre:

«Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios».

Creo sinceramente, que una sensación parecida a la del Che, fue la que sentimos en aquel momento, junto a los obreros de la construcción y los millones de cubanos que escuchaban a Fidel el 14 de mayo del 2004.

Terminada la marcha regresé a mi casa y unas horas después me visitó un compañero y amigo muy cercano, nos miramos como retándonos para ver quien preguntaba primero. De pronto le solté sin más preámbulo ¿Qué te pareció la proclama del Fifo (como le decimos cariñosamente a Fidel en Cuba)? Movió la cabeza evidentemente emocionado y me contestó. ¿No te das cuenta que es tan grande que es capaz de sorprendernos siempre con algo nuevo y original?

Hoy vuelvo a sincerarme con ustedes, para decirle de todo corazón, que si el año pasado les dije en este mismo lugar, que el discurso de Fidel en la UBA se convertiría en un clásico para los pueblos de América Latina, hoy les digo que la Proclama de un adversario al gobierno de los Estados Unidos leída por Fidel en la Habana, pasará a la historia como uno de los documentos más trascendentales para los pueblos de América y del mundo.

Al celebrar el 76 aniversario del nacimiento del Che junto a ustedes, nuevamente, juramos ser fieles a su memoria y repetimos con él que :

«Si tenemos que arrodillarnos para vivir en paz, nos tendrán que matar antes».

Y si llegara el día del: Salve, César, los que van a morir te saludan, allí estaremos, junto a Fidel, aunque a diferencia del circo, porque será portando un AK, una pistola, una granada o millones de piedras como los niños palestinos contra los tanques de Sharon.

Viva Cuba. Viva la Argentina.
Vivan los demás pueblos de América y del mundo.
HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

Buenos Aires, 28 de junio de 2004