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Cronopiando

Siempre les quedará el fraude

Fuentes: Rebelión

Dicen populares, socialistas y demás compañeros del entorno, así tengan asiento en redacciones o tribunales, que Sortu es la «continuación de Batasuna», un «instrumento creado por Batasuna que está al servicio de ETA» y que detrás de esa formación hay «militantes y dirigentes de partidos ilegalizados que no tienen credibilidad», «que siguen guardando cómplices silencios […]

Dicen populares, socialistas y demás compañeros del entorno, así tengan asiento en redacciones o tribunales, que Sortu es la «continuación de Batasuna», un «instrumento creado por Batasuna que está al servicio de ETA» y que detrás de esa formación hay «militantes y dirigentes de partidos ilegalizados que no tienen credibilidad», «que siguen guardando cómplices silencios y sólo buscan llevar a la izquierda abertzale a las «instituciones democráticas».

Lo reiteran todos los días en que descubren como «simple cosmética» los pasos dados por la izquierda abertzale para «ganar credibilidad y colarse en las instituciones»

Y es tanta la insistencia en señalar el peligro de que la izquierda abertzale «vuelva a las instituciones» que hasta he llegado a pensar si, con tanto acomodo de la ley electoral y ajuste sobre ajuste para mejor desajustar la ley, no se habrá creado, sin yo enterarme, un acápite nuevo que otorgue votos y representación a los partidos con, simplemente, inscribirse.

Porque para que un partido llegue, vuelva o se cuele en las instituciones, se precisa algo más que la inscripción. Se necesitan respaldos, apoyos, confianzas… eso que llamamos votos y que, cuando se abren las urnas, suman y determinan nuestra voluntad. Y los votos, se supone, son la manera en que se expresa la ciudadanía en un proceso electoral que no sea un fraude y en un Estado que responda al derecho.

En consecuencia, nada más hermoso y democrático que permitir que sea la libre y soberana decisión del pueblo la que impida el acceso de cierto maligno partido a nuestras impolutas instituciones.

Se cuenta para ello con una sociedad madura y responsable, según reconocen los mismos medios de comunicación. De hecho, entre todas las distintas falanges, frentes nacionales y demás partidos de la extrema derecha española que, inscritos y registrados, participaron en las últimas elecciones, apenas si alcanzaron a sumar un 0.3% de los votos que, naturalmente, los dejaron lejos, muy lejos, de las instituciones porque así lo decidió la voluntad popular, en lo que constituye una evidente prueba de que la ciudadanía no se deja engañar y apreció en las candidaturas de esa extrema derecha la continuación de la dictadura, un instrumento creado por el franquismo y que está al servicio del fascismo.

Y de la misma forma ese pueblo sagaz supo, aún cuando los medios de comunicación no se lo advirtieran, de los nexos de militantes y dirigentes de esos partidos con el régimen. La ciudadanía no aceptó la simple cosmética a la que se habían sometido transformando maneras y opiniones en otras que merecieran una mayor credibilidad.

El pueblo, mayor de edad y curtido en espantos, no pasó por alto las oportunidades desperdiciadas por la extrema derecha para ser creíbles condenando atentados ante los que guardaron cómplice silencio. Por ello el 0.3%.

Cierto es que, también, cada vez que ese pueblo ha debido elegir entre el azul-verdoso o el verde-azulado se ha quedado con las dos opciones no obstante apreciar en los dos colores la continuación de la dictadura, al margen de una farsa electoral que dio continuidad al franquismo y que está al servicio del Imperio.

Y de la misma forma, ese pueblo sagaz supo e ignoró, porque los mismos medios que no se lo advirtieran se encargaron de que volviera a olvidarlo, los nexos de militantes y dirigentes de esos partidos con el régimen y con sus herederos. La ciudadanía terminó tragando la simple cosmética a la que se habían sometido transformando maneras y opiniones, tortura más tortura menos, en otras que merecieran mayor credibilidad.

El pueblo, no obstante ser mayor de edad y estar curtido en espantos, sigue votando a la clase política que aborrece, por más silencios que mienta y más corrupta que se muestre. Por ello el 80%.

Bueno sería no olvidar que, en cualquiera de los dos casos es el pueblo… y sí, sus circunstancias, pero nadie mejor que él para llevar, devolver o colar su voluntad en las instituciones.

Y en el peor de los casos, ya que no París, siempre les quedará el fraude.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.