Este jurista italiano, que preside el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, conoce bien la realidad española. Ha participado en diferentes visitas e inspecciones. DIAGONAL.: ¿Se ha avanzado desde su última visita? MAURO PALMA.: La cuestión del diagnóstico siempre es un tema dual. Me encuentro siempre con las mismas dificultades […]
Este jurista italiano, que preside el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, conoce bien la realidad española. Ha participado en diferentes visitas e inspecciones.
DIAGONAL.: ¿Se ha avanzado desde su última visita?
MAURO PALMA.: La cuestión del diagnóstico siempre es un tema dual. Me encuentro siempre con las mismas dificultades de respuesta: hay elementos negativos y positivos. Pero quisiera que la respuesta no fuera negativa del todo. Hay desazón, claro: cuanto más hablamos de derechos humanos más violaciones constatamos. El énfasis en la lucha contra el terrorismo ha abierto la puerta a la extensión de estas prácticas. La seguridad como fetiche, los discursos de firmeza… han desdibujado el derecho internacional. Se ha producido el traslado de presos [a Guantánamo] en el Estado español en vuelos ilegales. Bajo dos ejecutivos diferentes, cabe destacarlo. Eso es lo negativo: que la tensión entre derechos humanos y lucha antiterrorista no cesa y es permanente.
D.: ¿Y lo positivo?
M. P.: El Comité para la Prevención del Consejo de Europa cumplió 20 años en 2008. Ya no veo presos con cascos «para evitar autolesiones» durante las entrevistas: eso ya es arqueología. En dos décadas hemos mejorado las condiciones de privación de libertad en Europa, las autoridades están más atentas y hemos generado estándares normativos, homogeneizando la lucha preventiva, constituyendo organismos fuertes y sólidos con sistemas de vigilancia que permiten investigaciones reales.
D.: ¿Y qué papel debería jugar el Protocolo Facultativo?
M.P.: Sobre todo, no puede ser otra oportunidad perdida. Deben constituirse mecanismos nacionales efectivos e independientes. Completamente independientes. El Protocolo incorpora una novedad destacada: se debe considerar a la sociedad civil, a aquellos agentes que trabajan en la arena cotidiana de la lucha por la erradicación de la tortura. La lucha contra la tortura es, sobre todo, una construcción cultural. Y hay muchas dificultades a superar. En nuestras visitas, los gobiernos siempre nos quieren acompañar. Agradecemos la gentileza. Pero necesitamos independencia y confidencialidad: ¿cómo bajar a los calabazos de Intxaurrondo y mantener una entrevista confidencial, por ejemplo? La prevención requiere eso: información completa y clara sobre los centros de detención y posibilidades de investigación. Y muchos Estados, amparados de nuevo en la lucha antiterrorista, siguen siendo refractarios y reacios.