A la hora de justificar el menguado Presupuesto General de la Nación (PGN) para el 2018, el mismo Santos señaló que ya que la economía va mal; el pueblo colombiano tiene que apretarse otra vez el cinturón, esta vez resignándose a la miseria del gasto social para el 2018. ¿El presupuesto del posconflicto? Bastante bochornoso […]
A la hora de justificar el menguado Presupuesto General de la Nación (PGN) para el 2018, el mismo Santos señaló que ya que la economía va mal; el pueblo colombiano tiene que apretarse otra vez el cinturón, esta vez resignándose a la miseria del gasto social para el 2018.
¿El presupuesto del posconflicto?
Bastante bochornoso es para un presidente que asegura estar construyendo la paz de Colombia, tener que justificar la rebaja del presupuesto público, en los sectores que dinamizarían la construcción de la paz con transformaciones sociales.
Son indignante las rebajas del presupuesto en Ciencia y Tecnología (41.6%), Recreación y Deporte (70%), Agricultura (28.7%) y Ambiente (18%), cultura (13,7%). Mientras el sector de Defensa que se ha encargado de perseguir y asesinar líderes sociales, merece un aumento de un 5.4%. Indignante también, que los gastos de funcionamiento del Estado represivo sigan siendo intocables y, que el pago de la deuda externa sea más grande que la inversión en el futuro de los colombianos.
Las reacciones no se hicieron esperar en las redes sociales, videos, movilizaciones, protestas y eventos especializados de ambientalistas, científicos, deportistas, estudiantes, artistas y personas de toda Colombia, que no comprendemos como un país que se supone está en proceso de reconciliación nacional, no cuenta con los recursos para la inversión social, y más irónico aún; Ni siquiera para implementar el acuerdo de desarme de las FARC, que ya cumplieron con la entrega de armas y de los recursos, mientras que el gobierno no les ha cumplido ni el 15% de lo pactado.
El modelo económico del presupuesto
Al analizar el presupuesto para el 2018, presentado por el presidente al parlamento, se evidencia la contradicción de un país ilusionado con las transformaciones sociales y, la realidad del fortalecimiento del aparato represivo del Estado, a costas del conjunto de la inversión social. La Primera conclusión, es que se prioriza los gastos en la represión social.
De igual manera, el intocable pago de la deuda externa, demuestra las reales intenciones detrás del deterioro de la inversión: asegurar a toda costa la confianza inversionista, manteniendo a Colombia en un concepto favorable de las aseguradoras de riesgos, en otras palabras asegurarle a los capitales transnacionales, que pase lo que pase con las finanzas de este país, pueden seguir manteniendo su tasa de ganancia. El presupuesto para la deuda nunca va a ser reevaluado, pues Colombia cuenta con la ley de sostenibilidad fiscal, que señala que antes de cubrir cualquier derecho de los colombianos, la prioridad del gobierno es cumplir con las deudas extranjeras, esta es la Segunda conclusión.
Pero aún si no existiera la sostenibilidad fiscal, ni siquiera las preferencias por el pago de la deuda, la oligarquía diría que el presupuesto tiene que bajar porque no se han recolectado los impuestos suficientes. La reforma tributaria, que debía servir para incrementar el presupuesto de 2018, apenas aumenta el recaudo en 1%, lo que demuestra que es una reforma errónea. La eliminación de los impuestos para los ricos y las empresas: el impuesto a la riqueza, la sobretasa y el impuesto al patrimonio son las verdaderas razones de que no haya suficientes ingresos en el país, como también lo es el rechazo a la construcción de una industria pública nacional. El sistema tributario colombiano rebaja los impuestos a los ricos y los aumenta a los pobres, esta es la Tercera conclusión.
La economía que se encuentra en los cálculos de los empresarios y el Banco de la República, es la de garantizar la ganancia del capital. Mientras que el peso del modelo de desarrollo excluyente, lo sufrimos los colombianos en nuestra indignación actual con el presupuesto y la reforma tributaria. Por esto, los diferentes sectores sociales y las regiones, no tienen más alternativa que hacerse oír con las movilizaciones y los paros en contra los megaproyectos de depredación ambiental y ecológica, de la gran minería, de los TLC, de la importación de mercancías que tienen agonizando la industria nacional o de productos agrícolas que quiebran la economía campesina.
Las soluciones reales al déficit fiscal
Si a la oligarquía colombiana le interesara fomentar la economía del país, haría todo lo contrario a lo que está haciendo ahora, pero se niega a discutir el modelo económico porque no puede ir en contra de su interés de mantener la desigualdad. Un proceso de transición a un país mas justo, necesita iniciar con reformas al modelo económico que cuenten con el concurso del conjunto de la sociedad, unos mínimos para la paz:
Una reforma tributaria estructural que tribute realmente la riqueza y no la pobreza; y además, proteja la economía nacional dejando de hacer exenciones a las multinacionales.
Un cambio en el modelo productivo, que fortalezca la industria nacional en diversos sectores económicos y la proteja, de la competencia desigual que han generado los TLC’S firmados en la actualidad.
Tocar la deuda pública, ser capaz de congelarla y/o reprogramarla como han hecho varios países latinoamericanos, en su intención de proteger la soberanía nacional y a sus pueblos por encima de sus deudas con el sector privado.
La lucha contra la corrupción debe hacerse realidad, modificando el funcionamiento del aparato estatal.
Fomentar los derechos sociales para toda la población sin distinción, como regla para dinamizar cualquier proyecto económico y social de país en el largo plazo.
Estas reformas básicas deben conducir a disminuir la desigualdad en la que vivimos y ayudar a sentar las bases para un nuevo modelo económico y social, lo demás son excusas y maquillaje de la clase dirigente en su intención de evitar los cambios que necesita Colombia.
Colombia, un país en guerra
El presupuesto para el 2018, continuará los debates en el parlamento, van a cambiar algunos porcentajes y se pellizcarán algunas migajas, de un sector para otro; pero en esencia se mantendrá la misma filosofía que se tuvo en cuenta para su elaboración: Se incrementan los gastos para la guerra y los pagos de la deuda externa, mientras se disminuye el gasto social y se aplaza las inversiones para la paz.
Así, la paz se queda en una eficaz retórica para ganar el premio Nobel, mientras la guerra se sigue ensañando contra la población humilde e indefensa.