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Sin justicia no hay paz

Fuentes: Rebelión

Sorprendente el editorial titulado «No puedo respirar” de El Espectador, pues inesperadamente reconoce el estallido social en los Estados Unidos relacionándolo directamente con la intolerable situación de opresión que una élite minoritaria ejerce  sobre una mayoría aplastada y desoída.

También causa sorpresa que semejante «concepción analítica» no sea usada ni sirva para apreciar la misma  violencia “sistémica” que en Colombia una élite minoritaria ejerce sobre una amplia mayoría de personas de todos los colores, pues aquí, además del racismo soterrado, también pesa el infortunio de no tener o de atravesarse  en el camino del progreso de esa elite que asume el control del Estado  para fortalecer sus negocios legales e ilegales.

¿Cuántas veces la rodilla asfixiante de un policía o militar colombiano ha asesinado gente de esa (pobre o inconforme)? ¿Por qué aquí no merecen siquiera una mención crítica? ¿Por qué aquí la resistencia, la indignación y los disturbios causados por  una “frustración profunda” son presentados siempre cómo vandalismo o expresión de oscuros intereses?

Las golpizas a vendedores pobres; los desalojos en plena pandemia; enviar a millones de trabajadores a la enfermedad con una medida que no es de aislamiento, ni es inteligente, ni obligatoria; las masacres por acción u omisión en las cárceles;  la actitud de la policía durante el paro de noviembre del año pasado que incluye el asesinato a sangre fría de Dilan Cruz; los crímenes contra  líderes sociales; las muertes y torturas a manos del ejército sobre campesinos desarmados; el espionaje y amenazas contra periodista y figuras opositoras; la ñeñepolítica impune gracias a las desviaciones hechas por su ñeñefiscalía; los millones de pesos gastados en camionetas, armas y publicidad para el gobierno, mientras millones sufren hambre y abandono; los exabruptos de una fiscalía de bolsillo y unos jueces sin independencia: La justificación de eso y de toda la corruptela de una verdadera mafia en el poder que infectó al legislativo y convirtió la justicia colombiana en “lawfare” para quien se oponga e impunidad para los amigos mafiosos.

 ¿Por qué en Colombia esas manifestaciones no son “una metáfora de cómo el sistema aplasta a las personas”?

Caben conjeturas: el editorialista no ha visto las imágenes de las protestas en Estados Unidos que unen negros y blancos tras el mismo reclamo por justicia, o desde la visión del “negrito” cómo buen salvaje cree que esos sí, pero estos “vándalos zarrapastrosos” de acá, No. Porque aquí “todo está muy bien”.

Miremos nuestro país, reconozcamos nuestra gente y nuestros problemas. No olvidemos la veracidad profunda de algo que es cierto  en EEUU, en  Colombia y en Cafarnaúm: sin justicia no hay paz.