Ángel Viñas afirma en su último libro que el oro del Banco de España “se utilizó en Francia y la URSS para convertirlo en divisas (francos, libras, dólares esencialmente) para hacer frente a los gastos de la guerra ligados a las importaciones (bélicas y no bélicas) absolutamente necesarias”.
Durante el primer año de la guerra de 1936, según los datos del Comisario del Pueblo para el Comercio Exterior (NKVT), la Unión Soviética exportó a España 19.800 toneladas de trigo; 10.671 de centeno; 83.903 toneladas de aceite combustible y 70.113 de gasolina; 17.716 de hierro fundido, además de camiones, tractores y medicinas, entre otros apartados. En el periodo 1936-1938, respecto a las exportaciones republicanas a la URSS, destacaban el plomo, las frutas, el aceite de oliva o los tejidos de algodón.
Más allá de los cuadros estadísticos, un análisis profundo de las relaciones entre la Unión Soviética y la II República española puede hallarse en el volumen Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin, de Ángel Viñas. El libro de 510 páginas ha sido editado por Crítica en enero. Historiador, economista y diplomático, Viñas ha sido catedrático en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Es coautor de El desplome de la República (2022) y Castigar a los rojos. Acedo Colunga, el gran arquitecto de la represión franquista (2022); en 2021 publicó El gran error de la República. Ángel Viñas afirma en su último libro que el oro del Banco de España “se utilizó en Francia y la URSS para convertirlo en divisas (francos, libras, dólares esencialmente) para hacer frente a los gastos de la guerra ligados a las importaciones (bélicas y no bélicas) absolutamente necesarias”. La siguiente entrevista se realiza por correo electrónico.
-¿Qué evaluación general realizas de la ayuda soviética (incluidas las relaciones comerciales, diplomáticas y el respaldo militar) a los gobiernos de la II República?
Para suministrar la base necesaria, desde el punto de vista documental y crítico, he escrito el libro. Hay cosas sabidas, generales, y otras no sabidas. Como siempre el diablo está en estas últimas, porque solo se contestan con documentos primarios cuya búsqueda lleva tiempo y cuyo análisis y contextualización incluso requiere más esfuerzo aún.
En dos palabras: sin la ayuda soviética, la República hubiese rápidamente perdido la guerra. Aguantó, como pudo, en medio de tremendas tempestades políticas, militares e internacionales. Es obvio que no podía ganar contra Franco, el Eje y la no intervención. Aun así, resistió lo que pudo. Fue su desastre y su gloria. Nadie, salvo los abisinios y los chinos, había resistido la embestida fascista. En Europa las democracias (salvo el Reino Unido) tampoco lo hicieron después. A mí siempre me ha sorprendido que no se reconozca abiertamente tal dato.
-¿Fue más importante la cooperación de la URSS que la llevada a término por la Alemania nazi y la Italia fascista a los golpistas españoles?
No. Pero sí lo fue durante un par de meses al principio, digamos octubre/noviembre de 1936. En cuanto Hitler subió el ritmo de suministros (Legión Cóndor) y Mussolini disparó el envío de tropas (aunque no todas fueron de primera línea) y los británicos apretaron las tuercas y Blum se echó atrás, la República había perdido tanto territorio y tantos recursos que la derrota era inevitable. La URSS mantuvo su apuesta más o menos durante diez meses más. Después dejó a la República a palo seco otros tantos. Tales discontinuidades fueron dramáticas. Sin contar con que la creación de un Ejército Popular de nuevo cuño, capaz de enfrentarse a tres o cuatro (incluidos los marroquíes) de carácter profesional no fue una tarea sencilla. Por lo demás, no hay que olvidar que Mussolini ya había aprobado una ayuda militar a los golpistas ANTES del 18 de julio.
-¿Qué posición adoptaron Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos?
Este tema es el más conocido. Brevemente, los anglosajones se inhibieron. Francia vaciló, aunque no al principio. Ayudó indirectamente: permitió la actuación de agentes republicanos en su territorio; fue base de salida de las Brigadas Internacionales; compró un 25 por ciento de las reservas de oro. Los otros dos fueron mucho más duros y empresas norteamericanas apoyaron eficazmente a Franco. Hoy un historiador español desprecia olímpicamente el marco internacional de la guerra civil. A eso se ha llegado.
-¿Qué grandes mitos propaló la dictadura franquista a partir de la cooperación entre la URSS y la II República/Frente Popular? (“El oro de Moscú es un tema absolutamente básico para diseccionar la mitografía conservadora (amén de la ultraderechista) en su componente básico de ‘proyección’, es decir, en su atribución al enemigo de comportamientos propios, personales y colectivos”, escribes).
El primero y principal es que, como tú dices, montó una contrahistoria basada en ese principio de proyección. Ya en la preparación de la conspiración se observa su eficacia (hay que impedir un golpe comunista, hay que cortar radicalmente la violencia que practicaban los “rojos”). Luego lo aplicaron al marco internacional y a las disputas entre los republicanos. Asumieron la noción de “cruzada” y al final se habían obsesionado tanto con los comunistas que ya nunca más dejaron de presentarlos como el enemigo más sustancial y permanente de la PATRIA. Cabe afirmar que los elementos esenciales de esa interpretación fueron asumidos, sin solución de continuidad, durante toda la dictadura.
Ciertamente, no en el extranjero, pero los autores extranjeros escribieron sus obras sin apoyo de la documentación española (reservada a los proclives al régimen, si bien solo selectivamente). La historia de lo que pasó y por qué pasó ha empezado a escribirse en el período democrático.
-La República española reconoció de iure a la URSS en 1933, aunque sin establecer relaciones políticas ni diplomáticas. ¿Cuál fue la realidad –años después- sobre el oro del Banco de España depositado en Moscú y para qué se utilizó?
Se pasaron más de dos años, con alguna interrupción, negociando bajo cuerda para lograr una definición de las relaciones diplomáticas y comerciales lo más parecida posible a las que tenían Francia y Gran Bretaña. A pesar de las reservas de los partidos de derecha, la negociación continuó bajo los gobiernos radicales. Incluso he encontrado atisbos en 1935, si bien ya muy apagados. El proceso estaba en marcha de todas maneras antes de las elecciones de febrero de 1936.
El oro se utilizó en Francia y la URSS para convertirlo en divisas (francos, libras, dólares esencialmente) para hacer frente a los gastos de la guerra ligados a las importaciones (bélicas y no bélicas) absolutamente necesarias. Hoy no guarda ningún misterio. Prácticamente todos los aspectos relevantes han sido identificados. Quedan, desde luego, algunas cuestiones. Debo reconocer mi fracaso total y absoluto a la hora de convencer a las autoridades españolas de que no hubiera sido una mala idea patrocinar una convención de historiadores de ambos países para abordar los puntos oscuros.
¿Qué función ejerció –respecto a este metal- el ministro de Hacienda (1936-1938) y presidente del Gobierno (1937-1939) Juan Negrín, del PSOE?
Negrín, por encargo del gobierno, asumió las modalidades de envío y de gestión de la conversión de las reservas metálicas en divisas. Lo hizo en estrecho contacto con Largo Caballero y solo a partir de mayo de 1937 hasta abril de 1938, cuando la cartera de Hacienda la asumió Méndez Aspe. La operación de envío y conversión se llevó a cabo en el más estricto secreto, aunque una parte se filtró a los sublevados desde el comienzo mismo de la guerra.
-Dedicas un apartado de la investigación a “la cuestión de los precios” (y los tipos de cambio múltiples) en las exportaciones soviéticas a España. ¿A qué te refieres?
Desde 1974-1976 he estado pensando que habría que escribir algo sobre el comercio bilateral. Hasta ahora no he tenido tiempo de hacerlo. Hay que darse cuenta de que el soviético era un sistema económico antitético al capitalista. También bastante desastroso. Las implicaciones para el comercio exterior se han estudiado en muchos países, pero no para España. Básicamente lo que he encontrado es que los soviéticos aplicaron a la República dos regímenes: uno parecido al que utilizaban con otros países sobre materias primas, semitransformados y bienes de capital, y otro, referido al material bélico, basado en tipos de cambios múltiples. Franco, por cierto, aplicó un sistema parecido y lo hizo a todas las exportaciones españolas a finales de los años cuarenta.
El porqué de la decisión no lo he visto documentado, pero así fue. Por lo demás, la URSS no era exportadora de armamento. Había enviado algunas armas a China en los años veinte. Luego, a mitad de los años treinta, remitió grandes cantidades. Así que he tenido que establecer ciertas hipótesis. A pesar de todos mis esfuerzos no he encontrado ninguna obra que explicara las razones. Este era un tema adecuado para tratar en una conferencia de historiadores.
-Por último, tras años de investigación en los archivos, ¿qué consideración tuvo –a grandes rasgos- Stalin de la República española? ¿Has constatado algún tipo de evolución?
Stalin, salvo que aparezcan nuevos papeles, creo que jugó bastante limpio con la República española. No podía ponerse en primera fila y recomendó a los republicanos que se apañaran con sus aliados naturales, que eran los franceses e ingleses. Tal no fue el caso y del otoño de 1937 al otoño de 1938 se dedicó a incrementar el nivel de autoprotección soviético frente al Japón y al Tercer Reich. En su opinión, contraria a la de sus funcionarios, había que reducir el nivel de apoyo a la República. Esto es conocido. Donde yo he avanzado un poco más es a la hora de reconstruir a partir de noviembre de 1938 las circunstancias que llevaron a una nueva oleada de suministros bélicos que ya prácticamente no llegaron a España.
Las relaciones hispano-soviéticas están en la base de, con este, cinco libros que he escrito (El desplome de la República escrito con Fernando Hernández Sánchez). No conozco a ningún otro historiador, español o extranjero, que puede exhibir tal palmarés. Ciertamente no hay muchos y yo he tratado de ir un poco más lejos que Daniel Kowalsky o Frank Schauff. Discrepo fundamentalmente de otros autores anglosajones, influidos todavía por el síndrome de la guerra fría. Aun así, reconozco que quedan paneles de sombra.
Una observación final. El estudio de la guerra civil vista del lado republicano es penoso a causa de las discrepancias esenciales que se desprenden de los escritos de los protagonistas. Todo el mundo echa la culpa a los otros. Los políticos de la guerra tienen su cohorte de historiadores. Por eso empecé mi libro El gran error de la República con una referencia al documental de Jaime Camino La vieja memoria. Al comienzo de la Transición es como si no hubiera transcurrido el tiempo.
La única forma de poner un poco de orden es, en mi modesta opinión, acudiendo a los documentos políticos, económicos, militares y diplomáticos de la época. Y ensamblarlos con los archivos relevantes extranjeros. Pocos lo han hecho y menos aún han dedicado tanto espacio a los preparativos del golpe de 1936 en sus dimensiones fundamentales.
En realidad, fue un asalto al régimen republicano de carácter monárquico, militar y fascista que el Gobierno de la época no pudo o no supo (descarto el que no quisiera) cortocircuitar. Todavía está por ver que alguien haya desmontado la evidencia que he ido acumulando en La conspiración del general Franco, 2012; El primer asesinato de Franco, 2017, ¿Quién quiso la guerra civil?, 2019, y El gran error de la República, 2021. Pero como yo trabajo inductivamente desde documentación primaria siempre puede escapárseme alguna y verme confrontado con otras interpretaciones.
Yo mismo lo haré sobre mí en mi próximo libro. No hay historia definitiva. Mal que pese a la derecha… y a la izquierda.
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