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Entrevista a César Llorca, dirigente histórico de CCOO del País Valenciano, que acaba de publicar el libro “Este fue mi único camino”

«Sin las luchas del movimiento sindical hoy no habría democracia»

Fuentes: Rebelión

Explica Vicenç Navarro que en el año 1976 hubo 1.438 días de huelga por cada mil trabajadores (la media de la Unión Europea se cifró en 390 días). Incluso el New York Times escribió que la agitación social suponía un peligro para la incipiente monarquía española. Este periodo de la Historia de España, a menudo […]

Explica Vicenç Navarro que en el año 1976 hubo 1.438 días de huelga por cada mil trabajadores (la media de la Unión Europea se cifró en 390 días). Incluso el New York Times escribió que la agitación social suponía un peligro para la incipiente monarquía española. Este periodo de la Historia de España, a menudo oculto bajo el oropel de la memoria de la transición, es la que el veterano dirigente y fundador, entre otros, de las Comisiones Obreras del País Valenciano, César Llorca, pretende rescatar en su relato autobiográfico «Este fue mi único camino», recientemente publicado.

El autor aspira a trasladar el legado de las luchas sindicales a las nuevas generaciones, antes de que sea demasiado tarde. Como una vez le dijo Antonio Palomares (otro histórico del Partido Comunista del País Valenciano), «El día que muera Carrillo caerá una losa sobre todo lo que han hecho los comunistas en este país». En un plano personal, la autobiografía sirve también al autor para excusarse ante su familia por el tiempo de convivencia que le ha restado la militancia sindical.

Qué mensaje pretende transmitir con este relato autobiográfico?

En primer lugar, que, aunque haya una verdad oficial que lo niegue, la conquista de la democracia es, en buena parte, fruto de las luchas del movimiento sindical. Se pagó un alto precio en forma de tortura, cárcel y muerte. Esto es algo que deben conocer las jóvenes generaciones.

Señala una fecha muy significativa en su vida, el 20 de enero de 2009.

Porque precisamente ese día escribí una carta muy extensa a mis hijos, que posteriormente se transformaría en «Éste fue mi único camino», un libro de 30 capítulos y una conclusión, que pretende salvar del olvido las luchas del movimiento obrero contra la dictadura. También es una forma de excusarme ante mi familia por el tiempo que no he pasado con ellos por dedicarlo a la militancia sindical.

Cómo evoca sus inicios en la clase obrera?

Recuerdo que llegué a casa pringado de grasa por todas partes. Era mi primer trabajo. Me sentía orgulloso de trabajar y ganar mi primer sueldo. Después llegó el exilio.

Tuvo que marcharse a Francia

Como casi dos millones de españoles, tuve que marcharme del país, en concreto, a Francia. Esta experiencia me transformó. Francia es un gran pueblo. Toda la gente que allí conocí se declaraba antifascista. También conocí a españoles políticamente organizados, tanto en el partido socialista como en el partido comunista. Por cierto, ingresé en el PCE el mismo día que el franquismo fusiló a Julián Grimau, el 20 de abril de 1963.

¿Cómo se formó en el marxismo?

Fui a la escuela del partido en la República Democrática Alemana. Pero el impacto mayor lo recibí durante la visita al campo de concentración de Buchenwald, uno de los mayores en territorio alemán. Allí comprobé in situ la barbarie que representó el nazismo y me prometí luchar toda la vida por la libertad y la democracia.

Y su experiencia en el sindicalismo de fábrica?

Al volver a España, y con mi mujer embarazada, empecé a trabajar en Macosa, la empresa de ingeniería y fabricación orientada a la industria pesada. A esta experiencia dedico un capítulo entero del libro. Allí se trabajaba en condiciones dramáticas y por salarios muy bajos. Ante esta realidad de explotación laboral, brotaron las primeras reivindicaciones obreras, los paros, las detenciones y las torturas. Dentro de Macosa tuve la oportunidad de participar en numerosas luchas.

Cuenta también en el libro que en Macosa desarrolla su primera responsabilidad sindical

Fue en las elecciones de 1966, a las que me presenté con otros dos compañeros comunistas y resultamos elegidos miembros del jurado de empresa.

También participa, en noviembre de 1966, en la fundación de las Comisiones Obreras del País Valenciano

Celebramos una asamblea en la institución valencianista Lo Rat Penat, organizada por el veterano comunista y amigo personal, Antonio Palomares. Aquel acto significó la constitución de las Comisiones Obreras del País Valenciano, con la mayoría de miembros procedentes del partido comunista. Después había que desarrollar la organización, en un contexto difícil como el de un País Valenciano escasamente industrializado salvo las excepciones de Macosa, Unión Naval de Levante o los Altos Hornos del Mediterráneo. Funcionábamos con asambleas muy abiertas, que eran pasto de represión y detenciones. Y llegaron asimismo las primeras manifestaciones. El primero de mayo de 1967 tuvo lugar la primera manifestación desde el fin de la II República.

Cómo recuerda su estancia en la prisión? Y su posterior exilio en Francia?

Como una época sin duda muy dura. También fuimos torturados. Pero de aquella experiencia me gustaría rescatar el recuerdo de la unidad. Permanecíamos siempre unidos y esto era fundamental para resistir. El posterior exilio a Francia también resultó penoso. Por ejemplo, cuando la dirección del PC en Francia sostenía que la invasión de Checoslovaquia por parte de la URSS era legítima. No había manera de convencerles de lo contrario y se montaban encendidas discusiones.

Y su regreso a España

Volví en 1976, cuando el país se hallaba envuelto en numerosas luchas obreras por mejoras salariales y libertades políticas. Recuerdo la práctica masiva de huelgas generales. En el País Valenciano se organizó un paro de 17.000 sanitarios, por ejemplo. Se sentaron las bases además para que CCOO se convirtiera en el gran sindicato que es hoy.

Su libro se prolonga prácticamente hasta la actualidad, pero cuál podría ser, en síntesis, la conclusión?

Me podría definir como un idealista que ha luchado por transformar las utopías de ayer en los derechos democráticos de hoy. También me gustaría concluir que un revolucionario es un ser humano con sentimientos y pasiones, igual que todo el mundo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.