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Sin reformas no habrá paz

Fuentes: Rebelión

La estudiada estrategia del presidente JM Santos de cara al venidero proceso electoral ha generado un mar de confusión entre los actores políticos tradicionales que, como suele ocurrir cada cuatro años, se vuelven a encontrar en el ´lugar común de las diferencias´. Algunos creen –wishfull thinking– que es la más evidente expresión de la voluntad […]

La estudiada estrategia del presidente JM Santos de cara al venidero proceso electoral ha generado un mar de confusión entre los actores políticos tradicionales que, como suele ocurrir cada cuatro años, se vuelven a encontrar en el ´lugar común de las diferencias´. Algunos creen –wishfull thinking– que es la más evidente expresión de la voluntad reeleccionista del Jefe de Estado y que ese evento está ligado a la dinámica del proceso de paz en La Habana.

Otros, entre los cuales me encuentro, no rompen lanzas por esa idea, pues es evidente que Santos tiene entre manos expectativas por las cuales viene trabajando con instrumentos de alta ingeniería diplomática y, por supuesto, con una moderada presentación interna en contradictoria proporción a su despliegue mediático internacional.

De allí que el gobierno en su conjunto -y sus aliados políticos-, no esté dedicado a construir una paz con enfoque integral, sino a sacar adelante una «paz negativa» o de suma cero. Al afirmar, por ejemplo, que en el campo de las reformas no está dispuesto a traspasar las ´líneas rojas´ que él mismo trazó al tiempo que suscribe los asimétricos TLC con EE.UU. y Corea, deja traslucir que -por ahora- sólo le interesa el desarme del grupo insurgente.

Contrario censu, la mayoría de los colombianos anhela alcanzar una «paz positiva». Que es lo que procede tras el reconocimiento político del conflicto, cuya caracterización multicausal y multidimensional, demanda la resolución de todos los problemas que lo determinaron.

En ese sentido, el celebrado primer acuerdo alcanzado en la novena ronda: el punto más importante en lo económico-social: ´Hacia un nuevo campo colombiano´, si bien no es una revolución si es una puesta al día de un sector agobiado por la excesiva concentración, la segregación y el atraso, y puede ser la base para que a través de un mecanismo de participación democrática se consolide una estructura de transformación agraria que garantice la seguridad alimentaria para todos los colombianos y de justicia social para los trabajadores del campo. El primer paso siempre es el más importante.

La ´Paz positiva´, pues, no entraña sólo la terminación de la confrontación armada, sin duda la que menos «bajas» produce si la medimos contra las recurrentes patologías violentas que nos asedian. También busca la transformación del conflicto -que, es preciso repetir, es social, político, económico, cultural y ambiental-, en un poderoso mecanismo de participación política para sustraer el alto porcentaje del PIB dedicado a la guerra y aplicarlo a la modernización y democratización de los sistemas de educación y salud, a la protección de nuestros ecosistemas, al fortalecimiento de la industria nacional y, al propio tiempo, a la inversión en investigación en ciencia y tecnología, requerimientos mínimos indispensables para superar el déficit de legitimación de nuestra maltrecha democracia y hacer sostenible la convivencia pacifica entre los colombianos.

(*) Alpher Rojas C es analista político e Investigador en Ciencias Sociales

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.