La Asociación Nacional de Empleados Fiscales (Anef) se propone intervenir más activamente en la realidad social y política del país. Y, obviamente, buscar solución a las reivindicaciones de sus miembros. Una de ellas es la enorme desigualdad en los sueldos, que ha llegado a una relación de 1 a 30 entre la remuneración más alta […]
La Asociación Nacional de Empleados Fiscales (Anef) se propone intervenir más activamente en la realidad social y política del país. Y, obviamente, buscar solución a las reivindicaciones de sus miembros. Una de ellas es la enorme desigualdad en los sueldos, que ha llegado a una relación de 1 a 30 entre la remuneración más alta y la más baja en la Administración Pública. Esto es parte del proyecto de Raúl de la Puente, profesor y militante socialista, para iniciar un nuevo período en la presidencia de la Anef. Experiencia no le falta. En las elecciones del pasado 12 de abril fue reelegido por quinta vez consecutiva para ocupar ese cargo. Su lista, que integró a socialistas, comunistas, radicales e independientes, obtuvo el 57,33 por ciento de los votos, lo que además le permitió ganar 13 de los 23 cargos del directorio nacional. La lista contendora (PDC-PPD), liderada por la demócratacristiana Jeannette Soto, ex dirigenta del Sence, consiguió 43,57 por ciento de las preferencias y se quedó con 10 cargos. Este es el quinto proceso electoral de la Anef realizado por votación universal. Raúl De la Puente fue el primer presidente elegido en esa forma, en 1996. Con 48 mil afiliados, la Anef representa el seis por ciento de la fuerza de trabajo a nivel nacional, pero además es una organización que ha jugado un rol trascendente en la historia de las luchas sindicales y laborales. Su primer presidente y fundador fue Clotario Blest y entre sus líderes destacados está Tucapel Jiménez, asesinado durante la dictadura militar. ¿Hacia dónde apuntará el quehacer de la Anef en este nuevo período bajo su conducción? «Nuestra lista, integrada por quienes nos hemos encontrado en la base y en las movilizaciones de los últimos dos años, se conformó en torno a un proyecto sindical y social. Aspiramos a resolver los principales problemas de los funcionarios públicos, como el término del 45 por ciento de trabajadores que están a contrata o a honorarios, con empleos temporales y precarios. Este compromiso quedó pendiente con los ministros de Hacienda y del Trabajo, que no han cumplido el compromiso contraído en el protocolo firmado el 5 de diciembre de 2001, y ratificado el 13 de mayo de 2002 en el Senado. Casi la mitad de los empleados públicos no tienen estabilidad laboral. En segundo lugar, en la Administración Pública hay 150 mil trabajadores en el sistema de AFP y muchos no pueden jubilar, porque sus rentas se verían reducidas al 30 por ciento. En tercer lugar, también está pendiente el compromiso de conformar una mesa de negociación sectorial para resolver problemas de remuneraciones y de la carrera funcionaria de los trabajadores de los ministerios, lo que debería haber ocurrido en el primer semestre de 2004. Aspiramos a mejorar las remuneraciones y a disminuir la brecha, que se ha duplicado a partir de 2003, entre los sueldos más bajos y los más altos. Antes la relación era de 1 a 14, y ahora es de 1 a 30». ¿Cómo se explica eso? «Se debe a la ley que, producto de la investigación MOP-Gate sobre los sobresueldos, obligó a transparentar esta situación. Y la manera en que el gobierno decidió transparentarla fue aumentando los sueldos a los jefes de servicios y ministros, lo que duplicó las diferencias». ¿Esas son las principales reivindicaciones? «Hay algo más. Pretendemos que la política de promociones, ascensos y carrera funcionaria sea objetiva, transparente y con participación de los trabajadores. Producto de la ley del nuevo trato laboral, se cambió el sistema de ascenso por mérito y antigüedad por un sistema por concurso, en los escalafones de profesionales, técnicos y directivos de carrera. Y pensamos que la reglamentación de los concursos otorga muchas facultades a las jefaturas de servicios, lo que da oportunidades para que se cometan arbitrariedades. Rechazamos que las promociones se efectúen por cuoteo, compadrazgo o nepotismo. Por último, en lo sindical queremos negociación colectiva y derecho a huelga para el sector público».
Nuevo giro
Aparte de las reivindicaciones señaladas, Raúl de la Puente destaca que se proponen desarrollar un sindicalismo sociopolítico y que la Anef se transforme en un actor social importante, participando en la discusión y el debate nacional. De la Puente fundamenta: «Vemos con preocupación que el último estudio del Pnud sobre desarrollo humano en Chile señala que las organizaciones sindicales están ubicadas en el último lugar de los organismos de poder en nuestra sociedad, después de las ONGs y las fundaciones. En los tres primeros lugares están los medios de comunicación -que, como sabemos, los principales son controlados por grupos empresariales-, los ministerios del área económica y los grandes grupos económicos. Por eso, es importante que las organizaciones sindicales pasen a tener un mayor protagonismo». ¿Cómo lograrlo? «Es necesario fortalecer la organización y pronunciarse sobre temas sociales que interesan a los trabajadores, como la educación y las grandes diferencias entre los colegios particulares pagados, donde asisten los hijos de los empresarios, y los públicos, donde concurren los hijos de los trabajadores. Eso permite que se siga reproduciendo la desigual caracterización que tiene nuestra sociedad. También es necesario pronunciarse sobre los problemas de la salud, desempleo, pensiones… y sobre temas políticos, como el sistema binominal, que hace que sólo dos grupos se repartan el poder, o que no permite que los dirigentes sindicales seamos parlamentarios y participemos en la vida política. En la actualidad hay sólo un ex dirigente sindical en el Senado (Ruiz de Giorgio) y otro en la Cámara de Diputados (Rodolfo Seguel). ¿De qué manera se representa a los trabajadores cuando se discuten nuestras leyes?». ¿Por dónde partirá la Anef? «Nuestra Anef, en este momento, pretende convertirse en un actor social que potencie a las organizaciones sindicales y sociales. Y que se articule, siguiendo el legado unitario de Clotario Blest, Tucapel Jiménez e incluso el Padre Hurtado. Creemos que la unidad es básica y que es preciso dar un salto en la articulación para constituir una gran fuerza sindical y social que pueda contrarrestrar las fuerzas del empresariado y de la clase política influida por el empresariado, con la finalidad que en los escenarios de negociación nuestras reivindicaciones sean más consideradas». A propósito de instancias unitarias, usted integró inicialmente la Fuerza Social y Democrática. ¿Por qué no siguió participando? «Creo que Fuerza Social es un instrumento, pero que es necesario tener una conversación más a fondo con sus integrantes para aclarar y dilucidar algunas situaciones internas respecto del proyecto y de los actores. No me he ido de Fuerza Social, pero he congelado mi participación hasta poder tener esa conversación. Yo comparto el proyecto, pero también pienso realizarlo desde esta organización, que es importante». ¿Qué es lo esencial para usted en el sindicalismo de hoy? «En primer lugar, el histórico legado de valores éticos de los dirigentes sindicales -servir y no servirse de los cargos- y hacer lo que decimos. Segundo, la unidad, que es lo que hace fuertes a los trabajadores. Tercero, la autonomía respecto de los partidos, las iglesias y el gobierno. En cuarto lugar, su lucha. Junto a eso, hay que desarrollar un sindicalismo sociopolítico para pasar a ser un actor social capaz de equiparar las fuerzas de los grupos económicos. Y también un sindicalismo moderno que se internacionalice, para enfrentar el modelo neoliberal»
Publicado en revista «Punto Final» Nº 591, 13 de mayo, 2005