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Sindicato del crimen

Fuentes: Naiz

En los últimos días hemos asistido a una guerra despiadada entre diferentes sectores de la derecha española por el control del poder en el seno de su casa común, el Partido Popular. Detrás del conflicto nos hicieron creer que estaban los inesperados resultados en las autonómicas de Castilla y León, donde el supuesto ascenso de Vox retrataba a la derecha del bipartidismo. Pero como ya explicó meridianamente Iñaki Iriondo en este mismo medio, los neofascistas ya tocaron techo anteriormente.

En esta ocasión, la pugna entre Casado y sus detractores azuzados por Ayuso ha provocado una guerra de trincheras, inducida por los medios de propaganda, en la que cada sector ha encontrado sus aliados. Y en esa pugna, la apuesta generalizada ha recaído en favor de Ayuso. Una apuesta mediática con un interés desmedido de intervención política.

Esta intrusión está relacionada con la intención del Estado profundo por abandonar el convencionalismo bipartidista y convertir a la derecha española en una corriente trumpista. Lo que significa que un líder, Ayuso o cualquier otro en un futuro, sea capaz de aglutinar a una masa social proclive a retornar a algo muy español, como recordaba hace poco Iván Redondo. La restauración. ¿Monárquica, si el rey ya fue rescatado? No, por cierto. La restauración de 1975. El periodo preconstitucional.

Dando la corrupción por válida, incluso elevándola a singularidad española (si el rey es corrupto, todos sus súbitos tienen el derecho a serlo), los medios han planteado un escenario radical. El relevo de Casado a través de una orquestada presión pública y no a través de un proceso interno que abocara a un congreso ordinario, o como contaba David Jiménez, exdirector de «El Mundo», en su explosivo «El director», de un desgaste entre las diversas tendencias. Cada sector colocaba a sus columnistas y tertulianos en los medios afines para despellejarse mutuamente.

Fue el caso de la pelea entre la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y la secretaria del PP Dolores Cospedal. Recordar que la candidatura de Pablo Casado fue la triunfante en aquella pugna de 2018. La clave: el apoyo de los medios y, sobre todo, de Aznar. Y no hace falta asistir a las hemerotecas para traer al presente que el expresidente de las Azores y la invasión y masacre de Iraq, cobra su sueldo desde 2006 de News Corp, el gigante estadounidense de Rupert Murdoch. Al margen de su presencia en el lobby levantisco FAES.

Murdoch, también presidente de la cadena Fox y de medios tan derechosos como «The Times» o «The New York Post», ya enfiló a Trump para su última campaña contra Joe Biden: «Es crucial que los conservadores desempeñen un papel contundente en ese debate, pero eso no sucederá si el presidente Trump se mantiene enfocado en el pasado. El pasado es el pasado, y el país ahora está en una competencia para definir el futuro». Las palabras podrían ser repetidas en la pugna Casado-Ayuso. El populismo trumpista es la clave para redefinir a la derecha española.

Y por ello, en esta ocasión, los grandes de la comunicación escrita, encabezados por Vocento («ABC», con sus sucursales vascas de «El Diario Vasco» y «El Correo») y Rizzoli (“El Mundo”) han gestionado una estrategia de derribo a Casado, que ha contado únicamente, en la derecha, con el apoyo de «La Razón», diario de Planeta, propietaria también de Atresmedia cuya marca Antena 3 se decantó por Ayuso. Han sido los medios escritos, la casi totalidad quebrados y sostenidos por la banca hispana en la renegociación de su deuda, los que han vehiculizado su interés para el futuro de España.

Tal y como recordaba Pablo Iglesias en el programa «La Base», hay un hecho incontestable para comprender esta alienación con Ayuso. Las ayudas económicas se hallan en la Comunidad de Madrid y todos sus valedores están chupando de ese bote que parece no tener fondo. Una supuesta mordida de dos euros por cada seis que costaba una mascarilla, es el chocolate del loro. Pero el argumento de Iglesias no lo explica todo. Quizás desde Euskal Herria y Catalunya tengamos, a través de la experiencia, una visión más precisa.

En nuestro día a día sufrimos, por ejemplo y desde la ETB, el «estilo Calleja», que desgraciadamente arrastró a muchos de sus compañeros. Desde Madrid, Inda, Savater, Semprún, Marhuenda, Jiménez Losantos, Martín Prieto y una lista interminable de periodistas que cobraban sobresueldos desde los fondos reservados, según denunció en su tiempo Pepe Rei. Para ponernos todos los epítetos del universo, denigrarnos como personas, convertirnos en bestias y proponer un escenario de guerra civil en su defensa de la españolidad decimonónica.

Este aprendizaje en nuestra piel nos hace intuir el tremendo revolcón que llega en el seno de la derecha española. Y que, para ello, el Estado profundo, aquellos poderes fácticos que decían nuestros antepasados, ha preparado un cambio de ciclo. Con los llamados periodistas, entre otros agentes activos, como arietes para crear un estado de opinión determinado.

A este elenco de agentes activos, otro mesías de la comunicación como fue Juan Luis Cebrián los llamó en un histórico artículo, «miembros del sindicato del crimen». Eran periodistas como él, pero, entonces, no le merecieron respeto en esa pugna de poder mediático. Los contextos eran bien diferentes, pero la definición marcó, desde el seno de la profesión, las características de aquellos periodistas: vendidos al mejor postor, la voz de su amo.

En la actualidad el amo, el patrón, juega a la grande, con un estilo en el que los periodistas son peones de un rey, una reina, torres, alfiles y caballos que corresponden a palabras como BBVA, Santander, Lara, Guzmán el Bueno, Conferencia Episcopal, Iberdrola, Telefónica, Cepsa, Repsol, Brunete… A la búsqueda de un Donald Trump español que unifique tendencias en una reordenación que también llegará a Euskal Herria. Recuerden la palmadita en la espalda a Adanero y Sayas por parte de Abascal y Ortega Smith antes de subir al gallinero.

Fuente: https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/sindicato-del-crimen