Falsos socialistas, llama el Presidente Evo Morales a las direcciones del Partido Socialista chileno, quienes ocupan cargos políticos, ya sean en el Partido o en el Gobierno. Y los compara con el Presidente Allende quien sí era un verdadero socialista. ¿Puede alguien ser más claro y directo? Los sectores de izquierda en Chile no pueden […]
Falsos socialistas, llama el Presidente Evo Morales a las direcciones del Partido Socialista chileno, quienes ocupan cargos políticos, ya sean en el Partido o en el Gobierno. Y los compara con el Presidente Allende quien sí era un verdadero socialista. ¿Puede alguien ser más claro y directo?
Los sectores de izquierda en Chile no pueden sino dar todo el apoyo al Presidente Morales respecto a estas declaraciones. Sobre todo cuando personajes como Heraldo Muñoz (quien participó en la «recaudación de fondos» de Bachelet en el yate de Nueva York) y Osvaldo Andrede (investigado por asesorías «fantasmas» a Gendarmería, donde el sueldo de su esposa durante 2014 osciló entre $1.737.191 en febrero y abril, hasta los $10.154.363 en junio; además de apoyar abiertamente el proyecto Hidroeléctrico Alto Maipo de la empresa Lukscis), han salido agrediendo al Presidente de Bolivia y señalando que por estatutos sí serían socialistas…
El apoyo al Presidente Morales y a la negociación por la demanda marítima por parte de los sectores de izquierda en Chile es un deber táctico, puesto que desnuda las posiciones políticas tanto de la Alianza como de la Nueva Mayoría, mostrándolas como lo que verdaderamente son: un duopolio político que resguarda los intereses del gran empresariado, el modelo neoliberal y el imperialismo norteamericano. A pesar de las diferencias, la Alianza y la Nueva Mayoría representan la continuación en Chile del modelo neoliberal.
Pero también es un deber estratégico, puesto que la demanda marina representa la posibilidad de un proceso de integración latinoamericana y complementariedad energética con un país (Bolivia) que ha nacionalizado sus recursos naturales, ha profundizado la democracia representativa con elementos de democracia directa, a empoderados a los sectores populares (indígenas, campesinos, trabajadores), ha roto con la intervención norteamericana, etc.
Mientras que en Chile, en el Partido Socialista, lo mismo que en el PPD, no sólo hay falsos socialistas, sino que ni siquiera son socialdemócratas, son liberales; y más aún, son representantes del Gran Empresariado (Luksic, Paullman, Angelini, etc.) además de vasallos del Imperialismo Yanqui.
1. Nueva Mayoría, una coalición de centro-derecha.
Partiremos definiendo a la Nueva Mayoría como una coalición de centro-derecha. Esto puede sorprender a algunos, no sólo porque el PCCh este en ella, sino porque las conforman también el PS, el PPD, el PRSD, supuestamente partidos de centro-izquierda. Y la DC, un supuesto partido de centro.
El asunto es que las categorías de «izquierda», «centro» y «derecha», no son universales sino relativas, y tienen que ver no sólo con la ideología y símbolos que utiliza sino cómo se desenvuelven verdaderamente en el campo político. Por ejemplo, en Bolivia, durante los años 1985-2005, los partidos gobernantes se denominaban MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) y MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), cuando realmente eran partidos oligárquicos, de derecha, neoliberales e inclusos racistas.
Lo mismo sucede en Chile, por ejemplo con el Partido Socialista, el partido de la Presidenta Bachelet. El PS enarbola la figura de Salvador Allende. Pero lo cierto es que ni siquiera es un partido socialdemócrata. En rigor, un partido socialdemócrata es una coalición que tiene como base el movimiento de trabajadores. Pero si bien es cierto que el PS tiene un importante apoyo desde las bases trabajadoras, aunque fundamentalmente sólo en el servicio público, estas realmente aportan menos en la construcción de una línea política que lo que hacen los altos dirigentes, o más bien «operadores políticos», ligados al gran empresariado nacional y transnacional. Lo mismo se puede decir del Partido Radical Socialdemócrata (PRSD) y del PPD.
El mismísimo Programa de Bachelet (el que defienden tanto los comunistas, como si fuese el programa de la Unidad Popular), fue consensuado con los grandes empresarios, y así como la Campaña misma, fue financiado por los Matte, Angelini y Luksic (ligados muy íntimamente al ex-presidente Ricardo Lagos, del PPD).
La Concertación (hoy Nueva Mayoría, tras incluir al PC) gobernó desde 1990 hasta 2009, profundizando el modelo neoliberal, haciendo de Chile uno de los países con mayor desigualdad social, vendiendo y privatizando el país en todos los ámbitos (recursos naturales y servicios sociales, como la salud y la educación).
No sólo eso, cuando uno piensa a Chile en el contexto latinoamericano, éste ocupa un lugar estratégico para la dominación Norte Americana, por ejemplo, priorizando la Alianza del Pacifico. Y sus sucesivos gobiernos se han mostrado contrarios a los procesos de cambio, como los sucedidos en Venezuela y Bolivia. Y tanto en el PS, el PPD y para qué decir la DC, son absolutamente anti-cubanos. Otro ejemplo, cuando hicieron el Golpe de Estado a Chávez en 2002, Chile fue el primer gobierno (del Presidente Lagos) en reconocer la legalidad de los golpistas venezolanos. Y hoy mismo, representantes del Gobierno chileno han dado el apoyo a la derecha venezolana y al mismo Presidente Piñera.
La criminalización del movimiento mapuche y de los movimientos sociales en general (la represión a los estudiantes en 2011 y a los movimientos localistas o regionales en 2012); la nueva Ley Antiterrorista; la limitada acción en torno a la sanción de las violaciones a los DDHH realizadas en Dictadura; la demarcación de las políticas públicas a políticas focalizadas y en ningún caso universales; la priorización por el libre mercado; la explotación de los recursos naturales sin inversión social; el rol de garante de los equilibrios macroeconómicos y la gobernabilidad del Estado, contrario a un verdadero Estado social. Estos y otros elementos hacen de Chile, un Estado neoliberal, y de los gobiernos, desde 1990 hasta hoy, Gobiernos neoliberales.
A esto se agrega que la democracia en Chile es una democracia puramente formal, representativa, es decir, entendida como un sistema político, muy propio del neoliberalismo. Esto no significa que no haya democracia en Chile, sino que ella es muy limitada. Si entendemos la democracia no como sistema político sino como un modelo social, pasamos de los ámbitos de la representación y la legalidad, al ámbito del poder social. Y en ese sentido, la democracia sería la diversificación del poder, es decir, la existencia de distintos actores sociales con poder. En el caso de Chile, sólo tienen poder los partidos políticos tradicionales, los grandes empresarios nacionales y transnacionales y las Fuerzas Armadas. Ni los trabajadores, ni los pobladores, estudiantes, pueblos indígenas, tienen poder en Chile. Ejemplo de ello fue la gran movilización social de 2011 de los estudiantes que no logro generar modificaciones, sino sólo profundizar una contradicción social.
Si bien el Partido Comunista (PC) no es en modo alguno un partido de derecha (a diferencia de la DC que sí lo es), en la coalición que conforma la Nueva Mayoría es el partido más débil. Esto ha quedado demostrado en su poca capacidad de incidir en la Reforma Tributaria y en la Educacional (2014), ni tampoco su opción (al menos retorica) por una Asamblea Constituyente será valorada en el debate por la modificación al actual sistema binominal, y sucederá cuando el PC, por medio de la CUT, deba cumplir el rol de contención al momento de discutir la Reforma Laboral (2015).
Todo esto nos lleva al Programa actual de Gobierno y a las Reformas.
2. Las Reformas gatopardistas.
El programa de Michel Bachelet y muy especialmente sus Reformas más importantes (tributarias, en educación, al sistema binominal y en el ámbito laboral) tienen el objetivo de aminorar la desigualdad económica y social existente en Chile; el lucro en educación, lo que ha generado un sistema educacional que promueve la desegregación social; un sistema binominal proveniente del periodo de la dictadura militar y que reproduce la limitada democracia chilena; y un sistema laboral antisindical, con largas jornadas laborales y desiguales remuneraciones.
Todas estas reformas tiene dos fundamentos: por un lado, el agrietamiento general del sistema neoliberal a nivel mundial, producto de las crisis propias del modelo y el surgimiento de alternativas políticas tanto de movilizaciones sociales como de nuevos gobiernos progresistas; y por otro, el surgimiento de agrietamientos del modelo chileno a partir de las movilizaciones estudiantiles de 2011, que fueron seguidas en 2012 y 2013 por movilizaciones locales (Freirína, Puerto Aysén, Chiloé), y en algunos sectores de trabajadores en 2013 y 2014 (portuarios, profesores).
Por lo tanto, el gobierno de la Nueva Mayoría, al ser un gobierno de centro-derecha, tiene por objetivo asegurar la gobernabilidad, es decir, frenar los movimientos de protestas (estudiantiles, indígenas, de pobladores o regionales y de trabajadores); y viabilizar el funcionamiento del capital, realizando las modificaciones a los elementos más insostenibles del modelo neoliberal.
Por eso las reformas de la Nueva Mayoría son gatopardistas, ciñéndose a la máxima: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie».
De hecho, el principal organismo promotor de las reformas es la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Y la Nueva Mayoría, en el fondo, puesto que protege principalmente los intereses del capital nacional y trasnacional, se adhiere a los lineamientos generales en el contexto de crisis del modelo y por lo tanto, de una modernización del sistema capitalista.
Pero aun así, las reformas tienen una clara limitación: la adhesión ideológica de la Nueva Mayoría a los lineamientos del libre mercado y la democracia parlamentaria, y la base orgánica y económica con el gran empresariado, tanto por parte del PS, como del PPD, el PRSD y sobre todo la DC.
Esto quedó absolutamente claro en la discusión y consecuente aprobación de una Reforma Tributaria (2014) hecha por y a la medida de… los intereses de los grandes empresarios, que estuvieron dispuestos a entregar un poquito de sus ganancias, a cambio de seguir siendo los dueños del país.
Lo mismo ha sucedido hasta ahora en la discusión de la Reforma Educacional, donde, como señaló el único diputado de izquierda en Chile, Gabriel Boric en su momento, el Ministerio ha estado más dispuesto a conversar con la oposición (Alianza), la Iglesia Católica (a la que ya se le concedió seguir arrendándose a sí misma los terrenos de sus colegios) y los empresarios-sostenedores que lucran con la educación.
Y lo mismo sucederá con la reforma al modelo binominal. En ningún caso la Nueva Mayoría (salvo las inocuas propuestas del PC), estará dispuesta a realizar una Asamblea Constituyente y se limitará, por un lado, a reformas al sistema de financiamiento y elecciones, y por otro (en lo que ya es versada) a la constitución de comisiones de expertos para modificar tal o cual ley.
En este sentido, la Nueva Mayoría, así como no es una coalición socialdemócrata, no es tampoco siquiera una coalición reformista. Sus reformas no están orientadas a «humanizar» el sistema capitalista; eso es secundario (ni que decir de construir el socialismo a partir de las reformas del capitalismo). Antes bien, están orientadas para el perfeccionamiento del capitalismo, la reparación de sus agrietamientos, el control de la ingobernabilidad.
3. El Partido Comunista de Chile (PCCh).
El único partido socialdemócrata en la Nueva Mayoría es el PCCh. En primer lugar, porque, a pesar de las referencias a ellas que hagan uno que otro militante, ha abandonado completamente, en la práctica así como en la teoría, la idea de lucha de clases. Esta es una de las principales características de la socialdemocracia (tras el quiebre de la II internacional en adelante). En segundo lugar, porque su principal concepción del cambio social, es por medio de las reformas al sistema capitalistas, abandonando la posibilidad de una «ruptura», una revolución, incluso democrática.
Esto (además de una latente desconfianza en las fuerzas del pueblo chileno) lo ha llevado a aliarse con los partidos de la Concertación, los que a su vez han aceptado integrar al PCCh puesto que él ocupa un rol cardinal en el freno al movimiento social, en el sustento de la gobernabilidad. Hoy el PCCh ocupa el «centro» político de un «centro de gravedad» inclinado a la derecha.
Ciertamente una política de alianzas es fundamental para la transformación social y ni la lucha de clases ni la revolución democrática entendida como proceso revolucionario, es contraría a las alianzas interclasistas. Los procesos venezolanos y bolivianos nos lo han demostrado. Pero el PCCh lo que ha hecho es dar la espalda al pueblo chileno. El PCCh se aventura hoy a la mayor crisis de su historia.
Ni siquiera son hoy un partido reformista; eso es secundario. Hoy son el partido que da cierta legitimidad popular a la Nueva Mayoría. Hoy son el partido que pone freno al movimiento social, desde la CUT, los ministerios, municipios, organizaciones estudiantiles, juntas de vecinos, organizaciones de DDHH y la cámara de diputados.
Esto es independiente a la conciencia de los propios militantes comunistas. Ellos podrán decir que «saben» lo que la Nueva Mayoría verdaderamente es; que su posición en la coalición es crítica; que es sólo durante este gobierno y por una razón táctica que han adoptado esta línea política. Pero lo cierto es que, objetivamente, a pesar de que sus militantes son de izquierda, ellos, en el Partido y las Juventudes, están defendiendo los intereses del gran empresariado nacional e internacional, que sabe que debe «reformar» el modelo neoliberal para asegurar así la dominación del capital, modernizándolo.
Cuando Camila Vallejo apareció en 2014 dando su apoyo al Ministro, el Ministerio, la Reforma y el Gobierno, lo que hace es aceptar la necesidad de una reforma educativa que tiene el objetivo de mantener la gobernabilidad. Lo mismo hacer Bárbara Figueroa, militante Comunista y Presidenta de la CUT, al dar el apoyo a una Reforma Laboral que ni siquiera se ha discutido.
A lo que se agrega el hecho de que los militantes comunistas, tanto del Partido como de las Juventudes, se caracterizan, históricamente, por su apego incondicional a la línea política del Partido, en este caso, unirse a la Nueva Mayoría e impulsar las Reformas y el Programa.
Ni en el Partido ni en las Juventudes Comunistas, pareciera existir esta lectura de modernización (muy limitada) del capitalismo en Chile, que está impulsando la Nueva Mayoría. Y carecen también de una lectura de por qué un sector de la burguesía (Luksic, Matte, Angelini) ha promovido el Programa de Bachelet y otro sector (la oposición, la DC, los empresarios-sostenedores), son contrarios.
4. Las disputas inter-burguesas.
Hemos dicho que las Reformas bacheletistas están orientadas a contener el movimiento popular, asegurar la gobernabilidad y reparar los agrietamientos del neoliberalismo. Esto se ha realiza por mandato de los organismos de gobernabilidad global como la OCDE, pero con el consenso de los grandes empresarios nacionales y trasnacionales, como los reunidos en la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), además de los Luksic, Paulmann, Matte y Angelini.
No obstante, un sector importante y muy poderoso del gran empresariado chileno, representado por la oposición (La Alianza), la DC y las organizaciones naturales del empresariado, son contrarios al Programa de la Nueva Mayoría y a las Reformas.
Esto es así porque el sector que apoya a la Nueva Mayoría se ha logrado incorporar al comercio mundial, debido a que sus rubros (mineros, forestales, etc.) no encuentran en Chile sino una mínima carga tributaria e inofensivas obligaciones sociales y medioambientales (de ahí que en el Programa bacheletista aparezca con relevancia la diversificación de la matriz energética y Osvaldo Andrade apoye servicialmente el proyecto hidroeléctrico Alto Maipo de los Luksic).
Entonces, en un contexto mundial de crisis y deslegitimidad del modelo neoliberal, lo más importante para la alta-burguesía es asegurar la reproducción del capital aunque para ello deban reducir (mínimamente) sus ganancias. A lo que se agrega la posición geopolítica de Chile en la región: el estandarte del neoliberalismo maduro, tanto a nivel económico, como político y cultural.
Pero lo que beneficia a un sector de la burguesía, afecta a otro: a ese sector que obtiene sus ganancias de los elementos resquebrajados del modelo: la educación, la salud, la previsión social, los sueldos y el tiempo de los trabajadores.
De ahí que la Nueva Mayoría represente mejor los intereses del gran empresariado nacional y transnacional, aunque éste sea porcentualmente menor al sector representado por La Alianza y la DC.
Ahora bien, a pesar de esto, el empresariado tampoco está dispuesto a realizar todas las concesiones y conoce muy bien las debilidades (que puede aprovechar) del «pacto» de la Nueva Mayoría: la filiación liberal y derechista de la DC, la ideológica y sostén orgánico y económico del PS, el PRSD y el PPD, el raquitismo del PC en la coalición. Y en términos generales lo que caracteriza a la Nueva Mayoría como coalición: el respeto absoluto por la democracia parlamentaria y el libre mercado y el consecuente rechazo a la democracia de los pueblos.
5. Chile en el contexto regional.
Si la Nueva Mayoría es una coalición de centro-derecha, entonces La Alianza es (a pesar de que ellos mismos se denominen de centro-derecha), una coalición abiertamente de derecha. El asunto es que el «centro de gravedad» del campo político chileno está orientado a la derecha. Por eso la DC puede denominarse a sí misma un partido de «centro».
No es que la Nueva Mayoría y La Alianza sean lo mismo. Sobre todo en términos simbólicos, culturales, valóricos y su pasado-presente respecto a la Dictadura.
Pero en lo que respecta al rol del Estado (administrador de los equilibrios macroeconómicos, garante la gobernabilidad y generador de políticas públicas estrictamente focalizadas); la centralidad del mercado, la empresa privada y el individuo-consumidor; y la democracia puramente representativa-parlamentaria y el ciudadano-votante, la Nueva Mayoría es un coalición de gobierno claramente neoliberal, pero en un contexto de resquebrajamiento que requiere correcciones y modernizaciones.
Además, como ya dijimos, debemos situar a Chile como un actor estratégico en el contexto geopolítico latinoamericano, como estandarte del neoliberalismo maduro, la democracia parlamentaria y el libre mercado. Pero además como «alternativa» supeditada a los intereses norteamericanos, respecto a los procesos de cambios como el de Venezuela y Bolivia.
El rol estratégico de Chile en la geopolítica del contexto regional no se compara con el de Brasil, por ejemplo. A propósito de las elecciones generales del «gigante sudamericano», donde para los países de la región, especialmente Venezuela, Bolivia y Argentina, la continuidad del PT en el gobierno en contraste a un nuevo gobierno abiertamente neoliberal y pro-imperialista, era fundamental. La derrota del PT hubiese modificado sustantivamente la geopolítica de la región, inclinando nuevamente el campo político hacia el imperialismo norteamericano. A pesar de que el gobierno del PT en ningún caso es comparable a los de Venezuela y Bolivia, su priorización por las alternativas de integración en la propia región y en la búsqueda de mercados internacionales alternativos al norteamericano, ha permitido un mayor margen para la expresión de movimientos y partidos de izquierda en Latinoamérica, ya sean progresistas, nacional-populares o socialistas.
Chile, en cambio, juega un rol geopolítico no tanto económico, como político, ideológico y cultural. Recientemente Michelle Bachelet recorrió Europa y Asia (2014) donde envió señales económicas y comerciales al resto del mundo, defendió sus Reformas e invito a seguir invirtiendo y confiando en Chile, como un país institucionalmente sólido.
Esa imagen de Chile hacia el extranjero ha sido alimentada desde el inicio de los gobiernos de la Concertación, con la nueva institucionalidad democrática del gobierno de Aylwin (1990-1994) y la apertura al mercado internacional durante el gobierno de Frei (1994-2000). Esta imagen de una institucionalidad madura que Chile trasmite al mundo, sostenida con una política comunicacional solida (con la señal internacional de TVN y CNN-Chile), es una de las fortalezas que, a diferencia de La Alianza, posee la Nueva Mayoría. Ésta sólo se ha visto debilitada con la sanción por parte de la Corte Interamericana de DDHH al Estado chileno por la utilización indiscriminada de la Ley Antiterrorista contra el pueblo mapuche. Y recientemente también ha sido puesta en cuestión debido a las demandas internacionales por parte de los gobierno de Perú y Bolivia.
Pero también existe una «imagen» trasmitida al extranjero orientada a personas, organizaciones, partidos y gobiernos de izquierda. Por ejemplo, muchos de los chilenos que estudian medicina en Cuba quedaron sorprendidos cuando Bachelet fue electa por primera vez presidente (2006-2010) y algunos cubanos pensaban que se trataba de un nuevo gobierno «socialista». También, a propósito de la crisis económica de la Universidad ARCIS (2014), tras el abandono irresponsable del PC al entrar al Gobierno, se supo del financiamiento por parte de Venezuela al PCCh; también el año pasado, militantes de las Juventudes Comunistas han viajado a distintos países, como Bolivia, para dar un apoyo diplomático a dichos procesos.
La razón de todo esto es la iniciativa política internacional tanto del PS como el PCCh, pero también la falta de iniciativa del movimiento popular chileno y las organizaciones de izquierda en el plano regional. Muy pocas organizaciones se han dado a la tarea de visitar otros países para avanzar en la solidaridad latinoamericana.
Para los gobiernos extranjeros, especialmente en Cuba, Venezuela y Bolivia, que, como todo gobierno recurren a mecanismos legales para apoyar iniciativas de acercamiento y solidaridad (foros, debates, lanzamientos de libros, financiamiento de proyectos), no tener otro contacto con Chile que no sea especialmente las Juventudes Comunistas y recientemente el PRO de Marco Enríquez-Ominami, los llevaran a destinar esfuerzos y recursos a organizaciones que hoy no significan el fortalecimiento del movimiento popular y las fuerzas anti-neoliberales, muy por el contrario, los reacomodos limitados del bloque en el poder.
Pero antes que responsabilidad de esos gobiernos, aunque también está en ellos prevenirse de esta situación, la responsabilidad principal es de las organizaciones populares, especialmente de las organizaciones políticas de izquierda, que han claudicado ante la insularidad y dispersión popular chilena.
6. Dispersión de la izquierda chilena.
¿Por qué el gobierno de Venezuela financió a la universidad ARCIS por medio del enlace del PCCh? ¿Por qué el gobierno de Bolivia realiza el lanzamiento de la biografía del padre de Marco Enríquez-Ominami y el mismísimo presidente Evo realiza un prólogo al libro?
En primer lugar, evitemos los juicios idealistas de que estos gobiernos no deberían hacer eso, cuando los apoyos internacionales han sido cardinales para todos los procesos de transformación social, e incluso los zapatistas y el MST de Brasil reciben estos aportes, lo que no significan intervencionismo sino apoyos solidarios y estratégicos al interior de los pueblos latinoamericanos; en segundo lugar, aceptemos la iniciativa política de la JJCC y del PRO para realizar demostraciones de solidaridad y mantener presencia en el contexto regional; y en tercer lugar, reconozcamos nuestra propia falta de iniciativa al interior del campo popular para estas y otras iniciativas.
Además, ante la dispersión del campo popular chileno, la segmentación de las organizaciones políticas de izquierda, divididas en pequeños colectivos y partidos, con poca flexibilidad para generar alianzas al interior de la izquierda misma; a lo que se agrega la constitución de una identidad y subjetividad nacional permeada por el neoliberalismo (individualismo, consumismo, etc.); carecer, a diferencia de Venezuela de unas FFAA populares, o de un movimiento indígena sólido como el boliviano, o al menos una sociedad civil empoderada como la argentina, hace que Chile sea el país con el que menos se puede contar, incluso menos que con Colombia y Perú, para un proceso de integración popular latinoamericano.
Por lo tanto, por ejemplo, para el gobierno de Bolivia, que sabe que, al menos Marco Enríquez-Ominami estará en las primarias de la Nueva Mayoría (como lo ha manifestado abiertamente) instando a revisar la demanda marítima, o para Venezuela que en el Partido Comunista y en sus Juventudes encontrara apoyos de solidaridad ante las coyunturas, mientras no surjan proyectos maduros al interior del campo popular, no hay mucho más que esperar de Chile.
Pero a diferencia del PCCh, que no manifiestamente pero sí de forma latente, ha demostrado una desconfianza en las fuerzas del pueblo chileno para generar una ruptura con el modelo neoliberal y construir un proyecto alternativo de sociedad, las otras organizaciones que sí estamos a la izquierda del PCCh, sabemos que quizá los tiempos en Chile son más largos, pero no por eso damos la espalda a nuestro pueblo y entramos a una alianza con la centro-derecha (Nueva Mayoría).
Sabemos bien que debemos superar nuestros dogmatismos, inflexibilidades, y dejar de pensar la política como un todo o nada, para generar alianzas, acuerdos, compromisos, pero al interior de campo de la izquierda, profundamente populares, anti-neoliberales y latinoamericanistas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.