El 16 de Mayo en la ciudad de Cartagena, dos sicarios intentaron asesinar al dirigente sindical de los profesores y secretario general de la subdirectiva del departamento de Bolívar de la CUT, compañero Luis Alberto Plazas Vélez. Este crimen ocurre en el contexto del paro adelantado por el magisterio y del desmonte gradual de las […]
El 16 de Mayo en la ciudad de Cartagena, dos sicarios intentaron asesinar al dirigente sindical de los profesores y secretario general de la subdirectiva del departamento de Bolívar de la CUT, compañero Luis Alberto Plazas Vélez. Este crimen ocurre en el contexto del paro adelantado por el magisterio y del desmonte gradual de las medidas de protección en contra de diversos sindicalistas y dirigentes populares en todo el territorio. Aunque los sicarios no tuvieron éxito en su cometido, quedando uno de ellos muerto cuando el escolta de Plazas abrió fuego en defensa propia, este nuevo atentado es una prueba más de la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran quienes luchan por una Colombia diferente, pese a la retórica de paz del gobierno. La represión, oficial y paraoficial, no solamente continúa viva sino que aumenta diariamente.
El mismo compañero Plazas, aún visiblemente afectado, explica las circunstancias del atentado:
«Hubo una manifestación en la que yo intervine… siempre que intervengo ataco la corrupción, y grito abajo los bandidos que no permiten el progreso, y eso molesta mucho a cierta gente que no está con la conciencia limpia. Después de ahí me fui a la otra manifestación, porque el magisterio está en paro indefinido. Se puso una carpa en un colegio, Nuestra Señora del Carmen, al que comúnmente se le conoce como unidad educativa departamental, la departamental. Estaban los maestros reunidos porque se estaba dando un informe, el presidente del magisterio estaba hablando. Yo estaba con mi escolta, y entre las doce y media, o quizás la una, le dije, ‘vamos a almorzar y regresamos’. El problema es que tengo carro compartido con otro compañero sindicalista, de Sutimac, una semana lo tiene uno y otra semana lo tiene el otro. Entonces a uno le toca coger bus o taxi, y eso lo expone a uno, es un peligro.
Fuimos al centro comercial La Castellana, llegamos, compartimos almuerzo el escolta y yo, y le pedimos a alguien conocido que nos llevara de vuelta a la carpa. Ya eran pasadas las dos de la tarde. Íbamos para la avenida El Consulado, en el barrio Escallón Villa, para salir directamente a la carpa, pero nos equivocamos y entramos a un callejón sin salida… entonces, tocó hacer reversa para regresar, yo le voy indicando, ‘adelante, adelante, adelante’ y entonces visualizo que viene una moto por el lado derecho pero yo no sospecho nada [1]. Cuando vamos subiendo, digo al chófer ‘para un poco, para que la moto pase’, entonces fue que el parrillero saca la pistola, digo yo ‘pilas, que nos vienen a dar’, nos echamos al suelo y ahí fue el primer impacto. Hubo seis impactos en total… cuando oigo el segundo impacto, el escolta cae sobre mí y yo lo que pensé fue ahí lo mataron. Yo quedo en el suelo, con la cabeza hacia abajo, el escolta entonces abre la puerta y sale cuando no se oye nada, entonces me tranquilicé que no le había pasado nada. Yo salgo después de él y veo que el escolta ya mató a uno, que el otro salió corriendo con la pistola en la mano pero ya estaba lejos y el escolta no podía salir detrás, él no me podía dejar, porque me estaba protegiendo. Esa vaina fue tenaz… yo me metí a una casa, el escolta les explicó que yo era su protegido y me permitieron refugiarme mientras llegó la policía y el CTI. Al rato salí con la cabeza tapada y vi mucha gente rara, es que hay mucho moto taxista metido con el sicariato, entonces uno no puede confiarse de los curiosos. De ahí nos fuimos por un camino largo para despistar y ya llegué a la casa «.
Curiosamente, son las propias víctimas del frustrado atentado quienes ahora están respondiendo ante la justicia:
«Ahora al escolta lo tienen detenido por homicidio, esto es una injusticia, porque si no actúa en defensa propia nos matan a él y a mí, eso fue lo que nos salvó ayer. Él se pone la pistola en la pierna con el dedo metido en el gatillo, por eso actuó rápidamente. No sé por qué lo tienen detenido, si él es de la Unidad de Protección, trabaja para el gobierno, se ha portado de una manera que no tengo ninguna queja del… así que ahora estoy en la fiscalía papeleando para que lo saquen, explicando que soy su protegido, estamos esperando que a las dos le den la relatoría y que a las cuatro salga«.
Este atentado no es un hecho aislado ni es la primera vez que el mismo Plazas Vélez se enfrenta a las balas de asesinos a sueldo. Esto es pan de cada día para sindicalistas y otros luchadores sociales. Los sicarios actúan por encargo de poderosos intereses económicos y políticos. No deja de sorprender que en estas circunstancias haya quienes busquen quitar a Colombia del listado de países que violan sistemáticamente los derechos sindicales, pese a que año tras año sea el país que se lleve -con diferencia- la medalla de oro en sindicalistas asesinados. Ni el Plan de Acción Laboral de Obama-Santos, ni ninguna legislación, ni siquiera los esquemas de seguridad por sí solos pueden garantizar la seguridad de nuestros compañeros. La mayor seguridad la puede dar la solidaridad nacional e internacional de los que luchan, rodear al proceso organizativo y profundizar la lucha popular, pues el único límite que tiene el régimen, es el que le imponga el pueblo organizado. Pese a todo, el compañero Plazas sabe que el miedo, por humano que sea, no nos puede paralizar.
«Estoy nervioso, porque esta no es la primera vez, ya antes me trataron de matar en Sucre y por eso tenía un revólver y me tocó ahora sacarlo por los nervios. La teniente coronel me dijo que tenían una patrulla anoche afuera de mi casa, pero igual estoy nervioso… no puedo estar en Cartagena pero, ¿para dónde cojo? ¿para Bogotá? Pero es que allá es lo mismo, si a uno lo quieren matar lo encuentran, y además ¿cómo me sostengo allá? Ya este es el tercer atentado que he tenido, y me han sacado dos veces ya para Europa [2], se enfría un poco la cosa, pero uno vuelve y empiezan de nuevo las amenazas. Ahora hace poco me decían que me iban a dar gatillo y las denuncias las he hecho yo en fiscalía. Entonces a lo mejor voy para Bogotá, pero quiero volver, pero con un esquema de seguridad como se debe, con garantías. Porque la vaina es así. Yo soy comunicador, entonces cojo la radio el lunes y denuncio esta injusticia y me gano entonces de nuevo mi totazo. Yo quiero seguir con mi cuento, pero tengo que tener precaución.
En la CUT hay tres compañeros más amenazados, de ANTHOC, de cementos Argos, de Sutimac, es una situación nacional, pero es que no se le presta atención a esta situación hasta que lo maten… ¿cómo vamos a andar en un carro compartido? que una semana usted y otra yo… ahora estoy sin carro hasta el lunes. Eso es un peligro. Pero compañero, acá vamos pa’delante: eso no va a detener la lucha y no voy a encerrarme… tengo tantas amenazas encima y siempre he seguido pa’delante. »
NOTAS:
[1] Según testigos, esta moto los iba siguiendo de cerca varias cuadras.
[2] En una de esas ocasiones, Plazas fue beneficiario del programa de refugio temporal de Asturias.
(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net. Autor de «Problemas e Possibilidades do Anarquismo» (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro «Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América
Latina» (Quimantú ed. 2010).
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