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Libro: Compendio y Agenda de la Historiografía Mapuche, por Hernán Curiñir

«Sobre el Bicentenario chileno los mapuches tenemos mucho que decir»

Fuentes: www.azkintuwe.org

«Compendio y Agenda de la Historiografía Mapuche» es una obra monumental. Monumental en datos, en cifras, en fechas y en ejercicio de la memoria. Y también lo es la historia que intenta retratar, tal como reconoce Hernán Curiñir Lincoqueo, nütramtufe, historiador autodidacta y responsable de un libro que por estos días viene presentando en diversas […]

«Compendio y Agenda de la Historiografía Mapuche» es una obra monumental. Monumental en datos, en cifras, en fechas y en ejercicio de la memoria. Y también lo es la historia que intenta retratar, tal como reconoce Hernán Curiñir Lincoqueo, nütramtufe, historiador autodidacta y responsable de un libro que por estos días viene presentando en diversas ciudades de Wallmapu. «Toda la historia que a nosotros nos han contado viene del otro, del mundo winka, de señores con apellidos aristocráticos de la zona central. El objetivo de este trabajo es colocar al mapuche en primera persona, como gestor de su propia historia», señala.

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Hernán Curiñir (55) es originario de Carirriñe, comuna de Chol Chol. Hijo de un profesor básico, desde pequeño sintió que algo no cuadraba entre la historia que le enseñaban en el colegio y aquella que, junto al fogón, escuchaba de sus mayores. Una insaciable sed intelectual lo llevó a escudriñar a lo largo de su vida en los vacíos de la historiografía oficial chilena, a recabar antecedentes en apolillados archivos y cotejar todo aquello con la silenciada historia mapuche, «no muy presente en los libros, pero si muy viva en la memoria oral de nuestro pueblo».

«Compendio y Agenda de la Historiografía Mapuche» implicó cuatro años de investigación y estudio. En sus páginas, Curiñir intenta relacionar hombre, tiempo y geografía, tres elementos que llevan a su obra más allá del mero ejercicio académico. «¿Dónde está Curalaba? ¿dónde se firmó el Parlamento de Quillen? ¿En qué lugar nació Kilapan? son preguntas que intento responder, rescatando lugares geográficos y efemérides que debieran llenarnos de orgullo como nación», indica. La historia como herramienta de lucha política. A juicio de Curiñir, el gran desafío para las nuevas generaciones de intelectuales comprometidos con su pueblo.

 


El libro implicó cuatro años de investigación y estudio. En sus páginas, Curiñir intenta relacionar hombre, tiempo y geografía, tres elementos que llevan su obra más allá del mero ejercicio académico. «¿Dónde está Curalaba? ¿dónde se firmó el Parlamento de Quillen? ¿En qué lugar nació Kilapan? son preguntas que intento responder, rescatando lugares geográficos y efemérides que debieran llenarnos de orgullo como nación».


La publicación -de gran valor pedagógico- lleva dedicatorias del autor a su hija Marcela, prematuramente fallecida a los 17 años, al igual que a su hermano Nelson Vladimiro, detenido desaparecido, como a sus padres Bartolo y Zoila y a sus hermanos Hugo y Lilian. Lo prologan el pintor Eugenio Salas y el historiador Pablo Marimán quien valora el libro «como una tremenda ayuda para los estudiantes, pero especialmente para aquellos padres que, al ser consultados por sus hijos, por sus amistades o por la misma escuela, no tienen más que decir que lo que reza La Araucana».

 

En la siguiente entrevista con Azkintuwe, Curiñir aborda las motivaciones tras la publicación de su «Compendio…», se explaya sobre los mitos del Estado chileno en Wallmapu, cuestiona la apropiación de figuras históricas mapuche en el marco del «Bicentenario» y nos entrega valiosas reflexiones en torno a la realidad mapuche actual.

 

– ¿De dónde viene esta pasión suya por la historia?

 

Yo soy hijo de un profesor básico, Bartolo Curiñir. Mi padre hizo sus inicios como profesor en 1950 en Oñoico, entre Carahue y Puerto Saavedra. Me tocó nacer por allá y a poco andar nos trasladamos a estudiar a Carahue, donde hice toda mi enseñanza básica. Allí nos enseñaron la historia winka, que siempre se contrapone con lo que uno escucha en su casa, con lo que nos cuentan nuestros mayores, esa otra historia que es mirada hasta con desprecio. Ante ello dije, ‘debe existir una propuesta distinta’, pero me di cuenta que no existían muchos materiales, había muy poco trabajo escrito por mapuches al respecto.

 

– ¿Allí se encuentra el origen de este trabajo?

 

Efectivamente. Desde hace muchos años que buscaba expresar a través de algún libro el sentido de nuestra historia, ello desde una mirada propia. Toda la historia que a nosotros nos han enseñado viene del mundo occidental, del mundo winka, viene de señores con apellidos aristocráticos de la zona central, que nos visitaron con suerte 10 o 15 días y que luego escribieron sobre nosotros, generalmente una mentira tras otra mentira. De alguna manera este trabajo busca colocar al mapuche en primera persona, como gestor de su historia, también como parte de la geografía de nuestro país, porque eso es lo que fuimos, un país. Hay una cita que rescato y pertenece a don Domingo Faustino Sarmiento. Fue publicada en el Correo del Sur, un 14 de noviembre de 1854. Dice textual: «Entre dos provincias chilenas (Concepción y Valdivia) se intercala un pedazo de país que no es provincia, donde se habla distinto, siendo habitada por otra gente y que aún puede decirse que no es Chile. Sí, Chile se llama el país donde flota su bandera y son obedecidas sus leyes».

 

– Más claro no podría ser.

 

Son antecedentes que nos hablan de un pasado en libertad. La historia chilena lo esconde, no lo cuenta. Yo me pregunto, si en la Guerra del Pacífico los soldados y oficiales chilenos consiguieron laureles, condecoraciones, ¿dónde están aquellas conseguidas en sus campañas militares contra los mapuche? He revisado las memorias de guerra de la época y no las he podido encontrar. Este trabajo me ha permitido escudriñar en esos vacíos. Poder entender, por ejemplo, lo que significó para nuestro pueblo la constitución de la propiedad austral, en 1852, plan maquiavélico del estado chileno para invadir nuestro territorio. Y más atrás, poder descubrir dónde está Curalaba, dónde está Quillen, qué significó para nuestro pueblo la batalla de Quecheregua.

 

– Algo no cuadra en la versión que da la historia oficial sobre nuestro pueblo.

 

Absolutamente. De los orígenes de la nación chilena, en 1810, vienen las contradicciones. Ellos no han logrado explicar por qué el estado llegó recién 71 años después de la independencia a nuestro territorio. No olvidemos que la ocupación militar, con movilización de tropas, estrategias de campaña y toda la logística de la guerra, aconteció recién en 1880. ¿Qué había acá hasta entonces? Había un país, un orden social, todo lo que retrata en sus cartas José Mañil Wenu, gran Toki del siglo XIX. Poco sabemos los mapuches del lonko Mariluan que lideró a nuestro pueblo hasta su muerte en 1835. Mariluan participó en dos parlamentos en la Colonia ante los españoles y otros dos con los chilenos, incluyendo el de Tapiwe de 1825, cuyo texto se adjunta en el libro. Parlamentos que implicaban relaciones políticas, comerciales, jurídicas, entre dos naciones soberanas.

 


Pocos años antes de los dichos de Vicuña Mackenna, en 1861, el propio gobierno presidido por José Joaquín Pérez había reconocido públicamente la independencia mapuche. En el Acta del Cuerpo Legislativo del 20 de octubre de ese año, afirma el mandatario «que existe frontera entre Chile y el país de los mapuches; que se han hecho y se seguirán haciendo parlamentos diplomáticos con los mapuches».


– La idea de indios salvajes resistiendo a la «civilización» no cuadra con ello.

 

No, pero hubo gente que propagó la otra versión, debidamente financiados por el estado chileno. Benjamín Vicuña Mackenna, en 1968, esgrime en el Parlamento: «Es cierto que el indio defiende su suelo, pero lo defiende porque odia la civilización, odia la ley, el sacerdocio, la enseñanza. La patria que él defiende es la de su libre y sanguinaria holgazanería, no la santa patria del corazón, herencia de sus mayores… Es una cosa probada que el indio no sabe nada de ese tan ponderado heroísmo de sus abuelos, que nosotros por moda les atribuimos. A buen seguro que ni Melin ni Kilapan han visto jamás un ejemplar de La Araucana ni saben quienes fueron Rengo y Galvarino». Vicuña Mackenna era diputado y también historiador, a mi juicio uno de los sátrapas más grandes que han nacido en esta tierra.

 

– Vicuña Mackenna es uno de los historiadores chilenos que nos hacen leer en la escuela.

 

Es aberrante, tan aberrante como la educación que recibimos. Pocos años antes de los dichos de Vicuña Mackenna, en 1861, el propio gobierno presidido por José Joaquín Pérez había reconocido públicamente la independencia mapuche. En el Acta del Cuerpo Legislativo del 20 de octubre de ese año, afirma el mandatario «que existe frontera entre Chile y el país de los mapuches; que se han hecho y se seguirán haciendo parlamentos diplomáticos con los mapuches». Estas palabras no fueron de un activista pro mapuche de aquellos años. Lo dijo el Presidente de la República ante el Parlamento.

 

– ¿Puede celebrar el estado chileno su Bicentenario en Wallmapu?

 

Claramente no, seria un absurdo. Pero la pregunta es más bien qué celebramos nosotros los mapuches el 2010. O qué conmemoramos. Me temo que 128 años de ocupación. Sería bueno aprovechar esa fecha para visibilizar esta realidad, seria bueno surgiera alguna propuesta para mostrar lo que en verdad somos, un pueblo que ama su tierra, que tiene muchas cosas que decir sobre su historia pero también sobre su futuro. Sobre el Bicentenario chileno los mapuches también tenemos mucho que decir.

 

– En el libro usted menciona un dato curioso relativo al primer centenario del Estado chileno.

 

Hablo del «Censo de Indios» de 1907, que se realizó en noviembre y cuyo apoderado general fue Tomás Guevara, paradójicamente una persona recurrente en la historia mapuche de aquellos años. Se contabilizaron aquella vez 101 mil mapuches. Y la población chilena era de 3 millones 250 mil personas. Han pasado 100 años y hoy según la encuesta CASEN y otras estadísticas, aproximadamente existen 1 millón 500 mil mapuches. Los chilenos, en tanto, poco más de 16 millones. Estas cifras nos dicen lo siguiente: que los mapuches hemos crecido 15 veces y la población chilena ha crecido 4,8 veces en un siglo. Si hacemos la proyección es posible suponer que en 100 años más, los mapuches seremos el 30 por ciento de la población de Chile. Esto tiene implicancias geopolíticas profundas, tanto para los chilenos como para nosotros como mapuches.

 

– Hay discursos que hablan de que los mapuches vamos directo al «exterminio», con una visión un tanto apocalíptica. Buenas noticias para ellos.

 

Los mapuches hoy estamos insertos en todos los espacios sociales, en el campo, en la ciudad, en los gremios, en las fábricas, en las universidades. Claramente no estamos en la superestructura de la sociedad en nuestro territorio, no estamos al mando de empresas, como pueblo nos faltan pilotos de aviación, senadores y diputados propios, etc. Hay un tema de visión de país que hemos perdido. Hay una terrible autocrítica que debiéramos hacer respecto de cómo nos vemos y nos pensamos. La guerra lamentablemente hizo su trabajo y perdimos parte de nuestro propio rakizuam. La guerra hizo su trabajo, pero yo creo que no estamos derrotados totalmente. Yo creo que como pueblo debemos recuperar el pensamiento de los lonkos del siglo XIX, sus reflexiones plagadas de estrategia. Debemos batallar en el campo de las ideas recuperando esa filosofía, debieran haber una mayor cantidad de intelectuales mapuches vinculados con esa historia, capaces de recuperar ese rakizuam de nuestros grandes estrategas.

 

– Conversando con el peñi Rosendo Huenuman,  último parlamentario de nuestro pueblo, nos comentaba que tras la derrota militar, la reducción de las tierras y posterior colonización, los mapuches comenzamos a pensarnos desde la derrota y nos acostumbramos a hacer política desde lo marginal. ¿Comparte este juicio?

 

Es una observación muy valiosa la que hace el peñi Rosendo y la comparto plenamente. Cuando ocurre la invasión militar del territorio, habían dos tipos de mapuches. Los que resistieron y murieron en su intento, masacrados por las ametralladoras que venían siendo probadas por el ejército chileno desde Chorrillos y Miraflores, y los yanakonas que no solo no resistieron, sino que pelearon en algunos casos del lado de los chilenos. Quienes sobrevivieron, mayormente, fueron estos últimos, de allí que persista una costumbre de andar a la cola de los chilenos. Lonkos entreguistas han existido siempre. Son cuestiones que están en la historia mapuche y que persisten hasta nuestros días. Creo en lo personal que no será posible construir desde nuestro pueblo una propuesta política seria, con proyección estratégica, si no ponemos real atención a nuestra historia nacional y recuperamos el orgullo de aquellos que murieron por nosotros.

 


Lautaro es el mapuche de La Araucana, de Ercilla, huele bien y su imagen ha sido apropiada por los chilenos desde los albores de la República. El mapuche contemporáneo es el que huele mal, decía Neruda. Yo creo sin embargo que una vez más nosotros somos los responsables de esta apropiación. Porque no hemos tenido la claridad política, el conocimiento filosófico, de colocar a nuestros héroes en el sitial que se merecen.


– En su libro usted pone especial énfasis en la recuperación de sitios históricos.

 

Te voy a contar un hecho anecdótico. Yo me fui a Santiago en el año 81′ y vivía cerca de la Rotonda Quilín y cuando leía la historia sobre el Parlamento de Quilin o Quillen, yo pensaba que allí se había realizado. Estaba muy perdido pero ya tenía la inquietud por relacionar la historia mapuche con nuestra geografía. Tras largos años de investigación he podido identificar claramente que dicho Parlamento no fue en la comuna de Lautaro como se piensa, sino en Galvarino, en la unión de los ríos Quillen y Chol Chol, donde hay un lugar geográfico donde por las crecidas del invierno se daban las empastadas para alimentar 4 mil caballos en verano, como constatan los relatos de la época. ¿Sabe la gente, nuestros niños, dónde murió Lautaro? Nosotros tenemos gran responsabilidad en desconocer lugares históricos claves.

 

Yo me pregunto, ¿por qué nunca hemos hecho una colecta pública entre mapuches para levantar un monumento en Curalaba? sabemos donde es, hay incluso un alcalde mapuche en Lumako, que no tendría porque oponerse. Yo soy partidario de trabajar en pos de levantar este monumento, porque Curalaba marca un hito notable en nuestra historia patria. Los chilenos hablan del «Desastre de Curalaba», claramente para nosotros fue una gran victoria, una memorable gesta militar. El lugar donde murió Pedro de Valdivia también está identificado en Cañete, Tomás Guevara lo identificó hace más de 100 años, ¿por qué no reivindicamos ese sitio histórico? No por Valdivia, sino para rendir homenaje a nuestros antepasados. El primer ejército indígena que capturó, enjuició y condenó a muerte a un Gobernador español en el continente fue el mapuche. Valdivia era el primer Gobernador de Chile. Fíjese usted. Misma suerte correría Martín Óñez de Loyola en Curalaba.

 

– En el fútbol se dice que cuando uno no hace los goles, te los hacen. Hoy vemos a Lautaro como uno de los candidatos para ser elegido como el «chileno» más grande de la historia en un programa de la televisión estatal. ¿Qué piensa de ello?

 

Lautaro siempre ha llamado la atención de los chilenos. Pablo Neruda escribía en una de sus Reflexiones desde Isla Negra: «Nuestros recién llegados gobernantes se propusieron decretar que no somos un país de indios. Este decreto perfumado no ha tenido expresión parlamentaria, pero la verdad es que circula tácitamente… La Araucana está bien, huele bien. Los araucanos están mal, huelen mal. Huelen a raza vencida …como frenéticos arribistas nos avergonzamos de los araucanos. Contribuimos, los unos a extirparlos y los otros a sepultarlos en el abandono y el olvido». Lautaro es el mapuche de La Araucana, de Ercilla, huele bien y su imagen ha sido apropiada por los chilenos desde los albores de la República. El mapuche contemporáneo es el que huele mal, decía Neruda. Yo creo sin embargo que una vez más nosotros somos los responsables de esta apropiación. Porque no hemos tenido la claridad política, el conocimiento filosófico, de colocar a nuestros héroes en el sitial que se merecen. No hemos sido capaces de rescatar y valorizar en su justa dimensión lo propio, nuestro patrimonio histórico, político y cultural.

 

– Finalmente, ¿qué mensaje entregaría usted a los estudiantes de la carrera de Historia y a las nuevas generaciones en general?

 

Les diría, en palabras muy simples, que se levanten más temprano y que se acuesten más tarde que sus compañeros chilenos. Ahí está la clave, porque como mapuches estamos llamados a conocer la cultura winka y también conocer nuestra propia cultura. Ese es el gran desafío que tenemos, que tiene nuestra juventud. Deben conocer la cultura winka, y conocerla bien, no a medias, como Lautaro y otros grandes estrategas lo hicieron en su tiempo. Pero también deben quitarle horas al sueño para recuperar lo propio, aquello que la educación winka nos ha quitado, nos ha ocultado, para aprender de lo propio. Es algo que deben hacer por ellos y principalmente por nuestros antepasados, que regaron esta tierra con su sangre, con el llanto de sus mujeres e hijos. Un mapuche educado en todos lados es respetado. Esa es una de las armas que debemos aprender a utilizar.