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Pedir la ilegalización para Democracia Nacional es hacerle el juego al poder

Sobre el comunismo y la tendencia de los comunistas a pedir soluciones a la burguesía

Fuentes: Rebelión

Estos días se ha hablado mucho sobre el trágico suceso acaecido en la estación madrileña de Legazpi. Un joven de 16 años, llamado Carlos, y con más conciencia que muchos de los políticos que gobiernan en este país, decidió acudir a una manifestación en contra del racismo y la xenofobia. Esta manifestación se producía en […]


Estos días se ha hablado mucho sobre el trágico suceso acaecido en la estación madrileña de Legazpi. Un joven de 16 años, llamado Carlos, y con más conciencia que muchos de los políticos que gobiernan en este país, decidió acudir a una manifestación en contra del racismo y la xenofobia.

Esta manifestación se producía en respuesta a la convocada por las juventudes de Democracia Nacional, en contra de los inmigrantes y por su ideal de la España legendaria. Legendaria en crímenes y asesinatos, por supuesto. Primer punto del partido para ellos. Acaban de descubrir que España es algo más que lo que dicen en la televisión y la prensa burguesa.

Volviendo con el tema que nos ocupa, no resulta para nada sorprendente que la derecha más rancia, heredera de cuarenta años de expolio gratuito, vuelva a las calles a reivindicar sus ideales. Parece ser que ya no se encuentran tan cómodos con el Estado que obligaron a pactar, y que otros traidores asumieron con gran alegría, y hoy, la bestia viene pidiendo más.

Pero lo más sorprendente de todo resulta ver a una izquierda completamente desorientada, gritando eslóganes de hace setenta años, y pidiendo a viva voz la ilegalización de Democracia Nacional. Como siempre, desde hace casi cuarenta años, acabamos haciendo el juego a la burguesía española. Si como bien se dijo hace tiempo, la ilegalización de Batasuna era una medida anticonstitucional, también lo debería de ser en este caso. No es una ley hecha para los intereses de la clase obrera, y no va a beneficiar más por el hecho de que se aplique a partidos como Democracia Nacional.

De hecho, ésta es una ley hecha a la medida de Batasuna, pero con las miras puestas en reprimir toda respuesta anticapitalista que se sitúe fuera del arco parlamentario. Y como buenos estrategas que son, tan bien lo han hecho, que ahora, cuando la izquierda pide la ilegalización de Democracia Nacional, parece que lo más centrado es el propio estado. Ni de izquierdas, ni de derechas, sino todo lo contrario.

Y una vez más, cómo no, la muerte de un joven antifascista quedará en el punto de sólo suponer una condena penal al supuesto asesino, que por cierto es de la guardia real, y al que han entrenado para matar los militares españoles. Pero, por supuesto, de eso no se va a hablar. Desde el primer momento era una pelea entre bandas. ETA es banda armada, los albano-kosovares son banda de delincuentes y las antifascistas son bandas de red skins.

Y dentro de poco, los comunistas seremos otra banda más de delincuentes que intenta acabar con este paraíso de derechos que es el capitalismo. Paraíso lo es, por supuesto, pero para los Botín y los Ibarra, que bien viven a costa del trabajo de toda esta clase obrera que repite eslóganes de hace setenta años o eslóganes de publicidad.

El fascismo, parece que olvidamos, nace por una razón muy sencilla (y no tan sencilla en el fondo), que es que muchos burgueses no se fían del Estado, y prefieren tener sus estructuras de poder particulares, dominando así la vida publica, la economía, la educación, etc.

Y el comunismo nace porque existen unas condiciones materiales en las relaciones de producción que así lo posibilitan. Todos somos hijos del capitalismo, y moriremos con él. El debate no debe centrarse en si, cuando la izquierda es débil, es lícito llamar a Papá Estado para que nos quite de en medio esos grupos fascistas que tanto daño hacen. De hecho, al Estado, lo que más le interesa es que existan estos grupos. Son la medicina que nos tienen preparada para que no salgamos del coma en el que estamos sumidos.

El debate, una vez más, tiene que ser si queremos hacer una revolución y cambiar el mundo, o conformarnos con vivir de las migajas que suponen los días reivindicativos. Y seguir siempre a la zaga de lo que hace el capitalismo. Se trata, en definitiva, de volver a intentar tomar la iniciativa política, creando estructuras partidarias y de masas, hacer un balance de por qué nos encontramos en este punto (y material para esto tenemos de sobra, 160 años de historia nada menos), para posteriormente volver a salir a la calle, pero no para pedir la ilegalización de Democracia Nacional. Para acabar con ellos definitivamente.

Supongo que Carlos se merecería poder vivir algo así, puesto que qué hay más propio de la juventud que intentar cambiar el mundo.