Decían se llamaba Juan, las nubes comenzaron a abrir el paso a su llegada. Tal vez especuló que habría el reencontrarse con viejos camaradas, compañeros de letras y militancia. Tal vez le quedaron palabras para alertarnos sobre aquello que elegimos mirar de soslayo, aquello que resumía en compromiso. Es de la estirpe de esos grandes, […]
Decían se llamaba Juan, las nubes comenzaron a abrir el paso a su llegada. Tal vez especuló que habría el reencontrarse con viejos camaradas, compañeros de letras y militancia. Tal vez le quedaron palabras para alertarnos sobre aquello que elegimos mirar de soslayo, aquello que resumía en compromiso.
Es de la estirpe de esos grandes, de esos mejores, de esos que quisiéramos no partiesen nunca. Es de esa piel curtida por el vibrar de cada instante en la vida, la no rescatada, la arriesgada.
Nosotros, simples mortales, no podemos más que desde el lamento y el homenaje, intentar acercarnos a su sombra de gigante. Sombra porque toda su esencia se hace casi inalcanzable.
Alguna vez Juan Carlos Monedero señaló al humano diciendo que: «es poquita cosa y hay que cuidarlo…» Y eso somos, ante semejante gigante que el destino nos regalara. Nos lo regalara para comprender que militar tiene tantas variantes como la palabra mezclada en un poema, en un pensamiento.
Él nos cuidaba…
Atilio Borón dijo que: «…Sembró palabras e ideas que germinarán con fuerza en los corazones de millones de militantes de Nuestra América…»
Alejandro Jusim expresó: «…Cada letra soñada sobre un papel en blanco, es célula que forma el corazón del poeta. Y las letras, querido Juan, jamás dejaran la vida…»
El gran Eduardo Galeano casi como una reflexión: «…A veces, la muerte miente.
Y ahora, lo repito: miente la muerte cuando dice que Juan Gelman ya no está.
El sigue vivo en todos los que lo quisimos, en todos los que lo leímos, en todos los que en su voz hemos escuchado nuestros más profundos adentros.
Nunca encontraremos palabras que expresen nuestra gratitud al hombre que fue muchos, al que fue nosotros y nosotros seguirá siendo en las palabras que nos dejó…»
Casi nadie quiere quedarse sin decir algo de Juan, algo sobre Juan. Muchos son los que pretenden homenajear, honrar al que ha sido y al que es; al que ha trazado camino y enseñó a escuchar la historia con toda su sangre y sus gritos, con todos los tormentos y las esperanzas…
Casi nadie quiere dejar de decir, para que el Poeta, el Militante no calle, como Mariano Clavijo: «…La puta madre se nos fue Juan Gelman…qué poeta!!! Menos mal que nos dejó sus libros. Trago amargo y miro desesperado la biblioteca a mis espaldas, busco y busco. Lo encuentro, lo saco, lo arrimo a mi pecho y ahora sí, desandolvido. Es «Mundar»…»
Conrado Yasenza en el deambular de las palabras y los sentires confundidos, mezclados, firmes, desbaratados susurró: «…Murió el Poeta; algo se apagó en mí. Poco se sabe Yo no sabía que no tenerte podía ser dulce como nombrarte para que vengas aunque no vengas y no haya sino tu ausencia tan dura como el golpe que me di en la cara pensando en vos…»
Y Claudia Korol casi como un detalle, como una marca dice: «…allí fue Juan, atardeciendo en sus palabras como en su propia salsa. Juan, el buscador de rastros suyos y nuestros en los cuerpos olvidados.
Allí fue Juan, con los pedacitos rotos de nuestros compañeros y compañeras, sembrados con la fuerza de sus nombres en nuestra memoria colectiva…»
¿Cómo reemplazar las palabras y la heroicidad de sostener la verdad anhelando la justicia?
¿Cómo suplantar el valor y la rebeldía ante un sistema depredador y alienante? Con poesía, pero también con compromiso y militancia.
Pero no es cuestión de reemplazar, de suplantar, porque como dice Teresa Parodi: «…Usted sigue estando aquí, eso es muy cierto / Jamás hubo destierro que lo saque de este suelo / usted ha estado en casa pese al lejos / usted ha estado en casa todo el tiempo…»
Luciana Bustos también se ha hecho presente en letra para homenajear: «…Nada fue como yo pensaba y escucharlo, tampoco…quizá alguno de los dos andaba a destiempo y ahora. Que leo. Su muerte. Perdido en aquella mesa se convierte en un abrazo, quizá el que él traía y que era Del amor…»
Todos hacemos esta larga fila para pasar a homenajear al héroe de la palabra, el revolucionario del sentido, el militante del amor…
Como Miguel Longarini que entre verso y verso le dice: «…Pero los poetas no mueren / apenas se van… / se meten en las hojas, / en los armarios, / en las bibliotecas…»
Reflexiona Sergio Aldo Angulo: «…Juan Gellman se preguntaba por qué querían ocultar las heridas del pasado, por qué querían perder la memoria… a propósito de memoria y heridas, es interesante el concepto de «transparencia» que se suele utilizar.
Esto está relacionado con el de «candidato». Candidato viene de cándido esto es «blanco» sin mácula por eso, en el mundo greco-romano se vestían con túnicas blancas, no solo eso sino que también esas túnicas debían ser casi transparentes para que se vieran las heridas de guerra en el cuerpo, me pareció atinado recordar que aquellas gentes occidentales lejos de «tapar » las heridas las mostraban!!!
¿Cómo llegamos a esto de proponer ocultar las heridas???
Solo a los traidores que asesinaron a su pueblo se les tornó viable ese ocultamiento…
Mediante un comunicado, el EZLN afirmó que «se fue un poeta que nunca se rindió y que armado de palabras nos hizo transitar el horizonte de otro mundo posible» y recordó que poco antes que el periodista y poeta fallecido encontrara a su nieta (nacida en cautiverio durante la dictadura cívico-religioso-militar), el Sub Comandante Marcos «le dedicó una carta que si bien comienza con un tono militarista y referencias al fuego, termina haciendo germinar la flor de la palabra; la misma que Gelman regó toda su vida en cada acción y en cada verso».
Decía Juan que «…y no morimos para morir…» Claro que no, al menos en el caso de Juan es más que contundente, porque, al igual que varios como Hugo Chávez, como el Che, como Neruda, Walsh, Urondo, Benedetti, Tejada Gómez, Lima Quintana y tantos, como ellos Juan es otro más de los imprescindibles, de los eternos, los que permanecen y existen más allá de existencia. Porque no existimos para sólo existir; porque «…somos un verso (que) puede nacer del encuentro entre una piedra y un fulgor…»
Alguien podría especular que desde los estantes de las bibliotecas, se derraman letras como lágrimas, lamentos hechos versos, tristezas en poemas…pero no, al menos en este caso no. Juan, como otros, marcó un camino, la senda de la perseverancia y la tozudez de no amilanarse ante nada ni nadie.
Y con esa convicción nos decía: «…Si me dieran a elegir, yo elegiría /este amor con que odio, /esta esperanza que come panes desesperados. /Aquí pasa, señores, /que me juego la muerte…» Porque así fue, es, su existencia en este terreno mundo de la permanente incomprensión de nuestra esencia, la que él interpretaba a cada paso versado…
Brindemos por la esperanza del no olvido, del recuerdo permanente de quien nos convencía que: «… ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre, hasta aquí no? / Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas…»
Es cierto que la muerte miente…pero, «…por si la muerte, (como decía Armando el otro imprescindible) estoy en vela…»
Que así sea…
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