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Sobre la «estabilidad» política

Fuentes: Rebelión

«Para el sistema, para las minorías que lo controlan, lo ideal es el inmovilismo, pero dado que las propias características del sistema lo impiden, a lo que aspiran las clases dominantes es a minimizar el movimiento, a maquillarlo, a dirigirlo…«(José López) Habremos oído aludir a ella en multitud de ocasiones, pero la pregunta podría ser […]

«Para el sistema, para las minorías que lo controlan, lo ideal es el inmovilismo, pero dado que las propias características del sistema lo impiden, a lo que aspiran las clases dominantes es a minimizar el movimiento, a maquillarlo, a dirigirlo…«
(José López)

Habremos oído aludir a ella en multitud de ocasiones, pero la pregunta podría ser la siguiente: ¿qué quiere decir la clase dominante cuando habla de «estabilidad» política? ¿A qué se refiere realmente cuando apela a ella? Pues de entrada, y básicamente, para ellos, la «estabilidad» política se refiere a la posibilidad de continuar gobernando, o bien de comenzar a hacerlo. Para la élite política y económica que nos gobierna en esta fase del capitalismo neoliberal más descarnado, «estabilidad» no es sinónimo de tranquilidad, de sosiego, de calma, de equilibrio, de justicia, de igualdad, de legitimidad, sino simplemente de continuismo, de sometimiento al sistema, al orden establecido, de acatamiento de unas reglas que perpetúan un sistema socialmente injusto, económicamente desigual, políticamente autoritario, y éticamente corrupto. Cuando ellos mencionan la «estabilidad», es para oponerse radicalmente y con todas sus fuerzas a cualquier cambio que ponga en cuestión el sistema establecido, es para impedir cualquier estallido social que se rebele contra el mismo.

Lo primero que tenemos que señalar es que estamos ante otro claro ejemplo de estrategia de manipulación del lenguaje a la que nos tiene acostumbrados la clase dominante, ya que el lenguaje representa, con todos sus recursos, la herramienta más útil para crear conciencia social, y encaminar a las masas hacia la asunción de un determinado imaginario colectivo. Precisamente, uno de los mayores objetivos que tenemos planteados desde la izquierda transformadora es contribuir a desmontar las falacias, trampas y perversiones de su lenguaje, y retornar las palabras a su justo significado. De esta forma, las manipulaciones que se esconden bajo típicos eufemismos como «rescate», «austeridad», «deuda», «flexibilidad», «mercado», «reformas», «crisis», «externalización», «responsabilidad», y un largo etcétera, obedecen a estas claras estrategias de manipulación política y mediática de dichos términos y conceptos. Y el concepto de «estabilidad» política es otro ejemplo en este sentido. En realidad, en el discurso de la clase dominante, nada significa lo que debe significar, y nos encontramos sumidos en todo un absurdo teatro de la retórica, donde la terminología y el vocabulario nos juegan continuamente malas pasadas.

Y así, s on numerosos los llamamientos a la «estabilidad» y a las virtudes y necesidad de su consecución, a la vez que se proclaman los peligros de la «inestabilidad» política. Se habla de que la clase empresarial desea un «gobierno estable», o de que los recientes pactos políticos entre fuerzas de izquierdas generan «inestabilidad». O también se afirma que desde la Transición, nuestro país ha gozado de uno de los mayores períodos de «estabilidad» política de su Historia. Estamos de nuevo ante otro uso interesado y manipulado del lenguaje, que adopta términos con una tremenda carga social positiva, para incorporarlos a su imaginario colectivo, pero tergiversando peligrosamente su significado, y desviándolo de su sentido originario. Y tenemos infinidad de ejemplos que así lo demuestran. Por ejemplo, se aduce desde la clase dominante que la Segunda República fue derrocada porque se generó un ambiente creciente de «inestabilidad», cuando lo cierto es que fue derrocada (mediante un Golpe de Estado y una posterior dictadura fascista) porque sus políticas comenzaban a poner en serio peligro los privilegios de la élite económica y de la Iglesia Católica, entre otros sectores.

También lo podemos extrapolar al ámbito internacional. Y de esta forma, la Revolución Bolivariana está impulsando la «inestabilidad» política en Venezuela, pero sin embargo, no se dice nada de los gobiernos neoliberales de México, que están permitiendo que este país se coloque a la cabeza de los más violentos del mundo. Si hacemos una mirada histórica, de nuevo se nos vienen a la memoria muchos ejemplos. Como nos recuerda Noam Chomsky, este discurso en ocasiones llega a ser incluso surrealista, como cuando el comentarista conservador James Chace, que fue redactor de Foreign Affairs, explicó en su día que Estados Unidos trataba de «desestabilizar a un Gobierno marxista libremente elegido en Chile porque estábamos decididos a buscar la estabilidad» bajo la dictadura de Augusto Pinochet. O bien, actualmente, las políticas de Irán se consideran generadoras de «inestabilidad» (porque no se someten al dominio y dictados de USA), mientras que no se dice nada sobre Arabia Saudí, que posee una de las dictaduras más sangrientas, retrógradas y autoritarias del mundo árabe. Por tanto, ¿bajo qué criterio se juzga la «estabilidad» o «inestabilidad» política de un país? Está claro que únicamente bajo la óptica de la satisfacción de determinados intereses, el cumplimiento de determinados objetivos, o la sumisión a determinadas alianzas.

De todos modos, hemos de observar que la estabilidad política no es un fin en sí misma, sino que simplemente es una consecuencia natural de los buenos Gobiernos. Y hoy día, justamente aquéllos Gobiernos que respetan a su ciudadanía, y que luchan por conseguir escenarios de mayor justicia, mayor igualdad y bienestar social, son aquéllos que disfrutan de la auténtica estabilidad. Es irónico, indecente y cínico, por tanto, que el Gobierno del PP se arrogue la generación de la «estabilidad» política, y critique a su oposición política por generar escenarios de «inestabilidad», cuando bajo su Gobierno se han creado las mayores cifras de desigualdad, paro, pobreza y exclusión social. No existen argumentos decentes para defender su «estabilidad» política, cuando ha desmontado todos los puntales del Estado del Bienestar, excluyendo de la sanidad pública a determinados colectivos, anulando la financiación para la Ley de la Dependencia, reduciendo el número de profesores de la Educación pública, reduciendo la cuantía dedicada a becas y ayudas al estudio, endureciendo los requisitos para su obtención, desahuciando a las personas de sus viviendas, o dejando en la estacada a millones de parados y paradas, que ya no perciben ninguna prestación ni subsidio por desempleo.

La estabilidad política vendrá, por tanto, cuando vivamos en un país donde la banca privada no sea la causante de que casi un tercio del Presupuesto General del Estado tenga que emplearse en pagar la deuda pública, cuando las grandes empresas no puedan practicar ERE’s de forma indiscriminada, dejando en el paro a miles de trabajadores y trabajadoras, cuando los bienes básicos y fundamentales para la ciudadanía (electricidad, agua, gas, transporte, etc.) sean verdaderamente públicos, gratuitos y universales, cuando las personas tengan asegurados unos ingresos mínimos para una vida digna, cuando los derechos que consagran el Estado del Bienestar queden blindados ante el intento de ataque de cualquier gobierno de turno, y cuando las personas que se dediquen a la política lo hagan con intención de favorecer y reforzar lo público, en vez de utilizarlo para expoliarlo y saquearlo constantemente.

La verdadera estabilidad política vendrá cuando sean respetados escrupulosamente todos los Derechos Humanos, y cuando nos liberemos del dogal del Euro, de la Unión Europea y del seguidismo a los Estados Unidos, en su política imperialista y belicista en el contexto internacional. Bueno, en realidad, cuando intentemos conseguir todo esto quizá venga un período de «inestabilidad», porque la clase dominante ponga en marcha todos sus resortes para impedirlo, como ya han hecho (y continúan haciendo) en otros muchos países y situaciones a lo largo de la Historia. Parece una macabra broma que, después de desmontar prácticamente todos los mecanismos de protección social, y de apuntalar un sistema que nos aboca a la permanente precariedad y desigualdad, encima nos vengan con que, gracias a ellos, disfrutamos de un panorama de «estabilidad» política. Si esto es así, ¿dónde hay que firmar para conseguir la «inestabilidad»?

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.