Introducción
Uno de los temas centrales de la teoría política es el relacionado con la definición del Estado. Identificar la naturaleza del Estado, comprender cómo apareció históricamente, determinar sus relaciones con la sociedad y entender cómo dicha “estructura política” podría ser instrumento de transformación de la misma sociedad, es uno de los temas más trabajados por diferentes filósofos y pensadores en todo el mundo. Tanto en los tiempos de Platón y Aristóteles (327 a. C.) hasta llegar a Nicolás Maquiavelo que con su tratado “El Príncipe” (1513) inaugura el pensamiento moderno sobre esta importante categoría política, el tema del Estado es fundamental en la vida de los humanos y de las diferentes pueblos, sociedades y civilizaciones.
Por ello, en el presente ensayo se aborda dicho tema apoyándonos en el texto de Nicos Poulantzas denominado “Estado, Poder y Socialismo” (1979) para relacionarlo con el texto de Karl Marx (1852) “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”, y a partir de sus principales conceptos reflexionar sobre la realidad del Estado en la actualidad. Poulantzas en la introducción de su texto se plantea las siguientes preguntas: “¿Quién escapa hoy al Estado y al poder? ¿Y quién no habla de ellos? Algo tiene que ver, seguramente, con este fenómeno, la actual situación política, no solamente de Francia sino de toda Europa” (Poulantzas, 1979: p. 5). Y nosotros agregaríamos… ¿Quién no habla del Estado y el poder en la segunda década del siglo XXI?
En una primera parte del ensayo, se retoman algunas de las ideas planteadas por Friedrich Engels (1884) en el escrito “El origen de la familia, propiedad privada y el Estado”, para construir una idea “histórico-general” del Estado desde los orígenes de la civilización humana, y en una segunda parte, se avanza sobre la idea del Estado en la sociedad capitalista, que es donde las ideas teóricas de Poulantzas cumplen, de una manera más efectiva y clara, la tarea de precisar y aterrizar las ideas de Marx que han sido tergiversadas por seguidores y no seguidores, y por sus intérpretes posteriores. De acuerdo a dicho autor de referencia, Marx propiamente nunca construyó un tratado sobre el Estado , y en parte, por ello o por intereses diversos, sus ideas sobre ese tema han sido tergiversadas con interpretaciones reduccionistas y esquemáticas.
Sobre este último aspecto Poulantzas afirma lo siguiente en forma taxativa en el escrito de referencia:
Es cierto que no se encuentra en los clásicos del marxismo una teoría general del Estado, pero no, simplemente, porque no hayan podido o sabido, por tales o cuales razones, desarrollar con plenitud una teoría semejante, sino porque no puede haber una teoría general del Estado (Poulantzas, 1979: p. 16).
Desarrollo
Primera parte
En el clásico texto de referencia de Engels (1884), se plantea que la humanidad vivió durante mucho tiempo en un estadio de desarrollo en donde permanecía en comunidad. Las relaciones entre los humanos de aquellos tiempos, que tuvieron un desarrollo desigual en el tiempo de acuerdo a la región geográfica y a los diversos procesos de vida de cada pueblo, eran en lo fundamental de colaboración y reciprocidad. La productividad de un ser humano (o de su grupo familiar) apenas alcanzaba para la sobrevivencia de sí mismo y su familia, y entonces, no era posible que un humano (o un grupo de ellos) se apoderara por la fuerza de otro ser humano (o un grupo de ellos) para ponerlos a trabajar a favor de aquellos que tuvieran dicha capacidad coercitiva.
Los grupos humanos, pueblos y sociedades en estadio primitivo se agrupaban en tribus y grandes familias para enfrentar los retos que les presentaba la vida, defenderse de animales u otras amenazas naturales, y aprovechar en beneficio colectivo y comunitario los recursos que les ofrecía el entorno en cual vivían. La recolección de productos (raíces, tubérculos, frutos, miel de abejas, etc.) y la caza y pesca, eran las principales actividades productivas que les permitían sobrevivir. Y aunque, de acuerdo a los antropólogos se presentaban diferencias entre hombres y mujeres, entre jóvenes y viejos, entre los más sabios e inteligentes y los menos dotados de esas cualidades, no existían diferencias de clases o de castas que pusieran en peligro la estabilidad y funcionamiento de esas comunidades.
En el caso del Cauca (Colombia) todavía existen algunos vestigios que muestran que ese tipo de Comunidad existió en el pasado. Algunas de las costumbres de los pueblos Misak, Nasas y otros, dejan ver que existió efectivamente ese tipo de relaciones de colaboración y reciprocidad entre seres humanos que se necesitaban unos a otros, y, por tanto, sus autoridades o jefes (“taitas” y “mamas”) no cumplían una función de poder o de coerción sobre sus semejantes, y de acuerdo a ello, eran respetados por su sabiduría, su capacidad de mantener la unión, y por su experiencia en tal labor. Y así se demuestra en numerosos estudios realizados en el mundo como es el caso de los pueblos “iroqueses” que fueron estudiados por Lewis Henry Morgan (1877), considerado como el fundador de la sociología moderna y referente de primer nivel de Engels en el texto citado.
Dice Engels sobre este tema:
Con la esclavitud, que alcanzó su desarrollo máximo bajo la civilización, realizóse la primera gran escisión de la sociedad en una clase explotadora y una clase explotada. Esta escisión se ha sostenido durante todo el período civilizado. La esclavitud es la primera forma de la explotación, la forma propia del mundo antiguo; le suceden la servidumbre, en la Edad Media, y el trabajo asalariado en los tiempos modernos. Estas son las tres grandes formas del avasallamiento, que caracterizan las tres grandes épocas de la civilización; ésta va siempre acompañada de la esclavitud, franca al principio, más o menos disfrazada después (Engels, 1884: p. 189).
Y aporta la siguiente idea aclaratoria:
Así, pues, el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es «la realidad de la idea moral», «ni la imagen y la realidad de la razón», como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del «orden». Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado (Engels, 1884: p. 183).
A partir de estas ideas de Engels con las que Marx –en general– parece haber estado de acuerdo, y de otras expresiones que aparecen en diversos textos del pensador alemán, como por ejemplo lo planteado en el Manifiesto Comunista (1848) en donde se afirma que “Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa”, o en el texto “La guerra civil en Francia” (1871) en donde se expresa que “La comuna ha demostrado, principalmente, que ‘la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines’”, se ha tratado de reducir la visión de Marx sobre el Estado a una simple visión “instrumental” del Estado, olvidándose de formulaciones más profundas como cuando plantea que “La anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política” (1875).
Es decir, quienes han impulsado en la práctica política concreta la concepción de que las clases oprimidas (trabajadores, campesinos, indígenas, etc.) para liberarse de la opresión de la clase de los capitalistas deben apoderarse del Estado para convertirlo en instrumento de transformación de la sociedad y construir el socialismo y comunismo, o cuando menos, construir su propio Estado “desde abajo”, que es la visión de los llamados “autonomistas”, caso de los “neozapatistas” de México (2009), interpretan a su manera a Marx para justificar sus acciones apoyándose en lo planteado por el pensador alemán, e intentan hacer creer que las “clases dominantes” utilizan al Estado como una “herramienta de dominación”, colocando al Estado en el eje central de ese dominio, olvidándose que el problema es mucho más complejo, que el “Poder” de unas clases sobre otras y la explotación material, tiene causas y dinámicas de mayor alcance al “político”.
Es evidente que la vía de construir el socialismo y el comunismo “desde arriba”, o sea, desde el poder del Estado, como ha ocurrido con las experiencias de la Unión Soviética, Europa Oriental, Yugoeslavia, China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, Venezuela o Nicaragua, han fracasado. Inicialmente, cuando el “aparato del Estado” en manos de quienes se decían “marxistas”, intervinieron las economías y centralizaron la planificación de la produción, se presentaron avances importantes en beneficio de las clases sociales oprimidas y excluidas de la riqueza, y se desarrollaron notables procesos de desarrollo y crecimiento económico en esos países. Sin embargo, poco a poco, dichos sistemas llamados “socialistas”, que para el mismo Lenin era solo un “capitalismo de Estado” , terminaron entrando en crisis, básicamente porque la sociedad en su conjunto no se apropió de ese proceso de transformación social, económico y cultural, y surgió –en todos los casos– una nueva “clase burocrática” que se apropió de la riqueza social que era creada por toda la sociedad.
Segunda parte
En el texto “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” (1852), Marx hace una descripción y análisis de las luchas por el poder político en Francia en la época del hermano y heredero de Napoleón Bonaparte. Lo notable de ese escrito es que su autor no plantea –a lo largo de esa reconstrucción histórica– ninguna formulación absoluta sobre el Estado. En dicho texto se pueden observar los movimientos y luchas de las diversas clases sociales que existen en la sociedad francesa y europea. Desde los señores feudales hasta la burguesía, desde los trabajadores y artesanos hasta los campesinos y granjeros de ese tiempo. Y no los describe como clases sociales homogéneas y consolidadas sino como sectores de la sociedad en permanente evolución y lucha interna. Por ello, muestra a lo largo de ese escrito las diversas tendencias políticas que se manifiestan dentro de esas clases sociales. Así, existen burgueses que son monárquicos, otros que son liberales, unos más que son progresistas y algunos que se acercan a ser revolucionarios. Y así ocurre en cada clase o sector social que lucha por el poder político en esa coyuntura concreta, en donde se luchaba por ampliar las conquistas de la revolución francesa o por restringir esos avances.
Es por ello que Poulantzas se siente fascinado por dicho texto. En el escrito de referencia, este pensador plantea lo siguiente: “(…) estamos rodeados muy de cerca por un Estado que, en sus comportamientos mas insignificantes, demuestra su relación con intereses concretos y extremadamente precisos”, pero no obstante, “aunque la burguesía sigue sacando muchos beneficios de ese Estado, no siempre está satisfecha con él” (Poulantzas, 1979: p. 12). Es decir, este pensador –al igual que Marx y Engels– entiende que el Estado no puede reducirse a un “aparato de gobierno” o a una “máquina” que las clases dominantes pueden utilizar a su favor y en la medida que esas clases quieran, sino que, a diferencia de la ortodoxia marxista, lo ve como un “campo de fuerzas”, como un “espacio de disputa”, como resultado de una “correlación dinámica de fuerzas”.
Poulantzas, a lo largo de su escrito “Estado, poder y socialismo” (1979) se distancia de los demás pensadores marxistas, y en relación al Estado plantea varias ideas que son muy importantes a la hora de analizar la realidad de nuestras sociedades y del mundo global de la actualidad. Esas ideas las podemos sintetizar de la siguiente forma:
En términos generales se puede afirmar que el Estado es resultado de una correlación de fuerzas sociales en lucha dentro de la sociedad.
El Estado, entonces, puede definirse como un “espacio” en donde las relaciones de lucha y resistencia (de dominación y rebelión) se expresan con gran intensidad.
Así, el Estado al hacerse material (“al condensarse”), al intervenir como parte material de la sociedad, se concreta en “aparato de gobierno” o burocracia, fuerzas armadas (ejército, policía, etc.), leyes y normas, iglesias, cárceles, colegios, hospitales, etc., y tiene influencia en cada una de las instituciones que conforman el “aparato de Estado”.
Es evidente que las clases sociales dominantes, que por lo general están más organizadas y tienen el poder económico, están en mejores condiciones para colocar el Estado en su favor y beneficio.
No obstante, los trabajadores –como se ha podido comprobar a lo largo de la historia– con su organización y fuerza han logrado colocar ese Estado en su beneficio a través de leyes de diferente tipo, y por lo tanto, han transformado el Estado. Ejemplo de ello son las conquistas en derechos civiles, políticos y laborales, y por ejemplo, en el siglo XX, el denominado Estado de Bienestar (“Estado interventor”) fue, por un lado, una estrategia de las clases capitalistas para evitar el avance del “comunismo”, y por el otro, una conquista de los trabajadores, que consiguieron leyes a favor de sus derechos y de una existencia digna.
Para argumentar su posición Poulantzas crea el concepto de “autonomía relativa del Estado”. Es decir, no se puede afirmar que las clases dominantes (capitalistas, grandes terratenientes, etc.) “usan” el Estado de una manera absoluta y pueden hacer lo que quieren al frente de los gobiernos y Estados. Todo depende de la correlación de fuerzas que se desarrolle en un momento determinado de una sociedad o país. Pero este autor también plantea que esa autonomía relativa también se expresa en el terreno de la producción (economía) y de la cultura. Las luchas de las diferentes clases y otros sectores sociales (etnias, culturas, género, migrantes, etc.) pueden adquirir tal fuerza que –de una u otra manera– inciden en la composición y función del Estado, transformándolo y adecuándolo a sus necesidades en la medida en que tengan la fuerza para hacerlo. Igual, en el campo de la economía en donde surgen fenómenos nuevos que inciden de diferente forma tanto en la sociedad en su conjunto como en la sociedad. En la actualidad, de acuerdo a autores como Jeremy Rifkin (2014), están surgiendo nuevas relaciones sociales de producción al calor de las nuevas tecnologías y de las economías colaborativas.
Poulantzas define al Estado capitalista como “la condensación material de una relación de fuerza entre clases y fracciones de clase, tal como se expresa, siempre de manera específica, en el seno del Estado” (Poulantzas, 1979: p. 155). Es decir, el Estado puede ser concebido, por un lado, como una “relación de clases” (algo intangible) y, por el otro, al “condensarse”, al “cosificarse”, al convertirse en “poder material”, en una parte de la sociedad organizada como expresión de “poder político”. Pero ello no quiere decir que, entonces, el Estado es una “cosa”, que se puede “manejar” y “utilizar” a voluntad. Si no se tiene claro ese aspecto, se puede caer en el error de los “revolucionarios o socialistas rusos” que pensaban que podrían manejar el Estado, ponerlo al servicio de su idea o utopía transformadora, cuando en realidad lo que ocurrió es que “las relaciones de dominación” que existían en la sociedad rusa siguieron expresándose dentro del Estado soviético, y ellos terminaron siendo “usados” por un Estado “que no era el de ellos”, como decía Lenin (1922), y se convirtieron en todo lo contrario de lo que habían imaginado.
Conclusión
En la actualidad el poder de la oligarquía financiera es inmenso a nivel global. La concentracion de la riqueza ha llegado a niveles asombrosos. El poder de los bancos, de las grandes corporaciones transnacionales, de las empresas que monopolizan la información y la tecnología digital (Big Data), y en general, la hegemonía de una oligarquía financiera, ha logrado colocar a los Estados nacionales, ya no solo a su servicio sino que –incluso– se encuentran totalmente subordinados a otros poderes que actúan por encima de los países y de la voluntad de sus pueblos y gobiernos.
Y sin embargo, ese enorme poder se encuentra frente a una serie de fenómenos que se salen de su control. Las crisis de diferente tipo (económico, ambiental, energético, alimentario, moral, etc.) generan una gran diversidad de situaciones que los Estados y gobiernos no pueden controlar. No solo surgen movimientos de resistencia entre los sectores tradicionales de la sociedad sino que se presentan otros fenómenos como el migratorio o la rebelión de las mujeres contra el patriarcado, que colocan el escenario de las luchas en nuevos niveles de confrontación tanto política como cultural. Por ello el debate sobre la naturaleza del Estado sigue siendo vigente.
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