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Sobre los Mapuches y la Izquierda

Fuentes: Rebelión

El 19 de junio pasado The Clinic publicó en su página web un artículo titulado «¡Mapuches del mundo, uníos!», cuya autoría corresponde a Pedro Cayuqueo. En él, el autor hace eco de la denuncia realizada por la Federación Mapuche de Estudiantes (FEMAE) en contra del brazo universitario de las Juventudes Comunistas, las que fueron acusadas […]

El 19 de junio pasado The Clinic publicó en su página web un artículo titulado «¡Mapuches del mundo, uníos!», cuya autoría corresponde a Pedro Cayuqueo. En él, el autor hace eco de la denuncia realizada por la Federación Mapuche de Estudiantes (FEMAE) en contra del brazo universitario de las Juventudes Comunistas, las que fueron acusadas de negar el acceso de la FEMAE al principal órgano de coordinación de las federaciones universitarias de Chile. Este hecho fue leído tanto por la agrupación de estudiantes mapuches como por Cayuqueo como un acto de racismo, el que a su vez denotaría una práctica extendida a lo largo del tiempo de los comunistas en particular y de la izquierda en general. Una semana después, Cayuqueo publicó una nueva columna ahora reaccionando ante una aclaración/respuesta del Partido Comunista de la Araucanía frente al primer artículo.

Ambos textos, notablemente el primero, abundan en imprecisiones, acusaciones exageradas e incluso descalificaciones, como en el caso del Secretario de la JJCC, Óscar Aroca, a quien trata de «mafioso rojo». Aun así, la polémica ofrece la oportunidad de reflexionar sobre un tema bastante descuidado en los debates de la izquierda chilena; a saber, el problema indígena. Si bien es cierto que la izquierda debería realizar una autocrítica política en relación al tema, no es menos cierto que el ejemplo usado por Cayuqueo para exigirla es bastante poco consistente, de hecho, por la forma en que realiza su denuncia, más bien, provoca el efecto contrario que espera, pues invisibiliza la crítica de fondo mediante el uso de argumentos bastante arbitrarios.

En primer lugar, desde mi punto de vista, la negativa de la CONFECH – vale recordar que la misma no está constituida sólo por comunistas y refleja un abanico bastante amplio de posiciones políticas- frente a la solicitud de ingreso de la FEMAE es reflejo de una cultura organizacional con poca disposición al cambio, toda vez que el motivo de rechazo fue que la FEMAE no correspondía a una Federación de una universidad en particular, condición básica de ingreso a la Confederación. En otras palabras, la FEMAE presentaba un formato organizacional que no se encuadraba dentro de los parámetros formales definidos por la propia CONFECH para ser parte de ella. Tal vez hubiera sido interesante que la CONFECH hiciera una excepción en su formalidad e incluyera a la FEMAE para dar más visibilidad al problema indígena 1 . Por este hecho puede que la CONFECH sea miope políticamente, aunque no por ello racista.

El autor acusa, además, a Camila Vallejo de complicidad por haber guardado silencio sobre esta situación. Con ello Cayuqueo personaliza la responsabilidad institucional de la CONFECH, esperando, a su vez, que, en medio de las movilizaciones universitarias de mayor convocatoria de los últimos tiempos, la presidente de la FECH convierta un problema organizacional en su prioridad. Y es que según Cayuqueo, » para los comunistas y la izquierda en general, los mapuches nunca hemos dejado de ser el vagón de cola de sus intereses. Clientela electoral, cuando se trata de elecciones; carne de cañón, si hablamos de revoluciones armadas». Si bien la izquierda cuando invoca una categoría tan imprecisa como la de «pueblo» para sus plataformas electorales incluye a los mapuches, creo que afirmar que la relación de la izquierda con ellos es simplemente clientelar requiere al menos una precisión, ni qué decir sobre las revoluciones armadas a la cuales se refiere, las que, en el caso chileno, personalmente desconozco.

Ahora bien, no todo lo que el autor plantea debe ser desconsiderado, pues, aunque no lo expresa con claridad, un argumento que atraviesa el texto es que la izquierda chilena durante buena parte de su historia simplemente redujo el problema indígena a un problema de clase. Probablemente a eso quería referirse Cayuqueo cuando aseveraba que «Allende, que no era comunista pero gobernó de la mano con ellos y por tanto, [es] hoy santo de su devoción, tampoco vio a los mapuches como pueblo. Cuando mucho, en los rostros de nuestros abuelos, padres y tíos, el Chicho solo vio a campesinos pobres». No obstante el ejemplo dado resume bastante bien el posicionamiento de la izquierda en relación al pueblo mapuche en la práctica 2 , hacer extensiva la acusación de racismo a Allende es al menos exagerado e intelectualmente desleal. La consolidación de una demanda política eminentemente mapuche, con organizaciones propias (independientes de la izquierda tradicional), con un discurso de autonomía y de reivindicación cultural es bastante reciente, por lo que no se le puede acusar a Allende de no ver lo que hoy parece evidente. A Allende se le debe valorar por lo adelantado frente a su tiempo, por ejemplo, por haber inaugurado la posibilidad de realizar un tránsito democrático y pluripartidario al socialismo, y no desmerecerlo por lo que veía con los ojos de su época.

Una micropolémica que llama la atención es la generada en torno a la figura de don Venancio Coñoepan Huenchual, político mapuche ligado al Partido Conservador. En ambas columnas, el autor reivindica su figura como prueba de la factibilidad de realizar una práctica política que instrumentalice, en beneficio del pueblo mapuche, los marcos tradicionales de la política chilena. Al mismo tiempo, identifica en el rechazo de los comunistas a este ex senador y ministro una prueba más de la incomprensión – que deslinda en racismo- de la izquierda chilena. Resulta tan legítimo como cuestionable, dependiendo de la posición política que se defienda, la reivindicación de esta figura política, ahora bien, me resulta extraño que Cayuqueo no vea en la desafección del PC a Coñoepan una esperable aversión a un político conservador y no un rechazo a su condición étnica.

En este sentido, no es antojadizo señalar que, por la manera de construir el argumento, tanto en relación a la demanda de la FEMAE como en relación al punto anterior, pareciera que disentir con Cayuqueo o con alguna postura política que se considere, de alguna forma, vocera del pueblo mapuche, se vuelve sinónimo de un acto de racismo político. Si hay un elemento recurrente en la práctica de la izquierda es la propensión a la adjetivación negativa de los adversarios políticos: amarillo, izquierdista, oportunista, etc., como estrategia para desacreditar a sostenedores de argumentos contrarios para rehuir el debate. Lamentablemente, Cayuqueo exige la superación de la izquierda reproduciendo una de sus malas prácticas.

Cuando Aimé Césaire 3 , el intelectual martinicano que acuñó el concepto de negritud, renunció al Partido Comunista Francés desnudó la deuda del marxismo con el problema racial. Reivindicando la singularidad cultural dada por su experiencia en el mundo como un hombre negro, Césaire afirmaba que la lucha de los pueblos de color contra el racismo era de una naturaleza completamente diferente de la lucha de los obreros franceses contra el capitalismo francés y no podía ser considerada, de ninguna manera y por más legítima que ella sea, como una parte, como un fragmento de esta lucha. Aunque el tema de la negritud guarda distancia del tema mapuche, la crítica de Césaire es ilustrativa de la deuda de la izquierda con el problema racial. Ahora bien, pese a todo, Césaire nunca renunció al marxismo, ni lo tachó como un «relato» ajeno, ni importado, por el contrario, usó la armas críticas que el marxismo podía proporcionarle a favor de la lucha de su propio pueblo.

La misión histórica atribuida al proletariado (en alianza con los campesinos) por el marxismo de ser el redentor de toda la humanidad, pues su liberación implicaba la liberación de todas las clases, contribuyó a la invisibilización de las luchas de otros sectores subalternos (los negros, las mujeres, los homosexuales). Y tal como lo recuerda Daniel Bensaïd 4 en uno de los textos marxistas recientes más lúcidos que he leído, la historia le enseñó a la izquierda que las diferentes luchas son irreductibles unas a otras – se determinan y condicionan recíprocamente-, pero no se puede luchar de manera eficaz contra cualquier tipo de opresión (racial, nacional, de género, etc.) sin luchar contra la explotación (económica).

Las luchas de la izquierda y de los mapuches, sin duda, se complementan, pero, tal como afirmaba Césaire, su alianza no se puede confundir con subordinación. Y si en el pasado hubo errores o lecturas erradas, eso no implica que esas conductas o interpretaciones deban sobrevivir en el tiempo o que sean un rasgo inmutable de la praxis de los grupos de izquierda. No obstante lo anterior, el primer paso para la superación de estas lógicas es su reconocimiento.

 

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1 De hecho, es bastante probable que se den las condiciones favorables para que, en una nueva votación, la CONFECH sancione el ingreso de la FEMAE.

2 Práctica que, por lo demás, significó una importante devolución de tierras a los mapuches a través de la Reforma Agraria del gobierno de la Unidad Popular.

3 Césaire, Aimé. 1956. «Lettre à Maurice Thorez» . Présence Africaine.

4 Bensaïd, Daniel. 2008. Os irredutíveis: Teoremas da resistência para o tempo presente. Sao Paulo:

Boitempo. 

Publicado originalmente en: http://www.redseca.cl/?p=2035