Recomiendo:
0

Socialismo y mercado

Fuentes: Rebelión

Puede considerarse que la teoría comunista tiene sus orígenes en la descripción social que Platón expuso en La República. En esta obra se formula conceptualmente, por primera vez en la historia escrita, una organización social sin propiedad privada y de absoluta comunidad de bienes. Por el carácter clasista de la visión del gran pensador griego, […]

Puede considerarse que la teoría comunista tiene sus orígenes en la descripción social que Platón expuso en La República. En esta obra se formula conceptualmente, por primera vez en la historia escrita, una organización social sin propiedad privada y de absoluta comunidad de bienes. Por el carácter clasista de la visión del gran pensador griego, las relaciones comunistas estaban limitadas a los magistrados, que dirigían el Estado, y a los guerreros, que garantizaban su seguridad. Los labriegos, que integraban el tercer estamento en la concepción de Platón, estaban condenados a vivir excluidos del régimen comunitario de propiedad y dedicados únicamente a producir el sustento material de la sociedad.

Las ideas incluidas en La República fueron retomadas en el Siglo XVI en La Utopía, de Tomas Moro, y en La Ciudad del Sol, de Tomás Campanella. También influyeron en La Nueva Atlántida, de Francis Bacon, y en el ensayo comunista de los jesuitas del Paraguay realizado a partir de 1602.

Los socialistas utópicos del Siglo XIX, entre quienes descollan Charles Fourier, Saint-Simon y Robert Owen, también recogieron las ideas comunistas expuestas en La República y las desarrollaron, abarcando a toda la sociedad, a la cual concebían sin clases diferenciadoras del ser humano. Los utopistas de esta época proponían una sociedad basada en la bondad del Hombre, que alcanzaría su mayor expresión mediante la educación y la formación moral. Su insuficiencia radicaba en que no comprendieron las fuerzas motrices de la historia y el grupo social llamado a transformar el capitalismo explotador en la nueva sociedad a la que se aspiraba. No obstante, el aporte de estos pensadores no radica solamente en la caracterización de las relaciones solidarias entre los miembros de las comunidades que describieron, sino en la significación que supieron dar a la formación ética y cultural de la población. Este factor subjetivo ha alcanzado en la actualidad especial relevancia como parte integrante e indispensable del proceso de construcción de la nueva sociedad.

Correspondió a Carlos Marx y a Federico Engels formular la teoría del socialismo científico basada en la concepción materialista y dialéctica de la historia. Ellos descubrieron en las relaciones económicas, la base de todo el edificio social; en el desarrollo de las fuerzas productivas, el motor del avance de las sociedades; y en la clase obrera, la fuerza social llamada a dirigir el cambio hacia la sociedad sin clases y sin explotación del hombre por el hombre.

Fue Marx quien explicó que al comunismo no se llegaba inmediatamente después de la desaparición del capitalismo, sino mediante varias etapas, las cuales se iniciaban a partir de un período de transición y se continuaba con el socialismo, concebido como una primera fase de la sociedad comunista. El comunismo sería la última fase de esta sociedad.

La historia del pensamiento socialista y comunista demuestra que estas ideas han venido experimentando cambios a lo largo del tiempo. No se han mantenido estáticas desde sus orígenes en la Grecia antigua, sino que se han ido modificando en concordancia con el evolutivo entorno histórico. Las variaciones de la concepción socialista no sólo se han modificado hasta nuestros días, sino que ocurren actualmente y se proyectan hacia el futuro.

En este devenir, al Siglo XIX le corresponde el momento en que el hombre comienza a comprender la vía para eliminar su enajenación de los medios de producción y de los frutos de su trabajo. Es el siglo de la elaboración de la teoría científica del socialismo, formulada por Marx y por Engels.

El Siglo XX es el de la puesta en práctica de esta teoría. En este sentido, la construcción y desarrollo del socialismo es un fenómeno nuevo que se inició con la Revolución de Octubre de 1917, en Rusia. A partir de este momento y a lo largo de todo el siglo, el socialismo se extendió por Europa, Asia y América Latina, influyendo decisivamente en el proceso de descolonización del llamado Tercer Mundo y constituyéndose en un factor principal de contención para las pretenciones hegemonistas, agresivas e intervencionistas del imperialismo.

Estos acontecimientos potenciaron las fuerzas democráticas y revolucionarias en el mundo y coadyuvaron a la acción cada vez más unitaria del campo socialista mundial, la clase obrera de los países capitalistas desarrollados y los pueblos de las naciones subdesarrolladas del planeta.

Los avances así alcanzados en la lucha de clases iban imponiendo al imperialismo y a las fuerzas reaccionarias un derrotero de la historia en favor de las causas populares, la democracia, la independencia nacional, la paz, la justicia social, la revolución y el socialismo. Debe destacarse que estas transformaciones no sólo ocurrieron en la economía y en la política, sino también en los ámbitos cultural e ideológico de las masas populares, lo cual coadyuvó, a su vez, al asentamiento de las ideas revolucionarias y socialistas en el mundo.

La esencia de las ideas socialistas proclamadas en el Siglo XIX fue ratificada en el XX, aunque el desarrollo histórico y la experiencia práctica acumulada modificaron de manera importante la teoría del socialismo elaborada en el Siglo anterior.

El Siglo XX también fue testigo, en sus postrimerías, del derrumbe de una parte del campo socialista, con la desintegración de la Unión Soviética y la desaparición de los países socialistas de la Europa Central y del Este, lo que constituyó un duro golpe para el movimiento revolucionario y socialista mundial.

La magnitud de estos eventos le confieren categoría de cataclismo económico-social, iniciándose así un período de reflujo de las ideas revolucionarias y socialistas, con el correspondiente auge de las ideas reaccionarias e inmovilistas. Incluso se llega a proclamar que la desintegración de la Unión Soviética y la desaparición de los países socialistas europeos constituyen la prueba más fehaciente del fracaso del socialismo como teoría y como aspiración de construir un régimen social más humano y más justo, olvidándose, entre otros factores, de los logros que muestra el socialismo en Asia y América Latina, en países que de conjunto abarcan no menos del 23 por ciento de la población de la Tierra.

Las causas de los infaustos reveses ocurridos en el campo socialista europeo aún no han sido totalmente esclarecidos, aunque se puede adelantar que los factores internos pesaron más que los externos. En este análisis hay que tener en cuenta no sólo las cuestiones económicas, científico-técnicas, militares y políticas, sino también las características culturales históricas del pueblo ruso, que sufrió por siglos el yugo del zarismo.

En los inicios del Siglo XXI, la teoría socialista está llamada a una nueva transformación como sucedió cien años atrás. Una transformación que, ratificando la esencia del socialismo científico original como fue plasmado por sus fundadores, modifique los aspectos que ya no se avienen a las condiciones históricas contemporáneas. Los nuevos aspectos de la concepción socialista no pueden elaborarse de manera inmediata e integral, sino a través de un proceso más o menos largo, en el cual se vayan perfilando las ideas en un desarrollo consensuado entre los luchadores revolucionarios, en el que todos tienen la posibilidad de aportar según sus conocimientos y la experiencia práctica acumulada.

Entre las características de las nuevas condiciones históricas se destaca el proceso de globalización de la economía mundial, con la expansión de las relaciones de mercado y financieras por todo el orbe, todo lo cual hay que tener muy en cuenta al elaborar los nuevos elementos que se proponen del socialismo.

En la nueva centuria, corresponde hallar las vías para retomar la construcción socialista en un entorno internacional diferente al que existía anteriormente, teniendo en cuenta los aciertos y errores de los intentos por construir una sociedad mas justa en el Siglo XX y frente a un capitalismo que, si bien se ha ido adaptando a las alteraciones del acontecer histórico, ha llevado hasta el límite el desarrollo de sus contradicciones internas. Se necesita el diseño de un nuevo proyecto histórico, de un nuevo socialismo: el socialismo del Siglo XXI, que logre resolver las contradicciones que aquejan a la sociedad humana contemporánea.

En este empeño debe reconocerse que en el proceso de avances y retrocesos del socialismo durante el Siglo XX se han formulado ideas y conceptos y se han descubierto principios y leyes económicas y sociales de validez universal y particular, junto a las cuales se han cometido errores y registrado insuficiencias que constituyen lecciones y experiencias negativas a superar. A su vez, hay cuestiones no totalmente resueltas en la teoría y en la práctica, las cuales requieren de un intenso trabajo creador para su más precisa definición en las nuevas circunstancias.

Entre las cuestiones aún no plenamente resueltas se incluye el sistema de dirección de la economía socialista, tanto en sus elementos conceptuales como en su aplicación. Uno de los temas más polémicos es el vinculado a la existencia de la producción mercantil en el socialismo, al contenido de las categorías mercantiles, el lugar, papel y funciones de los asuntos monetario – mercantiles en la construcción de la nueva sociedad y las relaciones entre la planificación central y el mercado como reguladores de la economía.

El desarrollo de las concepciones acerca de la producción mercantil en el socialismo no ha resultado fácil ni ha tenido lugar en línea recta. Los avances se han logrado a través de retrocesos parciales y desviaciones temporales. En el análisis de este proceso hay que tener en cuenta que las leyes y categorías económicas y sociales tienen carácter histórico. Ello significa que sus esencias no se manifiestan de igual manera en distintas épocas y en distintos lugares. No existen de manera absoluta, por encima de un tiempo y un espacio determinados. Para interpretar con certeza los acontecimientos de la sociedad humana en su devenir se requiere la aplicación de estas concepciones dialécticas descubiertas por los fundadores del marxismo-leninismo.

Durante décadas se han formulado y divulgado las más disímiles concepciones sobre la producción mercantil y la ley del valor en el socialismo; desde el extremo de rechazar la existencia de la producción mercantil en este régimen social, hasta el otro extremo de asegurar que el socialismo no es más que un nuevo modo de producción mercantil cuyo motor impulsor es la espontaneidad y automatismo en el desarrollo económico y social y en el que las leyes del mercado, y no la planificación centralizada y consciente, son las únicas reguladoras de la economía.

Se discute el lugar de los procedimientos y mecanismos económicos en el sistema de dirección y su relación con el factor humano, subjetivo, y con el trabajo político e ideológico en la formación moral y de la conducta ética del hombre en la nueva sociedad a la que se aspira.

Una de las conclusiones más importantes en este campo, que se puede extraer de la experiencia vivida, consiste en ratificar que el socialismo es el resultado de un acto consciente de la voluntad del pueblo trabajador expresado en la dirección centralmente planificada de la economía. En la construcción y el desarrollo del socialismo, un papel decisivo lo desempeña el factor subjetivo del sujeto de dirección económica, el cual debe sustituir a la anarquía y la espontaneidad del mercado, características propias del capitalismo. A su vez, no es posible la construcción del socialismo sin la utilización de las relaciones monetario – mercantiles y sus categorías inherentes, las cuales deben actuar en los ámbitos de las metas estratégicas y el control de la planificación central.

Carlos Marx descubrió el contenido de las relaciones mercantiles, vio en la división social del trabajo la condición para la existencia de las mercancías, y en la propiedad privada sobre los medios de producción, que aísla a los productores, la causa de la producción mercantil en el capitalismo.

Los orígenes de las relaciones mercantiles se remontan a la época de la comunidad gentilicia y adquieren su más alto desarrollo en el régimen capitalista. Federico Engels subrayó que la producción mercantil puede existir sin propiedad privada sobre los medios de producción, como ocurrió en la comunidad primitiva, y sin explotación del hombre por el hombre, según se aprecia en el régimen de la pequeña producción mercantil. Teniendo en cuenta esta conclusión, se adelanta que, teóricamente, es posible que en el socialismo – en su esencia, un régimen social sin propiedad privada sobre los medios de producción y sin explotación del hombre por el hombre – existan las relaciones mercantiles, con un contenido distinto a las del capitalismo.

Marx y Engels planteaban que, una vez sustituido el capitalismo por la sociedad comunista, la producción mercantil desaparecería. Por el momento histórico que les tocó vivir, no pudieron agotar sus análisis acerca de los pasos, formas y etapas intermedias mediante las cuales transcurriría la extinción de las relaciones mercantiles. Debido a ello, no estaban en condiciones de precisar que éstas existirían, con un nuevo contenido, en el socialismo, primera fase o fase inferior de la sociedad comunista.

Esta circunstancia ha sido determinante para el surgimiento de la tendencia que concibe la eliminación del mercado y de las características mercantiles y monetarias de la economía como una tarea inmediata en el socialismo.

Correspondió a Lenin, con posterioridad, sentar las bases para el enriquecimiento de la teoría marxista del valor y de las características de la producción mercantil en el socialismo.

Para su estudio, las ideas de Lenin pueden abordarse en varias etapas. La primera corresponde al periodo anterior a la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917. En ella, Lenin desarrolla la teoría marxista del valor y del papel del mercado, y la aplica a las condiciones de la Rusia de aquel entonces. En cuanto a la concepción sobre la producción mercantil en el socialismo, en esta etapa Lenin coincide exactamente con Marx y Engels.

Se destaca la profundización de Lenin acerca de la vinculación del mercado con el desarrollo de la división social del trabajo, así como el proceso dialéctico de la transformación de la pequeña economía mercantil en economía capitalista.

Fue después de la Revolución de Octubre cuando Lenin sentó las

bases, con sus nuevas ideas, para la teoría de las relaciones monetario – mercantiles en el socialismo, desarrollando la economía política marxista.

Durante los primeros meses de existencia del poder soviético, Lenin comprendió que no era posible suprimir inmediatamente las palancas económicas que hasta entonces ostentaba la burguesía y orientó utilizar las relaciones mercantiles y financieras para debilitar el poder económico burgués y fortalecer el poder político del proletariado, recientemente conquistado. El primer plan de construcción del socialismo en Rusia fue brutalmente interrumpido por la intervención extranjera y la guerra civil, la cual determinó la implantación del llamado «comunismo de guerra», que obligó a una gran limitación en el empleo de las relaciones mercantiles y a una generalización de los métodos administrativos de dirección.

Finalizada la guerra, Lenin admitió la necesidad de aplicar nuevos métodos económicos para estimular la producción agrícola y fortalecer la alianza obrero – campesina, que es el fundamento del poder político de la Revolución socialista. Sobre esta base, elaboró y aplicó la Nueva Política Económica (NEP), que introdujo el impuesto en especie, en vez del acopio forzoso de los productos agrícolas.

Durante este período, Lenin definió que en un país como Rusia, con una gran masa de pequeños productores privados en el campo, la libertad de comercio que impulsaba la NEP generaría el capitalismo, pero que en las condiciones de aquellos momentos ello no era inevitablemente fatal para el socialismo, demostrando que en ciertos períodos históricos y mientras el poder político estuviera en manos del proletariado, es posible utilizar el intercambio mercantil y la libertad de comercio para fortalecer la economía y avanzar en la construcción socialista.

En los últimos años de su vida, desde finales de 1921 hasta su muerte el 21 de enero de 1924, Lenin realizó los principales aportes que sientan las bases para el desarrollo de las concepciones acerca de la utilización de las relaciones monetario – mercantiles en el periodo de transición del capitalismo al socialismo y en la propia economía socialista.

Antes de este período, aunque Lenin proclamó la necesidad de que el Estado socialista utilizara en su favor las relaciones monetario – mercantiles, continuaba considerando estas relaciones como algo ajeno al socialismo, como una necesidad impuesta por los vestigios del capitalismo.

El cambio definitivo de este criterio se advierte en la definición de Lenin acerca de que la economía socialista no sólo se manifiesta en la propiedad estatal sino también en la propiedad colectiva de las cooperativas. Con esta precisión se establece que las relaciones mercantiles y el empleo del dinero, que relacionan entre sí al Estado proletario y a las cooperativas, tienen lugar sobre la base del sector socialista de la economía, en el que no existen ni la propiedad privada sobre los medios de producción ni la explotación del hombre por el hombre.

El debate de ideas mediante el cual se formuló la conclusión de que el «comunismo de guerra» tenía que ser cambiado por la Nueva Política Económica constituye uno de los procesos de mayor riqueza teórica y práctica por el que transitó el país de los soviets. Su importancia no tiene sólo significación particular para la Rusia soviética, sino también para la concepción general de la construcción del socialismo.

Además de Lenin, otros dirigentes del Partido y del Estado, así como académicos, tomaron parte en las discusiones. Sus concepciones al respecto ofrecen un importante marco de referencia para precisar aspectos esenciales de la construcción económica del socialismo en nuestros días.

Desde Octubre de 1917 hasta la segunda mitad de 1918, durante aproximadamente un año, el gobierno soviético contempló una amplia utilización de las palancas económicas, los bancos, el dinero y el crédito, pero entendía que esta utilización era provisional, pues estas relaciones monetario – mercantiles empleadas se identificaban con el capitalismo y se consideraban ajenas a la naturaleza del socialismo.

Desde principios del año 1919 se implantó la política del «comunismo de guerra», que se mantuvo hasta mediados de 1921. En este periodo se acentuó la negación de la posibilidad de la utilización de las relaciones monetario – mercantiles en la economía socialista. Se planteó como tarea práctica la eliminación del dinero y del comercio, su sustitución por el intercambio directo de productos y la construcción inmediata del comunismo, acelerando el tránsito por la fase socialista. Durante esta etapa, los economistas soviéticos intentaron sustituir los indicadores de valor por una nueva forma de registro económico y de contabilidad.

S. Strumilin y E. Varga propusieron organizar el registro directo de los gastos de trabajo en unidades de tiempo y no en dinero. Otros economistas plantearon aplicar solamente el registro en unidades físicas de producción, sin reflejar la expresión de los gastos de trabajo social ni siquiera en unidades de tiempo.

A partir de marzo de 1921 se aplicó la Nueva Política Económica (NEP), impulsada por Lenin. La importancia principal de esta etapa consiste en que en ella se comienzan a aplicar más ampliamente las relaciones mercantiles para la construcción del socialismo y se empieza a comprender que en la propia economía socialista existen causas que determinan la existencia de la producción mercantil la cual no depende exclusivamente de las relaciones capitalistas de producción.

Este mérito histórico le corresponde a Lenin, con lo cual sentó las bases para el posterior desarrollo de la teoría económica del socialismo. Esta etapa de la NEP se extendió hasta principios de la década de 1930.

Entre los dirigentes que durante esa época abordaron el tema del uso de las relaciones mercantiles en el socialismo se destacan Nikolai Bujarin, León Trotsky y Eugenio Preobrajensky. El empeño por esclarecer sus ideas se hace difícil por lo escaso de la literatura a ellos dedicada sobre este tema y las tergiversaciones que de uno y otro signo político han sufrido sus concepciones. Debido a ello, en este caso no se pretende ofrecer al lector las conclusiones acabadas y definitivas sobre este asunto, sino abordar un acercamiento a los distintos puntos de vista en el debate, como un estímulo para profundizar en este aspecto tan medular para el establecimiento del método correcto para la construcción del socialismo, sobre todo en países relativamente atrasados como la Rusia de aquel entonces.

Con relación a las ideas de Trotsky sobre la NEP, en la versión oficial de la Historia del PCUS se plantea que Trotsky consideraba los métodos del «comunismo de guerra» como la única posibilidad de la política económica del Estado proletario para la construcción del socialismo no sólo en el período de la guerra civil, sino también para el futuro en condiciones de desarrollo relativamente pacífico del país de los soviets. Con ello se reafirmaba el criterio de que Trotsky era contrario a la NEP, lo que significaba contrario al empleo del mercado en la construcción del socialismo y a promover la participación del campesinado, en estrecha alianza con los obreros, en la defensa y desarrollo de la revolución socialista.

Sin embargo, el propio Trotsky, en su Autobiografía, concluida en Turquía en 1929, después de haber sido expulsado de la URSS por el régimen de Stalin, rechaza estas aseveraciones e incluso asegura que un año antes del X Congreso del Partido, en el cual se aprobó la NEP, él (Trotsky) había propuesto al Comité Central cambiar los métodos del «comunismo de guerra» por un sistema que diera más espacio al interés material y a las palancas económicas.

En febrero de 1920, según su Autobiografía, Trotsky propone al Comité Central del Partido su criterio acerca de que los métodos del «comunismo de guerra» se habían agotado y que era necesario introducir el interés personal para revitalizar la economía. El Comité Central rechazó la propuesta de Trotsky por 11 votos contra 4. Trotsky no presentó su propuesta al IX Congreso del Partido, celebrado en marzo-abril de 1920, el cual siguió siendo un Congreso del «comunismo de guerra». (1)

Cuando un año después, el X Congreso del Partido abandonó los métodos del «comunismo de guerra» y aprobó la Nueva Política Económica», propuesta por Lenin, recibió el apoyo inmediato de Trotsky.

No obstante, en sus concepciones económicas Trotsky contraponía el plan al mercado, lo que se refleja en el fragmento siguiente del texto de la Biografía de Trotsky, escrita por Isaac Deutscher, acerca de lo discutido sobre el tema en el XII Congreso del Partido: «A la larga extenderemos la planificación a toda la esfera del mercado, absorbiendo y aboliendo así el mercado.» (2)

En el caso de Bujarin, la historia de sus ideas en torno a la NEP es diferente a la de Trotsky. Antes de que Lenin definiera la necesidad de pasar a la Nueva Política Económica, Bujarin era completamente partidario del «comunismo de guerra» como método general para la construcción del socialismo. Después del X Congreso del Partido, Bujarin se dedicó a fondo al estudio de las causas del surgimiento de la NEP y de su papel en la construcción del socialismo en la Rusia soviética.

Según A.G.Löwy en su libro «El comunismo de Bujarin»: «El principal descubrimiento de Bujarin-y el más discutido-«, asegura Löwy,»se expresa en la expectativa de que el socialismo pleno se desarrolle a partir de la NEP, de sus propias leyes económicas».(3)

Estudiosos de la obra de Löwy no son tan categóricos en este criterio y plantean que la aseveración del autor de «El comunismo de Bujarin» no está fundamentado plenamente en su libro.

No obstante, Löwy reproduce fragmentos de la intervención de Bujarin en el IV Congreso de la Internacional Comunista, en 1922, en los cuales advierte de los peligros del centralismo económico: «Si el proletariado se empeña en tomar en sus manos demasiadas cosas, necesita un aparato administrativo gigantesco. El intento de sustituir a todos los pequeños productores por funcionarios estatales crea un aparato burocrático tan gigantesco que sus costes sociales son más graves que los provocados por la situación anárquica propia de los estamentos de pequeños productores.»(4)

Y en el proyecto de Programa de la Internacional propuesto por Bujarin a su IV Congreso se incluye el texto siguiente: «El proletariado victorioso ha de hallar la proporción correcta entre las esferas de la producción que pueden ser sometidas a una dirección centralizada y planificada y las esferas que, puestas en sus manos, sólo significarían un lastre. Estas últimas se tienen que dejar en manos de la iniciativa privada.» (5)

El texto de Bujarin no fue incluido en el documento que se discutía porque, en definitiva, el IV Congreso de la Internacional Comunista aplazó la aprobación del Programa.

En la Historia del PCUS se incluye la siguiente apreciación de la actividad de Bujarin en torno a la NEP a fines de la década de 1920: «Las dificultades de la reestructuración socialista y la inevitable agudización de la lucha de clases en el país, como consecuencia de la ofensiva del socialismo, provocaron vacilaciones en las capas pequeñoburguesas de la población. Esto tuvo su repercusión también en el partido: se formó el grupo de los capituladores de derecha con Bujarin, Rykov y Tomski al frente. Bujarin había lanzado ya en 1925 la consigna de «¡enriquecéos!». Esta consigna significaba de hecho una política de apoyo a las haciendas de los kulaks en el campo… tan pronto como el partido pasó a la ofensiva decidida contra los kulaks, los líderes derechistas intervinieron abiertamente contra la política de industrialización socialista del país y de colectivización de la agricultura.»(6)

La consigna de «`¡enriquecéos!» la pronunció Bujarin el 17 de abril de 1925 en el Teatro Bolshoi de Moscú en una reunión del partido, dentro del texto siguiente: «…Nuestra política en el campo tiene que tender a suavizar y eliminar en parte las muchas restricciones que impiden el desarrollo de las haciendas de los campesinos acomodados y de los kulaks. Hemos de decir a los campesinos, a todos los campesinos: enriquecéos, desarrollad vuestras granjas, no temáis que vayamos a tomar medidas coactivas contra vosotros.»(7)

Posteriormente Bujarin rectificó la consigna explicando que no se trataba de fortalecer a los kulaks sino de levantar las muchas restricciones que impedían el desarrollo de todos los campesinos. Planteó que, en definitiva, no más del tres o cuatro por ciento de los campesinos eran kulaks y campesinos acomodados, y que no habría mayor peligro en desarrollar las haciendas tipo farmers norteamericanas, manteniendo las adecuadas proporciones entre las distintas capas campesinas.

Eugenio Preobrajensky expuso sus concepciones en el libro «La Nueva Economía», publicado en Rusia en 1926. Esta obra constituyó, en su época, el más completo e integral intento de explicar las transformaciones en la teoría económica de Marx y sus categorías sobre la base de las experiencias prácticas acumuladas por el poder obrero y campesino en los nueve años transcurridos en Rusia después de la Revolución de Octubre.

Las ideas principales de su tesis giran en torno al nuevo concepto de la ley de la acumulación socialista originaria y su lucha contra la ley del valor. Preobrajensky destaca que en el capitalismo rige en forma determinante la ley del valor; y que en la economía de transición al socialismo en Rusia, preside la ley de la acumulación socialista originaria. En Rusia, dentro del cerco hostil de los países capitalistas, con 3 millones de obreros industriales y 22 millones de haciendas campesinas privadas en su economía interna, la única posibilidad para lograr la supervivencia del socialismo consistía, según Preobrajensky, en garantizar la acelerada acumulación ampliada de la industria estatal extrayendo los recursos necesarios para este fin del sector no socialista de la economía, principalmente de la economía campesina.

Preobrajensky contrapone el plan estatal socialista al mercado como reguladores de la economía en el período de transición. Al respecto plantea: «Nosotros oponemos la producción mercantil a la economía socialista planificada, el mercado a la contabilidad de la sociedad socialista, el valor y el precio a los gastos de trabajo de la producción, la mercancía al producto.»(8)

El triunfo de socialismo lo ve Preobrajensky como el triunfo de la economía estatal sobre la economía privada en un proceso lo más acelerado posible y en creciente conflicto hasta su conclusión:»…la forma socialista de economía no puede existir en el cerco de la producción mercantil privada sobre la base de la coexistencia pacífica.» (9)

Este criterio conducía a concebir la superación de la NEP mediante un rápido proceso de creciente agudización de la lucha de clases interna en Rusia.

Una vez aprobada y puesta en marcha la NEP, el tema discutido era si ésta debería desaparecer mediante una «ofensiva socialista» que en relativamente breve tiempo diera paso a una exclusiva economía estatal y a métodos similares a los del «comunismo de guerra», o si la construcción del socialismo se realizaría a través de un largo proceso de economía mixta, tanto estatal como privada, en el que la ley del valor tendría un importante papel como regulador de la actividad económica.

Trotsky y Preobrajensky eran partidarios de la primera opción, mientras que Bujarin defendía la segunda alternativa, aunque quizás éste no se percató con suficiente claridad del peligro que significaba para la revolución socialista la existencia de una clase de poderosos propietarios ricos en el campo.

El final de estas tres personalidades de las ciencias económicas y sociales fue trágico. Bujarin y Preobrajensky fueron fusilados durante las represiones stalinistas de la década de 1930. Trotsky fue asesinado en 1940, en Ciudad México, presumiblemente por órdenes de Stalin.

Por su parte, Lenin demostró que el «comunismo de guerra» constituía una medida provisional impuesta por las condiciones particulares de la guerra civil que se desató en Rusia, y no el método necesario e inevitable para todos los países que construyen el socialismo. El método permanente y que se repetiría como una necesidad en todos los países era el que reflejaba la Nueva Política Económica, la cual constituía la continuación, en las nuevas condiciones, del acertado plan de construcción socialista aprobado por el Gobierno soviético en abril de 1918 y que contemplaba la utilización de las palancas económicas, el mercado, los bancos y el dinero para la lucha contra la burguesía.

El «comunismo de guerra» fue un paréntesis eventual, para las condiciones de Rusia, en el camino inevitable de la utilización del mercado y las relaciones monetario-mercantiles en la construcción del socialismo.

Lenin comprendió que con la terminación de la guerra era necesario modificar los métodos de dirección e introducir, junto a los administrativos, nuevos métodos económicos.

La Nueva Política Económica fue discutida y aprobada por mayoría en el X Congreso del Partido, en marzo de 1921, y se reafirmó en la X Conferencia de toda Rusia del Partido, en mayo del mismo año. En esta Conferencia se discutió el trabajo de Lenin «Sobre el impuesto en especie».

También resulta conveniente analizar la experiencia teórica y práctica acumulada durante el período de Stalin acerca del empleo de las relaciones mercantiles en el socialismo. La Constitución Soviética de 1936 declaró concluido, en lo fundamental, el período de transición del capitalismo al socialismo en la URSS. Durante esos años se discutió mucho el papel de la producción mercantil en el socialismo. No obstante las diferentes interpretaciones acerca de este tema, en los documentos oficiales del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y del Gobierno soviético se recoge la línea de no rechazar la utilización de las relaciones mercantiles en el establecimiento y desarrollo de la economía socialista.

En el período posterior a la muerte de Lenin y hasta los inicios de la Gran Guerra Patria en 1941, se desarrolló un proceso en el cual, por una parte, se fortaleció la utilización de las relaciones monetario – mercantiles en el socialismo, mientras que, por otra, se desarrollaron también medidas y concepciones que debilitaban la aceptación de la producción mercantil en el socialismo y desfiguraban su correcta aplicación.

Las decisiones adoptadas en el XVII Congreso del PCUS, celebrado en 1934, impulsaron el esclarecimiento de estas concepciones en la dirección correcta. En el Congreso se criticó la idea de suprimir el comercio y el dinero en la fase socialista y se subrayó que la actividad económica principal del momento era la lucha por la aplicación del cálculo económico en todos los eslabones de la economía nacional, por el fortalecimiento de la disciplina financiera, de la planificación y de las relaciones económicas entre la ciudad y el campo.

En vísperas de la Gran Guerra Patria se desplegó una intensa discusión acerca de la actuación de la ley del valor en el socialismo. La profundización en este análisis fue interrumpido por la agresión militar de la Alemania fascista, en junio de 1941. No obstante, los estudios teóricos sobre este tema no se suprimieron por completo y en 1943 se proclamó por primera vez, en un artículo de la revista teórica del Partido «Bajo la bandera del marxismo», que la ley del valor actúa en el socialismo, pero de una manera transformada. Esta concepción representaba un avance, pues subrayaba que la ley del valor existe también en el socialismo; pero, a su vez, mostraba un elemento débil, pues implícitamente consideraba que la acción de la ley del valor en el nuevo régimen social era solamente una herencia del capitalismo, sin una base objetiva en la economía socialista. En el mundo académico de la URSS se aseguraba que este artículo exponía las concepciones de Stalin sobre el tema y que su edición había sido revisada y aprobada personalmente por él, aunque la revista no registra esta afirmación.

Fue en 1951 cuando se aprobó el manual de economía política que incluyó, como aspecto novedoso, un capítulo independiente para la economía política del socialismo. En el manual se dejó atrás el concepto de que la ley del valor en el socialismo era «transformada» y se profundizó en la naturaleza de las categorías mercantiles y su utilización en el socialismo.

Las ideas de Stalin acerca de la producción mercantil en el socialismo, publicadas en marzo de 1952, resumen los avances alcanzados y las limitaciones presentes en las concepciones de aquel momento. En su esencia, Stalin criticó con razón a los que negaban el carácter objetivo de las leyes económicas en el socialismo y subrayó que las relaciones mercantiles tenían una base en el propio régimen socialista. No obstante, vinculó esta base sólo a las diferencias de las dos formas de la propiedad colectiva sobre los medios de producción en el socialismo: la estatal, de todo el pueblo, y la cooperativo-koljosiana. Así, Stalin no aceptaba el carácter mercantil de la producción dentro de la propiedad estatal sobre los medios de producción.

Las concepciones de Stalin acerca del mercado y la planificación en el socialismo dominaron el pensamiento económico oficial de los países socialistas hasta la década de 1960. Nuevas definiciones sobre estos temas fueron proclamadas por el XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en 1961. A su vez, significativos aportes a la teoría de la utilización del mercado en el socialismo fueron realizados por el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), en 1975; y por el XIV Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCh), en 1992.

En el XXII Congreso del PCUS se aprobó el Tercer Programa del Partido. El desarrollo posterior de los acontecimientos en la URSS, sobre todo su desintegración en diciembre de 1991, demostraron tanto la inconsistencia del proceso de llevar a la práctica las concepciones plasmadas en el Programa, como los errores cometidos en las propias ideas incluidas en el documento.

Quizás la concepción más errónea proclamada en el Programa consistió en plantearse como objetivo inmediato la construcción del comunismo. Se pretendió describir en sus detalles las características del comunismo y se incluyó un cronograma de tareas, en dos etapas, para lograrlo.

En la primera etapa, de 1961 a 1970, la URSS sobrepasaría a los EEUU de América en la producción per cápita; quedarían resueltas, en lo fundamental, las necesidades de vivienda de la población; desaparecería el trabajo físico pesado; en la URSS se implantaría la jornada laboral más corta del mundo.

La segunda etapa concluiría en 1980. En ese año se alcanzaría la abundancia de bienes materiales y culturales y la sociedad soviética podría pasar a la aplicación del principio de distribución según las necesidades. En el Programa se planteó que en 1980, en la URSS, se habría construido en lo fundamental la sociedad comunista.

No obstante éstas y otras concepciones equivocadas incluidas en el Programa de 1961, no todas las ideas en él planteadas deben considerarse erróneas. A pesar del descalabro teórico y práctico que significa la desaparición de la Unión Soviética y de todo el campo socialista europeo, la lucha de esos pueblos por construir una sociedad más justa acumuló una experiencia, tanto en lo positivo como en lo negativo, que no puede ser desechada.

Entre las concepciones positivas incluidas en el Tercer Programa de 1961 y que deben ser tenidas en cuenta, se destaca la idea, reflejada por primera vez en un documento oficial del Partido, de que las relaciones monetario-mercantiles tienen un nuevo contenido en el socialismo. Este criterio supera las limitaciones teóricas que hasta ese momento existían sobre la naturaleza de la producción mercantil en el socialismo y se conceptúan estas relaciones no como algo ajeno al socialismo, ni como una herencia del capitalismo, sino como una categoría que tiene sus causas en el propio régimen socialista. El Programa plantea que en la construcción del comunismo se deben utilizar ampliamente las categorías mercantiles.

«En la construcción del comunismo -se dice en el Programa- es necesario utilizar totalmente las relaciones monetario mercantiles en correspondencia con su nuevo contenido, presente en el período del socialismo. Un gran rol en esto lo juega la aplicación de tales instrumentos del desarrollo de la economía como el cálculo económico, el dinero, el precio, el costo de producción, la ganancia, el comercio, el crédito, las finanzas.» (10)

La experiencia de la construcción del socialismo en Cuba durante los primeros quince años de Revolución fue exhaustivamente analizada en el Primer Congreso del PCC, llevado a cabo en 1975. En esta reunión se destacó la existencia objetiva de la ley del valor y sus categorías económicas en el socialismo, y, a su vez, se alertó del peligro que constituye una sobrevaloración del empleo de las relaciones monetario-mercantiles en la construcción del socialismo. Se subrayó que en la lucha por crear la nueva sociedad, desempeña un papel primordial el factor moral, la conciencia socialista y la educación ideológica del pueblo, promovidos por un acertado trabajo político y revolucionario entre las masas.

En la presentación del Informe Central al Congreso, el Primer Secretario el Partido, Fidel Castro Ruz, alertó acerca de que la aplicación del Sistema no iba a resolver automáticamente todos los problemas de la economía cubana, y de que en la construcción del socialismo tienen un decisivo papel el trabajo político e ideológico y el estímulo moral entre las masas. Al respecto, subrayó:

«Estos son mecanismos para tratar de mejorar la eficiencia, ciertos mecanismos de estímulo que contribuyen a ese objetivo, pero no podemos ni por un segundo pensar que esos mecanismos van a resolver todos los problemas; de ninguna forma eso significa la reducción del papel del Partido, del papel del Estado en la dirección de esas actividades, ni mucho menos el papel de la educación política y de la educación ideológica entre las masas.»(11)

La construcción del socialismo en China también aporta elementos esenciales para la formulación de la teoría de la producción mercantil en el nuevo régimen social. Es en el XIV Congreso Nacional del PCCh en el que se realiza el aporte teórico principal de China en cuanto a la producción mercantil en el socialismo. En este Congreso, realizado en 1992, se plasman las concepciones adelantadas por Deng Xiaoping en su visita de inspección por el sur de China, llevada a cabo a principios de ese mismo año. En el Informe Central presentado al Congreso se recoge textualmente:

«… en sus importantes observaciones hechas a principios del presente año, el camarada Deng Xiaoping señaló, con mayor claridad aún, que economía planificada no es sinónimo de socialismo, pues en el capitalismo también existe planificación, y que economía de mercado tampoco es sinónimo de capitalismo, ya que en el socialismo también existe mercado. Tanto la planificación como el mercado no son más que mecanismos económicos. El que haya un poco más de planificación o un poco más de mercado no es lo que distingue esencialmente al socialismo del capitalismo.» (12)

En esta idea de Deng Xiaoping se supera la supuesta contradicción entre planificación y mercado, la cual ha estado enfrentando a los economistas socialistas durante tanto tiempo. Se abre así la posibilidad teórica de que el socialismo asimile en su sistema de dirección económica tanto a la planificación como al mercado como reguladores de la economía. De lo que se trata ahora es de precisar las relaciones que deben tener estos mecanismos en su combinación dentro del sistema socialista de dirección, y no en contraponer uno a otro.

La planificación y el mercado constituyen elementos propios del contenido socialista de la dirección de la economía y, por tanto, no hay que rechazar ninguno de ellos. La planificación y el mercado no son categorías contrapuestas que pertenecen, cada una de ellas por separado, a regímenes socio-económicos diferentes; no son categorías económicas antagónicas ni necesariamente vinculadas a un determinado régimen social, sino que constituyen mecanismos económicos que pueden ser utilizados en la dirección de la economía, tanto en el capitalismo como en el socialismo.

Este breve resumen del proceso histórico en que se ha ido conformando la teoría de la utilización del mercado en el socialismo nos da pie para intentar fundamentar teóricamente la existencia de la producción mercantil tanto en el socialismo como en la etapa de transición hacia ese nuevo régimen social.

La causa más profunda de la existencia de la producción mercantil en el socialismo consiste en la falta de maduración de las relaciones comunistas de producción, el relativamente bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y la insuficiente generalización de la conciencia revolucionaria, la cultura, el espíritu solidario y la educación ética, política e ideológica entre las masas, lo que se manifiesta en el incompleto grado de socialización de la propiedad social, de los medios de producción y del trabajo. Todo ello determina que, en el socialismo, la medida del trabajo y la medida del consumo se continúe cuantificando mediante una vía indirecta: el valor.

En el mundo de hoy, a inicios del Siglo XXI, también existen factores internacionales que contribuyen a la existencia de las relaciones mercantiles en los países que adoptan el camino del socialismo. La globalización mundial se desenvuelve según los patrones de la economía de mercado capitalista, impulsada por los más ricos y poderosos países imperialistas y las empresas transnacionales. Ello influye en las naciones que deciden construir una nueva sociedad, las cuales, al conectarse con la economía internacional, trasladan a su interior las relaciones mercantiles externas y reflejan en su propia economía las manifestaciones internacionales de la ley del valor.

Se debe destacar que las relaciones mercantiles en el socialismo existen sobre una base nueva y con un nuevo contenido que las diferencia sustancialmente de las relaciones mercantiles del capitalismo. Entre estas diferencias se incluye que las del capitalismo tienen lugar espontáneamente en medio de la anarquía de la producción, de la distribución, el cambio y el consumo, mientras que las del socialismo se utilizan conscientemente por el Estado en el sistema de planificación centralizada de la economía, en el que los objetivos a lograr en el desarrollo social son fijados previamente por el hombre de acuerdo con sus intereses y con las posibilidades reales que brindan la sociedad y la naturaleza.

La extinción de la producción mercantil tiene lugar mediante su utilización en la fase socialista. La dialéctica nos explica este proceso contradictorio, pues en la medida que se emplean adecuadamente las relaciones monetario – mercantiles en el socialismo se crean las condiciones para su futura extinción, la cual no tiene lugar directamente, sino como resultado de la progresiva maduración de las relaciones comunistas de producción, un elevado desarrollo de las fuerzas productivas y la generalización de la conciencia comunista entre las masas.

En la creación de la sociedad comunista, junto al desarrollo de la base material y técnica, es decisiva la formación del hombre nuevo, «el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos» – como precisó Marx. El comunismo exige hombres y mujeres con una elevada conciencia del espíritu colectivo y solidario, la ayuda mutua y el internacionalismo, sin los rasgos de individualismo y chovinismo que genera la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción.

Este objetivo no se logra solamente con un alto nivel de las fuerzas productivas y el desarrollo de las relaciones sociales de producción, ni con la acción espontánea de los mecanismos económicos de dirección, sino que se requiere desplegar un intenso trabajo educativo, cultural, político e ideológico entre las masas, que las eduque en los nuevos sentimientos de solidaridad humana.

Estos sentimientos y conductas que caracterizan al hombre de la fase superior de la sociedad comunista, comienzan a manifestarse en la fase socialista de esta sociedad, los cuales deben ser estimulados y desarrollados en forma permanente y consciente.

Refiriéndose a la importancia del factor subjetivo y su vinculación con el desarrollo de las fuerzas productivas en la construcción de la sociedad comunista, el Comandante Ernesto «Che» Guevara muy justamente subrayó:

«Nosotros no concebimos el comunismo como la suma mecánica de bienes de consumo en una sociedad dada, sino como el resultado de un acto consciente; de allí la importancia de la educación y., por ende, del trabajo sobre la conciencia de los individuos en el marco de una sociedad en pleno desarrollo material». (13)

Para fundamentar la existencia de la producción mercantil en el socialismo aplicamos el método de la abstracción, empleado por Marx en «El Capital», el cual consiste en aprehender la esencia del fenómeno estudiado y exponer su contenido general, lo que determina que no se plantee un caso particular, cuyas manifestaciones concretas pueden variar en relación con la generalización abstracta a la que se ha llegado en el análisis, sin que por ello la contradiga.

Asimismo, nos basamos en la concepción de Marx para alcanzar el comunismo, la cual concibe dos etapas intermedias para su consecución. Primero, un período de transición del capitalismo al socialismo y, después, el socialismo como fase inferior de la sociedad comunista.

En su análisis de la existencia de la producción mercantil en el capitalismo, Marx distingue, por un lado, las condiciones que se dan para esta existencia y, por el otro, las causas de esta existencia.

Marx ve en la división social del trabajo la condición para que existan las relaciones mercantiles entre los productores. Esta condición no desaparece con la eliminación del capitalismo como régimen social, sino que la división social del trabajo continúa presente en el período de transición del capitalismo al socialismo y en el socialismo, y sólo se extinguirá en una etapa muy avanzada de la fase superior de la sociedad comunista, presumiblemente cuando ésta alcance escala mundial.

Las formas socio-económicas de la división social del trabajo en el socialismo reflejan un insuficiente grado de socialización de la producción y de los medios de producción, lo cual continúa constituyendo la base de las relaciones indirectas entre los productores mediante el intercambio de mercancías.

A su vez, la división social del trabajo incluye un aspecto técnico vinculado al nivel alcanzado en el desarrollo de las fuerzas productivas. En el estadío de desarrollo actual, este elemento técnico de la división social del trabajo determina la multiplicidad de tipos de trabajo distintos, tanto manuales como intelectuales, los cuales requieren, para la comparación entre ellos, de una homogeneización por vía indirecta, constituida por el valor de las mercancías.

Entre los factores que influirán en la definitiva desaparición de la división social del trabajo y, con ella, de la necesidad de medir y comparar los productos indirectamente mediante el valor, se incluye la materialización generalizada de un sólo tipo de trabajo desde el punto de vista tecnológico, que no se diferencie de los otros trabajos simultáneamente existentes ni por el procedimiento de labor ni por las formas de accionar del hombre.

Só1o en estas condiciones de igualdad técnica entre todas las formas laborales podrá desaparecer la división social del trabajo.

Se comprende que para alcanzar este nivel de desarrollo de las fuerzas productivas tendrá que transcurrir mucho tiempo y que no es posible prever desde hoy las etapas intermedias que se sucederán. Incluso, no es fácil predecir las direcciones en que estas transformaciones tecnológicas y laborales tendrán lugar. No obstante, se puede adelantar que este desarrollo futuro está íntimamente vinculado, entre otros factores, a los avances y la aplicación de la computación electrónica y las telecomunicaciones en las distintas esferas de la vida social e individual, lo cual conducirá a la plena informatización de la sociedad.

El desarrollo técnico y de las aplicaciones de la microelectrónica, las computadoras y las telecomunicaciones pudieran integrar el trabajo de los hombres de forma tal que la labor humana se convierta en un solo tipo de actividad: el análisis de sistema y la programación correspondiente de las tareas computacionales mediante las cuales se controlan y regulan las actividades productivas. La producción de los bienes y servicios lo harán las máquinas automáticas y los robots programables. Este cambio tecnológico de la producción puede ser la clave para la eliminación de la división social del trabajo y el establecimiento de un sólo tipo de labor, igual para todos los hombres que participan en el proceso productivo. La actividad del hombre en estas condiciones no debe entenderse en el sentido de apretar botones al estilo embrutecedor de la producción en serie introducida por el capitalismo, sino como la acción inteligente y creadora del ser humano en el dominio de la ciencia y la técnica y sus aplicaciones para el constante bienestar material y espiritual de todos los miembros de la sociedad.

No obstante estas consideraciones, lo cierto es que las formas que adoptará la desaparición de la división social del trabajo no pueden predeterminarse desde ahora.

En el método de Marx, también se incluye precisar la causa de la existencia de la producción mercantil. Marx define que esta causa, en el capitalismo, es la propiedad privada sobre los medios de producción, la cual aísla a los productores entre sí. El pleno dominio e influencia social de la propiedad privada sobre los medios de producción va desapareciendo con la eliminación del capitalismo. Se hace necesario, entonces, definir cuál es la causa de la existencia de las relaciones mercantiles en el período de transición del capitalismo al socialismo y, sobre todo, en el propio régimen socialista.

La existencia de la producción mercantil en el período de transición del capitalismo al socialismo está asociada a la pluralidad de tipos de economía social.

Lenin explicó que en el período de transición existían varios tipos de economía social. Estas múltiples condiciones económicas generan importantes diferencias sociales, las cuales se traducen en distintas clases sociales en el período de transición.

No es casual, por tanto, la diferente relación de propiedad de estas clases sociales con los medios de producción y, por ello, su también distinta relación con el proceso de producción, distribución, cambio y consumo.

En su artículo «La economía y la política en la época de la dictadura del proletariado», escrito en octubre de 1919, Lenin explicó que, en este período, las «formas básicas de la economía social son: el capitalismo, la pequeña producción mercantil y el comunismo. Y las fuerzas básicas son: la burguesía, la pequeña burguesía (particularmente los campesinos) y el proletariado». (14)

A su vez, aclaró que además de estos tipos de economía social, en algunos países, como Rusia, podían existir otras, enumerando la economía campesina patriarcal y el capitalismo de Estado.

Estas ideas de Lenin explican el contenido de las relaciones mercantiles en el período de transición.

En este período existen simultáneamente tres tipos de relaciones mercantiles, diferentes por su contenido aunque similares por su forma, que tienen su máximo desarrollo en épocas históricas diferentes. Estos tres tipos son los siguientes: las relaciones mercantiles de la pequeña producción mercantil; las relaciones mercantiles del capitalismo; y las relaciones mercantiles del socialismo.

El primer tipo se caracteriza porque existe sobre la base de la propiedad privada sobre los medios de producción y con ausencia de explotación del hombre por el hombre. Las relaciones mercantiles del capitalismo se basan en la propiedad privada sobre los medios de producción y, además, en la existencia de explotación del hombre por el hombre.

El tipo de relaciones mercantiles del socialismo se caracteriza por la ausencia de propiedad privada sobre los medios de producción y la inexistencia de explotación del hombre por el hombre, teniendo lugar sobre la base de la propiedad social socialista sobre los medios de producción.

Cada uno de estos tipos de relaciones mercantiles en el período de transición sigue una dialéctica distinta en su desarrollo.

Como tendencia, las relaciones mercantiles de tipo capitalista se reducen bruscamente en este período y dejan de desempeñar el papel principal en la sociedad. Las relaciones mercantiles del tipo de la pequeña producción mercantil también se reducen, pero de forma paulatina.

Las relaciones mercantiles del socialismo, propias de las empresas y otras entidades estatales, así como de las cooperativas de tipo socialista, no se reducen en este período, sino que, al contrario, surgen y se desarrollan en el socialismo para extinguirse en la fase superior de la sociedad comunista.

Teniendo esto en cuenta, la explicación de las causas de la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo se concentra en la fundamentación de esta existencia en las condiciones de la propiedad social sobre los medios de producción y de la ausencia de explotación del hombre por el hombre.

En este sentido se debe destacar que entre el capitalismo y la fase superior de la sociedad comunista puede distinguirse un período de extinción de las relaciones mercantiles, el cual tiene dos etapas.

La primera etapa transcurre a lo largo del período de transición del capitalismo al socialismo y se caracteriza, como ya hemos mencionado, por la existencia de varios tipos de relaciones mercantiles.

La segunda etapa del período de extinción de las relaciones mercantiles tiene lugar a lo largo de la primera fase de la sociedad comunista, o sea, durante el socialismo. En esta etapa, las relaciones mercantiles de contenido socialista se desarrollan para extinguirse en la fase superior de la sociedad comunista.

Las peculiaridades del socialismo le dan a este régimen social cierto carácter de transición entre el capitalismo y el comunismo, lo cual marca el contenido y la forma de una serie de hechos y fenómenos en la economía y la sociedad. La primera fase de la sociedad comunista no surge sobre una base propia, sino a partir de la formación económica-social precedente: el capitalismo. A su vez, la misión del socialismo consiste en crear las nuevas bases materiales, técnicas y espirituales que requiere el comunismo en su pleno desarrollo.

Marx, en su «Crítica al Programa de Gotha», al caracterizar al socialismo, expresa: «De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede».

Y más adelante, subraya: «Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado».

«En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, só1o entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: !De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades.!¨. (15)

El socialismo, con todas sus inmensas ventajas sobre el capitalismo, aún no alcanza las bondades de la fase superior de la sociedad comunista. Este marco histórico en que se desenvuelve el socialismo es lo que determina el relativamente poco nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, el bajo grado de maduración de las relaciones comunistas de producción y la insuficiente generalización de la conciencia social entre los trabajadores.

A lo largo de todo el período que va desde el capitalismo hasta la fase superior de la sociedad comunista, se eleva el nivel de las fuerzas productivas y se desarrolla un proceso de maduración del carácter comunista de las relaciones de producción. Este proceso experimenta un cambio cualitativo al quedar construidas las bases del socialismo, con lo cual termina el período de transición del capitalismo al socialismo. Después continúa el proceso de desarrollo de las relaciones socialistas de producción, pero ya en un plano superior, hasta convertirse, gradualmente, en relaciones comunistas de producción.

El proceso de maduración de las relaciones comunistas de producción se manifiesta en una serie de aspectos, sobre la base de los cuales surge la necesidad objetiva de la existencia y utilización de las relaciones monetario – mercantiles en el socialismo.

En primer lugar debemos distinguir las distintas formas de propiedad. En el sector socialista de la economía existe un solo tipo de propiedad sobre los medios de producción, la cual se expresa en tres formas: la propiedad estatal, de todo el pueblo; la propiedad de las cooperativas socialistas; y la propiedad colectiva de los sindicatos, las uniones de profesionales y otras asociaciones. Además, en el socialismo existe también la propiedad personal, individual, sobre los bienes de consumo. Asimismo, pudiera estar presente un remanente de la pequeña propiedad privada mercantil, incluso con características capitalistas, o sea, con explotación de trabajo ajeno. Todas estas formas de propiedad se relacionan entre sí y determinan que se intercambien productos los cuales adquieren la forma de mercancías y se comparan entre sí sobre la base de la ley del valor y mediante las relaciones monetario – mercantiles.

En el socialismo, aún dentro del sector estatal de la economía, los trabajos no pueden medirse directamente en unidades de tiempo. La división social del trabajo, que sigue presente en el socialismo, determina la existencia de distintos tipos de trabajo: simple y complejo. La comparación entre sí de estos trabajos diferentes y de sus resultados materializados en los productos, hace necesario que se traduzcan a un denominador común que permita indirectamente dicha comparación en iguales unidades de medida. Este denominador común es el valor, el cual genera la utilización de relaciones monetario-mercantiles.

Aunque en el sector estatal existe la propiedad de todo el pueblo, su ejercicio no es homogéneo y se manifiestan rasgos de relativa autonomía de las empresas estatales entre sí.

Esta relativa autonomía tiene lugar sobre la base de la división social del trabajo y la autogestión de las empresas dentro del plan estatal centralizado de la economía. Ello determina que en esta fase las relaciones entre empresas estatales adquieran rasgos de relaciones mercantiles.

Por otra parte, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la fase socialista no es suficiente para garantizar a todos los ciudadanos por igual, la satisfacción de sus crecientes necesidades materiales y espirituales. En esto reside la base objetiva de la existencia de la estimulación material en el socialismo, de manera que el que más trabaje para la sociedad, reciba más de la sociedad. El principio socialista de la distribución según el trabajo esta íntimamente ligado al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.

En la necesidad de la distribución según el trabajo en el socialismo y en la existencia de la estimulación material de los trabajadores en esta fase influye el hecho de que la conciencia social surge y se desarrolla sobre la base material de la sociedad, pero en el socialismo esto no ocurre espontáneamente, sino mediante una intensa labor educativa y de formación cultural, moral y ética dirigida conscientemente. Esta conciencia social se desarrolla en forma estratificada entre los trabajadores. Quiere decir que todos los trabajadores no tienen, al unísono, el mismo nivel de conciencia social y hay una gama de gradaciones individuales en esta conciencia.

El insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas y de la conciencia social en el socialismo determina la necesidad de la estimulación material de los trabajadores y de comparar los resultados del trabajo entre sí y con las normas establecidas de premiación y castigo, lo cual demanda, a su vez, el empleo del dinero, como medio de distribución, y de las relaciones monetario – mercantiles para lograr tal comparación, cuantificándose de manera homogénea la medida del trabajo y la medida del consumo.

También debemos distinguir, a escala mundial, la existencia de países capitalistas y países socialistas, así como sus interrelaciones económicas y comerciales.

El mundo capitalista hoy existente se mueve, por ser capitalista, sobre la base de espontáneas leyes económicas, entre las que se destaca la ley del valor. Estas leyes y los resultados de su acción se manifiestan en la economía internacional a través del mercado mundial de bienes, servicios, trabajo y capital, coadyuvando a la necesidad de la existencia de relaciones monetario-mercantiles en los países que construyen la nueva sociedad.

La influencia económica de los países capitalistas sobre los socialistas se ha incrementado después de la desintegración de la Unión Soviética y de la desaparición del «socialismo real» en Europa Central y del Este, lo que se manifiesta no sólo en el comercio mundial, sino también en las relaciones financieras internacionales y en las inversiones extranjeras.

Las relaciones mercantiles en el socialismo existen sobre una base nueva y con un nuevo contenido el cual las diferencia sustancialmente de las relaciones mercantiles del capitalismo.

Las diferencias principales son las siguientes:

– las relaciones mercantiles del socialismo se basan en la propiedad social sobre los medios de producción; las del capitalismo, en la propiedad privada sobre estos medios;

– las relaciones mercantiles del socialismo existen con ausencia de explotación del hombre por el hombre; las del capitalismo persiguen esta explotación mediante el trabajo asalariado;

– las relaciones mercantiles del socialismo se utilizan conscientemente por el Estado socialista en el sistema de planificación centralizada de la economía; las del capitalismo, como tendencia, tienen lugar espontáneamente en medio de la anarquía de la producción, la distribución, el cambio y el consumo;

– en el socialismo, el valor de uso de la mercancía adquiere un significado de primer orden; en el capitalismo, el incremento del valor es el único objetivo de la producción, independientemente del valor de uso en que se materialice;

– en el socialismo, el carácter mercantil de la fuerza de trabajo, la tierra y los edificios destinados a la producción es muy restringido y el objetivo principal del dinero ya no es convertirse en capital; en el capitalismo, todo es mercancía, incluso la fuerza de trabajo, y en manos del capitalista, el objetivo del dinero es convertirse en capital;

– las relaciones mercantiles del socialismo tienen lugar según las leyes económicas de este régimen social, con el fin de satisfacer las crecientes necesidades materiales y espirituales del pueblo, sin crisis cíclicas de la economía generadas por causas internas, sin antagonismos sociales, sin conducir a la ruina de unas empresas y al enriquecimiento de otras; las relaciones mercantiles del capitalismo se rigen, en su esencia, por la ley de la plusvalía y tienen lugar a través de crisis cíclicas de producción, agudos conflictos sociales y en un proceso que engendra la ruina de muchas empresas y el enriquecimiento desmedido de unas pocas.

La adecuada utilización de las relaciones mercantiles, unido a un eficaz trabajo político e ideológico en la formación ética y moral de las masas, permite desarrollar las fuerzas productivas e impulsar la maduración de las relaciones comunistas de producción, lo cual va extinguiendo la propia causa de la existencia de la producción mercantil en el socialismo. Eliminada esta causa, la producción mercantil dejará de existir.

No es posible predecir las formas concretas y las manifestaciones específicas mediante las cuales tiene lugar este desarrollo dialéctico. So1amente la práctica social y las acertadas interpretaciones teóricas en cada momento histórico precisarán las soluciones que conduzcan a la extinción de las relaciones mercantiles en un futuro relativamente lejano.

La utilización de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo se manifiesta en múltiples hechos y fenómenos de la vida social e individual. El carácter mercantil de los bienes y servicios producidos permite realizar la planificación centralizada mediante los indicadores financieros y de valor. Con ellos se establecen las distintas proporciones tanto a nivel de la macroeconomía, como de las ramas y los territorios, cuantificando en la misma unidad de medida lo producido y lo que debe ser distribuido, acumulado o consumido.

Entre las categorías mercantiles en el socialismo se incluye la rentabilidad de las empresas, que mide el grado de eficiencia con que ésta trabaja, lo cual permite conocer si el resultado de la gestión de la empresa en el uso de los recursos materiales, financieros y humanos bajo su custodia genera aportes a la sociedad y aumenta la riqueza social o si, por el contrario, necesita del plusproducto de otras empresas para poder continuar su proceso productivo. Como regla, las empresas deben ser rentables y sólo por excepción, debido a razones muy fundamentadas por la política económica del país, deben mantenerse funcionando empresas irrentables que requieren subsidios del Estado.

Otra manifestación de las relaciones mercantiles en el socialismo lo constituye el balance de ingresos y gastos monetarios de la población. Mediante este balance se lleva a cabo la medida del trabajo y la medida del consumo de los bienes y servicios producidos, así como se aplica el principio socialista «de cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo» sobre la base de la escala de salarios, la normación, las primas y los premios que se organizan con vistas a que reciba más de la sociedad, a través del consumo personal, quien más aportes le brinde.

Como éstas, se pudieran mencionar muchas otras manifestaciones de la existencia y utilización de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo.

Mientras no se haya implantado la fase superior de la sociedad comunista, podemos llegar a la conclusión de que la utilización de las relaciones monetario-mercantiles en la lucha contra el capitalismo, primero, y por la construcción del socialismo y del comunismo, después, es una ley objetiva para los pueblos que emprenden el camino de eliminar la explotación del hombre por el hombre y construir una nueva sociedad. Esta ley objetiva se incluye entre los temas de estudio de la ciencia de la economía política del socialismo.

A su vez, es necesario también combatir la tendencia de sobrevalorar el papel de las relaciones monetario-mercantiles en la construcción del socialismo. La edificación socialista es, en primer lugar, un acto consciente y, por tanto, no está sujeto a los vaivenes del anárquico desarrollo del mercado, como sí ocurre en el capitalismo.

La producción mercantil en el socialismo no impone su veredicto arbitrario al hombre, sino que éste se apoya en el mercado y sus características para planificar conscientemente el desarrollo económico y social y alcanzar los objetivos que traza su política y su filosofía.

La producción mercantil en el socialismo no se opone a la planificación centralizada socialista ni la subordina a su mecanismo automático. Por el contrario, la planificación centralizada desempeña un papel primordial que se manifiesta a través de las relaciones monetario-mercantiles y de los mecanismos económicos, los cuales están subordinados a los intereses generales de la sociedad socialista. Se equivocan quienes olvidan esta realidad y subordinan la política y la ideología socialista a los mecanismos automáticos del mercado.

Es imprescindible criticar sistemáticamente las ideas según las cuales el Estado socialista debería abandonar su función planificadora central y convertirse en algo así como un centro de información y pronóstico del desarrollo económico, el cual sería regulado por la acción espontánea del mercado y la gestión de empresas con absoluta independencia económica, sin el control directivo del plan estatal central.

Por otra parte, la acción de las categorías mercantiles en el socialismo no se manifiesta con la misma intensidad en todos los ámbitos de actuación del sujeto estatal de dirección económica. En mayor grado se refleja en las relaciones monetario-mercantiles que se establecen entre las empresas y uniones de empresa. Sobre esta base funcionan los principios de la autogestión financiera, los cuales se basan, entre otros objetivos, en que la empresa realice sus gastos a partir de sus ingresos y genere, además, un plusproducto, que incluye los aportes al Presupuesto del Estado y determinados fondos descentralizados que quedan a disposición de la propia empresa para su estimulación económica y el proceso de su reproducción ampliada.

En los eslabones superiores de la empresa y de la unión, o sea, en el ministerio ramal y los órganos centrales de planificación estatal, la influencia de las categorías mercantiles y del cálculo económico se reduce, adquiriendo más importancia el aspecto centralizado y administrativo de dirección de la economía, y un mayor grado de influencia del aspecto subjetivo y consciente en la toma de decisiones económicas y sociales.

El comunismo exige hombres y mujeres con una elevada conciencia del espíritu colectivo, la ayuda mutua y el internacionalismo. El desarrollo de los individuos en todos sus sentidos incluye el conocimiento científico de la naturaleza y la sociedad, el dominio de la técnica y su aplicación en la producción, la formación cultural y artística, y, lo que es fundamental, la educación y la formación moral y ética de las masas, que se manifiesta en su conducta social e individual. Un lugar destacado en este proceso lo ocupan los sentimientos internacionalistas, que superan el aislamiento establecido entre los hombres, no sólo por la propiedad privada, sino también por las diferencias entre las naciones.

Las diferencias entre las dos fases de la nueva sociedad no debe conducirnos a pensar que entre ellas hay un muro que las separa nítidamente. Dentro del socialismo, que es una primera fase o fase inferior, comienzan a manifestarse y desarrollarse características y actitudes propias de la fase superior de la sociedad comunista.

Por ejemplo, en la distribución de bienes de consumo y servicios a la población en el socialismo, la educación y la salud pública se prestan de forma igualitaria para todos los miembros del colectivo social, según las necesidades de los usuarios y no según el trabajo que éstos aportan a la sociedad. En estas condiciones, cada individuo tiene el derecho de asistir a la escuela desde su más temprana edad y a restablecer su salud mediante los servicios que garantiza el Estado socialista, sin mediar pago monetario alguno. He aquí un rasgo de la fase superior de la sociedad comunista.

De manera similar, la conducta solidaria y los sentimientos generosos y de ayuda mutua con los demás, el espíritu internacionalista, la entrega al trabajo por el objetivo de servir a la sociedad, son rasgos comunistas en la conducta y la conciencia del hombre que se comienzan a manifestar y desarrollar en la fase del socialismo.

El desarrollo de estos y otros rasgos del carácter comunista debe ser impulsado y generalizado conscientemente desde la fase socialista. La motivación de los trabajadores en la construcción del socialismo y del comunismo no se logra mediante el exclusivo incentivo material, sino con la promoción de una adecuada correspondencia entre la estimulación material y moral y el desarrollo de la conciencia individual y social.

El afán de asegurarse un mayor ingreso monetario individual a cuenta de los demás miembros de la sociedad no es un rasgo del socialismo, sino de la competencia con fines de lucro propia del capitalismo.

A su vez, en el socialismo es incorrecto contraponer el interés material y el interés moral. Uno y otro se condicionan mutuamente en unidad dialéctica, en la que lo aportado individualmente por el trabajador se reconoce por la sociedad en los ámbitos que posibilitan el desarrollo material alcanzado por ella, y el individuo siente la satisfacción del deber cumplido y de los objetivos que la sociedad exige de cada uno.

En esta unidad, el fortalecimiento de la estimulación moral y la motivación política e ideológica constituye la formación y desarrollo de un rasgo propio de la fase superior de la sociedad comunista, en la que el único incentivo de los hombres y las mujeres será el moral.

NOTAS

(1) León Trotsky: «My Life». Pathfinder Press, New York, 1987. Página 463.

(2) Isaac Deutscher: «Trotsky, El Profeta Desarmado», 3ª edición, Editorial Era S.A., México DF, 1973, pp 101-102.

(3) A.G. Löwy: «El Comunismo de Bujarin», Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1972, p. 179.

(4) Idem, p. 182.

(5) Idem.

(6) «Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética», Segunda Edición, Editorial en Letras Extranjeras, Moscú, s.f., p. 440.

(7) A.G.Löwy: Ob. Cit., p. 287.

(8) Eugenio Preobrajensky: «La Nueva Economía», Instituto del Libro, La Habana,1968, p. 167.

(9)Idem, p. 236.

(10) I: V: Stalin: «Problemas económicos del socialismo», Editorial Literatura Política, Moscú, 1952, p. 11 (texto en ruso).

(11) «Resoluciones del PCUS», Editorial de Literatura Política, Moscú, 1972, t.8, p. 245 (texto en ruso).

(12) Fidel Castro Ruz: «Informe Central al Primer Congreso del PCC», Editora Política, La Habana, 1990, p. 105.

(13) «Informe presentado ante el XIV Congreso Nacional del Partido Comunista de China», Beijing Informa, No. 43 del año 1992, Beijing, pp. 17-18.

(14) Ernesto «Che» Guevara: «Obras 1957-1967», Casa de las Américas, La Habana, 1970, t. II, pp. 299-300.

(15) V. I. Lenin: «Obras Escogidas en tres tomos», Tomo 3, Editorial Progreso, Moscú, 1981, t. 3, p. 289.

(16) C. Marx y F. Engels: «Obras Escogidas en tres tomos», Tomo III.

Editorial Progreso, Moscú, 1981, t. III, pp. 14-15.