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¿Socializar la guerra?

Fuentes: Insurgente

Y entonces reincide el César -ese mismo: Bush-, defendiendo la posición raigalmente neoliberal, retrógrada, inhumana, de vetar el proyecto de ley de extender a otros cuatro millones de niños el Programa Estatal de Seguro de Sanidad Infantil (SCHIP), que en el lapso de una década alcanzó a seis millones de nacidos en familias de escasos […]

Y entonces reincide el César -ese mismo: Bush-, defendiendo la posición raigalmente neoliberal, retrógrada, inhumana, de vetar el proyecto de ley de extender a otros cuatro millones de niños el Programa Estatal de Seguro de Sanidad Infantil (SCHIP), que en el lapso de una década alcanzó a seis millones de nacidos en familias de escasos recursos.

Transido de contradicciones nada dialécticas, más bien estúpidas, el argumento esgrimido es la acusación de «intento de socializar o nacionalizar la medicina con un programa gubernamental» -el «fantasma del comunismo» aún se pasea por el mundo-. Imputación vertida sobre un logro antaño motivo de pavoneo: el de un «Estado de bienestar» cuyas parciales bondades, por cierto, se insertaron en la lógica de la insomne competencia con el campo socialista, y se difuminan hoy, a tono con la soledad de corredor de fondo experimentada por postores del Sistema que no suelen reparar en los retumbos de la tierra, de los pueblos, salidos de puntos como el hondón americano: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, en una lista que amenaza con hacerse demasiado prolija para el Imperio.

La reautorización del SCHIP por una mayoría bipartidista de ambas cámaras del Congreso habría implicado la erogación de 35 mil millones de dólares en cinco años, y claro que esto no lo podía permitir quien había tirado por lo bajo, con cinco mil millones, cifra por muchos considerada magra, dado el constante aumento de los costos médicos, pero más que «racional» teniendo en cuenta «prioridades» como la guerra en Iraq, donde en solo dos meses se sobrepasa el monto propuesto por los «díscolos» legisladores.

¿Por qué contradicciones más buen necias? En primer término, porque contra la aseveración solemnemente presidencial de que la medida constituiría una vitanda socialización, nacionalización, se levanta el hecho de que los más entre los beneficiarios del SCHIP están enrolados en planes privados, aunque los pague el Gobierno, como nos recuerda un editorial del diario estadounidense La Opinión.

Ahora, si hasta el momento del NO al SCHIP, en octubre pasado, el mandatario había empuñado la pluma del veto únicamente en tres ocasiones durante sus siete largos años en el poder, obligado por el «pecado capital» de las investigaciones sobre células madre y por el pretenso repliegue de las tropas gringas de la Mesopotamia, en noviembre tuvo que pararse firme ante las veleidades de quienes, una vez más arrastrados por una opinión pública a todas luces encrespada ante tanta «metafísica» (72 por ciento de ella apoya la ampliación del Seguro de Sanidad Infantil), se atrevían a abogar por el financiamiento de programas de educación, capacitación laboral y salud.

Pero cómo no vetar esos planes, señores, cuando de lo que se trataba, de lo que se trata en razón de la seguridad nacional y de la más que necesaria consolidación del Imperio, por mandato «divino», es de firmar una ley que otorga al Pentágono aproximadamente 460 mil millones de dólares para el año fiscal que comenzó el 1 de octubre. Así que dinero para los niños pobres y para la educación y para la capacitación laboral y para la salud… ¿Qué se habrá creído esta gentuza que se dice portadora del sentido común aludiendo a tus promesas, cuando tú, George Walker, buscabas la reelección, en 2004? ¿No entenderán que la política implica echar mano a cualquier medio en aras de un fin «bueno», como alguno de tus asesores, de los que quedan, digo, debe de haberte escrito en un memorando que… caramba, seguro se te traspapeló? ¿De dónde carajo proveer el cacareado incremento de seis mil millones de dólares, destinados a «inversiones domésticas cruciales en educación, atención a la salud, investigación médica y protecciones para los trabajadores», que tornan a la pretendida legislación un engendro «inflado y lleno de planes especiales», en el criterio de la Casa Blanca, tu blanca casa? ¿De dónde, eh Bush?

Engendro inflado, sí, cuando el proyecto medular, el que garantizará la supervivencia de la unipolaridad planetaria, temporal según uno que otro «agorero», es el que privilegia al Pentágono. Ese mismo que adicionaría 190 mil millones de dólares para las guerras en Iraq y Afganistán, la primera de las cuales ha costado oficialmente 450 mil millones. A ver: 450 mil millones más 190 mil millones. ¡640 mil millones! (De acuerdo con una «insidiosa» comisión demócrata, el costo oculto de las cruzadas contra las dos naciones asiáticas asciende en conjunto a ¡1,5 billones de dólares!…)

Ah, presidente, perdónanos los signos de admiración. Sigue tu camino como un miura. Continúa bregando por la opción neoliberal, que quizás a la postre tu pueblo, los pueblos todos, te premien por erigirte, sin saberlo, en eximio sepulturero del sistema que defiendes. Total, ¿qué «gran hombre» no se ha ciscado en el sentido común?