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Sociedad «autista»

Fuentes: Rebelión

En estos tiempos tan modernos, más aún que los famosos tiempos de la época de la “modernidad”, cada vez caemos en más frecuentes y diversos «autismos» que son impuestos mediáticamente por la dictadura universal del neoliberalismo global. A continuación expongo algunos de ellos.

Nos auto-conducimos. Todo está planificado en función del auto: autopistas, segundas residencias, fines de semana, escapadas del infierno de la ciudad, etc.

Para implantar y hacer funcionar, zonas residenciales (de segunda residencia, “en la naturaleza”) y este tren de vida se hace indispensable la proliferación de carreteras secundarias, y sobre todo, el extractivismo abusivo, expoliador, la deforestación y la contaminador.

Nos auto-explotamos. En efecto, nos autoexplotamos con el teletrabajo más que nunca, según se deduce de las investigaciones del filósofo coreano Byung-chul Han. Algo que además está aumentando aún más con la llegada de la pandemia de la covid-19. Han dice: “En la sociedad neoliberal el rendimiento imperativo se lleva a cabo en una explotación sin autoridad, que nos empuja a autoexplotarnos a nosotros mismos, […] voluntariamente y apasionadamente creyéndonos que nos estamos realizando, pero lo que nos agota no es una coerción externa, sino el imperativo interior de tener que rendir cada vez más”.

Nos auto-censuramos. En tiempo de los nazi-fascismos, era imposible tener libertad de expresión, porque existía una censura que automáticamente te recortaba tus pensamientos y expresiones. Existían unas enormes tijeras que recortaban todo aquello que intentabas publicar. Y era una censura que actuaba en todos los ámbitos, políticos, literarios, artísticos, etc. Pondré sólo un ejemplo practicado en la censura franquista, por lo ridícula y esperpéntica que resulta. En los films de aquellos tiempos el régimen nazi-eclesiástico tenía una obsesión por censurar los besos entre parejas de las películas. En cierta película había secuencias de adulterio, para ocultar esta relación, no admitida por la iglesia, en el doblaje presentaron a la pareja como hermanos, pero no pudieron evitar que resultaran unos hermanos demasiados cariñosos. Hoy no hay censura oficialmente, pero si que hay un pavoroso miedo por parte de autores artistas, periodistas, etc., de perder las ayudas o los contratos, o incluso no llegar a alcanzarlos, dado el enormemente condicionante imperativo monetario. Así que a base de este imperativo se impone la autocensura no deseada.

Nos auto-flagelamos. En efecto, cuando observamos que nos encaminamos hacia un multicolapso y hacia un cambio climático, creemos que es culpa de todos los humanos por igual (incluidos el 99%, los oprimidos). Es decir, de lo que últimamente se ha dado en llamar “antropoceno”. Cuando la exclusiva culpa es del “capitaloceno”, es decir de este neoliberalismo global que con su poder mediático nos empuja, a los solventes, al consumismo-productivismo esquilmador, contaminador y suicida.  Se echa la culpa a un  “antropoceno”, formado en mayoría por no solventes y oprimidos del tercer mundo, en gran proporción los que sufren la hambruna y la emigración (bélica y climática) desesperada  y de una gran masa de marginados del primer mundo, que precisamente está sufriendo a acción de la minoría del “capitaloceno”.

Nos auto-defendemos. Existen en algunos países (como por ejemplo México) en donde el estamento policial está absolutamente corrompido e incluso llega a formar parte, en muchos casos, del crimen organizado, en donde gozan de completa impunidad. Prueba de ello es que sólo una ínfima parte de los crímenes son sentenciados en un porcentaje siempre menor del 10%. En tales condiciones están empezando a surgir grupos de autodefensa contra el crimen y contra la policía criminal.

Y en fin, nos auto-convencemos de que vivimos en una verdadera democracia y que la única alternativa para nuestra felicidad resulta ser, precisamente, esta dictadura universal del neoliberalismo global que nos reprime nos esclaviza, nos desemplea, nos precariza, nos explota, etc.  

En una palabra nos hunde en una profunda infelicidad cada vez más intensa.  

Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT.