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América Latina

Sólo el pueblo salva al pueblo

Fuentes: Kaosenlared/Rebelión

«Volveré y seré millones»: Tupac Katari Hay quienes afirman que en Venezuela y, en general en América Latina, no existe una revolución. Claro, algunos eminentes iluminados están obnubilados por sus elaboraciones teóricas y sus ‘esquemas insurreccionales’ que les impiden ver la realidad. Ésta no encuadra en «sus» teorías. La verdad: los pueblos latinoamericanos están en […]

«Volveré y seré millones»: Tupac Katari

Hay quienes afirman que en Venezuela y, en general en América Latina, no existe una revolución. Claro, algunos eminentes iluminados están obnubilados por sus elaboraciones teóricas y sus ‘esquemas insurreccionales’ que les impiden ver la realidad. Ésta no encuadra en «sus» teorías.

La verdad: los pueblos latinoamericanos están en plena insurgencia pacífica y efervescencia democrática. Debemos precisar: la revolución indo-afro-euro-americana no puede reducirse a la elección de gobiernos nacionalistas-democráticos. ¡No, no es sólo eso!

Es un proceso de construcción de hegemonía social-popular. Es la concreción de realidades sociales, económicas, políticas y culturales, acumuladas durante siglos, que han empezado a expresarse en procesos electorales y constituyentes, pero que van más allá de ese simple fenómeno.

Las clases dominantes de la región – capitalistas monopolistas y grandes latifundistas -, obligados por el Consenso de Washington (política neoliberal), se despojaron de lo poco que les quedaba de «nacionalismo» durante los años 80 y 90 del siglo XX. Fue su gran error e inocultable «pecado». Ese vacío está siendo ocupado por los pueblos oprimidos. No hay quien más lo llene. No es algo automático, mecánico, fluido, pero es un proceso irreversible. La traición se paga caro y los pueblos no olvidan.

En Colombia y Perú, con la ayuda involuntaria de la insurgencia guerrillera (FARC-ELN y «Sendero Luminoso»), esa oligarquía anti-nacional ha podido engañar al pueblo. Esa «vanguardia armada» intentó canalizar en esos países el movimiento popular hacia la insurrección, pero no lo logró. Nunca entendieron la esencia del proceso de empoderamiento de los pueblos que estaba en camino. Con su ciega tozudez le ayudaron a esas oligarquías a aplazar su caída… pero ¡ya les llegará el turno!

En América Latina, la mayoría de la población trabajadora de campos y ciudades viene construyendo nuevos paradigmas de lucha, formas propias y autónomas de organización, y métodos de trabajo que reivindican la acción y la democracia directa, la masividad, la no delegación de su fuerza y su identidad diversa. No quieren «salvadores supremos»… ¡ni amos, ni patrones!

Esa nueva dirigencia popular ha empezado a manifestarse. En algunos países se han apoyado en liderazgos provenientes de sectores medios (Chávez, Correa, Funes, Lugo, Mujica, Zelaya) pero detrás de ellos marchan cientos de dirigentes preparados en décadas de luchas (Evos, Subcomandantes Marcos) que, estamos seguros, le darán continuidad y profundidad a los procesos de transformación.

Es un movimiento profundo que se alimenta de la resistencia histórica. Es una fuerza telúrica que está en pleno crecimiento y desarrollo. Tiene a su haber cosmovisiones ancestrales, sacrificios y luchas heroicas acumuladas, raíces comunitarias y raigambres simbólicas de gran significado ideológico y cultural.

Es una fuerza en ascenso que no va a claudicar ante las contingencias de la lucha. Ante las vacilaciones y errores que puedan cometer los dirigentes de los gobiernos nacionalistas no podemos perder el norte. Son situaciones previsibles. Los vamos a empujar hasta donde ellos den; si flaquean, serán rebasados. Pero el movimiento prosigue y crece.

Los gobiernos nacionalistas deben alimentarse de esa fuerza y a la vez, crearle condiciones para su consolidación y desarrollo. Ahora que gobiernos como el de Chávez y Correa están pasando por ciertas dificultades, no podemos acobardarnos. El pueblo «ha tocado el poder» y va a asirlo con mayor fuerza y consistencia.

Nuevos contingentes deben ser jalonados a la lucha. La ética política, la honestidad y la honradez, el sentido práctico, deben estar a la orden del día. Debemos apoyarnos en el pueblo para elaborar las políticas, partir de lo que ya existe, no utilizar fórmulas académicas y esquemas muertos que para lo único que sirven es para alejarnos del «espíritu popular». Es el momento de ajustar el pulso y apretar el acelerador.

El nacionalismo popular como expresión de la soberanía necesita de la democracia participativa. Esa soberanía es la expresión de que el pueblo ha recuperado su dignidad, que no está dispuesto a aceptar más irrespeto y exclusión. Debe materializarse en cada barrio, vereda, municipio, cantón, departamento (estado o provincia), en cada organización, en cada nivel de la nueva institucionalidad.

Quienes llaman a profundizar la revolución recurriendo a «fórmulas socialistas» no entienden que el momento lo que exige es verdadera compenetración con ese movimiento real. El pueblo está pidiendo pista, debemos confiar en él.

Por ahora, la derrota total del imperialismo (integración regional y Patria Grande) y de la oligarquía (democracia económica y política) es la tarea fundamental.

Ya vendrán los desarrollos político-sociales que América Unida va a aportarle a la humanidad. Estamos avanzando hacia la nueva Hegemonía Social-Popular del Siglo XXI, que es la fusión de nuestras verdaderas identidades «nacionales» de carácter popular (originarias, afrodescendientes, mestizas, raizales) entrelazadas con los intereses de los trabajadores del mundo entero.

Esa nueva hegemonía está levantando reivindicaciones humanas de carácter planetario. La Paz, la defensa de la «Madre Tierra», una espiritualidad cósmica transformadora, la igualdad de género, la filosofía y política del Buen Vivir, y otras. Así vamos conformando esa FUERZA GLOBAL que superará con creatividad el modelo depredador propio del sistema capitalista.

NOTA: Esta fuerza popular no va a claudicar. Si el imperio norteamericano en su desespero decadente recurre a la intervención violenta directa (invasión-golpes de Estado, guerras irregulares), los pueblos van a responder con una verdadera Guerra Revolucionaria de inmensas proporciones. Entonces, la «hora del Ché» estará a la orden del día. El pueblo indo-afro-euro-americano no va a ser inferior a ese reto. Que no lo duden.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.