Nancy Morejón (La Habana, 1944) «su poesía es una eclosión vital y tiene suficiente hechizo como para inundar de sensible perplejidad y bienvenido afecto a sus fieles seguidores. Tal vez se deba a esa natural inserción de la historia, en la geografía, y en el hermoso color de su piel, que la poesía de Nancy […]
Nancy Morejón (La Habana, 1944) «su poesía es una eclosión vital y tiene suficiente hechizo como para inundar de sensible perplejidad y bienvenido afecto a sus fieles seguidores. Tal vez se deba a esa natural inserción de la historia, en la geografía, y en el hermoso color de su piel, que la poesía de Nancy Morejón, junto con el espectáculo de sus metáforas, incite al lector a mantener un diálogo nutricio con su intimidad generosa y expuesta» dijo Mario Benedetti en la revista América sin nombre (número 2; Alicante, España) y estoy completamente de acuerdo con él. Conocí a Nancy en el barrio de Miramar, en La Habana; de inmediato me enamoré de ella, de su manera de cantar y pintar el mundo, de su raíz afrocubana y convicción política de izquierda.
Entre sus publicaciones destacan: Mutismos (1962); Amor, ciudad atribuida (1964); Parajes de una época (1979); Poemas (selección y prólogo de Efraín Huerta, Ilustración de cubierta Wifredo Lam; UNAM, 1980); Nación y mestizaje en Nicolás Guillén (1982); Elogio de la danza (UNAM, 1982); Octubre imprescindible (1983); Cuadernos de Granada (1984); Piedra pulida (1986); Baladas para un sueño (1991); Richard trajo su flauta y otros poemas (edición y prólogo de Mario Benedetti; Visor, Madrid, 1999); La quinta de los molinos (2001); Cuerda veloz (2002); Cántico de la huella (2002); Poética de los altares (2004); Ana Mendieta (2004); España en Nicolás Guillén (2005); Ensayos (selección de Trinidad Pérez Valdés, 2005); Estos otros argumentos (selección de Teresa Melo, 2005) y Pluma al viento (2005).
A finales de agosto la prensa destacó una noticia «La escritora Nancy Morejón recibió en Macedonia el Premio Internacional Corona de Oro 2006, uno de los más encumbrados reconocimientos de alcance mundial a la trayectoria poética de un autor… Una idea de lo que significa merecer la Corona de Oro se tiene a partir del conocimiento de quiénes han sido honrados con esa distinción, que se otorgó por primera vez en 1966 al poeta ruso Robert Rozdestvenski. Entre los galardonados figuran el chileno Pablo Neruda (1972), los italianos Eugenio Montale (1973) y Edoardo Sanguinetti (2000), el senegalés Leopold Sedar Senghor (1975), y el griego Yannis Ritsos (1985). (Granma; 26 de agosto de 2006). Nancy Morejón es Premio Nacional de Literatura de Cuba (2002); La Jornada Morelos y El Clarín de Chile presentan en exclusiva una conversación con la prestigiada escritora y artista plástica cubana.
-Hay dos poetas que influyen notoriamente tu escritura: Nicolás Guillén y Federico García Lorca ¿Qué rescatas de ellos?
– Sus obras y sus personas, cada uno a su modo, representan una de las mayores riquezas de la poesía del siglo XX en lengua española. En ambos se cumple el principio de que existen dos poesías y una lengua. Como he dicho en otras ocasiones, algunos de mis poemas más representativos no existirían sin algunos ya emblemáticos de Nicolás Guillén. Cuando me preguntan acerca de mis orígenes siempre respondo que tengo un abuelo andaluz que nacido en Fuentevaqueros durante el último lustro del siglo XIX y asesinado por la barbarie fascista un 18 de agosto de 1936, en el oscuro Barranco de Viznar. A fines de septiembre pasado, la revista Revolución y cultura inauguró una muestra de dibujos míos, todos Pierrots, como tributo a su memoria. No olvido que el padre de Guillén fue «muerto por soldados» en 1917 en una tenebrosa finca camagüeyana llamada San Ramón de Múcaro.
-¿Qué elementos de la religión afrocubana viven en vos? ¿Qué desististe por interpretar en tu libro Poética de los altares?
– En mí sobreviven valores prelógicos que han conformado estos sistemas religiosos populares absolutamente mestizos. Pocos cubanos se escapan a su fuerza cotidiana. En Poética de los altares, donde por cierto, cito a Miguel León Portilla -que acabo de conocer personalmente la semana pasada cuando la Universidad de La Habana le concedió el Doctorado Honoris Causa-quise reunir una serie de reflexiones sobre la presencia de ese universo en el arte y la literatura cubanos de la segunda mitad del siglo XX. Hay información pero, sobre todo, un enfoque que registra, grosso modo, la obra de autores muy cercanos a mi experiencia vital, a mi experiencia intelectual, más allá de algunas coincidencias generacionales. No se explican la música, la danza y el teatro cubanos, entre otros, sin esa huella, sin su eco. La literatura ha transitado estos caminos de modo más reciente.
-La pluma al viento y Cuerda veloz son mis libros favoritos ¿Sólo dejas que la pluma vaya al viento? ¿En realidad sos tan veloz como una cuerda de guitarra española al escribir?
– El primero es un libro que me gusta y ha sido bien recibido por los lectores. Allí recojo asuntos, creadores, de diversa índole y este conjunto de artículos y crónicas es un pulso del periodismo cultural que he venido realizando a lo largo de varias décadas. El ejercicio del periodismo, en mi juventud, me enriqueció como persona y me abrió horizontes insospechados como escritora. Aunque no cultivo géneros narrativos, sigo la tradición del respeto al periodismo, a los periodistas, como fuente generadora de experiencias insustituibles. El segundo es la antología que publicara la editorial Letras Cubanas a la sazón de haber recibido yo el Premio Nacional de Literatura 2001. Abarca desde mis inicios 1962 hasta el 200. Mi discurso al aceptar el Premio aparece como prólogo y allí defiendo la idea de que la belleza es un derecho público, que debe ser encontrada en todas partes.
-Mario Benedetti ha comentado tu poesía, en un prólogo de tu Antología Poética (editorial Visor, 1999) y en la revista América sin nombre (número 2; Alicante, España) ¿Cómo nace esa amistad con el poeta uruguayo? ¿Qué encuentras en su poesía?
– Es un privilegio haber trabajado con Mario Benedetti a inicios de la década del 70 en la Casa de las Américas. Hablando con precisión, conocí a Mario en el Encuentro con Rubén Darío que auspiciara la Casa en Varadero a propósito del primer centenario de su natalicio en 1967. Entre lecturas y disquisiciones sobre la obra del gran nicaragüense, se inició nuestra amistad. Allí conocí a Mario Benedetti, por supuesto, con Luz Alegre, su esposa, a quien quise mucho, a quien le he escrito un poema a raíz de su muerte. Poco después pasó a fundar el Centro de Investigaciones Literarias a donde me llamó a colaborar. Fue un taller renacentista al que asistí sintiéndome libre y aprendiendo en todo momento. Mario, aparte de ser el poeta que es, también es un periodista de marca mayor así como un finísimo y agudo crítico. Encuentro en su poesía una ética esplendorosa, una conciencia extraordinaria de lo que ha de ser el papel del escritor en la sociedad. En sus poemas transcurre el horror de nuestra época y siempre encuentras una forma ingeniosa para combatir el horror y encaminarte a defender las más nobles causas. Mucho le debo.
-Háblame de México, de Efraín Huerta y la Feria del Libro de Guadalajara 2002 dedicada a Cuba, ¿Qué secreto orgullo guardas de haber publicado en la UNAM por primera vez? Y ¿Sentiste algún tipo de hostilidad por la campaña de la revista neoliberal Letras Libres en 2002?
– México es una suerte de patria literaria para cualquier cubano. Me atrevería a decir que para cualquier latinoamericano, para cualquier caribeño. Es la verdad. En México, gracias a Efraín Huerta y Margarita García Flores, publiqué mi primera antología que seleccionó y prólogo y que publicara la UNAM. Luego, Eugenia Revueltas y Huberto Batis, hicieron realidad otro poemario. La muerte de Efraín fue un ciclón. Lo recordamos con mucho cariño Lisandro Otero, Roberto Fernández Retamar, Luis Marré en un programa que auspiciara El Caimán Barbudo a raíz de su muerte. He vivido siempre orgullosa de haber sido publicada por la UNAM en fecha tan temprana como 1980. La edición, muy bien cuidada, hecha con mucho amor, tiene en la portada una pintura de Wifredo Lam que atesora el Museo de Arte Moderno mexicano. Por esa época, Efraín colaboraba en el tabloide El Gallo Ilustrado a cargo de Socorrito Díaz. Todas las campañas contra Cuba en cualquier espacio, en cualquier medio masivo, me hacen sentir hostigada. Por muy habituales que sean las que, a ratos, se enrumban contra los escritores cubanos residentes en la Isla, me indigna y me choca. Ya se sabe que se alimentan de un estereotipo inadmisible: en Cuba no hay escritores buenos sino en el exilio. Es como aquella consigna que reza: El son se fue de Cuba. Necesitaría un libro entero para poder describirte algunas consideraciones mías al respecto.
-¿Hay algo de Roberto Matta en el diseño de tu libro/artefacto «Pierrot y la luna» (ediciones Vigía)? O ¿se trata de una pasión por la dramaturgia y los escenarios?
– Los libros de Ediciones Vigía siempre son un primor. Esa es la pura verdad. Si esa es tu apreciación, vale mucho la pena. En la Casa de las Américas hay una amplísima retrospectiva de la producción de Matta que estará abierta al público todo un año. La vimos juntos, recuerdo. Me gustaría decirte que todos los méritos de tan insólita edición se deben al artista Rolando Estévez y, a todos los vigías, que son una legión. El texto es un poema dramático que escribí, muy atormentada, de un tirón, un 31 de Diciembre. El crítico y traductor gallego Xosé Lois García ha escrito un texto muy profundo al respecto y un grupo de actores de Barcelona, bajo su asesoría, ha confeccionado un DVD que se exhibió en la Feria del Libro 2006. No cultivo la dramaturgia pero he sido una ferviente admiradora de la escena cubana a lo largo de su historia, sobre todo entre las década del 60, 70 y 80.
-¿Y en el Sur? ¿A quién acostumbras leer de entre los poetas sudamericanos? Gonzalo Rojas escribió un en un poema «Quiso la fortuna de la prosa serme a/ ratos propicia, escribí/ cuatro novelas» ¿vos también tuviste la fantasía de escribir cuentos, minificciones o novelas?
– He escrito prosas en otro tiempo pero están guardadas, muy bien guardadas. Del Sur -te digo al azar– leo a Alfonsina y Gabriela Mistral, a Oliverio Girondo, a Juan Gelman, a Enrique Lihn, a Jules Supervielle; un texto encontrado del padre de Daniel Viglietti que me regaló el trovador en Mar del Plata el año pasado y al Conde de Lautréamont, ¿por qué no, verdad?
-¿En la Nueva Trova cubana te identificas más con el quehacer de Pablo Milanés?, recuerdo que han trabajado juntos en algunos proyectos ¿podrías darme algunos detalles de la creatividad junto a nuestro Pablo querido?
– Pablo es un amigo de la adolescencia. Cantaba en el Cuarteto del Rey. Eric Romay, él y yo, éramos degustadores de la maravillosa ciudad en que pernoctábamos oyendo la música viva de los pequeños clubs de La Haban y El Vedado. Muchos años después nos lanzamos a la aventura de la Fundación que no fraguó pero que fue una experiencia sin igual. Puedo decirte que en febrero de este año, durante la Feria del Libro que me fuera dedicada junto a Ángel Augier, el Teatro Terry de Cienfuegos auspició un concierto de la compositora Marta Valdés durante el cual leí un soneto que le dediqué cuando Pablo llegó a la media rueda como decimos aquí, es decir, al llegar a sus primeros cincuenta. Acaba de ganar un Grammy que ha sido una alegría para mí y una noticia más que bien recibida por sus admiradores del patio.
– ¿Cómo va el Centro de Estudios del Caribe de Casa de las Américas?
– Trabajo en la Casa de las Américas como asesora en la actualidad. Allí me formé en mi juventud y allí dirigí el Centro de Estudios del Caribe a cuya cabeza está desde enero del 2006 la colega Yolanda Wood, destacada profesora y crítica de arte, especializada en investigaciones de la región desde hace décadas. A fines de octubre pasado, tuve el honor de inaugurar el Coloquio El Caribe en las visiones de artistas plásticos contemporáneos en cuyo centro de interés estaba una muestra de las obras de prestigiosos pintores y dibujantes haitianos quienes, por cierto, ilustraron el más reciente número de Anales del Caribe consagrado a celebrar el Bicentenario de la Revolución Haitiana.
– ¿Qué se dirá de tu poesía y la Revolución cubana?
– Soy una de sus criaturas. Nada en mí puede explicarse sin su concurso. Sin ella, yo no sería yo, ni mi obra. Sobre esto hablo mucho en mi discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura 2001 que, como te dije, es el prólogo de la antología Cuerda veloz que tanto prefieres.
– ¿Cómo te fue en Macedonia y en el resto de Europa? ¿Qué representa el Premio Internacional Corona de Oro 2006?
– Es una de las experiencias más significativas en mi carrera literaria. Una parte de esa carrera culminó en Matanzas, Ciego de Ávila y Guantánamo, entre otros sitios maravillosos, y saltó a los Balcanes, junto al lago Ohrid, de la ciudad de Struga. Este Premio, uno de los más antiguos y prestigiosos de toda Europa, se otorga, desde hace cuarenta y cinco años, en el marco del Festival Noches de Poesía de Struga. Sólo en lengua española lo obtuvieron Rafael Alberti, Pablo Neruda y Justo Jorge Padrón. Te podrás imaginar lo que es para mí haberlo recibido. Sólo me antecede una poetisa Serbia entre las mujeres. Hans Magnus Enzensberger, Allen Gingsberg, Léopold Sedar Senghor, Yannis Ritzos, entre otros, lo obtuvieron también. Ha sido un honor, una dicha, una responsabilidad. Editaron una antología traducida al macedonio pero que incluye textos en inglés también y el cuerpo original de los poemas en lengua española. La antología lleva una introducción estupenda de la puertorriqueña Mairym Cruz Bernal. Con Mairym, Joan Anim Addo (Granada) y Edward Lucie Smith (Jamaica) compartí una lectura caribeña inolvidable que se colmó de esplendor con el joven cuarteto cubano de voces femeninas, Sexto Sentido, legítimo heredero del célebre Cuarteto de Aída. Grandes nombres de la poesía mundial acudieron a la cita y recorrimos uno de los lagos más hermosos y enormes del planeta tierra. Fueron días inolvidables, de gran fraternidad, sin sentido de la competencia. Sembré un árbol que ayudaron a plantar poetas de China, la India, Israel, Luxemburgo y las Antillas. La mayoría expresó su amor a la paz y su rechazo total a la guerra.
-¿Qué sigue para Nancy Morejón? ¿Hasta dónde querés llegar con tu palabra?
– Seguir escribiendo y confrontando estos tiempos aciagos en defensa del arte y la literatura, en defensa de la humanidad.
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