De Sucumbíos al campamento del comandante Raúl Reyes era un viaje de aproximadamente dos horas por el Río San Miguel. Me acuerdo que el guerrillero era todo un capitán, levantando la hélice del motor cuando no había suficiente profundidad y con un palo navegando entre las piedras. Era el mes de abril del año 2005. […]
De Sucumbíos al campamento del comandante Raúl Reyes era un viaje de aproximadamente dos horas por el Río San Miguel. Me acuerdo que el guerrillero era todo un capitán, levantando la hélice del motor cuando no había suficiente profundidad y con un palo navegando entre las piedras.
Era el mes de abril del año 2005. Llevaba cinco años en Colombia, acreditado por el exdiario del Partido Comunista Sueco, convertido en 1990 a un semanario. Suena seguramente insólito, pero me sentía más seguro en un campamento guerrillero que tener los agentes del DAS-G3 en la cola en Bogotá o Medellín. Las llamadas de amenazas de muerte habían comenzado a llegar por teléfono a final del año 2004. Sentía que el tiempo en Colombia, mi segunda patria, comenzaba a llegar a su fin.
En la extensa entrevista que le hice al comandante Reyes en esos días y que la titulé: «Una pequeña minoría está imponiendo la guerra», citándolo, el fornido pero bajo jefe guerrillero resumía así la guerra de cinco décadas en Colombia. La oligarquía militarista bajo las órdenes del Pentágono había llevado el país suramericano a un conflicto social y armado con un saldo gigantesco en vidas humanas y saqueo de sus recursos naturales.
En ese año nos encontrábamos en el ojo del huracán, llamado «Plan Patriota», el operativo más duro y fuerte durante todo el conflicto colombiano. El centro de ese plan era el territorio del Bloque Sur de las Farc en el sur de Colombia, en los departamentos de Caquetá, Putumayo y Nariño.
«Pastrana sacrificó los diálogos, frustró una vez más al pueblo colombiano de avanzar mediante diálogos en dirección de la paz que reclaman todos los pueblos con tal de apoyar al candidato del paramilitarismo, Álvaro Uribe Vélez», concluyó Reyes, resumiendo la ruptura del proceso de paz en el mes de febrero de 2002 y el bombardeo al «Laboratorio de paz», en San Vicente de Caguán.
«Uribe era y es un perro de guerra», decían los sindicalistas en Bogotá. «Con él jamás tendremos paz».
Reyes agregó, rechazando la decisión del Departamento de Estado de calificar a las Farc como organización terrorista:
«¡Los primeros terroristas son ellos, el terrorismo de Estado que asesinó a la Unión Patriótica! Que sigue asesinando dirigentes sindicales, dirigentes estudiantiles, que sigue imponiendo el modelo neoliberal en Colombia. Para eso necesitan la guerra y por eso necesitan un gobierno fascista como de Álvaro Uribe Vélez.»
Unos meses antes
A principio del mes de enero de 2005, había ingresado al Bloque Sur de las Farc, desde el territorio ecuatoriano, Lucero Palmera, acompañada de su hija, entonces solo tenía doce años. El compañero de vida de Lucero era ´Simón Trinidad´.
A Simón, Uribe lo había extraditado a Estados Unidos apenas cuatro meses antes, tras chantajearlo: si colaboraba con Uribe y la CIA para dar con la cúpula de las Farc-EP, le darían una nueva identidad en Estados Unidos. La Respuesta de Simón fue vestirse con la camiseta de Simón Bolívar y levantar el puño en alto contra los representantes del imperialismo y del terrorismo de Estado colombiano.
Lucero, Simón y su hija, con solo doce años de edad, habían sido detenidos en la capital ecuatoriana, Quito, durante una misión que tenía como tarea de buscar a James Lemoyne, la mano derecha de Kofi Annan, secretario general de la ONU para encontrar una salida del tema de los prisioneros de guerra. El pelele de los gringos, el coronel ecuatoriano y elegido presidente Lucio Gutiérrez, colaboró con la CIA y la inteligencia militar colombiana para dar con Simón y Lucero. Como no había orden de captura para Lucero, ella y la hija se movieron rápidamente al norte de Ecuador, cruzó el río San Miguel para unirse con los combatientes del Bloque Sur. Simón Trinidad fue extraditado de Ecuador a Colombia donde Uribe lo recibió como un trofeo de guerra.
Lucero quedó encargada de la emisora «Voz de la Resistencia» del Bloque Sur y fue internada en la selva profunda con un cordón de unos 20 guerrilleros donde armaron un campamento especial para la función de la radio. Ahí le hice la extensa entrevista a esa impresionante y alegre mujer en abril de 2005 y la cité: «¡Ni Uribe, ni el imperialismo podrán detener esta organización que todos los días se fortalece!»
En septiembre de 2010, murió al lado de su hija, que había llegado, desde Quito, cuando la aviación colombiana bombardeó parte del campamento del Frente 48. Murieron una treintena de guerrilleros. Agentes del DAS, operando en territorio ecuatoriano, colocaron un chip en la chaqueta de la hija que entonces tenía 18 años y dio las coordenadas de la aviación, que con la tecnología de punta «Made in USA» tiraron su carga mortal, como habían hecho 1º de marzo a las 00.30 de la noche el 2008.
Era el mismo dúo, Uribe y Santos, «los Perros de Guerra», como decían los sindicalistas, que eran los responsables por haber asesinado otra vez civiles, esta vez una mujer civil, sabiendo incluso que era civil ya que ella llevó el chip en su ropa. Así hacían los gringos en Vietnam, los cobardes, echando toda una «alfombra» de bombas primero para después enviar las tropas de la infantería para ver si había sobrevivientes.
Arnobis
En el bombardeo esa noche fatal de 2008, se encontraba un combatiente fornido y fuerte que llevaba la ametralladora del campamento, siempre situado en el centro para poder dar fuego hacia todos los flancos en caso de ser atacados. Arnobis era un negro muy humilde, hijo de campesinos. Seis primos de él habían sido asesinados por el Ejército Nacional en una masacre en el departamento de Putumayo. Posaba orgullosamente con su arma para la cámara mía y de ser guerrillero de las Farc.
«Mirando las razones que ocurren en el país, uno mejor toma esta vida guerrillera. Y es por razones sociales, económicas, pobreza, miseria, abandono, todo lo que tiene que ver con la parte criminal de un sistema egoísta».
Esas fueron las palabras y respuesta del guerrillero fornido y moreno. Le había preguntado «¿Por qué enrolarse a la guerrilla sabiendo el peligro que significa? Pero Arnóbis, colocándose su boina camuflada, se reía y decía, que ser humano y civil en Colombia significa correr el riesgo de ser víctima por el terrorismo de Estado si uno realmente quiere cambiar el país. Por eso estaba donde estaba.
Era uno de miles de jóvenes colombianos que habían ingresado en las filas guerrilleras. Porque han golpeado miles de puertas para conseguir un cupo a la universidad, o un cupo de trabajo en alguna empresa, haber hecho filas como miles de sus compatriotas por decenas de cuadras para solicitar una beca de estudios o trabajo en el exterior. Pero en cada parte a los hijos del pueblo le son negados los derechos humanos a un trabajo, a plaza de estudio y son objetos, si lo consiguen, a una explotación de esclavitud moderna, al estilo de los empresarios neoliberales.
O por ser familiar de un luchador popular, son asesinados y en la guerrilla ven una puerta y futuro para salvar la vida, sabiendo que el Estado y sus paramilitares te buscan. Así pensó Arnobis y así me explicó este guerrillero que sabía también, como Lucero, que el guerrillero muere generalmente en la guerra, joven o con los años. Pero no se preocupaba.
Durante el proceso de paz en La Habana, la Delegación de Paz de las Farc solicitó a los gobiernos de Colombia y Ecuador y la Cruz Roja Internacional la repatriación de los restos de Arnobis y la veintena de guerrilleros que quedaron en las tierras de Sucumbíos, 1700 metros del río fronterizo con Colombia, lugar donde estaba situado el campamento transitorio de Reyes. También cuatro universitarios mexicanos, que habían llegado la noche anterior, murieron en el bombardeo. La delegación insurgente comunicaba:
«Las Farc-EP han solicitado la intervención del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para que colabore en el proceso de tal repatriación, con sus respectivos exámenes forenses que permitan la identificación y posterior entrega a sus familiares a fin de que se les dé sepultura digna, y han pedido que dicha Organización humanitaria coadyuve al esclarecimiento del fin último que tuvieron los restos del comandante Raúl Reyes, lo cual contribuirá enorme y eficientemente a ir abriendo el sendero de la paz que tanto necesita Colombia».
Arnobis y sus camaradas dieron su vida para la Nueva Colombia. Los testimonios humildes que logré captar de una parte de la historia de Colombia reflejan los sentimientos, pensamientos y las razones a las cuales persiste el conflicto social y armado en el país suramericano, lejos de ser terroristas, son seres humanos que un día tomaron una decisión drástica de ingresar a las filas guerrilleras. Arnobis fue un ejemplo.
Las sobrevivientes
La guerrillera Susana Téllez fue una de las sobrevivientes, junto con la guerrillera Diana y la universitaria mexicana Lucia Morett. En 2005, charlamos y entrevisté a Susana. [1] En la pantalla del canal Telesur la vi nuevamente en un evento público desde Managua, Nicaragua, junto con Diana y Lucia. Nos volvimos a ver 2011 en Managua y posteriormente en diciembre de 2015, después que habían recibido «luz verde» por parte de Iván Márquez, nos permitieron entrevistarlas en Managua. [2]
Nos contaron cómo fue la noche y las dos guerrilleras han analizado durante casi ocho años ¿Por qué pasó el bombardeo?
– Había muchos movimientos en los alrededores del campamento por desconocidos, dice Diana.
– Estamos seguras que teníamos infiltración de guerrilleros recién llegados, agrega Susana.
La noticia
Muchas veces he recordado las secuencias del mes de abril de 2005 y la noche 1 de marzo de 2008. Estuve en el aeropuerto de Maiquetía en las afueras de Caracas, esperando mi maleta que venía con el avión de Maracaibo donde había cubierto el congreso fundacional del partido gobernante, PSUV. Cuando recibí una llamada de Juan Carlos Tanus, director de «Colombianos en Venezuela».
«Acaba recibir la noticia que bombardearon el campamento de Raúl Reyes».
– ¿Está confirmado?, le pregunté.
«Sí, y está confirmado que él está muerto y unos veinte guerrilleros más», contó el amigo.
Eran las 15.00 horas de la tarde ese sábado. La tristeza se me inundaba, recordando la cara de Arnobis, Susana, la joven enfermera Marcela, el tosco pero disciplinado y mando medio Jairo y la veterana guerrillera y sobreviviente del genocidio político de la Unión Patriótica, Catherine Miller (que en ese momento estaba en una otra misión, nos encontramos con ella en julio 2012 en el Bloque Caribe).
Menos pensé que también yo hubiera podido estar entre los muertos. Resulta, que los convocantes al congreso en Quito, estaban organizando pasajes muy baratos desde Caracas-Quito. Cada día intenté hablar por teléfono y a final me resigné. Además tenía muchos temas a cubrir en Venezuela y lo dejé así no más.
Lo que nunca pude imaginar era el hecho que varios de los participantes en el congreso del Movimiento Bolivariano Continental, MBC, entre ellos los cinco jóvenes mexicanos, viajaron al norte de Ecuador y ahí, entrando a la densa selva ecuatoriana, llegaron tarde ese viernes para encontrar la muerte en la noche. Si me hubieran ofrecido ir donde comandante Raúl, no habría dudado. El reportero no piensa dos veces cuando sabe que el tema es «caliente».
«El Dúo de Perros de Guerra», Uribe y Santos, cometieron crímenes de guerra en forma flagrante. Los gringos bajaron la voz y mantuvieron un perfil bajo ante el hecho de la invasión militar colombiana al territorio ecuatoriano. El año siguiente, el digno presidente ecuatoriano Rafael Correa expulsó los marines y el Comando Sur desde la base de La Manta, dos minutos de vuelo a la frontera colombo-ecuatoriana y la guerra de los gringos a través el Plan Colombia y Plan Patriota.
México
En cierta forma se cerró el ciclo de la fatal y trágica noche cuando Miriam y yo llegamos a México en el mes de mayo de 2015. Fuimos recibidos por varios de los familiares de los cuatro jóvenes mexicanos. Fue un encuentro hermoso, lleno de sentimientos, sobre todo la visita en el Museo de Derechos Humanos en la Ciudad de México donde hay un pabellón especial sobre cómo el Terrorismo de Estado guerrerista de la oligarquía colombiana apagó la vida de cuatro universitarios mexicanos, cuyos deseo solo era saber más de la vida y de Latinoamérica, en este caso Colombia.
El legendario poeta y revolucionario soviético, Vladimir Mayakovski, resumía en tres frases el contenido del fascismo:
«El fascismo es hambre, el fascismo es terror, el fascismo es guerra».
Así se expresó el fascismo esa noche gris el 1º de marzo de 2008.
[1] Video. La guerrillera Susana que sobrevivió el bombardeo del campamento de Raúl Reyes: «En esta lucha unos vamos, otros nos quedaremos en el camino y otros continuarán la lucha que llevamos» http://farccom.blogspot.com.co/2012…
[2] Hablan las guerrilleras víctimas del bombardeo del Estado Colombiano al campamento de Raúl Reyes, FARC-EP. http://colomdick.blogspot.com.co/20…
Fuente original: http://prensarural.org/spip/spip.php?article22772