Lleno de imperfecciones más propias del villano, el antisuperhéroe sobresale sobre todo por ser excesivamente torpe para los tiempos que corren.
«La democracia no funciona, la gente no puede votar a quien quiere», afirma indignado el antihéroe Pafman, en el álbum Pafdark, el cabestro oscuro. Pafman es un imitador a la española de Batman, cuyas principales armas son el humor y la ironía.
Su creador, Joaquín Cera, empezó a narrarnos las aventuras de Pafman durante los ’80, en la revista de historietas Mortadelo. Actualmente, este antihéroe aparece en la colección Top Cómic de Ediciones B, tratando temas políticos y sociales para ‘niños grandes’.
Como Pafman, hay otros muchos antisuperhéroes. En el cómic español suelen predominar la sátira y los personajes torpes, que suelen ridiculizar las virtudes arquetípicas del héroe convencional. Si Superman fue en su día capaz de convertirse en «un símbolo del bien» y de los valores morales estadounidenses, el antihéroe, por el contrario, es un personaje que simboliza la excepción. Suele moverse en los márgenes de la sociedad y suele sufrir las consecuencias de un sistema que es implacable con quienes no cumplen con los patrones asociados al éxito.
A pesar de que los orígenes del antihéroe quedan algo difusos, algo hace pensar que la picaresca en la literatura española tuvo gran influencia en la creación de este nuevo modelo. Este género literario surgió durante el Siglo de Oro como parodia que se burlaba de los héroes que salían en las grandes epopeyas o relatos épicos del Renacimiento. El fuerte contraste con la realidad social generó las antinovelas, de carácter antiheroico.
Su paso al cómic le ha dado multitud de formas y estéticas, conforme a las problemáticas y tendencias del momento. Rodolfo Santullo, escritor uruguayo, guionista de cómic y editor del grupo Belerofonte, especializado en la publicación de historietas desde el 2005, opina al respecto que «el descreimiento de ciertas formas morales, éticas o políticas de los años ’70 se reflejó en todas las ramas de la cultura», y por supuesto también en el cómic. También nos habla de las diferentes estéticas del antihéroe según los géneros y los países. En EE UU el reverso del héroe se ha asociado normalmente al antifaz o el aspecto monstruoso, mientras que según Santullo, «el resto del mundo ha permitido la inclusión de un antihéroe más mundano».
Reflejo de la lucha obrera
En España tenemos la versión más simpática de este personaje tipo, por su tremenda humanidad e incapacidad para resolver problemas sin ayuda. En este caso, la doble personalidad, a la que los dibujantes y guionistas recurren frecuentemente para ocultar «la identidad heroica» del protagonista es prácticamente inexistente en el antihéroe español. Su vida de «superhéroe» y su vida cotidiana de fracasado se confunden prácticamente en una. Más que nada, porque en ambas tiene un poder limitado para controlar el mundo que le rodea. La dualidad suele simbolizar la voluntad de ser otro, la fachada aparente, el personaje o la imagen construida para rehuir los defectos indeseables que nos persiguen, pero que en definitiva nos hacen humanos.
En ese sentido, Superlópez, la parodia de Superman a la española, se convirtió en el vehículo idóneo para tratar diversos temas, abordando la crítica social de manera mordaz. Su autor Juan López (Jan), dibujó a Superlópez en 1973 como reflejo del español de clase media que aspiraba a ser un superhéroe, a pesar de que siempre la pifiaba. Sin embargo, su mayor logro era sobrevivir a la frustración cotidiana en una siniestra oficina, donde los villanos cotidianos eran compañeros de trabajo, y su jefe, que era un déspota.
Superlópez se convirtió así en el fiel reflejo de la frustración del obrero. Al igual que Pafman, Superlópez se atreve con temas controvertidos, desde la falta de seguridad en las centrales nucleares, en Pesadilla atómica, hasta la especulación inmobiliaria en Guerra en la dimensión oscura.
Versión moderna
Otra versión más moderna del antihéroe en España es la que nos ofrece el guionista Pepo Pérez, cuyo cómic El vecino fue nominado a mejor obra, mejor guion y autor revelación en el salón del cómic de Barcelona de 2005. Aquí se nos narra la historia de una persona aburrida y corriente que estudia unas oposiciones. Lo más emocionante que le ocurre es que su vecino es «un superhéroe» o aspira a serlo, pero sin éxito. Titán, que así se hace llamar el vecino cuando se pone el traje y la capa, es en la vida real un periodista treintañero en paro, que quiere ser escritor a pesar de que carece de todo talento y disciplina para ello. Titán se enfrenta la mayor parte del tiempo contra «ejércitos invisibles» y recurre a unas pastillas que le otorgan unos poderes limitados e impredecibles, que le ponen más de una vez en un aprieto. La gran ciudad se convierte en el escenario en el que el protagonista lucha de manera heroica contra sus propios fantasmas para sobrevivir a la mediocridad, en una mezcla tragicómica.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Superheroes-y-superparias-de.html